sábado, 22 de mayo de 2010

La double vie de Leonard (parte II)

¿Por qué será que muchos escritores piensan en libros? –Se preguntaba Leonard de camino a su ponencia –en libros, en el drama, en la comedia, la forma de conformarlas y darles un sentido relativamente estable para después establecerse en el papel, ya que ¿de dónde más puede salir tanto drama si no es de una mente trastornada que se empecina en ver dentro de cada acto cotidiano una buena historia que contar?- recordó la ocasión en la cual se sentó a desayunar con aquel chico que tanto le atraía, todo fue para él una cuestión caótica de eventos malformados al borde de cuarenta minutos, pues dentro de aquella efímera comida llegaron dos de sus amigas que habían sido ex amores de uno de sus amigos, primero una, después la otra, la tensión se acrecentó; posteriormente llegó la mejor amiga de aquel hombre que había despechado a sus otras dos amigas, haciendo el momento aún más incómodo, y por si no le bastaba eso para llenar los minutos con diálogos ofensivos, no de un modo directo e incisivo, sino más bien cual guerra fría, donde se insinúan cosas terribles sobre la otra persona, llegó el amor frustado de aquella chica recíen llegada.

La cosa fue más bien así:

-Oh Leonard, ¿sabías? Mi hermano pequeño va a cumplir años la próxima semana- dijo Latika con un tono tranquilo y algo etéreo, así era ella, quizá siempre estaba algo drogada –lo tratan como a un rey, siempre se hace lo que él quiere- Latika había sido novia de Jaques en el primer año de la carrera. Su relación había terminado porque Jaques no podía mantener por mucho tiempo el compromiso, y cada vez que la cosa se ponía "seria" prefería “cortar por lo sano” según sus propias palabras.
-Están criando a un monstro- contestó Armand, aquel chico atractivo con el cual se deleitaba Leonard cada vez que le veía pasar. Armand era un músico encantador, delgadísimo pero al parecer adicto a la vida ligera, en eso también podía identificarse con Latika, de quién era amigo.
-Están criando a un asesino serial… posiblemente- retobó Igraine, quién había salido con Jaques recientemente y cuya relación había terminado por el miedo de Jaques frente al compromiso.
-¿Y qué le van a hacer para celebrar su cumpleaños?- dijo Leonard ignorando el comentario mordaz de su amiga Igraine, para continuar su conversación con Latika, cuestión que le desagradó en su totalidad a Igraine.
-Lo van a llevar a una tienda de videojuegos un día antes de su cumpleaños para que todo el día se lo pase en bata de baño frente al televisor, ya en la noche le hacemos fiesta con todos sus amigos, es muy popular y cabrón- sonreía Latika a todos los presentes en la mesa.
-Seguro que pueden ir las personas con el interés de divertirse con él o sus pertenencias… ¿no?- sugirió Igraine, a lo que Leonard le desafió con la mirada. Tanto tiempo había esperado para poder desayunar con Armand y ahora se sentaban esas dos mujeres a arruinarle el momento.
-¿No sé cómo podrías saberlo Igraine? No se te ve muy acompañada, puede ser cuestión de la persona… o porque esa persona no tiene posesiones…- decía Latika cuando Leonard le interrumpió.
-Existen ciertas personas que no valen mucho la pena, mucho menos cuando está indispuesta al compromiso, así que no vale la pena comprometer a otras personas a un disgusto sólo por el recuerdo o lo circunstancial, ¿no les parece?- estaba molesto ¿acaso tanto daño les había hecho Jaques como para que se pelearan entre ellas mismas? Quizá se odiaban porque había dejado a una por la otra, para después dejar a la otra e irse con otra, la que fuera. Maldijo fuertemente a Jaques en su pensamiento, pues por él no podía disfrutar la compañía de Armand, quién de cualquier forma no se veía muy interesado en la conversación ni en nada en específico. Atacaba su comida sin mucho interés, tenía puestos sus lentes oscuros, no se los había quitado en ningún momento.
-Puede ser…- Latika hizo una mueca de hastío-y tú Armand ¿qué opinas? Estás muy callado.
-Lo siento- dijo en tono desabrido pero aún con mucho decoro, como quién desea poner un poco de interés en la situación- es que vengo crudo…
