lunes, 30 de noviembre de 2009

Relaciones familiares con opinión en las relaciones amorosas

La persona a la que más se parecía Leonard era a su madre, sin embargo evidentemente existían muchas diferencias, aunque había sido su madre la que le había enseñado a ser educado, certero, atento (sin ningún interés más allá de ayudar a la persona), sonreír en el momento oportuno y desplomarse cuando hubiera tiempo, así como no incomodar a las personas, saber escuchar y después comentar con mesura, al final Leonard había adaptado todo eso a su manera.
Pero la diferencia más certera en todo ello se refería a que su madre era auténtica. Sonreía cuando en verdad necesitaba hacerlo, se abstraía en sus pensamientos cuando el tiempo se lo permitía y dejaba fluir sus sentimientos como toda una dama. Leonard era ficción, las caretas y las fachadas no era ni en lo más mínimo tan sinceras o verdaderas como las de su madre. Podría decirse que era una mera imitación oportunamente atribuible a algún problema edipico, pero la explicación no era tan “sencilla”. Su madre amaba a Leonard, pero en ocasiones le decía que ni lo toleraba y mucho menos lo entendía, la razón se refería a la desigualdad del pensamiento, ya que su madre era perteneciente a la “generación pasada”, donde la modernidad punzaba, el compromiso y la estabilidad económica era lo principal. Para Leonard la cosa económica le pintaba de la misma forma, pero no podía negar que su existencia era irrevocablemente holgada.
-Yo pensaba en cómo ayudaría económicamente a mis padres- le decía su madre aquella tarde de asueto para ambos. Leonard estaba en casa porque una clase se había cancelado y tenía tiempo de sobra, mientras su madre acomodaba cosas por toda la casa, sacudía, quitaba, ponía, ordenaba, mientras su hijo hacía algo parecido, pero con menor interés.
-¿No pensabas precisamente en casarte y cosas así?- preguntaba Leonard mientras recogía los juguetes del perro faldero.
-No realmente. Yo sabía que faltaba dinero en casa de tu mamá (Leonard le decía mamá a su abuela, una costumbre infalible), así me dije que terminando de estudiar me pondría a trabajar para ayudarles. Y fue así, tu tío terminó su carrera porque tu tía y yo le ayudamos con sus estudios. No me arrepiento, estoy orgullosa de poder retribuir a la familia… -su madre le sonrió- no estoy diciendo que tú debas hacer lo mismo, te comento lo que fue conmigo.
-Es una visión algo estricta… ¿constrictiva quizá?
Su madre rió con una jovialidad insospechada
-Pues mira hijo, sonaré de otra generación, con pensamientos completamente distintos, pero en mi caso se necesitaba el dinero. La forma de pensar de las personas cambia según su condición- entonces le echó a Leonard esa mirada que decía “siéntete afortunado de hacer lo que quieres hacer”- es como todo, así soy yo, lo mismo me pasó con tu padre. No estaría con él si no le hubiera visto futuro.
-Es algo frío de tu parte- Leonard gestó una mueca- no se puede seleccionar a la persona por sus carencias o virtudes, es imposible, cuando te enamoras, pues te enamoras y ya- Leonard se tocó el cabello, hizo un rulo con su dedo índice. Su madre no sabía nada sobre Orlando, su familia entera desconocía esta “nueva incursión” ¿sexual?, lo prefería así, sólo Carlota lo tenía en cuenta, pero Carlota sabía guardar un secreto… o una afección tan grande como la que sentía por Orlando.
-Pero si tú eres igual de frío. No estás con tal o cual persona si carece de esto o aquello, siempre estás observando todo y diciendo lo que te gusta y no te gusta. Por eso no sales con nadie.
Leonard se sintió un poco culpable –Pero no lo entenderían- se decía, porque su familia era muy conservadora y quizá hubieran aceptado que tomara a casi cualquier tipo de mujer como pareja, pero a un hombre, eso era otra cosa.
-Sólo digo que no es posible, eso y desprenderse del sentimiento. Es como con mi primo Eduardo, terminó con su novia después de tres años de relación, le dijo: “Se acabó la magia” y ya, ahora está con otra, apenas se dio una semana de tranquilidad, no dejas tres años de emociones, sentimientos, recuerdos y todas esas cursilerías que se regalan para estar con otra mujer a la semana.
Su madre se incorporó, porque estaba levantando unas alfombras, para poder ver a la cara a su hijo y le hizo un gesto gracioso, no porque así lo fuera, sino porque denotaba gracia, algo le parecía gracioso a su madre.
-Antes de casarme con tu padre tuve un novio con el cual duré tres años, un poco más. Pero lo dejé, no me convenía.
-¿Lo dejaste sólo porque sentías que no te convenía?
-Eso dije, no me convenía.
-Eso sí que es frío.
-No. Después de tres años no sentía los mismo por él, ya no estaba enamorada, sobre todo porque él demostró ser muy débil, indeciso y severamente nervioso. Se fue a estudiar a la capital porque tenía una gran oportunidad. Era inteligente y dedicado, el epítome de la inteligencia, pero también del nerviosismo. No duró ni una semana, regresó temeroso de la capital, del aspecto asfixiante, del supuesto caos. Entonces me dije: “No te conviene, no es tan decidido como yo pensé, ¿de qué le sirven todas esas habilidades si no sabe usarlas?, ¿de qué sirve si no se va a comprometer?, pero ante todo, si me va a dejar a mí sola con toda la carga laboral y hogareña, porque había considerado el casarme con él. Así que lo dejé.
-Seguro le rompiste el corazón.
-Sí- su madre puso una mueca y alzó los hombros- después fingió demencia, como si nada hubiera pasado. Es triste, nadie olvida tres años de su vida así como si nada.
-Pues por eso, lo dañaste tanto que prefiere fingir que no pasó.
-Se casó con una doctora que gana muy buen dinero, él sigue sin hacer mucho, nunca salió de la ciudad, nunca intentó más que “controlar sus nervios”, porque no pretendía ponerse en peligro a sí mismo. Yo que sí viajé, que trabajé duro en zonas urbanas, que busqué un buen puesto… pero también lo hacía por mi familia y por mí misma, algo que él no estaba dispuesto a hacer.
-Yo no podría desentenderme de alguien tan rápido, aún cuando “la magia” se hubiera terminado.
-¿Y entonces sería mejor quedarte al lado de alguien que no toleras?
-No me refiero a eso. No creo que la supuesta magia se acabe cuando pasaste tres años con alguien, y que después sales con otra persona sin el menor problema. No se acaba la pasión así como así, no sucede.
Su madre volvió a manifestar aquella cara donde todo le parecía gracioso.
-Eso dices ahora- sonrió finalmente.

¿Sería posible que él (que se consideraba un romántico empedernido) pudiera olvidar a alguien sin mayor problema? Eso le daba un poco de miedo, pero lo que realmente le horrorizaba era que alguien lo olvidara sin menor complicación, que la relación terminara y que la otra persona siguiera su vida tal y como era antes de que él se cruzara en su camino.

-No siempre puedes dejar una marca, existen personas que dicen las cosas sin sentirlo- le había dicho Morgause cuando le comentó sobre su primo Eduardo.
-¡Pero eran tres años!
-Ay Leo, lo entiendo. Pero tal vez todos terminemos como mi amiga, ella dice: “Existen relaciones para pasar el rato, para el cachondeo y dejarlas atrás, la vida es muy corta para clavarte en algo dañino, hay que vivirla”.
-¿De acción y reacción?, ¿por inercia propia? Me niego, existen tantas emociones en el mundo como para dejarlas de lado.
-Pero te están matando, tú sólo disfruta tu relación con Orlando, gózala, no la condiciones.
-Creo que tengo miedo a que me olviden en cualquier momento, que se despojen de mí y ser uno más en el anaquel del olvido, “Sale bye, fue lindo, se acabó la magia”.
-Es como ser la ropa sucia sentimental de alguien más.
-No de cualquier persona, de alguien que dijo haberte amado en algún momento.
-Si pasa eso de que te olvidan a la menor provocación, entonces nunca te amaron de verdad y la relación fue una mentira o un juego…
-No sé que es peor- Leonard sacó su mueca característica perteneciente a la frustración en las relaciones.

Se quedó con el pensamiento (como era usual en él) que quizá las generaciones pasadas buscaban la estabilidad porque las necesidades primarias aún no estaban consumadas: el comer, dormir, tener una casa, salud, educación, ¿ser feliz como algo primordial? Si las antiguas generaciones buscaban tal seguridad, ¿qué es lo que buscaba su generación?, ¿tan solventadas estaban sus necesidades primordiales que ahora se podía salir con quién fuera, como fuera a la hora que fuera?, ¿aunque la pareja fuera inútil en todos los sentidos y completamente improductiva? Orlando no era así, era un chico culto, interesado por aprender más a cada instante, ansioso por conocer a su pareja… pero ¿a dónde le llevaría una relación con un hombre en un país donde no se podía ver aquello sin recelo?, o más cercano a su ambiente cotidiano ¿qué hacer si su familia terminaba por desdeñar su relación? Podría ser que en un futuro, cuando se valiera por sí mismo, nada importara, pero ahora que no era autosuficiente ¿qué hacer?, ¿seguir ocultando todo?...

“Sólo gózalo”, recordaba a Morgause, “Goooozalooooo Leooooo”

sábado, 28 de noviembre de 2009

Bienvenue

Dejó a Nicole no sin antes pasar al baño de aquel lugar donde habían comido y charlado con encantador desenfado. Leonard había tenido muchas emociones fuertes en aquel día, ¿existirían más? Se arreglaba el cabello porque estaba hecho un fiasco, siempre lo traía hecho un fiasco, no podía hacer nada con ello, era pura genética.
Caminó un par de cuadras, curiosamente había dejado de llover y había salido el sol a favor de quemar espaldas y calentar cabezas. Tomó el trasporte público, sudó lo que debía sudar y entró a otro café/restaurant del centro de aquella ciudad, Orlando lo estaba esperando.

