domingo, 25 de abril de 2010

Never be free...

Y el florero voló, tuvo cierto encanto verlo virar en el aire con aspecto poético. Era de cristal no muy fino, lo fino ahí era el sentimiento con el cuál habían sido regaladas las rosas amarillas que se encontraban en él, así como el enojo con el cual había sido arrojado al piso; Leonard sólo tuvo un leve titubeo cuando observó los pequeños cristales se elevaban por inercia provocada por el choque con el piso, así en su acto dubitativo volteó la cara y parte del cuerpo, cayéndole parte de los restos en el brazo derecho. Empezó a llorar como en meses no lo hacía, se sentía destrozado en su interior, carente de apariencia o identidad, pensó por un momento que no tenía rostro y que su cabello era la simple repercusión del entorno, los demás le imaginaban como era, pero él no era nada, no existía.

-¡¿Qué pasó, te hiciste daño?! – Entró Carlota al comedor completamente asustada- te sangra el brazo.
-No soy un florero ¿sabes? No soy un recipiente que se llena al antojo ajeno y después se coloca en el fondo de una habitación sobre una mesa redonda bellamente ataviada por un mantel bien planchado, no soy un adorno, respiro pero no existo.
-Leo, tranquilízate- le dijo su hermana acercándose paulatinamente y rodeando los cristales en el piso.
-¡No puedo!- vociferó- la gente dice quererme por lo que soy pero más bien me adora por lo que aparento, les agrada tener mi presencia cerca de ellos con fines meramente ornamentales, les gusta llenar el agua de mis rosas, les encanta darle de beber a una planta que sin importar el tiempo que se le riegue ha de morir, les fascina la subsistencia por ensanchamiento social, no por necesidad o requerimiento político, no existe un fondo dentro de su forma de vivir, no encuentro el contenido de la profundidad si todo es aparentemente transparente, un florero que es transparente, rellenado por agua tranparente, lo único, ¡lo único que se aprecia es el tallo roto!
-Sí Leonard, sí, ven, vamos a que te sientes- Carlota lo sabía, se había vuelto a meter algo su hermano y sólo le quedaba tranquilizarlo antes de que sus padres llegaran a la casa, comprobando las sospechas de que su hijo seguía metido en un vaivén existencial.
-¡No quiero sentarme! Todo lo que hago es estar estático, mi vida es cual sala de espera de algún hospital federal, ninguna puerta se abrirá para darme la salud que deseo, ningún doctor vendrá con su grandilocuente argumento para condecorarme con la alta inmunidad que tanto requiero. Si se abre una puerta, si sale acaso un doctor, será sólo para decirme que mi tiempo se ha terminado, como el florero, ¡mira el florero!- aventó al aire un grito y su dedo señalaba los cristales rotos.
-Lo veo Leo, ¿Por qué no te damos mejor un baño?, ¿prefieres recostarte?
-No quiero agua, no quiero cama, quiero una identidad, algo que me diga que éste de aquí soy yo y que existo, que no soy el prejuicio externo, que no soy un florero. ¡Porque no lo soy!, mírame bien y de frente Carlota querida, ¿te parezco que nacimos para vivir sólo del contexto?, ¿crees que así debieron ser las cosas? Una furcia que satisface al rey cambiando de posición sexual para tener paradójicamente una posición social, un lugar en la corte, enaltecernos por medios externos, no por lo que se es, sino por lo que se espera que seamos, argumentos de poder, de construcción del mismo. La gente me quiere, pero me quiere como florero, cuando dejo de serlo y tengo una opinión, un gusto personal o quizá algo distinto a lo que se espera es mejor dejar de alimentar las rosas ¿no?
-Leonard, es la droga la que habla, no tú. La gente te quiere.
-Pensarás que soy un egocéntrico, toda una vida echada al olvido, fabricando, creyendo que vas a un punto, dedicándote por alcanzar una meta que descubres no facturaste tú con entera conciencia, sino por mera reminiscencia, llegar a un punto que realmente no querías llegar, es como diría la Woolf, una vida que no quiero vivir, viviendo en un pueblo que no deseo vivir.
-Es una etapa, todos la tenemos, estás teniendo un mal momento.
Leonard empezó a reír entre sus sollozos –Un mal momento es sólo la vana justificación para decir que lo que tienes justo ahora no basta, que deseas olvidarte y deshacerte de ello para continuar con algo mejor, un mal momento es pasajero, un mal momento se cura cuando alguien te dice que ya no te verá nunca más porque te incomoda, un mal momento no es una identidad robada, los malos momentos se componen por horas perdidas fácilmente subsanadas por días felices. Lo que yo tengo no es un mal momento, ¡los malos momentos se pueden olvidar en menos de un mes!, ¡en un suspiró!