¿Crudo?- pensó Leonard- pero si es martes- entornó los ojos y volteó a ver a Igraine con mirada suplicante, a lo que su amiga le contestó con otra que expresaba: “Te lo dije, no es tan lindo, culto y elegante como creías, no es tu clase de hombre”. Al menos eso pensó sobre la gesticulación de su amiga, ya que era algo que siempre le repetía.
Entonces llegó Natalia, amiga íntima de Jaques, también amiga algo superficial de Armand, porque a la par en esa mugrosa facultad “todos” eran amigos o conocidos de “todos” –Y todos- pensó Leonard mientras se juntaba más gente en la mesa- se tiran mierda a la espalda de todos.
-Hola Leo, sólo vengo a saludarte. Ya inició la clase, pero bueno ¿vas algo adelantado verdad?, ¡ay! No sé cómo lo logras, pudiste sacar la pieza en menos de una semana, ¿te has estado aplicando verdad? -en ese momento Natalia sólo hablaba con él, después miró a los demás comensales y les dedicó un largo “Hoooooooola”- pero se te ve muy cansado, deberías dormir más ¿Qué haces en las noches?- Natalia alzó ambas cejas y jugueteó con ellas para después reírse con total soltura- pero ya los dejo chicos.
Estaba justo por irse cuando al lado de Leonard se sentó Richard, el amor frustrado de Natalia (que a la par Natalia era el amor frustrado de Richard) y le empezó de la nada a rebatir sobre la importancia de color magenta en la pintura.
-No lo sé Richard, en verdad que no es mi campo, soy sólo un lector con ganas de ser escritor.
-Pero quieres ser escritor de arte, hablar del arte, para el arte y sobre el arte, ¿cómo no puede interesarte la importancia del color? ¡MUCHO MENOS DEL MAGENTA!- exclamó levantando su mano astutamente.
Seguro el muy maldito sabe por boca de Natalia que Armand me agrada y por eso ha venido a arruinarme el desayuno, lo que no sabe es que ya estaba arruinado- pensaba Leonard para después contestar-No sé Richard, no me importa, te lo reitero…
-Natalia bonita- dijo Jaques que se acercaba a darle un beso a su amiga –Armand, ¿cómo has estado?
-Crudo.
-Yo estuve crudo toda una semana- los dos rieron frente a la cara desaprobatoria de Latika e Igraine – !Ah¡ y hola a todos los demás.
Jaques, como buen amigo acérrimo de Natalia, sabía los problemas amorosos que había tenido con Richard, así que se odiaban mutuamente. Richard decía que Jaques no sabía nada del arte y el video, mientras Jaques aseveraba simplemente que Richard no tenía pene. Cuando se cruzaron sus miradas la tensión creció aún más. Además, Jaques y Armand eran amigos.
-Ya me iba- dijo Natalia.
-Pero ¿por qué no comemos? No quiero dejar a mi amiguísimo Armand sólo en su desdicha, yo sé lo que es la cruda.
-Lo supongo- murmuró Richard cuando se ponía de pie- debes ser más letrado Leonard, no puedes seguir siendo un inculto a estas alturas de la carrera.
-Las putas no necesitamos gran educación- soltó Leonard un poco alterado.
Richard sonrió, lo había logrado, sacar de su aparente control a Leonard frente a su querido Armand. Efectivamente, el desayuno podía empeorar, pero ¿realmente importaba? Tanto había añorado el desayunar con el aparente chico/músico/sexy/excepcional como para darse cuenta que se embriagaba los lunes de final de semestre sin el menor interés.
-Lo suponía- Richard se retiró con un aire triunfante, cual Richard III al haber ganado la junta ante el primer ministro sobre la coronación de sus sobrinos, arrebatándoles el trono.
Pero ésto es peor que “La Guerra de las Dos Rosas”- pensó Leonard mientras presentía que quizá le daba demasiada pereza al tal Armand el siquiera dirigirle la palabra; que Jaques le estaba perjudicando si darse cuenta; a Igraine y Latika les valía mejor madurar, pues Jaques no merecía tanta atención, no para descuartizar de forma verbal a su acompañante de mesa, y que Natalia tenía que controlar a su Richard, pues le venía a molestar por la amistad que tenía con ella- Y todo esto quedaría bien en una novela, porque es como las “Las amistades peligrosas” del arte- fue ahí donde se le ocurrió el tema de su segunda novela, ya estaba resuelto.
-Mejor me voy, ya inició mi clase- Leonard se levantó y con él Igraine. Ambos se retiraron.


