lunes, 9 de noviembre de 2009

Cee, you and tea

Vacío, Leonard estaba vacío, y tenía aún muchas cosas por hacer, siempre ocupado, siempre con actividades constantes para cubrir el silencio. No le preocupaba mucho sus malas notas en el semestre, ni su carente desempeño en él, el problema eran los hombres en su vida, ya tenía muchos y debía colocarlos, ¿codificarlos?, ¡qué desalmado!, se reprendía.
Era un reprendido, la contención se le daba muy bien, pero cuando se trataba de pulsión, -¡Válgame que las cosas salen mal!- Leonard se había despertado a la semana siguiente con un poco de pánico en su cabeza. Orlando ahora estaba en su vida y no podía negarlo, también se encontraba Edgard, tenía la obtusa intriga por Petter y él, como escritor mal parido, no sabía qué hacer con todos ellos –Es como querer darles su lugar en mi vida, el problema es que eso apenas me deja lugar para mí- tomaba una de sus mejores playeras, ya había postergado mucho el asunto, tenía que ir a ver a su ex pareja, de agonía exquisita, llamada Cecelia.
Una mujer en su vida que no pertenecía a la literatura, que podía palpar sin problema, que le había roto el corazón e insistía en verlo porque deseaba pedirle una disculpa. ¿Y ahora qué le diría?, le preguntaría: ¿bateas para todos lados Leonard?, ¿sales con otro chico, chica, chico o ya, no es chica? Y él sólo querría decir: Estoy tratando de derrotar a un amigo que ya no es amigo, de conquistar a un hombre al que no le intereso y proteger a otro que me quiere pero que yo no deseo, sólo no quiero que mi ex amigo no lo torture… más que yo, porque hicimos una declaración de guerra.
-Podría resultar, ¿por qué no?- Leonard empezó a reír frente al espejo. Algo tenía tanta faramalla de usar sus mejores ropas sin lucir muy interesado, era la connotación del interés si la plena demostración del mismo, todo se remitía al matiz, la apariencia –“La pose”, diría Edgard- se quedó callado con la mirada perdida en su reflejo. Percibió a un chico cansado, muy ojeroso y despeinado, somnoliento, con mucho acné y un cutis maltratado. Replanteó las cosas, regresó a sus casillas, la autocrítica se desplazaba del exterior al interior con los ojos cual interfaz- No importa la ropa, no importa el peinado, extraño mi amistad con Edgard, pero no regresará, quisiera que Petter se interesara en mí, pero no sucederá, y ojalá Orlando ni se hubiera fijado en mí, porque a la par no tengo nada de atractivo, ni visual… y justo ahora, no tengo nada de intelectual, sólo una melena desordenada y una respingona nariz llena de acné- rió ligeramente con el intento de enviarle alguna señal de alegría a su cerebro. No soportaría por mucho tiempo a Cecelia, seguro se destrozaría y lloraría frente a ella, estaba muy débil. Los fines de semestre lo dejaban tan cansado, y las vacaciones le deprimían tanto, la actividad era excesiva, la inactividad aún más horrorosa.

