lunes, 30 de noviembre de 2009

Relaciones familiares con opinión en las relaciones amorosas

La persona a la que más se parecía Leonard era a su madre, sin embargo evidentemente existían muchas diferencias, aunque había sido su madre la que le había enseñado a ser educado, certero, atento (sin ningún interés más allá de ayudar a la persona), sonreír en el momento oportuno y desplomarse cuando hubiera tiempo, así como no incomodar a las personas, saber escuchar y después comentar con mesura, al final Leonard había adaptado todo eso a su manera.
Pero la diferencia más certera en todo ello se refería a que su madre era auténtica. Sonreía cuando en verdad necesitaba hacerlo, se abstraía en sus pensamientos cuando el tiempo se lo permitía y dejaba fluir sus sentimientos como toda una dama. Leonard era ficción, las caretas y las fachadas no era ni en lo más mínimo tan sinceras o verdaderas como las de su madre. Podría decirse que era una mera imitación oportunamente atribuible a algún problema edipico, pero la explicación no era tan “sencilla”. Su madre amaba a Leonard, pero en ocasiones le decía que ni lo toleraba y mucho menos lo entendía, la razón se refería a la desigualdad del pensamiento, ya que su madre era perteneciente a la “generación pasada”, donde la modernidad punzaba, el compromiso y la estabilidad económica era lo principal. Para Leonard la cosa económica le pintaba de la misma forma, pero no podía negar que su existencia era irrevocablemente holgada.
-Yo pensaba en cómo ayudaría económicamente a mis padres- le decía su madre aquella tarde de asueto para ambos. Leonard estaba en casa porque una clase se había cancelado y tenía tiempo de sobra, mientras su madre acomodaba cosas por toda la casa, sacudía, quitaba, ponía, ordenaba, mientras su hijo hacía algo parecido, pero con menor interés.
-¿No pensabas precisamente en casarte y cosas así?- preguntaba Leonard mientras recogía los juguetes del perro faldero.
-No realmente. Yo sabía que faltaba dinero en casa de tu mamá (Leonard le decía mamá a su abuela, una costumbre infalible), así me dije que terminando de estudiar me pondría a trabajar para ayudarles. Y fue así, tu tío terminó su carrera porque tu tía y yo le ayudamos con sus estudios. No me arrepiento, estoy orgullosa de poder retribuir a la familia… -su madre le sonrió- no estoy diciendo que tú debas hacer lo mismo, te comento lo que fue conmigo.
-Es una visión algo estricta… ¿constrictiva quizá?
Su madre rió con una jovialidad insospechada
-Pues mira hijo, sonaré de otra generación, con pensamientos completamente distintos, pero en mi caso se necesitaba el dinero. La forma de pensar de las personas cambia según su condición- entonces le echó a Leonard esa mirada que decía “siéntete afortunado de hacer lo que quieres hacer”- es como todo, así soy yo, lo mismo me pasó con tu padre. No estaría con él si no le hubiera visto futuro.
-Es algo frío de tu parte- Leonard gestó una mueca- no se puede seleccionar a la persona por sus carencias o virtudes, es imposible, cuando te enamoras, pues te enamoras y ya- Leonard se tocó el cabello, hizo un rulo con su dedo índice. Su madre no sabía nada sobre Orlando, su familia entera desconocía esta “nueva incursión” ¿sexual?, lo prefería así, sólo Carlota lo tenía en cuenta, pero Carlota sabía guardar un secreto… o una afección tan grande como la que sentía por Orlando.
-Pero si tú eres igual de frío. No estás con tal o cual persona si carece de esto o aquello, siempre estás observando todo y diciendo lo que te gusta y no te gusta. Por eso no sales con nadie.
Leonard se sintió un poco culpable –Pero no lo entenderían- se decía, porque su familia era muy conservadora y quizá hubieran aceptado que tomara a casi cualquier tipo de mujer como pareja, pero a un hombre, eso era otra cosa.
-Sólo digo que no es posible, eso y desprenderse del sentimiento. Es como con mi primo Eduardo, terminó con su novia después de tres años de relación, le dijo: “Se acabó la magia” y ya, ahora está con otra, apenas se dio una semana de tranquilidad, no dejas tres años de emociones, sentimientos, recuerdos y todas esas cursilerías que se regalan para estar con otra mujer a la semana.
Su madre se incorporó, porque estaba levantando unas alfombras, para poder ver a la cara a su hijo y le hizo un gesto gracioso, no porque así lo fuera, sino porque denotaba gracia, algo le parecía gracioso a su madre.
-Antes de casarme con tu padre tuve un novio con el cual duré tres años, un poco más. Pero lo dejé, no me convenía.
-¿Lo dejaste sólo porque sentías que no te convenía?
-Eso dije, no me convenía.
-Eso sí que es frío.
-No. Después de tres años no sentía los mismo por él, ya no estaba enamorada, sobre todo porque él demostró ser muy débil, indeciso y severamente nervioso. Se fue a estudiar a la capital porque tenía una gran oportunidad. Era inteligente y dedicado, el epítome de la inteligencia, pero también del nerviosismo. No duró ni una semana, regresó temeroso de la capital, del aspecto asfixiante, del supuesto caos. Entonces me dije: “No te conviene, no es tan decidido como yo pensé, ¿de qué le sirven todas esas habilidades si no sabe usarlas?, ¿de qué sirve si no se va a comprometer?, pero ante todo, si me va a dejar a mí sola con toda la carga laboral y hogareña, porque había considerado el casarme con él. Así que lo dejé.
-Seguro le rompiste el corazón.
-Sí- su madre puso una mueca y alzó los hombros- después fingió demencia, como si nada hubiera pasado. Es triste, nadie olvida tres años de su vida así como si nada.
-Pues por eso, lo dañaste tanto que prefiere fingir que no pasó.
-Se casó con una doctora que gana muy buen dinero, él sigue sin hacer mucho, nunca salió de la ciudad, nunca intentó más que “controlar sus nervios”, porque no pretendía ponerse en peligro a sí mismo. Yo que sí viajé, que trabajé duro en zonas urbanas, que busqué un buen puesto… pero también lo hacía por mi familia y por mí misma, algo que él no estaba dispuesto a hacer.
-Yo no podría desentenderme de alguien tan rápido, aún cuando “la magia” se hubiera terminado.
-¿Y entonces sería mejor quedarte al lado de alguien que no toleras?
-No me refiero a eso. No creo que la supuesta magia se acabe cuando pasaste tres años con alguien, y que después sales con otra persona sin el menor problema. No se acaba la pasión así como así, no sucede.
Su madre volvió a manifestar aquella cara donde todo le parecía gracioso.
-Eso dices ahora- sonrió finalmente.