Mientras recordaba aquel desayuno, Leonard maldecía su cabello. Lo había acomodado en un elegante chongo, sin embargo se había arruinado al recargarse en el asiento del autobús en el cual viajó. Ahora se encontraba en el baño aledaño a la sala de conferencias. No había podido evitar el dormirse en el transporte público, apenas había dormido dos horas, y al final aceptó viajar para atender a un cliente que le había pedido una sola tarde. No valió mucho, pero le pagó ambos pasajes y también lo suficiente para comprarse una camisa elegante y un pantalón decente para hacer su presentación.
-Igual mi armario se encuentra repleto de ropa, pero no podía presentarme con el mismo atuendo que ocupo para ir a la escuela, Roco ya me ha visto en la facultad, debo ser ligeramente distinto.
Y efectivamente había logrado un aire bohemio más no desentendido del entorno. Roco siempre llevaba una boina, una playera de aquellas que tienen un cuello amplio y botones hasta le pecho, así como unos pantalones holgados más no desenfadados y unos mocasines. La ropa la variaba, pero el estilo era el mismo.
Leonard vestía justo una camisa blanca de manga corta de tela delicada, se había desabrochado los primeros tres botones cercanos al cuello, puesto un collar de semillas de café, un pantalón azul ligeramente ahulado de singular resplandor y unos zapatos color café que acentuaban el conjunto con un poco de refrescante elegancia. Su cuello se veía aún más fino con ese peinado, pero tristemente no podía hacer mucho por las ojeras que tenía, no eran muy visibles, pero odiaba su presencia.
-Perfecto- apreció nuevamente la forma con la cual su cabello se veía elegante cuando lo recogía acertadamente.
-Efectivamente, se ve bien- dijo Roco al entrar al sanitario.
-Gracias- profirió apenado.
-Si- Roco se introdujo en un urinario mientras Leonard se escabullía por la puerta. Su celular sonó.