Llegó al café donde habían quedado de verse. Uno muy lindo, con un gran sillón en la esquina, que se presumía pertenecer a “Alicia en el país de las maravillas” –Y yo seré el sombrerero loco, le diré a Cecelia: “Y cuando termines, te callas”- seguía riendo con poco interés, seguía vacío. Recordó cuando estuvieron los dos todo un día entero en la casa de ella. Cecelia, como buena hija de un político, contaba con una gran casa que a la vez tenía una gran piscina, una gran sala con un gran televisor, y muchas cosas eran grandes en aquella casa la vez que estuvieron solos, la pasión de Leonard y la frialdad de Cecelia. Nadaron, juguetearon, tontearon, se rieron como un par de amigos absurdos, pero nada más, así se comportaba Cecelia, como una amiga, y una muy mala que prefiere ilusionar a su amigo, cuando a lo que se refería es que tenían un noviazgo, pero ella no mostraba mucho interés por él o la relación, ella lo disfrutaba y se la pasaba bien dentro de esa torcida relación de novios poco cimentada, nada concretada, mientras Leonard no le decía nada por temor a perderla –Igual la perdí- recordaba cómo después se habían recostado en los grandes sillones a ver una tonta película de suspenso (que a ella le encantaban) y él colocaba su cabeza sobre las piernas de ella. Mientras la mujer jugaba con el cabello y el rostro de él, ¿eso era amor? –Era una vil atracción, tan vil que me gustaba sentir sus dedos en mi cabello y no me importaba esperar a que ella diera el siguiente paso, porque si yo lo daba entonces ella retrocedía- ya sentado con el total decoro y diciéndole a la mesera que estaba esperando a alguien, siguió con sus pensamientos –las relaciones son una necesidad física y anímica, no hay nada de honesto en ellas, son sólo indicativos de nuestras penurias, si tan sólo lográramos amarnos más a nosotros mismos- volvió a reír, recordó a su amiga Natalia.

-Debemos amarnos más Leonard, tenemos que amarnos más para después poder amar a los demás, sino somos víctimas de nuestras inseguridades. Tenemos que acortar distancias, ser más concretos y pensar a futuro, pero ser más inmediatos- le había dicho Natalia en aquel mismo café justo cuando Cecelia lo había dejado a él y el novio de Natalia a ella. “Junta de corazones rotos”, la habían titulado. Lo recordaba porque a los dos los habían ilusionado tanto y después sus parejas les habían dejado.
-Yo sólo quiero alguien que me quiera- le decía Leonard mientras sollozaba un poco, nada de lágrimas, nada de dolor profundo, en aquel entonces no dejaba sus emociones tan al descubierto.
-Pero no tienes que esperar a que alguien te dé el amor que te falta Leo, no puede ser así, no puedes esperar ser el mundo para alguien.
-Ha de ser hermoso ¿no?, saber que tú eres el mundo para alguien, así como ese alguien es el mundo para ti.
-Es hermoso- dijo Natalie con tono serio y algo rudo- pero no podemos seguir amando a las personas más de lo que ellos nos aman a nosotros, es destructivo. Yo maté mi relación, siempre le estaba preguntando si me quería, si me extrañaba, lo cansé y corrió.
-Pero yo le di a Cecelia todo el espacio que ella quisiera, yo le di la oportunidad, no me molestó ser paciente…
-No, no, Leonard, es que en mi caso fue producto de mi inseguridad, en el tuyo también. Queríamos que nos quisieran como nosotros deseábamos.
-Eso no es cierto. Natalie, tú sólo querías una especie de recepción, era como mandar un mensaje y esperar a que fuera respondido. En mi caso la esperé todo el tiempo que ella deseara, y su deseo fue dejarme por Akenatón…
-Tu mejor amigo, lo sé.
-¡No domas a un caballo para que alguien más lo monte!
-¡Leonard!
-No me refiero a que tenga sexo con ella. Digo que ella era muy conservadora, hostil y callada. Fui yo quién le ayudó a soltarse, quién le dio confianza, y entonces llega Akenatón y se aprovecha de lo que yo logré con ella… que no fue mucho…
-Fue mucho Leonard, fue mucho. Pero también fue tu culpa, ya sabías que entre ellos existía una especie de pasión, pero la ignoraste y preferiste seguir con ella sin importar el daño.
-Y ahora tengo que ser fuerte ¿no?
-Yo lo corté, yo corté con él, debo ser fuerte también.
-Natalie, si tanto te duele ¿por qué no le pides regresar?
-Ya lo perdí para siempre, se va a ir de viaje, del país, no lo voy a volver a ver. Lo corté porque dejó de mostrar interés… pero si tan siquiera lo hubiera esperado…
-Entonces tu mejor amiga hubiera montado tu caballo.
Ambos sonrieron tímidamente. La única certidumbre en las relaciones era que siempre existiría la incertidumbre.