-Perdón por llegar tarde, casi nunca llego tarde- dijo Leonard mientras se sentaba al lado de Orlando.
-No te preocupes, ¿pedimos algo?
-Pero muy ligero, estoy que hoy si voy a hacer mis tres comidas.
-¿No las haces?- Orlando lo miró algo sorprendido.
-No es que no las haga por querer adelgazar, es por falta de tiempo y dinero-Leonard rió un poco, de aquellas risas fingidas que no estaba muy dispuesto a maquillar.
-Tienes que comer bien, por eso siempre estás cansado.
Leonard bostezó por inercia, sí que estaba cansado.
-No es verdad, no siempre estoy cansado. Terminarás diciéndome como mi madre, que tengo que tomar vitaminas y todo eso, además, tú no eres el ejemplo de sanidad a seguir.
-Las personas creen que estoy delgado porque no como, pero la verdad es que me alimento muy bien, la cosa es genética- Orlando deslizó su mano por la mesa y tomó la de Leonard, quién sintió una especie de consuelo en aquel contacto. Se remitió a que todo en el mundo podía valer la pena si Orlando le tocaba la mano, la existencia misma con todo su constante sufrimiento y efímera felicidad eran soportables por un simple toque de Venus.

Tenían una semana saliendo juntos, siete simples días, pero Orlando no lo perdía de vista, siempre le llamaba, le mandaba aquellos ansiados mensajes por celular y al menos lo había llevado una vez al cine. Leonard no entendía si aquello lo hacía por salvar a Orlando de Edgard, o por derrotar a Edgard, quizá más que nada por salvarse él mismo de su eterna soledad.

-Siempre tienes esa mirada triste- le dijo Orlando con tono tranquilo.
-No eres el primero que me lo dice- Leonard rió ligeramente, recordó ahí frente a su Orlando la escena de “Orlando”, la adaptación cinematográfica de la novela de Virginia Woolf, cuando Tilda Swinton dice: “Solterona, ¡SOLA!” y corre por un laberinto, pasan los días, años, décadas, Orlando no envejece, Orlando no encuentra el amor verdadero, Orlando escribe como desesperada (porque aquí ya es mujer) un poema muy largo, Orlando espera ser feliz, Orlando está siempre nostálgica, Orlando no deja de pensar en su amor pasado, Orlando no deja de sufrir en su interior, Orlando no deja de refugiarse en la literatura, la ropa, lo astuto, lo banal, lo social, las personas, Orlando no puede vivir siempre sola, Orlando vive trescientos años preguntándose ¿qué pasará?
-Leonard- le dice Orlando al mismo tiempo en que frota su mano - Te fuiste otra vez- Orlando sólo le sonríe.
-Ya lo estás empezando a notar ¿verdad? No puedo estar en un mismo lugar por mucho tiempo.
-Un poco, no exageres. ¿En qué pensabas? Te veías muy absorto.
-En nada, nada especial.
-Te tengo un regalo.
Orlando con total jovialidad saca de su mochila un objeto que tiene toda la pinta de ser un CD. El regalo se encuentra tan bien envuelto que Leonard siente un poco de pena el tener que destrozar el ornamento. “Su pastel es un fracaso, pero ella es amada igual. Ella es amada, piensa, en más o menos la manera que los regalos son apreciados: porque han sido dados con buenas intenciones, porque existen, porque son parte de un mundo en el que uno quiere lo que recibe". Leonard se sintió como Laura Brown de “Las horas”. Él era amado aún cuando fuera todo un desastre. No se merecía a Orlando.

-Yo no te tengo nada.
-No tienes por qué tener algo, vamos ábrelo.
Leonard rompió el ornamento, rompió con aquella dedicación que Orlando puso para encubrir el verdadero contenido. Y ahí bajo el papel se encontraba un disco de Van Den Budenmayer, el compositor holandés.
-¿Cómo supiste que me gustaba?, ¿cómo conseguiste un disco de Bundenmayer?
Orlando parecía muy satisfecho con la reacción de Leonard.
-Lo supe, espero te guste.
-Me encanta- Leonard movió la cabeza agitando su cabello.
-¿Pedimos algo?
-Claro- Leonard se acercó un poco más y tocó la mejilla de Orlando, lo hizo porque quería agradecerle con alguna especie de contacto y hasta el momento se había puesto en su papel del intocable. Pero si rozaba a Orlando no era por el regalo, sino porque realmente deseaba hacerlo desde hacía tiempo atrás.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

“Hot and cold”, las nuevas generaciones del arte y el amor… por separado… o sea, no amor por el arte, ni el amor como un arte.

Las amistades peligrosas quedaban de lado cuando Leonard se reunía con amigos nuevos con mentalidad antigua y algo conservadora, de esas era Nicole. Una muchacha espabilada, algo robusta por su amor a la comida pero sin carecer del encanto juvenil tan propio de aquellos que se alimentan bien y no temen en decirlo o hacerlo en público, así había sido hasta que se enamoró.
Nicole pertenecía a una familia ligeramente acomodada, sin muchos beneficios y pocos prejuicios, ella era responsable hasta la médula y creía que las mujeres debían ser rescatadas; cual cenicienta nada moderna en una época postmoderna, creía en el amor verdadero de pareja, el matrimonio, los hijos así como los estándares sociales de educación, control pero sin la etiqueta social… ¿qué hacía una mujer así estudiando arte?

-No seas tan arquetípico Leonard. Soy una mujer tradicional que le gustan las cosas clásicas, sin mayor complicación… - a Nicole se le trozó la voz- eso creía- empezó a llorar.
-Tranquila chica, vamos por partes…
-¡Me dejó, sólo así me dejó!, ¡malditos artistas!, ¡malditos mil veces!
-Nicole, por partes, vamos por partes.
-Por partes –Nicole gimió- por partes.

Nicole había sido conquistada por un chico nada atractivo de supuesto gran corazón. Lo había conocido vía Internet gracias a un foro de discusión sobre el performance. Nicole no era contestataria y aquel chico podría quemar un autobús si así se lo proponía. Discutieron fervientemente, al menos por parte del tipo, porque ella sólo se dignaba a ser conservadora, no bajo la mirada moralina de la situación sino reclamando la falta de justificación sobre quemar o no un autobús en plena plaza central. Él la sedujo…

-Me sedujo, me dijo cosas bellas…
-¿Bellas?, ¿cómo bellas si su sentido de la estética es distinto?
-¡Bellas Leonard! ¡Bellas!, como que no quemaría el autobús si yo estuviera dentro de él.
-Bellísimo Nicole, eso es romance- profirió Leonard con total sarcasmo.
-Mira que en su lenguaje eso significa bello, ¿no acaso el romance depende de lo que es importante para uno y para el otro?
-Entonces estás hablando de una tabla de equivalencias. Lo que es importante para ti puede no ser importante para él…
-¡Pero lo importante para él es importante para mí!
-Bueno, cediste ¿no?... en una relación buscamos amoldarnos a tal grado…
-Por partes Leonard, vamos por partes.

Después de un año de constantes conversaciones vía web, donde la gente se reinventa a diario, el tipo se reinventó y ella también, ambos ¿atractivos? Al menos en lo intelectual, se habían enamorado de las características, los talentos y las ideas del compañero de charla, hasta que se conocieron.

-Una hora lo esperé en el bendito café, ¡una hora!
-Estás algo colérica, ¿no crees?
-¡Colérico mi trasero! –Nicole se contuvo por un momento. La palabra trasero no solía ser un vocablo aceptable en su léxico –si hubiera entendido en ese momento que su puntualidad sería horrible, que no podía ni siquiera en comprometerse con eso, pero ¡NO!, me engañé.
-Fue una hora, algo representativo a un año de charlas por Internet.
-Puede ser, por algo lo esperé y cuando llegó fue magnífico, era él tal cual lo había imaginado, bello e ilustre…
-Un ilustre que quema autobuses.
-En su cabeza, sólo en su cabeza quema autobuses- señaló con impaciencia Nicole.
-Y no quemaría aquel en que estuvieras tú…- canturreó Leonard con cinismo.
-El punto Leonard. Fue muy galante, como un príncipe.
-No Nicole, no puede ser, ahí es donde tú cometiste el error, ¿un príncipe?, las nuevas mujeres del nuevo siglo no necesitan ser salvadas.
-Pero sí las mujeres del nuevo siglo con mentalidad de mujer del antiguo siglo.
-¿Y entonces por qué tanta pinche mujer que se ha revelado en la historia?
-No metas a la Woolf en esto, ¡no la metas!, ¿qué sabía de amor por los hombres?- Nicole silenció el intento de reiteración por parte de Leonard - ¡Lo sé!, se casó, pero no tuvo el mismo amor por su esposo que por sus amantes lésbicas, de amor no me hables.
-De amor heterosexual ¿no?
-La cosa se complica Leo, la cosa se pone fea.
-Pero si apenas la cosa está “linda”.
-¡Por eso caray!, porque todo era bello, claro que sólo podía ir en picada ¡y cuán en picada cayó!
-Nicole- Leonard le dirigió una mirada acusadora- predeterminaste la relación, la predeterminaste pensando que algo malo pasaría.
-Eso es obvio, no inicias una relación sin tener en mente que va a terminar, aún en el matrimonio sabes que va a morir, ¡tu esposo va a morir!
-Pero si lo acababas de ver.
-Por partes Leo, ¡que esto va por partes!

