jueves, 17 de diciembre de 2009

Michael Nyman, ¡mátame!

Leonard entró a la casa y lo primero que pudo escuchar fue una partitura que Michael Nyman había compuesto para la película “The piano”, la reconoció, era “Big my secret”.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo entero, tiempo atrás no se habría permitido sentir tal impotencia, pero Nyman era una cosa en la pantalla y otra muy distinta ahí en la vida real, a unos metros de él las emociones lo desafiaban a sentir cada vez más, ¿de quién eran los dedos que tocaban el piano? La música cesó cuando Camille anunció su entrada.

Ahí Leonard empezó a perder el control, conoció a muchas personas en tan poco tiempo con tan pocos elementos y cual balde de agua helada entró en la habitación y se encontró con quién se hacía llamar Mika (en honor al cantante) un melómano sin remedio que hablaba sobre la importancia de la musicalización dentro del video digital, “porque no somos generación MTV, tienen que tratarnos con más respeto” repetía una y otra vez frente a Leonard; después estaba Gil, un chico que hablaba de sexo por cada poro “Y si hago una película porno ¿es arte?, ¿qué dices Leo?, ¿te gustaría escribir algo sobre mi película? Tal vez no haga el guión porque escribir no se me da, pero puede que me ayudes, bueno, tampoco haría mucho de dirección de actores o postproducción, la verdad es que quiero actuar, ya sabes, cojer”, Leonard sólo asentía con poca cordura; Armando estaba ahí, delgado y con un iceberg bañado con unas gotas de Vodka le intentaba aconsejar: “Si vas a estar en eso de los hombres con hombres más vale que te acostumbres a que te sean infiel, los hombres son pura pasión y nada más que eso”; después habló con Trish, un chico de cabellera larga y muy lacia, sobre los hombres que se creen mujeres no sólo en la cabeza sino que lo llevan en el vestuario “Son jotas, jotas, jotonas” le decía Trish, “No entienden que nacieron hombres y que les gustan los hombres, que no son mujeres buscando a un hombre, no todos los hombres desean mujeres que antes eran hombres, es limitarse el mercado, ya no es que te gusten sólo hombres, sino también hombres que deseen a mujeres cuasi hombres”, Leonard no tenía palabra alguna, al parecer se había metido en el Bloomsbury equivocado, pues la situación empeoró un poco cuando Orlando lo dejó para ir conversar con su ex pareja: Dorian.

Dorian era un joven atractivo que se dejaba ver sin mayor premisa más allá de ser “hermoso”, no porque realmente lo fuera, sino porque su pose lo delineaba todo. Se sostenía en un solo pié, el otro lo cruzaba ligeramente y apenas rozaba el suelo pero aún así no se veía desequilibrado, sonreía de forma natural y su mano derecha giraba acompasada con su voz, después meneaba la cabeza al ritmo de un suspiro, ligera y sin exageración alguna, con la mano izquierda acomodaba su cabello y subía sus hombros para denotar sensualidad; era un balseo corporal
, todo bien medido, todo bien cimentado en el arte de la seducción, Leonard se sintió desposeído de todas aquellas artes que jamás le fueron dadas, aún frente a las mujeres y ahora entre los hombres él no poseía nada. Entonces conoció a Murat.

-¿Y cómo era Nick?- le dijo una voz detrás de él.
-Amable y dispuesto a llevarme a todos los eventos sociales que le complaciera… ¿o te referías a otra cosa?
-Tranquilo Leo, que todos hablen de sexo no quiere decir que me interese también a mí- el chico hizo una pausa y se presentó- soy Murat, mis padres deseaban ponerme Marat, como el revolucionario francés, pero la trabajadora social, enfermera o lo que sea, no escuchó bien, es lo malo de hacer el registro a las cuatro de la madrugada donde no se sabe si es muy temprano…
-… o muy tarde- terminó la frase Leonard.
-Exacto.
-Nick y yo no fuimos más que amigos, no es un rodeo, es la verdad.
-Te creo Leo, ¿pero cómo tuviste a Nick tan cerca y no hiciste nada?
-En verdad que Nick no me gustaba, de hecho hombres sólo Orlando.
-Eso es tan dulce, no se lo digas a Armando, te dirá que los hombres son hombres y que la fidelidad no existe entre nosotros.
-Creo que lo lastimaron mucho en su relación pasada ¿no?
-A todos nos han lastimado en nuestras relaciones pasadas.
Leonard hizo una mueca, la típica mueca de las relaciones fallidas.
-Ni que me lo digas. Creo que dañé a Nick. Por eso se vengó con lo de sus cuadros, salió en un par de artículos pero siento que todo mundo se enteró.
-Aquí te conocieron afondo por tu retrato, que no te hace justicia.
-Nunca antes me habían retratado. Podría haber sido agradable si no fuera por la trágica acusación de acoso tentativo sexual.
-Quería vender y vengarse, dos pájaros de un tiro con la misma “V”.
-Nick me agradaba pero era muy incisivo y algo acosador.
-¿Incisivo? Ten una cita con Trish y sabrás lo que es ser incisivo, siempre hablando de aquello que llama “Las jerarquías de la homosexualidad”, donde están las jotas, no tan jotas y las muy jotas, pero sí de acoso hablamos, puedes salir con Gil y no te dejará en paz durante un mes preguntándote porqué no saliste con él por segunda ocasión.
-Parece que ya saliste con todos, yo sólo con Orlando.
-No he salido con todos- fingió escandalizarse Murat- a Orlando no lo he tocado porque es muy reservado, no sale con cualquiera por miedo a que lo lastimen, es como un niño frágil y su aspecto de cadáver resucitado no le ayuda.
-¿Y sabes algo de un tal Petter?- preguntó Leonard con total descaro.
-¿El antrero que se corta en público? No te conviene, tampoco Orlando te conviene, de alguna forma estás sobre todos nosotros Leonard porque no tienes ningún vicio respecto a los hombres.
-¿Cómo sabes eso? Es una torpe insinuación.
-Mira a tu alrededor, todos hablan del hombre en esto y aquello, es peor que una mala serie estadounidense sobre mujeres alteradas.
Leonard rió un poco a pesar de no saber realmente sobre aquello que le incitaba a reír. Los hombres ahí eran un cúmulo de clichés, pero se exponían de tal forma pues no temían ser juzgados, y él se estaba entrometiendo en su intimidad ¿qué derecho tenía de criticarlos? Le intentaban acoger como si fuera… ¿parte de ellos?

