domingo, 29 de marzo de 2009

Aquella insidiosa mujer

Leonard apagó su cigarro con el interés tan usual en él, estaba seguro de que moriría, algún día tenía que pasar, como a todos en la calle, como el auto que mató a un perro y el conductor dijo “tope, tope”. La vida así se va, sencilla, ¿o era que la muerte era aún más sencilla?


Estaba en medio de una entrega final, otro semestre infumable dentro de una facultad de Artes tan escueta como insufrible, quería jactarse de ser sarcástico, pero el informe no lo permitía, tenía que ser estricto con su “voz”, alguna clase de entonación que terminara por sincronizar sus pensamientos con el papel, en su mente repetía las notas musicales -Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si- de nada servía, con entonar las cuerdas mentales no vendrían a él los pensamientos más brillantes del momento, solo tararear, o lalalear, como le había enseñado su amiga Samantha, ella si había sido una mujer brillante al esfumarse de su casa y dejar plantados a todos sus amigos ahí en la estúpida ciudad, tan pequeña como un paño frío, de tanta gente que hay la frescura termina por claudicar, no había nada nuevo y todo carecía de interés. ¡YA!, por eso se había ido a estudiar a otra ciudad, igual de absurda e inestable, sólo que aquella tenía grandes barrancas.


-Al informe, al informe- pensó Leonard, pero tenía un leve escozor en la mano izquierda. Estúpida mano, pensó, estúpido yo. Ahora su palabra favorita era “Estúpido, estúpida” y la frase selecta del mes se refería a “Que me parta un mal rayo”, como si hubiera buenos rayos. -Los que no te caen sobre la cabeza, esos son buenos rayos- siseó por lo bajo.


Simple, simple, simple, era la frase particular del viejito que le daba lectura y redacción, era un mal hombre, al menos para dar lectura y redacción era malo, al igual que su maestro el extranjero ¿era afroamericano… o sencillamente negro?, bueno, nunca había sido sencillo para ellos tener aquel color de piel, aunque Leonard había sufrido muchísimo por la piel, por el color de Edgard, el gay que no dejaba de quejarse por el sol ¿cómo se habían hecho amigos?, ¡claro!, él era buenísimo tomando fotografías y Leonard sólo sabía sostener la cámara, mientras no se lo intentara ligar todo estaría bien, mientras no lo quisiera besar todo saldría bien, a Leonard no se le daba eso de dar por detrás.


¿Por qué ciertas mujeres estúpidas e insensibles tienen alguna clase de poder?, hubiera querido preguntar Leonard al pobre viejo de lectura, semanas atrás había leído un librillo color rosa cuya frase favorita era “te jodo, te jodo”, no podía creer que dicha mujer se hiciera llamar feminista. El problema medular era que el viejito les había hecho leer aquel estúpido libro, la razón era de esperar: “Para conocer la visión de la mujer”. ¡Pero qué misógino!, las mujeres no escriben así, no las buenas escritoras, no sólo hablan de sexo, si no también de trabajo, triunfo, matrimonio, la falta de él, ya fuera por dolor o desinterés


Aunque al pensarlo mejor Leonard mandó al diablo al matrimonio, ya había sufrido con un ensayo para “Filosofía y arte”, el ensayo de esta semana era sobre el tiempo ¿existía o no?, la respuesta era clara, Leonard estaba ahí, sentado, frente al computador divagando con las notas musicales en su cabeza y ni una sola frase del informe para el viejito, conclusión, el tiempo existe, sigue y sigue sin importar cuantas notas musicales surquen el techo.


¿No debía ser un profesor conservador? Ya estaba algo mayorcito como para dejarles escribir sobre coger y lamer (no eran sus palabras, sino la de aquella insidiosa mujer), pero qué va, si era la facultad de artes y la dificultad de congeniar con alguien era prácticamente nula, fuera de Edgard, no tenía ningún amigo, el punto es que todos eran altamente competitivos.
Virginia era una de las personas más estimadas dentro de la facultad, ella y Leonard tenían muchas cualidades en común, leían los mismos libros, veían el mismo cine, odiaban a la misma escritora estúpida, aunque Virginia la llamaba “Una mujer poco docta”. Cuando eso pasaba Leonard contestaba: “Que la parta un mal rayo”.


Pero Virginia era sumamente escurridiza. Siempre estaba y no estaba en un mismo sitio, sólo desaparecía y después estaba en la siguiente clase con una paleta de dulce en los labios. Quizá la paleta le restaba credulidad a sus palabras, pero su belleza era arrolladora… tal vez eso también le quitaba credulidad a los pensamientos de Leonard, pero nada se le podía hacer, congeniaban en tantas cosas, el problema es que ella no le hacía caso.