Salieron muchas veces, ella descuidó su recatada forma de ser, se dejó de la escuela, de su labores de hija perfecta en una casa perfecta de formas modestas, hasta descubrir que ella estaba dispuesta a hacer todo por él, eso le asustó un poco, pero no le importó sacrificarse, sintió que era amor verdadero. Como él era delgado ella empezó a adelgazar por él...

-¿Te lo pidió?- inquirió Leonard.
-¿Pedirme qué?
-¡Adelgazar mujer!, adelgazar.
-No, pero me sentía mal a su lado, él tan flaco y yo tan gorda.
-Eran el diez perfecto- Leonard rió.
-Dejé de comer por él, dejé de comer para verme más delgada, hasta dejé de tomar agua.
-Estás enferma- él entornó los ojos.
-Estaba loca, como verás ya subí otra vez cinco kilos, las rupturas no son buenas.
-Al momento las relaciones no son fáciles para nadie, y las rupturas tampoco lo son.
-Ahora Leonard no sé si es mejor la relación o la ruptura.
-No lo creo Nicole, es obvio que la relación es mil veces mejor que la ruptura, porque al menos en la primera lo disfrutas.
-Yo no lo disfruté, sufrí mucho.
-¿En verdad?, ¿no te gustó ni un poquito?
-De que me gustó me gustó, pero disfrutar más que sufrir…
La relación se tornó tortuosa, él no le daba valía a las cosas de ella. Pues Nicole deseaba un romance certero, quería mensajes de texto en el celular para compartir con la almohada antes de dormir, deseaba una cita “organizada” por él, que le dijera que la amaba y después la llevara a comer, a pasear, al cine, lo “típico”, lo de antaño.
Nicole no era virgen, pero ya hacía mucho tiempo que había tenido una relación sexual con alguien.

-Yo era prácticamente virgen cuando lo conocí-bufó Nicole mientras tomaba un té de naranja y sollozaba tristemente.
-Medio virgen, como la Bolena.
-¡No metas a la Bolena en esto!, ¡no metas a ninguna mujer en esto!
Leonard la intentó tranquilizar.
-Bien, bien, ya entendí que la única mujer protagónica aquí eres tú, porque no te dejó por otra…¿ o sí?
-Ojalá hubiera sido otra.

El tipo sólo quería hablar de transgredir.

-¡DEL SEXO CONTESTATARIO!- gritó Nicole.

Le interesaba romper la reglas y no seguir lineamientos, ¿qué había visto Nicole en él?, ¿qué era peligroso? Se acostó con él y lo disfrutó mucho, pero después del acto se sintió como una puta; él era el primero en mucho tiempo (para ser certeros era el segundo en la vida sexual de Nicole) mientras ella se transformaba en otra mujer dentro de su arsenal de trofeos.

-Entonces le pregunté “¿qué me hace a mí diferente de todas esas otras mujeres?”.
-¿Le preguntaste eso aún en la cama?, espero que estando él fuera de ti.
-Sí Leonard, sí, en la cama y él afuera –entonces Nicole se sonrojó. Leonard no sabía si por pena o porque su nivel de irritación subía cada vez más - ¡¿Y sabes qué me contestó, SABES?!
-¿Qué te amaba?- preguntó Leonard con algo de miedo. Ni todo su sarcasmo era posible para sobrellevar la ira de aquella mujer, realmente estaba hecha una furia.
-Dijo con un tono monótono, de los que usan los hombres cuando pierden la pasión: “A ti te conocí por Internet”.
Leonard no sabía si reír o llorar. Estaba algo indignado, pero no podía culpar al tipo, él era como era y Nicole se estaba esperanzando con un cambio repentino por parte de su amante… o pareja sexual… o ente del ciberespacio.
-Nicole… pues… es…
-Un maldito ególatra. Él insistió en que nos conociéramos en carne y hueso, él me incitó a quererlo cada vez más.
-De eso no puedes culparlo.
-¡De eso y de más!
-Ese tipo es… -Leonard miró a los ojos a su compañera de mesa, ella podía ser eso, su amiga y ocasional compañera de estudios, pero él en ese instante representaba el acompañante de las penas. La noche anterior le había hablado Nicole ahogada en llanto pidiendo verlo para contarle todo sobre su ruptura con el “tipo ese de la web”, así lo había llamado ella. Entonces no pudo más que decir- … sí Nicole, el tipo es un asno.
-Esto es tan confuso, es tan “Hot N cold”.
-¿Lo dices por McLuhan?, entre más densa la masa informante el medio es más caliente, mientras que si pasa lo contrario el medio es frío. Él te daba mucha información para conquistarte y era “caliente” y después es tan “frío”.
-Leonard, deja de pensar como si todo importara, Roman Jakobson no tiene la razón AL DECIR ¡QUE TODO SIGNIFICA!
-Tranquila mujer, tranquila…
-“Hot N Cold” por la canción de Katy…
- ¿Katy Perry?- Leonard no podía poner otra cara que no fuera de desconcierto.
-Sí, ¡KATY! Katy Perry, ¡¿qué otra Katy?!
-¿Dices que es frío y caliente, está arriba y abajo, blanco y negro?- Leonard alzó la ceja e hizo una mueca. Si él complicaba las cosas, entonces Nicole tenía una forma algo rara de expresarlas –pero sigues sin decirme por qué cortó contigo –retomó la palabra Leonard. Si Samantha conociera a Nicole seguro la estrangulaba; Samantha hubiera dicho: “Al punto mujer, que todo eso es paja”.
-Porque descubrió que no era lo suyo, que él era un artista en busca de la consumación, que creía necesario cambiar de aires, sobre todo de sexualidad.
-¿Artista no consumado?, ¿quién es un artista consumado a los…?
-Tiene veinticuatro, terminó la carrera en arte hace tiempo, en su ciudad, lejos de aquí, a dos horas de aquí para ser exactos.
-¿Y necesitaba volverse homosexual para tener mejor producción?
-Dijo que era algo visceral, no es que fuera gay, únicamente requería de un cambio algo bisexual- Nicole empezó a llorar- ama más a su instinto creador que a mí.
-No Nicole, se ama más a sí mismo, sino tendría que haberse comprometido de alguna manera. Estabas pidiendo reciprocidad, tú te entregaste, él no se entregó, no tanto como tú hubieras querido, pero creo que lo que tú querías no era mucho, nada más lo básico.
-Y ahora soy una puta, ¡UNA MERETRIZ DEL SIGLO XXI!
-Cariño- Leonard tomó la mano de Nicole- no grites, estás asustando a los demás comensales.
-Así son las nuevas generaciones- gimoteó Nicole- eso me dijo “Las nuevas generaciones buscan acostarse con alguien, buscan un poco de sinceridad y apoyo en sus parejas, pero si no te quedan pues no te quedan. Los artistas estamos en constante cambio”.
-No todos los artistas querida, no todas las personas de esta generación- Leonard adoptó una conducta seria, la cosa con Nicole ahora se tornaba más seria.
-¡Son dos amores!, su amor por el arte, su amor por mí, y eligió el arte. Dijo que yo no compartía los ideales de la nueva generación, que vivía en el pasado, que tenía que actualizarme.
Leonard puso cara seria e indignada.
-Lo que pasa Nicole es que ahora los creadores ególatras tienden a justificar su amor propio en la época actual. La autosatisfacción está al mayoreo, no saben nada del amor como un arte y mucho menos tienen amor por el arte, sólo amor hacia su persona.
-Es la nueva generación –lloraba Nicole –la nueva generación, yo no pertenezco a ella.
-Sólo fue un mal amor.
-El amor no tendría que ser dañino a tal grado, no más que hermoso y bello, no más que lo sublime, no tendría que ser tan grotesco.
-Ya lo olvidarás, ya pasará- Leonard no estaba seguro si acaso olvidaría al tipo aquel o si lo superaría, pero debía darle ánimos a Nicole, demostrarle que no toda la nueva generación era tan desgraciada consigo misma, pero sobre todo, con los demás.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Desayuno con Capote en una entrada tautológica

Cual mal personaje de “Breakfast at Tiffany's”, se estaba cansando de ser, o la mujer arribista que va de fiesta en fiesta, o en su caso, el mal escritor con un amante influyente; pero en su caso no podía ser Holly ya que escapaba del prototipo de mujer arribista, y a la vez, tampoco podía ser Paul pues amantes e influencias le faltaban, lo único que le quedaba eran la familia y los amigos –Y el arte- pensó Leonard. Así que procedió a pensar qué podía pasar con aquella mezcla tan cotidiana como trillada, pasó de página y se imaginó como un Truman Capote, su cigarrito en mano y una voz chillona: “Sí, recuerdo el 98% de mis charlas, es algo que tengo muy presente”, decía él en una biografía. Por ello era un maldito, claro que nadie se atrevía a puntualizarlo en voz alta, pero por supuesto que era un maldito genio.

Volvió a cambiar la página, ahí estaba “In cold blood”, ¿quién era más sanguinario, los protagonistas del libro o el mismo Capote por extraer su historia de las vivencias ajenas? – ¿Pero acaso no son así todos los escritores?, por ello el querido Truman recordaba el 98% de sus conversaciones, y seguro no tenía en mente únicamente lo dicho, sino también lo expresado, el modo y el tono, los ademanes, todo aquello que se avecina como “signo secundario”, porque el hablar y el actuar se encuentran finamente hilados en una conversación- Leonard se detuvo, no estaba prestado mucha atención al libro. Lo había comprado hacía meses, pero apenas se dignaba a quitarle el plástico protector y no podía terminar de leerlo, sería mejor regresar a las tramas que sabía podía digerir con mayor ligereza, como aquella novela sobre Lydia Cassatt y su hermana la pintora, Mary Cassatt –Aunque no fue muy sencilla, no en cuanto a la estructura sino según el sentimiento, nadie se puede tragar a la muerte con total soltura, los pensamientos de Lydia se presumían ligeros pero al contrario, la mujer era una gran pensadora, como una alabanza a la levedad del ser.