-¿Leo?, ¿Leo?- una voz sofisticada le llamaba, lo sacaron de su único escape: los recuerdos que pueden ser algo satisfactorios porque crees que ya lo superaste, pero entonces te cae la realidad encima. Era Cecelia quién venía acompañada de su ex novio del bachillerato: Oliver.
-Cee, ¡qué gusto que llegaste!- dijo muy fingidamente- Oliver, qué gusto también verte- dijo aún más fingido.
-Leonardo, tanto tiempo que no te veía, ¿dos años?
-Casi tres, pero ¿quién los cuenta?- Leonard los contaba, ya tenía casi tres años que Cecelia había dejado a Olvier, entonces ¿qué hacía con él ahí?
-Perdón que no te informara de la presencia de Oliver, pero quería que fuera una sorpresa.
-Estoy algo sorprendido, debo confesarlo.
-Bueno, lo logramos Cee- dijo Oliver con tono enteramente varonil y confianzudo.
-Seguro que sí- canturreó Leonard. Su voz no era como la de Oliver, no se asemejaba en lo más mínimo. Siempre le habían dicho que su voz era distinta pues tenía un tonito entre altanero y sarcástico, así como sofisticado y esnobista, pero después de todo algo aniñado.
-¿Ya pediste algo Leonard?, aquí viene la mesera. Yo quiero un té helado de limón con miel, algo sencillo- le dijo Cecelia a la mesera- ¿Sabes?- se dirigió a Leonard- estoy intentando mantener la línea.
-Bien, qué bien… en verdad- Leonard agitó la cabeza ligeramente, con gracilidad y encanto, pero no existía nada encantador en todo eso.
-Sigue preocupada por todo lo que comió cuando salimos del país- dijo Oliver con ese tonito que desquiciaba a Leonard: el tono de los amantes desenvueltos que no temen ventilar su vida frente a los demás.
-¿Fueron de viaje? Bien- Leonard volvió a agitar su cabeza y después se dirigió a la mesera- Yo quiero una malteada de fresa y un pastel de chocolate.
-Yo chocolate caliente, pero que sea bajo en grasa y con leche deslactosada, por favor-concluyó seductoramente Oliver.
-Y bien Cee, ¿cuál es la sorpresa?, ¿van a tener un hijo o algo así?
Cecelia rió –No. Pero quizá algún día. No te había dicho, pero Oliver y yo regresamos hace poco y él me llevó de viaje por un encargo que tenía su padre. Nada del otro mundo.
-Sólo nuestro reencuentro.
-Sí, sí, se nota- Leonard agitaba una y otra vez su cabeza con un recato desesperado.
-Bueno, es que Oliver escribió una antología de cuentos, muy buena, deberías leerla ya que sabes mucho de literatura Leonard, es apreciable con la reducción, la síntesis, los cuentos son muy difíciles de escribir, como tú lo dijiste, por la cohesión de un inicio, un nudo y un desenlace. No como la novela que se puede jugar más con la estructura…
-Sí, Cee, sé lo que digo, bueno, no siempre- rió una vez más Leonard, tenía que enviar mensajes de “tranquilidad” a su cerebro- pero no sabía que escribías Oliver.
-Siempre lo había querido hacer, pero no tenía las palabras. Cee fue quién me ayudó a encontrarlas.
-Pero que bello Cee, eres un magnífico diccionario.
-Oh calla Leonard, fui su musa, eso es todo.
-Sí, musas, los creadores necesita musas e inspiración, algunos otros escritores sólo necesitan vocación y dedicación- aseveró Leonard.
-Lo mismo creo yo Leo, por eso venimos a verte…- Cecelia le tocó la mano a Oliver y este se calló para dejarla hablar.
-Leonard…
-Oh mira, ya llegó la comida. ¡Yum!- fingió con entusiasmo Leonard- es como María Antonieta, un gran postre de fresa con intenso colorante, y un pastel enorme de chocolate, una rebanada enorme.
-¿María quién?- preguntó Oliver.
-Olvídalo- Leonard tomó su tenedor y lo clavó en el pastel para poder engullir un gran pedazo. Eso era una bomba de azúcar. El pastel estaba dulcísimo y la malteada aún más.
-Oliver está muy entusiasmado por tu trabajo, supo que obtuviste la beca para escribir esa antología de cuentos, y que tu tutora es una gran escritora, una cuentista.
-Sí, ahora escribió una novela ¿la han leído? Es interesantísima, quizá hasta te veas retratada en ella Cee.
-No la hemos leído. Pero Oliver y yo nos preguntábamos si podrías presentarnos a la autora, para un pequeño prólogo, porque es lo que pide la editorial, un prólogo de alguien conocido.
Leonard, cual niño chiquito, estaba engullendo su pastel y su malteada de forma frenética. Recordó a Julia Robets en “America´s Sweethearts”, donde le hace de asistente y es llamada Kiky. Siempre recurrían a ella cuando necesitaban algo, entonces Kiky se enfada tanto que se va a comer mucha, mucha mantequilla, y se queja con el manager de su hermana (caracterizada por Catherine Zeta-Jones) sobre lo mal que la tratan: “OHHHHH ella es tan malvada, siempre está mandando… ¡¡¡¡¡¡Kikyyyy Kikikikyyyyyyyy!!!!!, ¿alguien está fumando? Odio que la gente fume ¿alguien está fumando a cuatro kilómetros de mí? ¡Detenlos Kikyyy, detenlos!”.