-Es martes- contestó Leonard algo cansado su teléfono móvil.
-Ya lo sé, sólo quería recordarte que dijiste te tendría todo el próximo fin de semana- era ese hombre intrusivo y obsesivo.
-Lo tengo entendido y agentado, así que si no te molesta debo colgar porque tengo una ponencia que dar… -en ese momento se interrumpió, el maldito estrés le había hecho proferir más información de la que deseaba dar.
-¿Das ponencias?, ¿de qué?, ¿dónde? ¿No estás muy joven para eso? ¿Qué edad tienes?
-Debo colgar, nos vemos el fin de semana, puedes estar seguro.
-Y espero me contestes muchas cosas más.
-No me hables así, no tengo por qué darle explicaciones a nadie, el hombre nació condenado a la libertad- la última oración no sabía de dónde le había salido, era de Sartre, pero ¿a qué venía eso? Era un recordatorio para sí mismo más allá de rebatirle algo a su cliente.
-Nos vemos el viernes en la tarde.
-Me temo que…- el hombre había colgado. Entonces se percató que Roco le veía desde la entrada del sanitario, pero su mirada no denotaba ninguna expresión. Después el hombre se introdujo en la sala de ponencias.
-¿Así es la vida real? ¡Así es la vida real!- se afirmó Leonard primero en un susurro y después en un volumen ligeramente más audible- Ésto es una doble vida, la personal y la estudiantil que se presume profesional. Ahora debo sentarme frente a toda esa gente con un gesto tranquilo y triunfante, como si no tuviera ganas…- contuvo la respiración, no le caería mal en ese momento un ansiolítico o algo que le tranquilizara, más bien una píldora más fuerte, tenía ganas de una de esas cosas tóxicas que le daba Ferdinand, pero no tenía ninguna, ni allí ni en ningún lugar, quería dejar las drogas, ya tenía tres semanas si nada en su organismo, ahora fumaba más, pero sin que nadie lo viera, así que tampoco se animó a prender un cigarro.
Cerró los ojos, intentó tranquilizarse pero no podía ¿qué le sucedía? Estaba a punto de perder el control por nada, por una ponencia que no significaba nada, por un hombre intelectual que no debería significar nada y por otro con al cual nunca debió involucrarse para nada. Volvió a entrar al baño, sin pensarlo mucho se introdujo en un cubículo, se sentó en el retrete. Sacó de su mochila café su pluma de punto fino y la enterró en su antebrazo izquierdo de una forma tan violenta que se penetró la piel hasta el grado de hacerse sangrar.
-Maldición, vengo de blanco- fue lo único que dijo al instante posterior a la efímera tranquilidad que la había brindado el flagelarse.
Tomó un pañuelo desechable y cubrió la herida haciendo presión para evitar que siguiera sangrando, no tenía idea de qué tan profunda era la herida, no le preocupó el hecho de que el sangrado no se detuviera fácilmente, ¿cuán larga era la punta de la pluma? No mucho
Estaba infinitamente más tranquilo y seguro de poder con la ponencia, el tener una charla amena con Roco para poderlo impresionar, terminar el semestre con decoro, seguir durmiendo dos horas a diario, rescatar sus diez materias con notas aprobatorias y conservar su buen promedio, el levantarse y atender a sus clientes, sobre todo solucionar el asunto con el hombre que le acosaba, iría todo el fin de semana, desde el viernes en la tarde si era necesario; se acostaría con él, le daría placer y averiguaría la forma de poder chantajearlo para que no hablara o al fin le dejara en paz.
-Todo es posible, todo me es lícito- esperó a que su herida estuviera estable para salir del sanitario.

Dio su ponencia con total tranquilidad y encanto, nadie se imaginaba que ese chico de veintiún años que se la pasaba pensando en libros, estaba convirtiendo su vida en uno muy dramático.

viernes, 14 de mayo de 2010

La double vie de Leonard (parte I)