-Es porque cree que estás liado conmigo- había dicho una tarde el insensato de Edgard.
-¿Liar? ¿De qué planeta vienes?, una, nadie se lía con nadie aquí en la tierra, mucho menos en este país; segundo, no tengo facha de ser gay, ni siquiera tú la tienes- le había contestado Leonard un poco molesto.
-¿Qué dices?- Edgard lo volteó a ver un poco desinteresado- ¿debería empezar a hablar como gay de octava, esos que dicen “amor”, “cariño”, “cielo” y “comadre”? Todo en una misma frase, quedaría algo así: “Amor, si gustas puedo dejar de llamarte cariño de vez en vez, para que Virginia cielo te dirija la palabra como una comadre” ¿algo así?
-Un poco sobre actuado, pero ya ves, así son los chicos gay - Leonard se había encogido de hombros.
-Ya se, deja que piense la palabra correcta: perra- Edgard se había dado media vuelta y dejado de hablar hasta el día siguiente.

-Pero el informe- se rascaba la cabeza cuando el teléfono sonó, era Edgard para disculparse de la discusión anterior, esa misma donde Virginia era el tema de conversación.
-Perdón por haberte llamado perra, esa palabra ni siquiera está en mi vocabulario, no hasta ayer, además, no se me da, diría que es el idioma de las gatas callejeras.
-No te aflijas, se me había olvidado, todo gracias a una perra aún más perra- entonces dijo el nombre de aquella escritora tan insidiosa.
-Ya terminé mi reporte, fue fácil, sólo leí el primer capítulo y hojee los demás, todos estaban escritos con la misma labia mundana ¿crees que alguna vez tenga hijos esa mujer?
-Ni lo quiera el destino, a esa estúpida mujer ni verle descendencia.
-No, a mi no me gustaría estar en la sala de parto.
-Que literal, bueno sólo llamaba para disculparme, aunque el teléfono es una forma muy cobarde de hacerlo, ya está, adiós- Edgard colgó el teléfono.

-Estúpido informe- sentenció Leonard.

Leonard



Hace un par de años que soy fan de la serie “Sex and the city” y la he visto completa un par de veces (sí, es algo patológico) y se puede decir que disfruté mucho la película (aquí el link de mi crítica) pero el punto no es realmente la serie, es la creadora de los personajes, Candace Bushnell, escritora de cuatro libros escritos en un tono más bien vulgar y poco erótico, su novela “Sexo en Nueva York” se queda muy corta y también su otro libro llamado “4 rubias”, en fin son los dos relatos que he leído de ella, textos poco productivos, con una excepción.
La mujer ha escrito una columna (llamada “Sexo en Nueva York”) en la cual cuenta sus vivencias en “la gran manzana”, dicha columna fue publicada (o es publicada, la verdad desconozco si acaso sigue en pie) en el periódico “New York Observer”.
Su vida es ligeramente interesante, la columna fue decantada en el libro del mismo nombre y trasladada de una forma muy afortunada a la televisión (con personajes muchísimo más carismáticos que en la novela). En fin, siempre me ha gustado la idea de jugar con el mismo concepto que aborda la Bushnell: eso de contar experiencias con un personaje ficticio que se mueve en un ambiente muy similar al que vive el escritor (algo que pasa comúnmente en muchas novelas), pero con un tono simple y socarrón; ahora con el blog puedo hacerlo, he creado un tipo de “columnilla” no precisamente de experiencias, más bien de reinterpretaciones de dichas experiencias, una nueva visión de la realidad donde juego con lo que ha pasado y nunca pasará, así que les iré presentando pequeños relatos semanales (de preferencia) sobre un chico que va a una facultad de Artes, así de simple, la “columna” o el “relato” se llama “Leonard”.

La siguiente entrada es el primer relato, espero lo disfruten.

lunes, 23 de marzo de 2009

Tres libros, tres

Quiero hablarles un poco sobre los tres libros que he leído este mes: “Seda”, “Utopía” y “El cine mudo”.

