domingo, 22 de noviembre de 2009

Desayuno con Capote en una entrada tautológica

Cual mal personaje de “Breakfast at Tiffany's”, se estaba cansando de ser, o la mujer arribista que va de fiesta en fiesta, o en su caso, el mal escritor con un amante influyente; pero en su caso no podía ser Holly ya que escapaba del prototipo de mujer arribista, y a la vez, tampoco podía ser Paul pues amantes e influencias le faltaban, lo único que le quedaba eran la familia y los amigos –Y el arte- pensó Leonard. Así que procedió a pensar qué podía pasar con aquella mezcla tan cotidiana como trillada, pasó de página y se imaginó como un Truman Capote, su cigarrito en mano y una voz chillona: “Sí, recuerdo el 98% de mis charlas, es algo que tengo muy presente”, decía él en una biografía. Por ello era un maldito, claro que nadie se atrevía a puntualizarlo en voz alta, pero por supuesto que era un maldito genio.

Volvió a cambiar la página, ahí estaba “In cold blood”, ¿quién era más sanguinario, los protagonistas del libro o el mismo Capote por extraer su historia de las vivencias ajenas? – ¿Pero acaso no son así todos los escritores?, por ello el querido Truman recordaba el 98% de sus conversaciones, y seguro no tenía en mente únicamente lo dicho, sino también lo expresado, el modo y el tono, los ademanes, todo aquello que se avecina como “signo secundario”, porque el hablar y el actuar se encuentran finamente hilados en una conversación- Leonard se detuvo, no estaba prestado mucha atención al libro. Lo había comprado hacía meses, pero apenas se dignaba a quitarle el plástico protector y no podía terminar de leerlo, sería mejor regresar a las tramas que sabía podía digerir con mayor ligereza, como aquella novela sobre Lydia Cassatt y su hermana la pintora, Mary Cassatt –Aunque no fue muy sencilla, no en cuanto a la estructura sino según el sentimiento, nadie se puede tragar a la muerte con total soltura, los pensamientos de Lydia se presumían ligeros pero al contrario, la mujer era una gran pensadora, como una alabanza a la levedad del ser.

Leonard suspiró, cerró el libro y prefirió observar por la ventana a las personas que pasaban, la gente -...el triunfo y el tintineo y el extraño cantar agudo de algún aeroplano sobrevolando, era lo que amaba; la vida; Londres; este momento de Junio- pensaba y repensaba, ¿por qué no podía dejar a Virginia Woolf de una vez por todas?, ¿y el monólogo interior?, pensar en cosas inespecíficas le sumergían en espirales específicos. Él no quería ser como la Woolf, no podría, su intelecto le fallaba, pero al menos ser como Michael Cunningham, fresco, orgulloso de sí mismo y con un par de novelas publicadas. Pero no, se encontraba en un café viendo llover, leyendo a Capote y culpándolo por ser un genio innato. La vida no tenía porque ser una competencia constante con el reflejo del día anterior, podía dejar su ser pensante en la cama, ponerse el saco del ignorante de su propia ignorancia y caminar, sin pensar en si la privatización de los bienes nacionales terminarán por joderle la existencia y si acaso eso le interesaba en lo más mínimo, o que no había efectuado nada edificante en el día, nada que pudiera clasificarse como “útil”, pues tomar oxígeno y convertirlo en dióxido de carbono era un actividad necesaria y obligada, eso no podía llamarse “algo productivo”. No se permitía llegar a la cama sin haber aprendido algo nuevo en el día, contando el conocimiento, la astucia o la inteligencia humana, así como los movimientos sociales, el desinterés vivencial, hasta la conducta de algún coetáneo –Para el escritor todo significa, aunque me sigo preguntando si serviré para la tarea- prendió un cigarro y dejó de lado las historias amargas, había decidido que después de esta novela que estaba escribiendo sobre la decepción en el matrimonio, escribiría algo juvenil y ligeramente alocado, se desbocaría en la vida pueril y dejaría de lado lo que amaba, la vida y el mentado Londres, porque no estaba en Londres, porque no podía seguir fingiendo que sus ideas eran un desastre, y su vida, y sus historias.

-Me parece un poco ofensivo- la había dicho Petter la semana anterior en el pasillo de la facultad.
-¿Qué?- preguntaba Leonard aún sabiendo que hablaba sobre sus textos en la web, porque tenía entendido que había conseguido el sitio por alguien de “confianza”.
-Que escribas sobre mí en la web, es ofensivo.
-Bueno, es que ese no eres tú, es sólo un personaje.
-No es cierto Leonard, soy yo, no me mientas.
-Cada personaje tiene algo de cada persona. Los escritores lo hacen todo el tiempo, toman a personas y la modifican, se ayudan del entorno.
-No creo que todos los escritores lo hagan, además, siempre me haces lucir drogado en tus escritos. Yo voy a escribir sobre ti en la web, te llamarás Leombardo.
-¿Como el pueblo germano?, pero qué imaginativo.
-Pues no se puede decir mucho de ti.
-¿Realmente se te hace ofensivo?
-Sí, bueno… sólo cuando lo leo.
-Pues entonces deja de leerlo.
-Seguro esto lo vas a poner también en la web.
-No Pette, no soy tan tautológico.

Leonard había sido poco cortés, pero era que el matiz se le estaba acabando, la realidad estaba superando a la ficción y la cosa presentaba cada vez más tautológica, él no era Candance Brusnell proyectándose en Carrie Bradshaw, él era Leonard en otro Leonard, hasta el mentado Luka de su tutora era más atractivo que su aparente “alter ego” de la web.

Antes no era así -¿O sí?- las mujeres de su novela eran distintas a él- ¿O no?- tendría que revisar la novela antes de darle punto final, los últimos capítulos estaban por gestarse y quizá les diera la oportunidad de tomar elecciones que antes no tenía planeadas para ellas. – ¡Cuán maravilloso sería que ellas mismas tomaran voz propia y escribieran finamente su historia!- Leonard echó una risotada- Entonces ellas serían las escritoras y no yo, o yo sería ellas al final, porque los dos escribimos la misma historia. Al final es lo mismo, toda novela tiene algo del escritor y todo escrito demanda algo de quién lo elabora, y no algo de técnica sino de sentimiento y esencia, es como dividir el alma en pequeños pedazos, uno aquí, otro allá, uno en cada palabra, después el alma rueda por los confines del universo, se mezcla y evapora, entra por los ojos ajenos perteneciéndole a quién lee el alama del escritor.
-¿Por eso le parece ofensivo a Petter?, ¿de cierto modo robé pedazos de su alama?, ¿por ello no quiere leerse, es un reflejo de su propia esencia?- agitó su cigarro al lado de su cara -¡Nadie!- masculló -¡Pero en verdad nadie puede captar el alma de otro ser humano mediante la literatura!, es mórbido, por no decir infantil, porque no son ellos, soy yo, es la reinterpretación que le doy a las cosas; si es bajo ese punto, entonces sé por qué le parece ofensivo, que mi visión de él no sea tan complaciente como la que tiene de sí mismo, ahí yace el insulto.

Succionó frenéticamente la nicotina que contenía su cigarro, intentaba asfixiarse a sí mismo, parecía que por ello fumaba. Tosió un poco. -¡Carajo!- vociferó –¡carajo!- se le hacía tarde para ver Nicole y después a Orlando. Apagó su cigarro y se dijo que dejaría de fragmentar su pobre alma, pero sobre todo la de los demás, al menos por un tiempo.

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