Leonard recibió una llamada donde solicitaban su participación dentro de un simposio de cine y literatura. Asintió complacido con la idea de ser tomado en cuenta a pesar de que su producción iba en decadencia, no obstante le parecía estúpido que algo que apenas surgía se marchitara sin mayor remedio. No podía enunciar la decadencia de algo que apenas se había elevado, así que tomaba esa oportunidad con el mayor aliciente, pues sabía que el respetado crítico de cine y arte estaría presente, ese con el cual tomaba clase pero sin mayor remedio no le miraba, pues Leonard presentía que frente al profesor no era más que un estúpido de gran verborrea, no tenía oportunidad frente al escribano de punta afilada, jamás le prestaba mucha atención pues al parecer los comentarios que formulara aquel joven no eran más que ideas prematuras sin mayor calado.
-Es una gran oportunidad- dijo Leonard por el auricular a la asistente de la de la editora que le invitaba al evento.
-Le diré a la Doctora Gi- confirmó la mujer y después colgó.
-¿Quién era?- le preguntó Hanna.
-Me acaban de invitar a un simposio, ¿no te parece lindo el detalle?
Hanna, que consideraba a Leonard como un romántico/diva sin remedio, profirió un enorme suspiro- Para ti hombre todo te parece un bonito detalle, igual les vas a encantar.
-Tengo que revisar lo que me voy a poner, va a ir Roco.
-¿Cómo lo sabes? Es el gran teórico del arte y esas mamadas, pero no sabes si va a estar.
-Lo sé porque la Doctora Gi me lo ha confirmado, debo impresionarlo.
Hanna gritó con su tono gutural y después siguió hablando algo alterada ante lo que consideraba el intento por parte de su amigo para llamar la atención de cualquiera- ¡Tenías que ser una diva!- después se calmó un poco y torció su pequeña y perforada boca- da igual, por eso soy tu fan.
-Ya deja de exotizarnos- Leonard movió la cabeza con gracilidad, tenía el cabello agarrado en una especie de chongo mientras Hanna le veía con total descaro el cabello.
-Y mueves la cabecita así o asá, te peinas con el cabello acomodado por aquí y por allá por mera casualidad ¿no?, diva mil veces. Pero bueno hombre, se te ve más delgado el cuello con el cabello como ahorita lo traer.
-Gracias- asintió Leonard mientras se levantaba de su asiento para retirarse. Su pequeña participación en la pequeña ponencia sería en tres días, así que tenía trabajo que hacer, un texto muy ligero por presentar con una actitud ligera pero contundente dentro de su propia coherencia.

El teléfono volvió a sonar, era un tipo semi obsesionado con él, que sin saber de qué manera había conseguido su número telefónico, Leonard sabía que no se lo daría a nadie más por su misma obsesión.

-¿Dime?- contestó Leonard con un tono algo tajante.
-Necesito verte éste fin de semana.
-No puedo, tengo trabajo- enmarcó con severidad.
-El acompañarme es parte de tu trabajo ¿no?, además, sabes que te puedo pagar más que cualquier otra persona.
-No es esa clase de trabajo, tengo trabajo escolar.
-Puedes hacerlo en mi casa- dijo y rió ligeramente con tono jocoso- serás como un colegial que hace su tarea en casas ajenas, puedes traer tus lápices y tus cuadernos- volvió a reír.