¿Sería posible que él (que se consideraba un romántico empedernido) pudiera olvidar a alguien sin mayor problema? Eso le daba un poco de miedo, pero lo que realmente le horrorizaba era que alguien lo olvidara sin menor complicación, que la relación terminara y que la otra persona siguiera su vida tal y como era antes de que él se cruzara en su camino.

-No siempre puedes dejar una marca, existen personas que dicen las cosas sin sentirlo- le había dicho Morgause cuando le comentó sobre su primo Eduardo.
-¡Pero eran tres años!
-Ay Leo, lo entiendo. Pero tal vez todos terminemos como mi amiga, ella dice: “Existen relaciones para pasar el rato, para el cachondeo y dejarlas atrás, la vida es muy corta para clavarte en algo dañino, hay que vivirla”.
-¿De acción y reacción?, ¿por inercia propia? Me niego, existen tantas emociones en el mundo como para dejarlas de lado.
-Pero te están matando, tú sólo disfruta tu relación con Orlando, gózala, no la condiciones.
-Creo que tengo miedo a que me olviden en cualquier momento, que se despojen de mí y ser uno más en el anaquel del olvido, “Sale bye, fue lindo, se acabó la magia”.
-Es como ser la ropa sucia sentimental de alguien más.
-No de cualquier persona, de alguien que dijo haberte amado en algún momento.
-Si pasa eso de que te olvidan a la menor provocación, entonces nunca te amaron de verdad y la relación fue una mentira o un juego…
-No sé que es peor- Leonard sacó su mueca característica perteneciente a la frustración en las relaciones.

Se quedó con el pensamiento (como era usual en él) que quizá las generaciones pasadas buscaban la estabilidad porque las necesidades primarias aún no estaban consumadas: el comer, dormir, tener una casa, salud, educación, ¿ser feliz como algo primordial? Si las antiguas generaciones buscaban tal seguridad, ¿qué es lo que buscaba su generación?, ¿tan solventadas estaban sus necesidades primordiales que ahora se podía salir con quién fuera, como fuera a la hora que fuera?, ¿aunque la pareja fuera inútil en todos los sentidos y completamente improductiva? Orlando no era así, era un chico culto, interesado por aprender más a cada instante, ansioso por conocer a su pareja… pero ¿a dónde le llevaría una relación con un hombre en un país donde no se podía ver aquello sin recelo?, o más cercano a su ambiente cotidiano ¿qué hacer si su familia terminaba por desdeñar su relación? Podría ser que en un futuro, cuando se valiera por sí mismo, nada importara, pero ahora que no era autosuficiente ¿qué hacer?, ¿seguir ocultando todo?...

“Sólo gózalo”, recordaba a Morgause, “Goooozalooooo Leooooo”

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Lalalea aquí