Leonard suspiró, cerró el libro y prefirió observar por la ventana a las personas que pasaban, la gente -...el triunfo y el tintineo y el extraño cantar agudo de algún aeroplano sobrevolando, era lo que amaba; la vida; Londres; este momento de Junio- pensaba y repensaba, ¿por qué no podía dejar a Virginia Woolf de una vez por todas?, ¿y el monólogo interior?, pensar en cosas inespecíficas le sumergían en espirales específicos. Él no quería ser como la Woolf, no podría, su intelecto le fallaba, pero al menos ser como Michael Cunningham, fresco, orgulloso de sí mismo y con un par de novelas publicadas. Pero no, se encontraba en un café viendo llover, leyendo a Capote y culpándolo por ser un genio innato. La vida no tenía porque ser una competencia constante con el reflejo del día anterior, podía dejar su ser pensante en la cama, ponerse el saco del ignorante de su propia ignorancia y caminar, sin pensar en si la privatización de los bienes nacionales terminarán por joderle la existencia y si acaso eso le interesaba en lo más mínimo, o que no había efectuado nada edificante en el día, nada que pudiera clasificarse como “útil”, pues tomar oxígeno y convertirlo en dióxido de carbono era un actividad necesaria y obligada, eso no podía llamarse “algo productivo”. No se permitía llegar a la cama sin haber aprendido algo nuevo en el día, contando el conocimiento, la astucia o la inteligencia humana, así como los movimientos sociales, el desinterés vivencial, hasta la conducta de algún coetáneo –Para el escritor todo significa, aunque me sigo preguntando si serviré para la tarea- prendió un cigarro y dejó de lado las historias amargas, había decidido que después de esta novela que estaba escribiendo sobre la decepción en el matrimonio, escribiría algo juvenil y ligeramente alocado, se desbocaría en la vida pueril y dejaría de lado lo que amaba, la vida y el mentado Londres, porque no estaba en Londres, porque no podía seguir fingiendo que sus ideas eran un desastre, y su vida, y sus historias.

-Me parece un poco ofensivo- la había dicho Petter la semana anterior en el pasillo de la facultad.
-¿Qué?- preguntaba Leonard aún sabiendo que hablaba sobre sus textos en la web, porque tenía entendido que había conseguido el sitio por alguien de “confianza”.
-Que escribas sobre mí en la web, es ofensivo.
-Bueno, es que ese no eres tú, es sólo un personaje.
-No es cierto Leonard, soy yo, no me mientas.
-Cada personaje tiene algo de cada persona. Los escritores lo hacen todo el tiempo, toman a personas y la modifican, se ayudan del entorno.
-No creo que todos los escritores lo hagan, además, siempre me haces lucir drogado en tus escritos. Yo voy a escribir sobre ti en la web, te llamarás Leombardo.
-¿Como el pueblo germano?, pero qué imaginativo.
-Pues no se puede decir mucho de ti.
-¿Realmente se te hace ofensivo?
-Sí, bueno… sólo cuando lo leo.
-Pues entonces deja de leerlo.
-Seguro esto lo vas a poner también en la web.
-No Pette, no soy tan tautológico.

Leonard había sido poco cortés, pero era que el matiz se le estaba acabando, la realidad estaba superando a la ficción y la cosa presentaba cada vez más tautológica, él no era Candance Brusnell proyectándose en Carrie Bradshaw, él era Leonard en otro Leonard, hasta el mentado Luka de su tutora era más atractivo que su aparente “alter ego” de la web.

Antes no era así -¿O sí?- las mujeres de su novela eran distintas a él- ¿O no?- tendría que revisar la novela antes de darle punto final, los últimos capítulos estaban por gestarse y quizá les diera la oportunidad de tomar elecciones que antes no tenía planeadas para ellas. – ¡Cuán maravilloso sería que ellas mismas tomaran voz propia y escribieran finamente su historia!- Leonard echó una risotada- Entonces ellas serían las escritoras y no yo, o yo sería ellas al final, porque los dos escribimos la misma historia. Al final es lo mismo, toda novela tiene algo del escritor y todo escrito demanda algo de quién lo elabora, y no algo de técnica sino de sentimiento y esencia, es como dividir el alma en pequeños pedazos, uno aquí, otro allá, uno en cada palabra, después el alma rueda por los confines del universo, se mezcla y evapora, entra por los ojos ajenos perteneciéndole a quién lee el alama del escritor.
-¿Por eso le parece ofensivo a Petter?, ¿de cierto modo robé pedazos de su alama?, ¿por ello no quiere leerse, es un reflejo de su propia esencia?- agitó su cigarro al lado de su cara -¡Nadie!- masculló -¡Pero en verdad nadie puede captar el alma de otro ser humano mediante la literatura!, es mórbido, por no decir infantil, porque no son ellos, soy yo, es la reinterpretación que le doy a las cosas; si es bajo ese punto, entonces sé por qué le parece ofensivo, que mi visión de él no sea tan complaciente como la que tiene de sí mismo, ahí yace el insulto.

Succionó frenéticamente la nicotina que contenía su cigarro, intentaba asfixiarse a sí mismo, parecía que por ello fumaba. Tosió un poco. -¡Carajo!- vociferó –¡carajo!- se le hacía tarde para ver Nicole y después a Orlando. Apagó su cigarro y se dijo que dejaría de fragmentar su pobre alma, pero sobre todo la de los demás, al menos por un tiempo.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Queridísima… ¿queridísimo?

A Leonard le encantaba ser el anfitrión perfecto, por ello tenía un gran vinculo con la Señora Dalloway, por ello amaba al personaje de Marcia Cross en “Desperate housewives”, cuando había empezado a ver la serie hacía cinco años atrás, le habían dicho “Leonard, eres Bree en hombre”, y eso no le molestaba. No porque fuera bueno haciendo muffins o alaciara su cabello hasta quedar perfecto. Al contrario, Leonard era mal cocinero y no podía peinarse con el menor decoro, pero ahí yacía toda la jugada social, porque en su afán de ocultar sus deficiencias se iba perfeccionado cada vez más, teniendo gustos aparentemente sofisticados, jugando a organizar todo lo que se pudiera organizar, entregando sus trabajos de manera impecable, dando exposiciones con una voz serena y el conjunto de un rutilante material informativo, cuidando niños con decoro, poniendo mesas, comprando flores, dando “grandes” opiniones sobre “grandes” autores, expresando su gran gusto por Proust y tachando de misógino Nietzsche, se había aburguesado de la forma más femenina posible, sólo le faltaba repetir aquella charla que había leído en la primera novela de Virginia Woolf (“Fin de viaje”) sobre la importancia de Jane Austen en la literatura inglesa.

De eso ya habían pasado cinco años, cuando por mero interés había abierto su ejemplar de “Cartas a mujeres de Virginia Woolf” y se descubrió enviando algunos correos a su tía en el extranjero con la mismo tono altanero que podía adquirir la Woolf según su pluma bajo el rango epistolar… “Queridísima… las cosas aquí no van muy bien, papá ha dicho que el trabajo no le deja más que pesares, y mamá se agota cada vez más, yo no puedo dejar de pensar en mí, ¡maldita sea mi vena de escritor!, no puedo crear una buena historia porque no conozco a le gente necesaria, me falta ver el mundo y poderlo descifrar para después volverlo a codificar y ponerlo en el papel… pero ya sabes querida tía, que yo no puedo salir de mi habitación, la sociedad me consterna, me encierro y escribo esa absurda novela que dejaré a medias tintas, no lo vale, no vale tanto desvelo, si después de todo ¿no se deduce que escribía para desfogar mi existencia y tener uno modo catártico de sobrevivir a la sociedad actual?, ¿por qué tiendo a dogmatizar cada forma de expresión?, ¿por qué quiero tomar tan enserio a las palabras si sólo son la proyección de un vano sentimiento?, espero tu respuesta, no espero que me des la verdad absoluta… sólo quiero ánimos. ¡Qué ególatra!, pero igual me quieres ¿verdad?, no veo la hora de irme a vivir contigo, quiero a todos aquí, pero mi vida por estos lares es sólo un grillete existencial: agradable, decoroso, pero sin la vibrante experiencia de la juventud”.