- ¿Entonces quieres que le diga a mi ex tutora que le prologue a tu ex novio, que ahora es tu actual amante, su antología de cuentos que ni he leído?, ¿qué recomiende el trabajo de alguien que ni conozco, admiro o estimo?
-Leonard, qué egoísta de tu parte, tú no eras así- se escandalizó un poco Cecelia.
-No, no era así, pero tú siempre has sido así. Así de mandona, malvada y oportunista. Y no puedo creer que viniera a este lugar creyendo que hablaríamos de algo que no fueras tú, tú, y sólo tú.
-Esto no es por mí, es por Oliver.
-¡Es jodidamente lo mismo!, es sobre algo que te incumbe a ti, que te interesa a ti. Todo es siempre sobre ti.
-Estás enfadado porque no te he pedido disculpas. Bien, perdóname por ser tan grosera la última vez que nos vimos. Hasta le di tu dirección al niño ese, pensé que te gustaría tenerlo cerca.
-¿Niño ese?, ¿cuál niño?- a Leonard le cruzó un escalofrío- ¡Orlando!, conoces a Orlando.
-¿Eres gay Leonard?- dijo Oliver algo sorprendido.
-¿Te incumbe?- lo retó Leonard
-Y yo todo este tiempo sintiendo algo de celos por ti y tu relación con Cee.
-No tienes porqué sentir nada, entre Cee y yo no hay nada, ni una ligera amistad. ¿Tú pagas verdad Cee? Un gusto que sigan juntos- Leonard había engullido su último pedazo de pastel, se levantó y se dirigió a Oliver- María Antonieta, la última reina de Francia ¡Idiota!- después volteó a ver Cecelia- seguro que él no ha leído a Shakespeare. Nos vemos. No me llames.
Leonard tomó su mochila y su chamarra para salir de aquel lugar. Tenía que amarse más, y darse el permiso de despreciar un poco a las personas que le hacían tanto daño.

2 comentarios:

  1. Bravo, exelente, me gustó la parte donde le pedalean la bicicleta, por asi decirlo, y el final es muy bueno, muy muy bueno, felicidades, no habia leido algo de ti, eres muy bueno.

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  2. oh, oh, oh ¿quién diría que pasarías por aquí? Muchas gracias chico Sinester, es curioso que leyeras esta entrada, la escribí en un ataque de esos algo ansiosos en un momento crucial... jom, jom. No entendí eso de la bicicleta (LO SÉ, SOY UNA BESTIAAA!!! JAJAJAJA) ya después te preguntaré. Saludossss

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