A Leonard le fastidiaba el tono que usaba aquel sujeto, sentía tener el poder sólo porque había obtenido su número telefónico, más le valdría cambiarlo antes de que se metiera en su vida personal. Ya lo presentía, siempre existe el cliente que se afana con la prostituta y la quiere sólo para él; con eso en mente Leonard tenía muy en claro que debía moverse con cuidado.
-No es esa clase de trabajo que se hace con lápices y cuadernos- contestó con un aire más calmo.
-No me has dicho ni qué estudias ni dónde estudias.
-Me temo que esa información no la puedo dar.
-Ni tu nombre verdadero… no creo realmente que te llames Roger.
-Ni te imaginas- contestó Leonard con una risa encantadora, con la cual pretendía disuadir al hombre.
-En verdad que no se te puede comprar ¿verdad? No se puede contigo, ¿y si te chantajeo?
-No creo que sea tu estilo el caer tan bajo.
-Tú problema es que tienes demasiados principios dentro de lo que haces ¿no te da ni un poquito de miedo?
Mucho- pensó Leonard- quizá no tanto… después de todo puede hacer lo que le plazca si así lo decide. Podrían enterarse en mi familia, también en la escuela y expulsarme o sencillamente arrestarme, manchar el expediente, que mi poco prestigio decaiga, pero lo que empezó como un efímero placer ahora debe continuar como medida de somera sobrevivencia, todo es cuestión de mantener el equilibrio e irse con cuidado.
-Un poco, no se puede negar, pero también tendría que darte miedo a ti, tienes mucho que perder, claro, en caso de que me delataras, no pretendo hundirme solo.
-¡Lo haces adrede!- el hombre le gritó y Leonard pensó que quizá había cruzado el límite colindante entre la jugada maestra y el fiasco total- ¡te consigues a puros clientes closeteros para proteger tu dignidad!
-No tengo dignidad que proteger, sólo quiero mantener las cosas tranquilas- no obstante tenía razón, seleccionaba cuidadosamente a los clientes para así, siempre que optaran por el chantaje, fuera él quien tuviera algo de qué sujetarse, aunque sabía era un vano intento por “mantener las cosas tranquilas”, siempre existiría alguien mil veces más astuto, y también tenía en cuenta que la metodología de selección tenía más de una fuga, debía perfeccionar su sistema de trabajo.
-Te pido un fin de semana, ¡nunca te pido un fin de semana!
-Querido, tengo mucho trabajo que hacer, no lo digo por ignorarte, si te apetece puedo ver si el siguiente fin de semana es todo tuyo- no había más, debía ceder, bajo esa perspectiva ser una puta le estaba cansando y eso que apenas tenía mes y medio en ello ¿qué pensaba el hombre? Sólo había dado dos fines de semana dentro de los seis en los que llevaba ejerciendo como tal. Era evidente que daba tardes enteras de sus días libres, pero nada más, eso poco importaba, eran seis semanas y le empezaba a preocupar la información que circulaba en el submundo así como la rapidez de la misma. En ese tiempo ya había visitado más casas y hoteles “selectos” de las que con sus dedos pudiera enumerar.
-Te va a gustar mi casita de descanso- dijo entusiasmado el hombre al otro lado del auricular.
-Espero que sea verdadera casa de campo y no tengas mucha gente alrededor.
-Eso es obvio, quizá tú no tengas dignidad que proteger, pero yo sí. Luego te llamo- el hombre colgó.
Eso de proteger tu dignidad- pensó Leonard- o tener el espacio suficiente como para matarme sin que mis gritos sean escuchados, debo considerar algo más que el gas pimienta, eso y que tengo una ponencia que acomodar- eso sí le daba miedo, Roco estaría presente.