-Cuando mantenía correspondencia con ella, hace cinco años- pensaba Leonard mientras acomodaba un gran mantel color beige sobre la mesa de su comedor, y acomodaba las rosas rojas que le habían regalado a su madre. Era el cumpleaños de ella, y su hijo (tan preocupado por sí mismo) no le había comprado nada- No me fui como mi tía porque no se podía, era eso y ya- igual acomodaba los platos, las servilletas, sacaba los cubiertos, colocaba las sillas para que todos pudieran tener un lugar adecuado, seleccionaba los vasos, veía las bebidas, prepara café… era una cena muy ligera con su familia y eso siempre le ponía de buen humor. Porque veía a sus primos, pero más allá, hablaba con sus tíos… sus tías (para ser más exacto), su abuela, su madre, siempre se metía en su círculo con una taza de café en la mano y reían de cualquier cosa que pasara por la lengua de los comensales: que si una anécdota laboral, una ocurrencia de algún hijo, que si las compras, los malos maridos, los buenos momentos con los maridos, la falta de comunicación dentro de una relación… ¿sabían ellas que tomaba mucho en cuenta sus opiniones?, sobre las nuevas tecnologías que apoyaban o detestaban, los tratos políticos, los trastos sobre el fregadero, a Leonard todo le importaba, porque de ahí sacaba sus ideas. Su primera novela era sobre las mujeres contemporáneas atrapadas en un mundo globalizado, bajo tres situaciones distintas (porque sus mujeres eran tres) las protagonistas tomaban una decisión más que necesaria para continuar o terminar con su matrimonio. La historia se llevaba a cabo en un solo día… “Y en ese día, la vida de una mujer” (diría la Woolf), también era herencia de su escritora favorita eso de retratar a la mujer. Si la Woolf lo había hecho en la época moderna, ahora él lo intentaría con el postmodernismo como mecenas temporal.
En parte de que no había podido huir con su tía, también se había replanteado la situación actual. No necesitaba conocer más gente, no por el momento, pues le bastaba con lo poco a lo que tenía acceso: personas joviales, enteramente dedicadas a su familia y trabajo, dentro de ciertos estatutos sociales, que no tenían la vida fácil pero siempre lograban sonreír e incluso provocar más de una risotada a su compañero de charla, hablando de todo y nada, viviendo el momento porque si se preocupaban del futuro (dentro de una fiesta como lo era aquella) entonces decaían un poco sus ánimos –Después de todo las cosas funcionan igual en todas las fiestas, con los amigos, la familia o los desconocidos, las fiestas son para concentrarse en el momento, “este momento” que nos puede hacer felices, no en el después, sino en el ahora y la compañía”
Se dirigió al estéreo de su casa, revisó la lista de reproducción que tenía programada en su iPod, nada alocado, nada fuera de tono, sólo música que le gustara a su madre y que los comensales pudieran soportar, algunas cosas de los años ochenta, otras canciones noventeras, algunas más clásicas y otras meramente instrumentales.
Revisó los sillones, hizo voluminosos los cojines, sacó a uno de los perros falderos porque siempre estaba encima de los invitados, mientras el otro perro se refugiaba en su habitación porque le abrumaban las visitas. Regresó al comedor y se sentó tranquilamente, tal vez todo eso no le traía tanto énfasis o interés como antes, ya nada le llenaba –Ni la gente, ni la literatura, ni el cine, ni la música, ni acomodar los objetos inanimados con el fin de recrear a los hombres animados- tenía una especie de laxante emocional, seguía vacío… y el dejar a Cecelia con Oliver le había dolido más de la cuenta. Fue por ella que se volvió más sofisticado –O fue por mí, la madurez se refiere precisamente a ello, aceptar que las cosas se hacen por uno mismo, que las decisiones las tomamos nosotros como personas y no inculpar a otros por nuestros actos, porque al final se debe tener potestad sobre las consecuencias de nuestros actos. Y si cambié no fue por Cecelia, sino por mí, por querer tenerla aún más cerca… debería superarlo- el timbre de su casa sonó, se levantó de la silla, quitó su cara triste cuasi inexpresiva y la cambió por una radiante sonrisa que con mayor inclinación a la alegría podría haberse presentido fingida, pero si algo sabía Leonard, era aparentar, y en ese momento que no era su noche, debía aparentar que estaba tranquilo, feliz, ser ligero y volátil, moverse con su taza de café en mano y reír cuando fuera necesario, callar y asentir con soltura. Sabía que podía lograrlo, siempre lo hacía y nadie notaba que al momento fingía.

Entonces abrió la puerta y recibió a los primeros invitados de la noche.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Cee, you and tea

Vacío, Leonard estaba vacío, y tenía aún muchas cosas por hacer, siempre ocupado, siempre con actividades constantes para cubrir el silencio. No le preocupaba mucho sus malas notas en el semestre, ni su carente desempeño en él, el problema eran los hombres en su vida, ya tenía muchos y debía colocarlos, ¿codificarlos?, ¡qué desalmado!, se reprendía.
Era un reprendido, la contención se le daba muy bien, pero cuando se trataba de pulsión, -¡Válgame que las cosas salen mal!- Leonard se había despertado a la semana siguiente con un poco de pánico en su cabeza. Orlando ahora estaba en su vida y no podía negarlo, también se encontraba Edgard, tenía la obtusa intriga por Petter y él, como escritor mal parido, no sabía qué hacer con todos ellos –Es como querer darles su lugar en mi vida, el problema es que eso apenas me deja lugar para mí- tomaba una de sus mejores playeras, ya había postergado mucho el asunto, tenía que ir a ver a su ex pareja, de agonía exquisita, llamada Cecelia.
Una mujer en su vida que no pertenecía a la literatura, que podía palpar sin problema, que le había roto el corazón e insistía en verlo porque deseaba pedirle una disculpa. ¿Y ahora qué le diría?, le preguntaría: ¿bateas para todos lados Leonard?, ¿sales con otro chico, chica, chico o ya, no es chica? Y él sólo querría decir: Estoy tratando de derrotar a un amigo que ya no es amigo, de conquistar a un hombre al que no le intereso y proteger a otro que me quiere pero que yo no deseo, sólo no quiero que mi ex amigo no lo torture… más que yo, porque hicimos una declaración de guerra.
-Podría resultar, ¿por qué no?- Leonard empezó a reír frente al espejo. Algo tenía tanta faramalla de usar sus mejores ropas sin lucir muy interesado, era la connotación del interés si la plena demostración del mismo, todo se remitía al matiz, la apariencia –“La pose”, diría Edgard- se quedó callado con la mirada perdida en su reflejo. Percibió a un chico cansado, muy ojeroso y despeinado, somnoliento, con mucho acné y un cutis maltratado. Replanteó las cosas, regresó a sus casillas, la autocrítica se desplazaba del exterior al interior con los ojos cual interfaz- No importa la ropa, no importa el peinado, extraño mi amistad con Edgard, pero no regresará, quisiera que Petter se interesara en mí, pero no sucederá, y ojalá Orlando ni se hubiera fijado en mí, porque a la par no tengo nada de atractivo, ni visual… y justo ahora, no tengo nada de intelectual, sólo una melena desordenada y una respingona nariz llena de acné- rió ligeramente con el intento de enviarle alguna señal de alegría a su cerebro. No soportaría por mucho tiempo a Cecelia, seguro se destrozaría y lloraría frente a ella, estaba muy débil. Los fines de semestre lo dejaban tan cansado, y las vacaciones le deprimían tanto, la actividad era excesiva, la inactividad aún más horrorosa.

Llegó al café donde habían quedado de verse. Uno muy lindo, con un gran sillón en la esquina, que se presumía pertenecer a “Alicia en el país de las maravillas” –Y yo seré el sombrerero loco, le diré a Cecelia: “Y cuando termines, te callas”- seguía riendo con poco interés, seguía vacío. Recordó cuando estuvieron los dos todo un día entero en la casa de ella. Cecelia, como buena hija de un político, contaba con una gran casa que a la vez tenía una gran piscina, una gran sala con un gran televisor, y muchas cosas eran grandes en aquella casa la vez que estuvieron solos, la pasión de Leonard y la frialdad de Cecelia. Nadaron, juguetearon, tontearon, se rieron como un par de amigos absurdos, pero nada más, así se comportaba Cecelia, como una amiga, y una muy mala que prefiere ilusionar a su amigo, cuando a lo que se refería es que tenían un noviazgo, pero ella no mostraba mucho interés por él o la relación, ella lo disfrutaba y se la pasaba bien dentro de esa torcida relación de novios poco cimentada, nada concretada, mientras Leonard no le decía nada por temor a perderla –Igual la perdí- recordaba cómo después se habían recostado en los grandes sillones a ver una tonta película de suspenso (que a ella le encantaban) y él colocaba su cabeza sobre las piernas de ella. Mientras la mujer jugaba con el cabello y el rostro de él, ¿eso era amor? –Era una vil atracción, tan vil que me gustaba sentir sus dedos en mi cabello y no me importaba esperar a que ella diera el siguiente paso, porque si yo lo daba entonces ella retrocedía- ya sentado con el total decoro y diciéndole a la mesera que estaba esperando a alguien, siguió con sus pensamientos –las relaciones son una necesidad física y anímica, no hay nada de honesto en ellas, son sólo indicativos de nuestras penurias, si tan sólo lográramos amarnos más a nosotros mismos- volvió a reír, recordó a su amiga Natalia.

-Debemos amarnos más Leonard, tenemos que amarnos más para después poder amar a los demás, sino somos víctimas de nuestras inseguridades. Tenemos que acortar distancias, ser más concretos y pensar a futuro, pero ser más inmediatos- le había dicho Natalia en aquel mismo café justo cuando Cecelia lo había dejado a él y el novio de Natalia a ella. “Junta de corazones rotos”, la habían titulado. Lo recordaba porque a los dos los habían ilusionado tanto y después sus parejas les habían dejado.
-Yo sólo quiero alguien que me quiera- le decía Leonard mientras sollozaba un poco, nada de lágrimas, nada de dolor profundo, en aquel entonces no dejaba sus emociones tan al descubierto.
-Pero no tienes que esperar a que alguien te dé el amor que te falta Leo, no puede ser así, no puedes esperar ser el mundo para alguien.
-Ha de ser hermoso ¿no?, saber que tú eres el mundo para alguien, así como ese alguien es el mundo para ti.
-Es hermoso- dijo Natalie con tono serio y algo rudo- pero no podemos seguir amando a las personas más de lo que ellos nos aman a nosotros, es destructivo. Yo maté mi relación, siempre le estaba preguntando si me quería, si me extrañaba, lo cansé y corrió.
-Pero yo le di a Cecelia todo el espacio que ella quisiera, yo le di la oportunidad, no me molestó ser paciente…
-No, no, Leonard, es que en mi caso fue producto de mi inseguridad, en el tuyo también. Queríamos que nos quisieran como nosotros deseábamos.
-Eso no es cierto. Natalie, tú sólo querías una especie de recepción, era como mandar un mensaje y esperar a que fuera respondido. En mi caso la esperé todo el tiempo que ella deseara, y su deseo fue dejarme por Akenatón…
-Tu mejor amigo, lo sé.
-¡No domas a un caballo para que alguien más lo monte!
-¡Leonard!
-No me refiero a que tenga sexo con ella. Digo que ella era muy conservadora, hostil y callada. Fui yo quién le ayudó a soltarse, quién le dio confianza, y entonces llega Akenatón y se aprovecha de lo que yo logré con ella… que no fue mucho…
-Fue mucho Leonard, fue mucho. Pero también fue tu culpa, ya sabías que entre ellos existía una especie de pasión, pero la ignoraste y preferiste seguir con ella sin importar el daño.
-Y ahora tengo que ser fuerte ¿no?
-Yo lo corté, yo corté con él, debo ser fuerte también.
-Natalie, si tanto te duele ¿por qué no le pides regresar?
-Ya lo perdí para siempre, se va a ir de viaje, del país, no lo voy a volver a ver. Lo corté porque dejó de mostrar interés… pero si tan siquiera lo hubiera esperado…
-Entonces tu mejor amiga hubiera montado tu caballo.
Ambos sonrieron tímidamente. La única certidumbre en las relaciones era que siempre existiría la incertidumbre.