-Bueno, has tenido una mala semana.
-Dos para ser exactos.
-Dos malas semanas. Pero debes intentar desintoxicarte, entrar en este estado no te ayuda en nada…
-Se deduce que debería relajarte, no alterarte.
-¿Dónde conseguiste la droga?
-Con Ferdinand- Leonard empezó a reír sin parar- pregunta por las rosas, pregunta por ellas.
Carlota suspiró -¿Y las rosas?
-De Orlando, envió rosas, cómo si importara el nombre o el detalle. Sólo las envió como quién manda un regalo pues presiente que no serán despechadas, pues vivimos en un mundo donde los regalos son amados.
-¿Por qué te envió rosas?
-Desea volver, ¡desea volver justo ahora! ¿No ve que no tengo tiempo ni para definirme? Me deseché a la vaciedad del alma porque me dejó, me acosté con todos lo que podía para estar a su nivel de desinterés, lo paradójico fue el ahínco con lo cual lo practiqué, fingir desinterés mediante la completa dedicación hacia el mismo, ¿no te parezco patético?- se soltó del brazo de su hermana y pisoteó las rosas- jamás pasará, jamás daré vuelta atrás. Ni la amistad, ni la cordura, nada, cambié y soy un desastre… por… por…-balbuceaba- por él, cambié por él y ni siquiera le importó.
-Pero si quiere volver es por algo, ¿no te parece? Algún interés debe tener.
-Hacer más daño, ¿volver a los viejos cánones? Qué no me engañe, ¡qué no se engañe!- empezó a llorar cada vez más fuerte, llegando incluso a un berrido.
-¿Aún lo amas?- preguntó Carlota no sin cierto temor.
-No- dijo él sin siquiera pensarlo- en absoluto.
-¿Entonces por qué reaccionas así?
-Me di cuenta que influyó en mí de una manera incontrolable y que no hay vuelta atrás. Cuando estuve con él no me elegí a mí como persona sino cual pareja, perdí mi autonomía, si es que en algún momento la tuve. Y ahora aún sin su presencia, su marca sigue en mí, soy su florero.
-Las personas te marcan, es inevitable, tú también las modificas.
-Pensar que tuve injerencia en la vida de Orlando son puras patrañas- con su cabello despeinado y ya más calmado, Leonard se dirigió al sofá de su sala para poder sentarse en él.
-Los floreros no me gustan, si no les cambias el agua entonces apestan y huelen a florero de cementerio, lo peor de ser un florero, es ser uno de cementerio ¿no te parece?-acotó Carlota con tono ligero.
-Eso del florero del cementerio es otra simbología, algo con la vida y la muerte, de valorar la muerte de una persona con la vida de las flores, es una especie de intercambio donde la muerte siempre termina por ganar.
-Más bien yo lo digo por el olor, soy más sensorial y menos filosófica- le sonrió Carlota a su hermano.
-Sabes que de filósofo no tengo nada.
-Te equivocas. Tienes lo drogado- empezó a reír con mesura- vamos, te acompaño a tu habitación para que te recuestes mientras yo limpio éste desastre.
-Eres un ángel.
-Lo sé, te percatarías que tú también lo eres si no fuera porque te la pasas impregnando de drama todos los días de tu existencia.

Por la mirada que le dirigía su hermana, Leonard se percató que después de muchos años realmente estaba preocupada por él, en ese momento le veía con toda asertividad como su hermano menor, la verdadera inmadurez sin sentido que desemboca en los veintiún años de edad. Jamás se había sentido como algo tan vil y bajo frente a su hermana, pero no tenía otra cara por el momento, eso era lo que él representaba y sería difícil volver al punto de partida. Aquel donde quizá sí existía.

domingo, 11 de abril de 2010

Down to earth

Vestía una playera blanca con cuello en “V” y unos pantalones muy entallados, en conjunto con unas zapatillas deportivas… o quizá no tan deportivas, eran de esa marca que usaban los basquetbolistas pero sin mayor remedio se había comercializado y abierto al público en general para que se disfrutara con fines meramente estéticos, pues funcionales no eran. Alguna vez Leonard estuvo a punto de morir por esos mismos zapatos al caminar en una calle mojada, de hecho había sido así como conoció a Ferdinand, otro gay de la zona, pero de una más cercana y a la vez lejana. Justo ahora cuidaba a su perro y se instalaba en su departamento por un breve fin de semana.