viernes, 7 de mayo de 2010

Solo

Y dormiría entre diamantes para desayunar siempre solo, ya lo tenía previsto. Quería terminar el semestre con cierto decoro y dignidad, aún podía rescatar la mayoría de sus materias, seguro fallaría en muchas, había tomado diez cuando lo normal era optar por siete, su promedio bajaría, su producción artística también lo había hecho -¿A dónde he llegado?- se preguntó Leonard sentado en una cocina ajena, envuelto en una bata de baño, era la de su nuevo “cliente”, le parecía curioso cómo había llegado a conocer a aquel hombre de poco más de cuarenta años, conservado pero consiente en que los muchachos de veinte años estaban fuera de su alcance desde cierta perspectiva. El mundo gay de aquella zona suburbana extremadamente burguesa podía ser despiadado.

-No suelen quedarse mucho tiempo- decía el hombre envuelto en su bata de baño aún con el cabello mojado- te ves muy bien con el cabello mojado.
-Gracias- dijo Leonard con una tenue sonrisa.
-¿Tienes novio?...- el hombre se quedó pensativo- ¿novia quizá?
-Ni uno ni otra, creo que estoy bien solo- siguió sonriendo muy tenuemente mientras se levantaba de su asiento para ir a vestirse.
-Eres atractivo, deberías tener una u otra cosa.
-Tendrás que dármelo por escrito y firmado, porque nadie se interesa en mí, ni mujeres ni hombres; las primeras no me interesan más allá del estudio y la amistad, los otros me interesan en todos los sentidos- Leonard se permitió una pequeña risa.
-Deberías tener uno, al menos para pasar un buen rato.
-Para eso es el trabajo- la sonrisa de Leonard se presumió perturbadora ante su espectador.
-No te me haces de esos que se prostituyen por necesidad, no eres de ese tipo, ignorante tampoco eres y mucho menos feo, creo que no te crees feo.
-Ese es el problema, que no me creo ni tan feo ni tan ignorante como presiento que los demás me ven o presienten. Desde hace poco me he preguntado la razón por la cual no tengo novio, y resolví el asunto aseverándome que para tener novio primero debo interesarle a alguien, a cualquiera, y eso no pasa.
-Si no le interesaras a alguien entonces no tendrías clientes.
-No tengo tantos- se desprendió del hombre mientras se dirigía a la habitación para poder vestirse mientras aún charlaban. A la par Leonard pensaba que si acaso tenía clientes era porque ellos pertenecían al rubro de los homosexuales desesperados y algo añejos, el más joven de sus clientes había tenido treinta y cinco años, no menos, y la verdad era poco atractivo.
-Supe de ti porque me dijeron que eras nuevo.
-Ajam- se limitó a decir el joven desde el interior de la habitación, mientras el hombre se mantenía al margen para no verlo desnudo, en una muestra de absurdo respeto, pensó Leonard- te dijeron, existe carne fresca ¿o algo así?
-Me dijeron que al parecer no te preocupaba mucho el tiempo que pasaras con la persona, hasta fines de semana enteros.
-Depende de cuánto paguen, eso es todo.
-Pero parece que tampoco te interesa mucho el dinero.
-Sólo lo necesario para comprarme ropa linda- dijo sarcásticamente una vez ya vestido frente a aquel hombre.
-Y drogarte, salir de fiesta, beber hasta morir...
-O intentar se independiente, autocrático, autosuficiente, estudiar lo que me plazca.
-¿Prostituyéndote?- dijo con gran ironía el hombre.
-Nadie está en posición de juzgar al otro ¿no te parece?- dijo Leonard mientras señalaba una foto en la pared, donde el hombre abrasaba a una mujer, él con traje negro, ella con vestido de novia, evidentemente era el día de su boda.
-Nos estamos divorciando.
-Como gustéis- dijo Leonard y tendió la mano para recibir su paga.
-¿No quieres quedarte a desayunar?
-No, prefiero desayunar solo.

Saliendo de la casa de aquel hombre con intereses previos al divorcio, se introdujo con su dinero de puta a uno de esos hoteles caros donde tienen un restaurante adjunto para los inquilinos y aquellos que quieran pasar por gente odiosamente distinguida. Ordenó un desayuno danés, sólo que además del té optó por un café expreso doble, tenía trabajo que hacer para la escuela. No había dormido bien, observó las heridas que se había hecho en el brazo gracias al estúpido florero.
En su momento decidió dejar de aceptar las drogas de Ferdinand, rechazar a Orlando y dedicarse a ver la vida desde una perspectiva más fría. Si seguía el ritmo por dos semanas más, asistiendo a la escuela, atendiendo a sus clientes, asistiendo al grupo de adictos y evitando las drogas, así como ir a fiestas absurdas; entonces lo lograría, volvería a tener su departamento, no ganaba mal, quizá podría tener un poco de independencia, desde noviembre del año pasado que no le publicaban nada en ningún lado, sus textos ahora eran malos. Recordó cuando fue becado y podía comprar tanto libros como ropa, ir a donde quisiera y hacer lo que le viniera en gana, era eso lo que deseaba, pero con mayor “profesionalismo”, por el momento sacaría dinero de cualquier forma, lo haría solo, no le interesaba tener novio, no quería ataduras emocionales, estaba cansado de buscar a un hombre que fuera “adecuado” para él, o quizá él ser aceptable para el otro. Todo tenía menos complicaciones cuando se trataba se sexo y dinero.


-Así de simple- susurró mientras sonreía maliciosamente, pero no sin encanto o cierta infantilidad, mientras el mesero le traía su desayuno y una nota.
-Un hombre me dijo que le diera éste número.
-Gracias- Leonard tomó el pedazo de papel y miró a su alrededor. No había nadie que le dirigiera la mirada. Miró el papel y apreció una caligrafía algo obtusa por no decir burda -Uno siempre espera la alta caligrafía de un buen caballero, mucho más cuando se desayuna en éstos lugares, pero eso nunca pasa- pensó Leonard mientras guardaba el papel. Llamaría más tarde.