-¿Leo?, ¿Leo?- una voz sofisticada le llamaba, lo sacaron de su único escape: los recuerdos que pueden ser algo satisfactorios porque crees que ya lo superaste, pero entonces te cae la realidad encima. Era Cecelia quién venía acompañada de su ex novio del bachillerato: Oliver.
-Cee, ¡qué gusto que llegaste!- dijo muy fingidamente- Oliver, qué gusto también verte- dijo aún más fingido.
-Leonardo, tanto tiempo que no te veía, ¿dos años?
-Casi tres, pero ¿quién los cuenta?- Leonard los contaba, ya tenía casi tres años que Cecelia había dejado a Olvier, entonces ¿qué hacía con él ahí?
-Perdón que no te informara de la presencia de Oliver, pero quería que fuera una sorpresa.
-Estoy algo sorprendido, debo confesarlo.
-Bueno, lo logramos Cee- dijo Oliver con tono enteramente varonil y confianzudo.
-Seguro que sí- canturreó Leonard. Su voz no era como la de Oliver, no se asemejaba en lo más mínimo. Siempre le habían dicho que su voz era distinta pues tenía un tonito entre altanero y sarcástico, así como sofisticado y esnobista, pero después de todo algo aniñado.
-¿Ya pediste algo Leonard?, aquí viene la mesera. Yo quiero un té helado de limón con miel, algo sencillo- le dijo Cecelia a la mesera- ¿Sabes?- se dirigió a Leonard- estoy intentando mantener la línea.
-Bien, qué bien… en verdad- Leonard agitó la cabeza ligeramente, con gracilidad y encanto, pero no existía nada encantador en todo eso.
-Sigue preocupada por todo lo que comió cuando salimos del país- dijo Oliver con ese tonito que desquiciaba a Leonard: el tono de los amantes desenvueltos que no temen ventilar su vida frente a los demás.
-¿Fueron de viaje? Bien- Leonard volvió a agitar su cabeza y después se dirigió a la mesera- Yo quiero una malteada de fresa y un pastel de chocolate.
-Yo chocolate caliente, pero que sea bajo en grasa y con leche deslactosada, por favor-concluyó seductoramente Oliver.
-Y bien Cee, ¿cuál es la sorpresa?, ¿van a tener un hijo o algo así?
Cecelia rió –No. Pero quizá algún día. No te había dicho, pero Oliver y yo regresamos hace poco y él me llevó de viaje por un encargo que tenía su padre. Nada del otro mundo.
-Sólo nuestro reencuentro.
-Sí, sí, se nota- Leonard agitaba una y otra vez su cabeza con un recato desesperado.
-Bueno, es que Oliver escribió una antología de cuentos, muy buena, deberías leerla ya que sabes mucho de literatura Leonard, es apreciable con la reducción, la síntesis, los cuentos son muy difíciles de escribir, como tú lo dijiste, por la cohesión de un inicio, un nudo y un desenlace. No como la novela que se puede jugar más con la estructura…
-Sí, Cee, sé lo que digo, bueno, no siempre- rió una vez más Leonard, tenía que enviar mensajes de “tranquilidad” a su cerebro- pero no sabía que escribías Oliver.
-Siempre lo había querido hacer, pero no tenía las palabras. Cee fue quién me ayudó a encontrarlas.
-Pero que bello Cee, eres un magnífico diccionario.
-Oh calla Leonard, fui su musa, eso es todo.
-Sí, musas, los creadores necesita musas e inspiración, algunos otros escritores sólo necesitan vocación y dedicación- aseveró Leonard.
-Lo mismo creo yo Leo, por eso venimos a verte…- Cecelia le tocó la mano a Oliver y este se calló para dejarla hablar.
-Leonard…
-Oh mira, ya llegó la comida. ¡Yum!- fingió con entusiasmo Leonard- es como María Antonieta, un gran postre de fresa con intenso colorante, y un pastel enorme de chocolate, una rebanada enorme.
-¿María quién?- preguntó Oliver.
-Olvídalo- Leonard tomó su tenedor y lo clavó en el pastel para poder engullir un gran pedazo. Eso era una bomba de azúcar. El pastel estaba dulcísimo y la malteada aún más.
-Oliver está muy entusiasmado por tu trabajo, supo que obtuviste la beca para escribir esa antología de cuentos, y que tu tutora es una gran escritora, una cuentista.
-Sí, ahora escribió una novela ¿la han leído? Es interesantísima, quizá hasta te veas retratada en ella Cee.
-No la hemos leído. Pero Oliver y yo nos preguntábamos si podrías presentarnos a la autora, para un pequeño prólogo, porque es lo que pide la editorial, un prólogo de alguien conocido.
Leonard, cual niño chiquito, estaba engullendo su pastel y su malteada de forma frenética. Recordó a Julia Robets en “America´s Sweethearts”, donde le hace de asistente y es llamada Kiky. Siempre recurrían a ella cuando necesitaban algo, entonces Kiky se enfada tanto que se va a comer mucha, mucha mantequilla, y se queja con el manager de su hermana (caracterizada por Catherine Zeta-Jones) sobre lo mal que la tratan: “OHHHHH ella es tan malvada, siempre está mandando… ¡¡¡¡¡¡Kikyyyy Kikikikyyyyyyyy!!!!!, ¿alguien está fumando? Odio que la gente fume ¿alguien está fumando a cuatro kilómetros de mí? ¡Detenlos Kikyyy, detenlos!”.

- ¿Entonces quieres que le diga a mi ex tutora que le prologue a tu ex novio, que ahora es tu actual amante, su antología de cuentos que ni he leído?, ¿qué recomiende el trabajo de alguien que ni conozco, admiro o estimo?
-Leonard, qué egoísta de tu parte, tú no eras así- se escandalizó un poco Cecelia.
-No, no era así, pero tú siempre has sido así. Así de mandona, malvada y oportunista. Y no puedo creer que viniera a este lugar creyendo que hablaríamos de algo que no fueras tú, tú, y sólo tú.
-Esto no es por mí, es por Oliver.
-¡Es jodidamente lo mismo!, es sobre algo que te incumbe a ti, que te interesa a ti. Todo es siempre sobre ti.
-Estás enfadado porque no te he pedido disculpas. Bien, perdóname por ser tan grosera la última vez que nos vimos. Hasta le di tu dirección al niño ese, pensé que te gustaría tenerlo cerca.
-¿Niño ese?, ¿cuál niño?- a Leonard le cruzó un escalofrío- ¡Orlando!, conoces a Orlando.
-¿Eres gay Leonard?- dijo Oliver algo sorprendido.
-¿Te incumbe?- lo retó Leonard
-Y yo todo este tiempo sintiendo algo de celos por ti y tu relación con Cee.
-No tienes porqué sentir nada, entre Cee y yo no hay nada, ni una ligera amistad. ¿Tú pagas verdad Cee? Un gusto que sigan juntos- Leonard había engullido su último pedazo de pastel, se levantó y se dirigió a Oliver- María Antonieta, la última reina de Francia ¡Idiota!- después volteó a ver Cecelia- seguro que él no ha leído a Shakespeare. Nos vemos. No me llames.
Leonard tomó su mochila y su chamarra para salir de aquel lugar. Tenía que amarse más, y darse el permiso de despreciar un poco a las personas que le hacían tanto daño.

viernes, 6 de noviembre de 2009

La Marquesa de Merteuil vs Vizconde de Valmont

Leonard iba camino a su departamento, el fin de semana había llegado y acababa de asistir a una fiesta que como siempre le traían malas rachas de pensamientos compungidos y aprisionados, ya era tarde.
En el taxi y con Morgause durmiendo a su lado, él tenía sus ojos puestos en el cielo, pero qué bello le parecía el cielo estrellado y la claridad del mismo, con la ventanilla abajo, el viento soplándole con total rigor, ¡qué relajante, qué zambullida!, ojalá no hubiera hecho esa ¿apuesta? Mejor dicho: ojalá no le hubiera declarado la guerra a Edgard, ojalá no fueran un par de niños pequeños por querer obtener el pleno poder de la situación y las cosas, que se dejaran ver con naturalidad, sin pereza, ¿dónde había quedado su amistad?