Fumaba un cigarro mientras recordaba su encuentro repentino de hacía un par de días atrás cuando caminaba estilo mis Kitten Braden de “Breakfast on pluto” por las callejuelas más calurosas y paradójicamente húmedas de la ciudad en la que estudiaba, resultó que sus zapatos terminaron por jugarle una mala treta al derraparse y caer “mágicamente” en los brazos de Ferdinand, un chico de veinticinco o veintiocho años de edad, un poco más alto que él y sin ser muy delgado no se podía decir que tuviera señas de sobrepeso… ¿era acaso que tanta educación made in Hollywood estaba dando resultado? Pues aquella escena le pareció en su momento una vil calca de cualquier filme romanticón del momento sólo que con esencia enteramente gay; así, mientras estaba en los brazos de aquel hombre (cuestión de un par de segundos) la mente de Leonard vio toda la secuencia en tercera persona: “El chico gay afeminado camina por la calle algo oscura, húmeda y calurosa; no obstante carece de clase y elegancia y su torpe caminar, en conjunto con sus zapatos algo gastados, le hacen resbalar en un suspiro; sus rizos vuelan sin sentido hacia arriba mientras su humanidad cae con demasiada cordura hacia donde le manda la fuerza de gravedad, y es justo cuando espera que su playera blanca se ensucie con el lamoso pavimento, así como sus jeans bien ajustados terminen por besar el asfalto, un par de brazos algo torneados le sostienen ágilmente rescatándolo de una muerte segura, al menos una muerte segura para su dignidad.

El problema con Ferdinand es que el auge Hollywoodense le había durado no menos de media hora, pues Leonard se enteró que era una especie de diller de drogas, para ser más específico de las ansiadas “tachas”, pasando su referencia fílmica de “Breakfast on pluto” a “Taxy Driver”.
-Si se te ofrece te puedo dar un buen precio.
-Estoy intentando dejar las drogas.
-¿Qué eras, cocainómano?- preguntó Ferdinand con una voz falsamente seductora; Leonard viajaba en el asiento copiloto en el automóvil de aquel chico, quién a juzgar por el modelo no le iba nada mal en el negocio de “repartir” su producto.
-No, eso no se me da, después de ver el trabajo de Teresa Margolles preferí no probarla.
-¿Y esa vieja quién es?- decía Ferdinand con una mano en el volante y la otra inmiscuyéndose en la pierna izquierda de Leonard, quién rió un poco y después le quitó la mano -¿Qué pasa?- reclamó el conductor poniendo ahora ambas manos en el volante- por como caminas podría jurar que te gusta lo mismo que a mí.
-No sabía que los aspirantes a drogadictos camináramos de cierto modo.
-No te hagas pendejo, me refiero a que te gusta la verga.
-Ah, eso- suspiró Leonard- también estoy intentado dejarla- volvió a reír pero ahora su risa se había impregnado de nerviosismo, ¿Qué hacía en aquel automóvil? Si fuera el de antes no le habría dicho más que “gracias” y después huido entre las sombras; el problema es que había anochecido, no tenía lugar donde quedarse y al final tenía que llegar a casa… aunque fuera muerto, y como Ferdinand vivía en la misma ciudad que él sólo que al otro extremo (o eso había dicho) no tenía más remedio y/o tentación que subirse al coche de un extraño, dejar que le hablara de drogas, vergas y…
-Prostitución- dijo Ferdinand, sacando de sus pensamientos a Leonard.
-¿Perdón?
-Que si te gusta la prostitución, ¿alguna vez te has prostituido?
-No, ¿por qué lo preguntas?
-No sé, ahí en la calle traías un aire de diva.
Leonard no sabía si reír histéricamente o sólo nerviosamente.
-¿Eso me hace una puta?
-Ya es noche, alguien como tú no tendría que ir sólo por las calles a esta hora.
-Se me hizo tarde, eso fue todo, además, antes de que evitaras mi tediosa humanidad cayera al suelo, que te lo agradezco, iba a tomar mi autobús, estaba a tiempo.
-Te pudiste dar un buen golpe y quedar inconsciente.
-Bromeas ¿cierto?
-Sí- rió benévolamente el conductor.
-¿Y por qué lo de la prostitución?, ¿además de repartir droga te dedicas a repartir hombres?
-No, sólo era una forma decente de preguntar si estabas disponible.
Leonard entornó los ojos, en la vida creería que algo así le pasaría, ni que tuviera un aire atractivo –Bueno, ni el piloto y mucho menos el copiloto son atractivos- pensó con aire desdeñoso.
-Muy decente de tu parte plantear la pregunta desde la perspectiva de la vendimia por necesidad.
-Sin embargo se nota que tú no tienes esa necesidad.
-Te equivocas, estoy quebrado, sin un centavo, justo ahora estás ayudando a mi economía al llevarme a casa.
-¿Te gustaría pasar un fin de semana conmigo?- Ferdinand le soltó la pregunta sin mayor problema y mucha naturalidad, a lo que después agregó- te pagaría… por pasear a mi perro- después rió alegremente.
-¿Por qué no? Ya va siendo hora de tener en cuenta mi realidad, con los pies es la tierra- suspiró Leonard.
-¿Y cuál es esa?
-Una en donde sólo serviré para pasear perros.
-Bueno, siempre se puede hacer más que eso.
-Lo sé y lo supongo.