Antes que nada debo especificar que no voy a escribir siempre sobre libros, pero me parece un tema que vale la pena ser revisado.
Los tres libros son recomendables, el primero, “Seda” trata sobre un joven francés que viaja hasta Japón para conseguir los huevecillos de los gusanos que proveen la seda. Es un libro corto de fácil acceso y aún más fácil es su lectura, yo lo definiría o bien como un dulce o una flor, que hueles o pruebas gradualmente hasta llegar al éxtasis.
Escrito por el italiano Alessandro Baricco, el hombre he hecho varias campañas y un sinfín de proyectos por promover la lectura en su país, pero la forma más hábil de lograr su objetivo ha sido escribir del modo en que lo hace. Les puedo asegurar que el libro lo leen en un día o dos, tiene un tempo digerible, a la vez Barrico bebe de la escritura oriental, lo cual hace su relato algo místico que aprecia desde una mirada intrigante a la cultura oriental.
Existe una adaptación cinematográfica que por desgracia no es muy buena, el problema es que la fotografía del filme no logra atraer el ambiente hipnótico que provoca la novela, pero no nos metamos en el asunto de la adaptación cinematográfica, eso es otro asunto (aquí el link de mi comentario del filme:
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article3741.html)
“Utopía” de Thomas More es un libro muy digerible, yo lo pensé dos veces antes de iniciar su lectura, creí que quizá mi querido amigo More (sí, ahora es mi íntimo) se expandiría a lugares donde mi intelecto no tendría caída, pero al contrario, el hombre ha descrito de una forma muy didáctica la forma de vida de un grupo de personas (los “utopienses”) que viven en una sociedad distinta, quizá ideal, aunque el mismo More dice que encuentra algunos inconvenientes en su forma de vida, cree ciertamente que se podrían tomar muchas cosas de dichas sociedad (la cual, cabe destacar, es ficticia).
Leí el libro porque la dinastía “Tudor” es uno de mis vicios en la literatura, también es muy recomendable el libro de “Las seis esposas de Enrique VIII” de la historiadora Antonia Fraser, o la novela que apenas salió “La otra Bolena”, cuya trama ha ido a parar al cine (aquí un link de mi comentario del filme:
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article3646.html)
Digo que Thomas More es mi íntimo porque he llegado a apreciarlo, pues aunque no comparto todas sus ideas (quizá no comparto ni la mayoría) me parece un excelente pensador ya que es congruente lo que dice con lo que escribe y lo que hace, lo que se puede decir es que tenía una actitud redonda, su ser y actuar se conjuntaban sin contradecirse, por ello creo que vale la pena estudiarlo, por lo mismo su libro “Utopía” no debe faltar en cualquier biblioteca personal que se aprecie, además, es cortísimo y aún mejor, baratísimo.
El tercer libro es sobre el “Cine mudo”, escrito por un teórico mexicano, Miguel Barbachano Ponce demuestra tener una gran habilidad al hacer un epítome cultural sobre el cine mudo. El libro que se puede leer en menos de una semana, habla de forma concreta sobre los veinte años del cine mudo, su desarrollo y el paso al cine sonoro. Debo decirlo, se tiene que tener bases para leer el libro, pues el autor cita a un sinfín de directores y películas tan necesarias como conocidas, sin embargo no cualquier conoce el cine mudo y no se tiene una amplia cultura sobre el mismo.
En mi caso es que ahora tomo la clase de “Historia del cine” y el libro es una herramienta útil que reafirma todo lo ya visto en clase, me parece un libro oportuno aunque no del todo completo, pero al menos evoca a la investigación para saber más y buscar más.
Bueno, esas son mis recomendaciones muy, muy, muy de pasada, la verdad es que no me puedo extender mucho en “Seda” si es que no quiero arruinarles la trama, y en cuanto a “Utopía” me parece un libro necesario, de análisis requerido, el tercero, “Cine mudo”, es más bien una humilde recomendación. Espero ser más imaginativo con mis próximas reseñas, imaginativo y breve.

Saludos.

viernes, 13 de marzo de 2009

¿Por qué “La campana de cristal”?


Es muy simple, apenas leí el libro de Sylvia Plath titulado “La campana de cristal”, en el cual relata su crisis existencial a los diecinueve años de edad, de hecho cumple los veinte en el transcurso del libro. Y bueno, vamos por partes, primero la protagonista llamada Esther Greenwood (el evidente alter ego de la autora) es una muchacha que aspira a escritora y que recibe una beca para irse a la “gran manzana”, ella es una chica de provincia y sencillamente no encaja, no sabe moverse por dichos rumbos, no tiene contactos, es aplicada en los estudios, se podría decir que en la teoría es buena pero al momento de enfrentarse a la vida tiene cierta hipersensibilidad ante la misma.