Después de hablar con Petter, Leonard se bamboleó por el lugar con total desinterés, la cosa ya estaba hecha, ¿qué más podría sacarle al chico y a la fiesta?, ¿qué Mozart era aburrido y el alcohol divertido?, ¿qué Lady Catherine de Bourgh estaría muy decepcionado de él?, al diablo con de Bourgh, necesitaba aire, sería mejor que saliera a tomar el clásico aire nocturno en el cual se sumergen las ideas frustradas, y no por ser incompletas, sino por caer en las vanas expectativas ¿qué creía que pasaría si realmente no encajaba ahí o en cualquier otra parte?
-Estaba mejor entre lo clínico- se decía- entre lo estratificado y sin salida, o mejor dicho, sin conciencia de aquella escapatoria que se presiente necesaria.
Se encontraba en una especie de balcón donde ninguna luz llegaba a iluminar más de lo necesario. En la misma plataforma había un jardincito que emanaba humedad por cada estoma de cada planta. Sacó un cigarro, lo encendió. Sintió que alguien lo observaba así que volteó como quién quiere seducir a una sombra inexistente por la falta de luz, porque nada podría proyectarse ahí en plena oscuridad.
-¿Te asusté?- dijo una voz delicada, proveniente de la salida del balcón.
-No, pero me empezará a dar miedo si no sales de la espesura.
La voz rió tenuemente, algo avergonzada, algo trunca, al parecer no esperaba tener aquella respuesta.
-¿De qué te ríes?- Leonard preguntó con un poco de ironía- Ahora sí estoy asustado.
-“La espesura”- dijo la voz con un tono que intentaba ser seductor- estamos en la oscuridad, nada más, mejor sal tú de la oscuridad, estás en la espesura.
Leonard dio un par de pasos hacia la nada, veía la iluminación proveniente de la puerta, pero carecía de cualquier otra información visual, y entonces se lo topó, un pedazo de carne con forma humana.
-Llegaste- dijo la voz sin más- ¿recibiste mi mensaje?- el tono, aquel tono lo conocía, sabía que sus oídos ya lo habían escuchado con anterioridad. Era una mezcla de nerviosismo y seducción, especie de falsa seguridad.
-Sí, llegué- comentó decidido Leonard.
-Bien, ¿y mi mensaje?
-¿Cuál mensaje?
-¿No lo recibiste?
-¿Cómo voy saber cuál mensaje, sobre qué persona?, ni siquiera sé quién eres- a Leonard se le estaban desbocando las neuronas, ¿por qué no podía disfrutar del rato?, ¿tan incómodo era que un extraño fingiera ser una voz seductora? Y por eso salía su histeria.
-La que decía que te quería.
Leonard empezó a reír de forma brutal. Cínica y cruelmente contestó:
-No sé de qué me hablas.
-Una nota- dijo la voz algo consternada- una nota.
-Mira niño neonato, ya entendí lo de la nota, que según tú me mandaste una nota, seguro me estás confundiendo, soy Leonard- y tendió la mano hacia la oscuridad.
-Sé quién eres. Yo soy Orlando- y el tipo lo tocó con la mano suavemente.
-Muy bien Orlando, vamos por partes ¿vale?- Leonard le quitó la mano- según tú ¿quién soy yo?
-Leonard, amigo de Edgar, Emily, Steve y Tina, ex novio de Nick…
-¡Wo, wo, wo, wo!- exclamó Leonard algo aturdido- yo no soy la definición selectiva de aquellos con quién me relaciono…
-Pensé que las cosas en el arte así son.
-No, no lo son, los artistas… que igual no soy uno, pero en fin- suspiró- los artistas son mucho más que un conjunto de relaciones compenetradas, no son conectes existenciales.
-¿Entonces porqué pregonas que es necesario ir a fiestas y hacer el socialité?
-Yo nunca dije eso… no que lo recuerde.
La voz se quedó callada.
-¿Lo he dicho?- tragó saliva Leonard.
-Lo haces, siempre lo dices, lo dijiste cuando nos conocimos.
Leonard estaba aturdido, conocía a la voz, pero no recordaba a ningún Orlando, evidentemente recordaría si acaso conocía a algún Orlando.
-¿De dónde nos conocemos?
-Una ponencia, diste una ponencia.
Leonard rió de nerviosismo, ¡¿una ponencia?! Pero si él no daba ponencias, ¿quién creía que era él?, evidentemente lo estaba confundiendo.
-Yo no doy ponencias.
-La de inicio de cursos, nos diste una introducción a los de primer semestre, hablaste de la importancia del artista como…
-… una tilde en la humanidad, aquel que nos dice hacia dónde mirar- terminó la frase Leonard- igual no conocí a nadie ahí, igual no fue una ponencia, igual fue algo sin importancia.
-Igual ahí te conocí.
-Ya está, me conociste, yo no te conocí.
-¿Siempre intentas ser tan correcto?
-¿Qué tiene la gente en esa fiesta? Si no está ebria, entones desborda retórica como si fuera el nuevo siglo de las luces.
-¿El siglo de las luces?
-Salgamos de aquí, vamos a la luz.
-No, no…
Leonard tomó de la mano a Orlando y lo llevó a la luz. Entonces pudo verlo, Orlando era una visión, una muy rara. Era delgadísimo ¿cómo no lo había notado al tocar su mano? Su piel era pálida, no era un blanco transparente, sino un gris mortandad, más allá de lo cetrino que podría asemejarse a lo mórbido, Orlando parecía muerto, un lindo cadáver de facciones delicadas y bien acomodadas, tenía atractivo… para un necrófilo. Como siempre, Leonard estaba denigrando a las personas.
-No te reconozco.
-Yo a ti sí.
-Pero qué galante- Leonard empezó a reír, siempre reía cuando no tenía algo interesante que decir, siempre, siempre esa risa tonta, de cualquier modo nunca tenía algo realmente interesante que decir.
-No te rías, por favor- dijo Orlando algo avergonzado.
-Perdona, no era mi intención hacerte sentir mal- Leonard recupero su tono normal de voz- no debes dejarte llevar por risas absurdas de gente absurda.
-La nota decía que te quería, no eres absurdo para mí. Yo te quiero.
-¿Y en qué sustentas ese sentimiento?
-Leonard, los sentimientos no se sustentan, sólo se viven.
-Pues eres muy valiente al venir a decírmelo, yo no podría.
-¿Entonces como saliste con Nick?
Leonard volvió a reír -¿Qué nadie lo va a olvidar?
-No las personas que te quieren.
-Chico, vas muy rápido, yo no estoy para relaciones, no ahora- Leonard notó que la cara de aquel infante empezaba a emanar tristeza, si antes era un cadáver encantador, ahora era uno que daba algo de lástima- pero podemos bailar.
El infante sonrió bobamente y salieron a bailar un extraño mix que combinaba las canciones de “Hong Kong Garden” y “Killer queen”. Después se separó de él para ir por algo para tomar.

-Leo, Leo, Leo- dijo otra voz, que era irónica y mucho más cruel de lo común.
-Edard, Edgard, Edgard
-¿Bailando con cadáveres?, lo haces adrede ¿verdad?
-En verdad Edgard, que me gustaría que estuvieras ebrio para así poder compadecerme de ti, sería más sencillo.
-Ya sabes que no pierdo la pose.
-Para ser tú quién lo dice, esa frase es pura pose.
-Y ya tuya también. Y tu bailecito con Orlando también.
-¿Lo conoces?
-Intento hacerlo mío.
-¿Cómo un objeto sexual que se posee y se desecha?
-Y como un reto. Es tan débil, tan frágil físicamente, pero muy obstinado según sus sentimientos, dime ¿cuándo te propusiste conquistarlo Leonard?, ¿cuándo quisiste quitármelo?, ¿cómo te enteraste que yo lo deseaba?
- No eres el centro del universo mi estimado Edgard, pero no voy a dejar que traumes a un pobre chico como lo es Orlando.
-¿Pobre? Ya es mayorcito de edad, déjalo elegir.
-Ya eligió, y no fue a ti- Leonard sonrió sagazmente.
-Pero qué soez de tu parte, ¿me estás retando?...
-Para ti todo es un reto, una competencia, entiende Edgard que no puedes competir con todos y no puedes logar todo tú solo.
-Pero aquí es entre dos. Déjalo Leonard, tú no lo quieres, no más que como un perrito que puedes consentir.
-Y tú como un perro que puedes coger, ¡maldito zoofílico!- gritó Leonard.
Edgard rió como el cliché de la maldad más manido y aburrido del mundo.
-Tú también lo tratas como un objeto. Déjalo ya o prepárate para estar en guerra.
-Bien- dijo Leonard con tranquilidad- guerra.
Las facciones faciales de Edgard se endurecieron hasta la completa seriedad.
-Muy bien marquesa de Merteuil, aquí está su vizconde de Valmont, y ambos lucharemos por madame de Tourvel.
-No digas eso Edgard, ¿quieres terminar tan mal como ellos?
Edgard le sonrió cínicamente y se retiró, lo vio desplazarse hacia la puerta principal… era lo mismo que con Petter, ¿creía que ya había obtenido todo de una situación, de una charla, de una persona?, ¿qué no había porqué quedarse a la fiesta?

-Es sólo una fiesta, y en las fiestas la gente se divierte, ahora tengo a Orlando para pasar el rato- pensó Leonard y se lanzó otra vez a vorágine existencial, con personas interconectadas esperando tener algo más que un único baile.


-Morgause- le dijo Leonard ya una vez en su departamento- sólo recuéstate.
-¿Leo, con quién bailabas?
-Con nadie.
-Ah, me duele la cabeza.
-Y a mí el corazón- susurró él- por eso no me gustan las fiestas.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Cherry Lips (¿puticherry lips?)