Permitió que lo dejara a tres cuadras de su casa. Era peligroso involucrarse con ese tipo de personas, pero cuando el instinto suicida de Leonard se activaba no había quién le detuviera
.

domingo, 4 de abril de 2010

Leonard y Leonard

-¿Y ahora qué haces?- preguntó Leonard mientras veía a su padre, quién se encontraba al otro lado del escritorio con varios libros sobre distintos tipos de gastronomía: italiana, mexicana, cubana, española, argentina…
-Reviso unos libros para la prueba de mañana.
-No sabía que ahora también evaluaras gastronomía.
-Tampoco lo sabía yo, pero me lo pidieron y estamos en esto- su padre tenía como de costumbre su cigarro encendido en la mano derecha y lo mecía en el aire- viene esta mujer por parte de los directivos y me deja la solicitud en el escritorio como si de un día para otro el nivel cognoscitivo de las personas se ampliara de forma magistral.
-No creo que confiara del todo en tu intelecto, más bien en tu sentido del gusto.
El padre de Leonard, quién también se llamaba Leonard, empezó a reír con un tono adusto por el cansancio.
-Es algo que nos molesta a todos, que nos soliciten por nuestra voracidad y no precisamente por el intelecto.
-La voracidad… la voracidad supongo…- Leonard se quedó pensativo, no tenía ningún comentario chispeante sobre un tema tan sencillo como el sentido del gusto, la voracidad, el intelecto, todas esas cuestiones que aunadas tenían algún sentido para el lenguaje. Se quedó pasmado, habría sido fácil hacer un juego de palabras sobre el apetito orgánico y el intelectual, o quizá la diferencia entre el sentido del gusto así como el “buen gusto”, ya que seguro evaluaría sabor y presentación del platillo, pero su cerebro se quedó congelado; lo único que pudo pensar fue: Malditas drogas.
-Te quedaste sin palabras- su padre volvió a reír pero con mayor alevosía- eso sí que es una novedad.
-Supongo- Leonard se sentó frente al escritorio de su padre y tomó uno de los libros- debo confesarte que siento haber perdido el rumbo…- así lo soltó cual Enola Gay sobre su objetivo, sin embargo su padre sólo afirmó con la garganta, así que continuó- me gustaría recuperar mi departamento, apenas tengo un par de semanas sin él pero me cansa mucho viajar, y el grupo con gente adicta me quita el tiempo, sé es mi culpa por involucrarme en cosas que no convenían pero siento que todos estos cambios no me están ayudando- fue ahí donde su padre despegó la vista de su libro de gastronomía italiana, dejó su colilla en el cenicero y prendió otro cigarro.
-Mira hijo…- se detuvo un por un momento mientras daba la primera bocanada a su cigarro- tienes veintiún años, en teoría puedes hacer lo que te venga en gana y lo sabes, conozco a la gente de tu edad, y no lo digo sólo por decirlo, ni porque crea que eres como los demás, porque sé que no lo eres- sacudió las cenizas en el pequeño recipiente de cristal- pero esos jóvenes de allá no están tan consientes de su situación económica como tú, me refiero a que sabes que no puedes mantenerte a ti mismo, no eres autocrático y presiento te duele; ganas tus centavos por tu cuenta y eso te sirve para salir con tus amigos, hospedarte aquí y allá, eres medio snob- cuando Leonard escuchó que su padre pensaba lo mismo que muchos de sus conocidos, le dio un vuelco el estómago- eso tiene sus ventajas, disfrutas de varias cosas, pero no voy a dejar que te tires a la perdición por no sé qué razón-volvió a succionar su cigarro- lo he notado, estuviste con mala cara durante varios meses, después adelgazaste, tienes algo ahí que no me quieres decir y lo respeto, pero no me pidas que me haga de la vista gorda como los otros padres fingiendo que estás bien, porque no lo estás- se quedó pensativo por unos segundos baste incómodos- eres bueno escondiendo las cosas y yo no quiero ser un padre intrusivo, justo ahora espero haberte enseñado lo que te conviene y lo que no, sin embargo prefiero tenerte cerca por un rato…
-Como si estuviera en observación, cual adolescente.
-Ay hijo, es que cuando eras adolescente te comportabas de una forma más madura de lo que ahora nos muestras a tu madre y a mí.
-Me habría gustado hacer las cosas mal en ese entonces.
-No es tu estilo- le sonrió su padre- pero parece que quieres hacerlo mal justo ahora.
-Quizá no lo intento, sólo me salen mal.
-Ese es un punto interesante que seguramente no querrás discutir justo ahora ¿o sí?
-La verdad es que no, sólo quiero mi vida anterior de vuelta- Leonard se levantó de su asiento.
-La verdad es que yo también quiero a mi Lenny de regreso, ¿pero qué le puedo hacer?- su padre sonrió con un aire de melancolía y se volvió a sumergirse en sus libros sobre gastronomía del mundo.
-Me invitaron a salir todo el fin de semana entrante.
-Adelante, sólo intenta no hacer las cosas tan mal y llegar a la hora que dices vas a llegar.