En el libro Esther habla en primera persona y nos va describiendo sus experiencias con un tono algo sufrido pero finalmente frío, no se malinterprete, es frío como la declaración de un asesino que dice de frente: “Sí, yo lo mate ¿y?”. Con su novela Sylvia nos habla de una realidad punzante que te pone a pensar, como lector, cuál es el camino que tomarás: el de la cordura o la locura.

Debo decir que el libro me movió demasiado, primero porque lo leí exactamente una semana antes de cumplir veinte años, así que cumplí años junto con la querida Esther Greenwood, además, soy un intento de escritor que ha recibido un par de becas para poder perseguir sus propias ambiciones, y si a eso le agregamos que en la lectura de dicha novela me enfermé y tuve fiebre de cuarenta grados (debo admitir, es exquisitamente turbador, tienes alucinaciones… en mi caso fantasee con la película de “La duda” tooooddaaaa la noche
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article5199.html) entonces puedo decir que Sylvia Plath me hace pensar en la razón por la cual uno puede meter la cabeza al horno para cocinar su propia muerte (ella se suicidó de esa manera).

“La campana de cristal” me deprimió de una forma que ningún otro libro lo había logrado desde hace tiempo, dejándome indefenso ante el mundo creyendo que quizá la campana de cristal que pendía sobre mi cabeza había caído y me había atrapado en un aire viciado, y yo, retumbando entre las paredes curvas desafiando a la cordura, me perdía en mis pensamientos de una vida absurda, porque quizá todos queremos tomar unas píldoras para dormir y meternos en un pequeño rincón hasta morir asfixiados… no lo sé.

El mismo día que terminé el libro (un día antes de mi cumpleaños) vi la película “Sylvia”, protagonizada por Gwyneth Paltrow, la cual no es muy buena ni muy mala, pero es la continuación en la vida de la poetisa estadounidense basada más en sus problemas maritales que en su conflicto creativo, tan brillante como desgarrador. No puedo quejarme, la película me gustó, pero no despertó el espíritu suicida en mí (eso es bueno, pero es sólo otra forma de decirme que no me movió del todo).

Puedo decir que Sylvia Plath me ha hecho pensar en las elecciones que vendrán, ella tuvo que elegir entre ser la madre perfecta, la esposa adorable o la escritora punzante y la académica preponderante. De cualquier modo ella nos dice que la muerte está ahí, esperando, puedes o no correr a sus brazos, puedes esperar a que llegue, huir, vivir con cierta alegría, engañándote o realmente gozándote, eso es cuestión de cada uno. Por mi lado puedo decir que el horno de mi casa no sirve, así que por el momento estoy a salvo.

lunes, 9 de marzo de 2009

Primera entrada o advertencia

Antes que nada debo decir que no me agradan los blogs, jamás creí que debiera escribir en uno, la razón es sencilla: demandan demasiado tiempo y de alguna forma (no nos engañemos) son un poco egocentristas. Pero tampoco me voy a engañar, no voy hacer nada o mucho por cambiar dicho concepto, pues sé muy bien que una crítica debe traer consigo al menos una propuesta constructiva a favor del desarrollo del aspecto criticado.
Por lo mismo debo decir que seguiré en línea constructiva en pos de la comunicación por la web al escribir una que otra reseña de libros leídos o películas vistas y que crea un poco atractivo escribir algo sobre ello.
Existe una gran discrepancia en este momento en mi interior (aquí una afirmación sobre mí, acerca de mí y de lo que yo creo, todo esto reafirma mi concepto de que todo tiene que ver con aquel que escribe el blog) por ello no puedo definir la completa funcionalidad del blog, y no me encuentro de un humor fulgurante para crear un manifiesto sobre la funcionalidad/disfuncionalidad del medio creado por no-se-quien para algunos seres humanos que deseen hacerse un espacio en el ciberespacio con el afán de sacrificar a sus acompañantes de la vida cuya manufactura en de carne y hueso por unos de cables y metal.
Pero no quiero insultar a nadie, tengo muy buenos amigos que son genios de la web, ahí está Fred, siempre con algo interesante que compartir en su blog (http://www.ubfred.com.mx/) los invito a visitarlo. Sólo creo necesaria una explicación previa en mi blog antes de iniciar un tour que espero cambie mi visión sobre el mismo apartado en el que escribo; el problema es que soy demasiado sincero y por ello me parece crucial ser veraz al momento de expresarme (ahí yace una vez más el egocentrismo de hablar sobre mí) con eso como última noción, abro mi blog para todos aquellos que gusten decir, escribir, criticar, interpretar y malinterpretar mis escritos, porque sostengo que en el posmodernismo cada cual ve lo que quiere ver.
Saludos.