Leonard había llegado a la putifuesta al lado de Morgause, quién sin ser la persona más fuerte con la cual podía haber asistido, era la más decidida y leal que conocía al respecto de Petter, porque el chico cuasi escritor de provincia se sentía ligeramente interesado por la tal loca adoradora de Kitty –Lo estoy denigrando, lo estoy denigrando- pensaba Leonard mientras cambiaba su concepto de Petter, sin embargo no sabía nada de él, sólo que le gustaba “Girl interrupted”, Kitty (la gata, no la protagonista de “El velo pintado”) y la moda –¡Y lo hombres!, que no se te olviden los hombres- se repetía en su cabeza.

-Ay Leonard, no sé porqué estamos aquí, no lo sé en verdad- Morgause era la personificación de la honestidad. Ahí vestida con sus sandalias tan regionales, su cabello desteñido y su ropa ligera (ligero no sólo en el concepto de lo etéreo sino también dentro de lo humilde pero con decoro) sin duda alguna Leonard la amaba mucho, pero sobretodo la estimaba y admiraba, por seguir con su vida, porque aunque la mierda les había caído a los dos por montones, seguían parados entre tanta porquería y al final había sido ella quién le enseñó que el arte puede cambiar al mundo.
-Pues tú estás aquí porque me quieres y me estás apoyando, yo estoy aquí porque necesito distraerme, eso de las revoluciones y el guión me está matando, ya estoy cansado de pasarme las horas encerrado en aquel departamento.
-Visita a tu familia, ve con ella- decía Morgause sin sarcasmo o ironía, realmente lo decía porque creía que eso era lo que necesitaba su amigo.
-Veinte años al lado de mi familia, estoy aburrido de ellos, todos ellos con su gran recato, sus diversiones de diván y su vida ordenada, por eso soy un maldito ordenado de mierda.
-Bien Leo, ya entendí que estás un poco sobrexcitado.
-Es eso o la música… “go baby, go go”- canturreo él
-Creo que a Petter le gusta el grupo de música…
-Ese dónde canta la pelirroja.
-Hay Leonard, si no es Mozart no sabes nada de música ¿verdad?, es “Garbage”, se llama “Garbage” el grupo.
-Pues sí, no sé nada, y aún con Mozart soy un snob, no sé nada sobre él, sólo disfruto su música y doy gracias a Dios porque existiera un compositor tan prodigioso. Pero también amo a Philip Glass, y el sentimiento que tengo hacia él no es sólo cuestión de esnobismo.
-Lo dices para justificarte, soy snob ¿y? has algo al respecto.
-Me gusta ser un snob, me gusta mucho Mozart y Philip Glass, si el precio que debo pagar es que me llamen snob, pues muy dispuesto estoy a pagarlo.
-Ya, ya Leo, esto es “go-go, no cry-cry”
-¿Crees que pongan música gogo y yo baile como Rose McGowan en “Planet Terror”, sexy y lloroso?
-Te estás pasando de pesado Leo- rió Morgause- te estás pasando- no le interesaba que su acompañante se pasara de cínico, le preocupaba que se volviera a deprimir.

La música sonaba a todo lo que el oído estaba dispuesto a escuchar, quizá a unos decibeles más allá de lo indicado, pero si algo sabía Leonard, era que Petter era poco indicado, quizá moralmente incorrecto, socialmente indecoroso, pero recelosamente interesante. Por eso estaba ahí, para saber más.
La querida vocalista de “Garbage” hablaba del chico delicado inmerso en un mundo histérico, y justo así se sintió Leonard cuando vio, no la putifiesta, sino la orgifiesta, estaba seguro que en el baño se estaban practicando cosas más obscenas de lo imaginable, así que intentaba no forzar mucho su imaginación si de cualquier modo no lograría acertar ni mínimamente en el asunto.
Pudo ver al tal Armando, delicado y débil por su el exceso etílico en la sangre, al parecer no había notado que su bebida (si es que así se le podía llamar) era una especie de jugo de uva con alcohol y muchas colillas de cigarro.

-El tipo no tiene el menor decoro- susurró Leonard.
-¿Qué?-preguntó Morgause.
-Que aquí viene…
-¡LEO HIJO DE PUTA CABRONCETE DE MIERDA!- apareció Tina con su séquito, Marcie y Fer le acompañaban, ¿qué diablos hacían ahí? –con que no vienes a mi fiesta de verano maldito engendro, pero asistes a las putifiestas del puto este.
-Suena muy despectivo.
-A la mierda Leo, A LA MIERDA Y NO ME JODAS, yo sé que no eres tan correcto, ya me enteré que andas publicando textos por ahí en la Web- Tina se acercó un poco más- y no me jodas, NO ME JODAS que no soy la única que lo sabe, yo que tú me cuidaba antes de que te digan “snob prepotente”- Tina echó a reír con un frenesí infernal, un fuego que consume, quema y aturde, cualquier similitud con el lago de lava hirviente (el bíblico) no era mera coincidencia. Seguro el infierno tenía algo que ver con la compañía de Tina, pensó Leonard.
-¿Con que ventilas la vida ajena?- preguntó Marcie.
-No, todo lo que escribo suele ser ficción, las personas sólo me dan ápice para hablar sobre ellas.
-No puedes culpar el escritor- dijo Fer con infinita seriedad- las personas existen, no puede evitar existir.
-PUTA FER, si no fueras tan serio te juro que te jodía, TE JODÍA, decirle eso a Leonard, es fantástico, FANTASTICO Y A LA MIERDAD SI NO ES CORRECTO.
-Perdón tenemos que saludar- dijo Leonard como si realmente tuvieran que saludar a alguien especial… o si la fiesta fuera de esas que debes “saludar” por cortesía. Tomó de la mano a Morgause y avanzaron entre la multitud hasta que un grupito de chicos de otros semestres de arte (más jóvenes, más ilusionados) se cruzaron con ellos.

-Morg, me gustan tanto tus grabados- le dijo un muchachín algo ebrio.
-¿Qué pasa con esta gente?- vociferó Leonard- ¿es que llegamos tan tarde que ya todos están ebrios?
-¿Qué?, ¿no le puede gustar a alguien mi trabajo si no está ebrio?- una vez más Morgause no estaba ni irritada o cansada, sólo bromeaba- ay, mi trabajo de grabado no es bueno, ¿te dije que el profesor me dijo que soy una floja y que no puedo hablar y actuar a la vez?
-Sí, me lo dijiste, y es un asno.

Se empezó a escuchar la canción “I Can’t be with you” the Cranberries

-Esa sí la conozco- dijo Leonard mientras se apartaban de los chicos ebrios, como si eso fuera posible, ya que todos estaban ebrios.
-Y sin ser Mozart.
-Mozart es tan aburriiiiiidoooooo- dijo una voz detrás de Morgause.
-No lo es, Mozart es un genio- contestó con aire triunfante Leonard. Era Petter quién hablaba a espaldas de su amiga.
-Yo no puedo vivir sin una batería, una guitarra eléctrica, sin el ruido.
-O el alcohol- le retó Leonard.
-Eh Leo, voy por algo para tomar, ya sabes, para estar en sintonía- y se escurrió Morgause entre el resto de los invitados.
-Creo que las personas te incomodan, la sociedad te molesta ¿verdad?- dijo Petter con tono tranquilo y armónico, aún cuando The Cranberries tocaban “Zombie”
-No es la sociedad, es que ya no confío en mucha gente.
-Lo supe desde que te conocí, siempre estás a la defensiva, como si te hubieran hecho algo malo.
-Bueno, es que me han hecho mucho daño, pero sé que no es pretexto.
-Pues no, siempre debes volver a confiar.

¿Cómo era que todo aquello se estaba convirtiendo en una escena barata de diálogos baratos entre dos personas que no se consideraban baratas? Parecía un capítulo de “7th Heaven”, cuando Leonard quería que fuera muy “Sex and the city” o ¿era sólo su imaginación?

-No me gusta tomarme muy en serio- bufó Leonard con total hipocresía.
-Muy al contrario, creo que te tomas muy en serio y por eso eres muy selectivo con las personas.
-Tienes algo de razón, no me gusta ser una mota de polvo que la gente se pueda sacudir o deshacer con un soplido.
-Yo creo que eres un poco reprimido ¿no?, con todas esas cosas de en quién confiar y no confiar.
-Me ofendes enteramente- Leonard se medía a cada instante, con cada palmo, estaba frente a Petter y se sentía como Elizabeth Bennet diciéndole a Lady Catherine de Bourgh: “Me ha ofendido de todas las formas posibles”, pero Petter no lo entendía, porque finalmente no estaban al mismo nivel o en la misma sintonía de analogía.
-Pues no creo que sea ofensivo, perdón si te ofendí, puede ser que tú te ofendas muy fácil o yo soy muy grosero.
-Podrían ser ambas cosas.
-Te tomas todo muy en serio.
-Y tú todo muy a la ligera.
-Mi vida es así, no tiene límites.
-Felicidades- las cejas de Leonard se curvaron denotando enojo, era un tic que había adquirido de su padre pero que en contadas ocasiones salía a relucir. Se movió sigilosamente, no como una Ana Bolena sino como una Catalina Howard, tranquilo, jovial y seductor, pero Petter lo vio con cara de inexpresiva, como si no entendiera nada de lo que estaba pasando.
Efectivamente Leonard estaba interesando, realmente intrigado en aquel muchacho, y ese pobre hombre no lo notaba ni en lo más mínimo ¿qué estaba fallando? Era obvio que no era un Nick Hollinghurst, a este no le gustaban los juegos, no le interesaba sentir que estaba en la novela de “Las amistades peligrosas” de Pierre, a este no le habían educado en alguna corte made in The Tudors, a este no le interesaban los códigos sociales, a este le valía poco la mascarada social –Este es diferente- pensó Leonard, y se sintió aún más interesado.

Continúa en la siguiente entrada, la putifiesta aún no termina… la noche es joven.