Leonard se preparó para un fin de semana aparentemente "vacacional"

viernes, 2 de abril de 2010

Tortuosa satisfacción

Por más que lo deseaba no podía concentrarse, mientras intentaba escribir o leer, los pensamientos de cualquier índole le venían a la cabeza para taladrarle las neuronas, Caetano Veloso cantaba “Vuelvo al Sur” y eso le ponía algo melancólico, mucho más de lo normal. Otras vacaciones se postraban ante sus ojos, y aunque dos efímeras semanas se planteaban cual señal aparentemente esperanzadora, Leonard prefería pensar que el tiempo pasaría, evaporándose entre las ideas de Buñuel, Beauvoir, Careri, Shakespeare y Hammettm, esos autores que estaría revisando en sus pequeños lapsos de lectura… sin embargo seguía en lo mismo: No quería pensar.
Recordaba que poco tiempo atrás (quizá siete meses atrás) entró a la bañera con un solo pensamiento: “Ya no tengo las mismas cavilaciones de antes, me he vuelto enteramente banal”, después había caído en un lapso poco apremiante entre la colisión de pensamientos y acciones tortuosas, no tenía otra palabra, “tortuoso”, de ahí nacieron varios pensamientos que le dejaron sin descanso por semanas que pasaron a ser meses y después más de medio año con las mismas ideas en la cabeza. Pero ahora estaba libre de toda colisión efectista aparentemente metafísica e intelectualoide, estaba algo tranquilo en aquella zona de conford y al cerrar su volumen de “Como gustéis” encendió un cigarro para asomarse por la ventana de su habitación de aquella casa en la cual se sentía un poco cautivo.
Seguía sin querer sobar demasiado las neuronas, pero recordaba que aquella noche en la que había vomitado a raudales y su mente se había entrometido en los espacios más viciados del conocimiento, había despertado en la cama de un hombre cuyo nombre no recordaba, tenía la cara de Travis Barker pero sin tantos tatuajes, que le sonrió cuando recobró los cinco sentidos, que quizá o habían tenido sexo o lo había tomado de juguete sexual, el punto es que intentaba recordar antes de su ligera conversación:

-Despertaste- dijo el chico Travis.
-Ya lo creo…- Leonard entrecerró los ojos como quién intenta reconocer a alguien.
-¿No me recuerdas?
-No… Travis...- Leonard echó una carcajada adolorida al aire- me duele la cabeza.
-Bebiste mucho, vomitaste mucho, pero después de eso te sientes mejor- el chico estilo Travis sonrió- ¿por qué Travis?
-blink-182, ¿el baterista?
-¿Por el peinado que tenía ayer?- entonces el chico hizo una seña hacia su cabello, el cual estaba peinado como un mohicano, sin ser realmente uno, lo que le hizo suponer a Leonard que la noche anterior era un auténtico mohicano.
-No recuerdo ni cómo estabas peinado ayer.
-Ni mi nombre.
-Ni como llegué aquí…- Leonard sólo pudo sonreír torpemente- pero no es muy justo ni auténtico que te llame Travis, él suele llevar gorra- fue entonces cuando el chico rubio salió de la habitación por un momento.
Leonard apreció que el lugar tenía un aspecto rústico, demasiado para un chico estilo blink-182, la habitación era sencilla más tenía un aire de hotel colonial, con muebles de madera, zapatos lindos tirados por aquí y allá, playeras desmangadas con miles a agujeros, cinturones con estoperoles para cinturas muy delgadas, así como un par de bocinas, una laptop, un cañón para proyectar y una torre de películas en el buró. Justo se enderezaba cuando regresó el chico.
-Aquí está- se puso una gorra roja- ¿ahora sí?
-¿Estás drogado?
-No, ¿quieres que lo estemos?- preguntó aquel chico con tono jovial y algo inocente.
-¿Qué edad tienes?, ¿doce?- dijo Leonard con descaro y mucha crueldad- mira nada más, estoy hecho una mierda, no sé ni cómo llegué aquí y quieres drogarte, hombre ¿pero qué te pasa?
-¿A mí? Tú eres el perdido, yo vivo aquí.
-Touché- Leonard volvió a reír histéricamente- mejor cierro mi bocota y doy gracias de que no vendieras mis órganos o algo así.
-De algo te han de servir ahí adentro- el chico se encogió de hombros- por cierto, tengo treinta años… ¿quieres ir a comer o algo así?
-¿Qué hora es?
-Las dos de la tarde.
-Joder- susurró Leonard- JODER- gritó- ¡JODER!- dramatizó- se deduce que estoy en observación, debí llegar a mi casa hace cuatro horas. También tengo grupo de… bueno, grupo de algo.
-¿Quieres que te lleve?
-No vivo en la ciudad, debo tomar un autobús, pero antes acomodar mi cabello para no lucir como puta de Park Avenue.
-Viví en Nueva York, no pareces una de ellas.
-Tienes una respuesta para todo ¿eh?- Leonard se ponía los zapatos e intentaba arreglar su cabello en el espejo de la habitación cuando preguntó por el baño e ingresó a él- no es que tenga problemas con el alcohol, sencillamente no se me da el ingerirlo en grandes cantidades, espero no haber vomitado sobre ti.
-No lo hiciste.
-Bien, eso me llena de orgullo, yuju- salió del baño y entro a la estancia principal, la cual comprendía un pequeño comedor de madera así como unos sillones de gusto exquisito.
-Aquí está- el chico le dio su pequeño bolso café.
-Gracias- Leonard lo tomó con total encanto, después de todo aquel chico no era ni por asomo feo, tenía esa gran característica que tanto le atraía: era delgadísimo, y por si fuera poco no había sido un insolente en ningún aspecto. Era verdad que no recordaba nada de la noche anterior, existía la posibilidad de que lo hubiera tomado de muñeco inflable sexual, pero no tenía tiempo para investigarlo; más allá del exceso de alcohol no sentía que ninguna otra parte de su cuerpo se encontrara ultrajada, violado no se sentía- aunque nunca he sido violado, no tengo punto de comparación- pensaba mientras salía del apartamento de aquel chico con esperanzas de no tener “grandes consecuencias” en casa.