El aparato de sonido empezó a tocar “El concierto en Mi menor” de Van den Budenmayer, la pieza musical la había puesto Dorian. Leonard sintió que su esencia le era robada, al ex de su actual pareja también le gustaba el compositor Holandés y no sólo eso, al terminar la partitura fue el mismo Dorian quién se sentó en el piano y empezó a tocar “The Sacrifice” de Nyman. Había sido él quién tocaba con total soltura las piezas de uno de sus compositores favoritos, Leonard no podía competir contra ello y derramó una tonta lágrima, aquel mismo escalofrío recurrente le tocó la sien y discurrió por todo su cuerpo al unísono con la única lágrima que había proferido. Dorian era perfecto, desde el nombre, pasando por la pose y terminado por sus habilidades, ¿qué había visto Orlando en alguien como Leonard que no era ni atractivo o talentoso?
El chico en el piano cerraba los ojos mientras terminaba la partitura, se la sabía de memoria y no había cometido ni un error. Leonard quería salir de ahí, la realidad le pesaba así que decidió cambiar de habitación, corrió por un pequeño pasillo, la casa de Camille no era muy grande y por lo mismo era acogedora. Caminó lentamente mientras escuchaba como Dorian terminaba de tocar, y si aquel muchacho tenía las virtudes musicales de Ada, la protagonista de “The piano”, Leonard obtenía el sentencioso silencio de la misma mujer pero sin el don musical. Llegó al final del pasillo y se encontró con Edgard.

-¡Llegaste!, me preguntaba cuándo sería el día en que te vería por aquí.
-¿Tú también perteneces a la jaula de las locas?
-Prefieren llamarse el Bloomsbury ¿sabes? Tú, Marques de Merteuil. Perdiste.
-¿Perdón?, ¿perder?
-Sí, perdiste, yo sé que no sabes nada y que seguramente Orlando no te quería traer aquí, pero es aquí donde nos vemos.
-Pero qué sucio juegas Edgard, dijimos que él decidiría y me eligió a mí.
-Al inicio sí, pero ya tenemos más de tres semanas saliendo juntos.
-Mientes mi queridísimo Edgard, yo tengo más de un mes con él y…
-¿Ya hablaste con Armando?- Edgard empezó a reír- de eso me lo sé todo sobre la infidelidad, sé que sale contigo antes que conmigo, la diferencia es que contigo no puede hacer nada sucio. Él entiende que sea tu primera experiencia y te cueste trabajo entregarte a un hombre en todos los sentidos, lo que tú no entiendes es que él tiene sus necesidades y por lo mismo debe buscar solventarlas con alguien más. Te engaña desde la primer semana, ¿de dónde crees que sabe que te gusta Budenmayer? Él no es muy inteligente.
-Esto no cuadra- le dijo Leonard tranquilamente- yo sé que Orlando no me engañaría, él no es así y tú por otro lado eres un áspid.
-Leonard tú no eres tan bueno, eres tonto pero no bueno. Orlando te engaña y yo le ayudo a hacerlo. Yo gané- dijo Edgard con un encantador arrebato de alegría- dile algo Orlando.
Al escuchar eso Leonard se dio media vuelta y vio que su actual (o aparente novio) se encontraba a sus espaldas.
-El compromiso es una etiqueta moralista en la que intentas atrapar a tu pareja, es similar a un espiral sin sentido- comentaba Edgard con tono altivo- ¿para qué estar con alguien si sólo se encuentra a tu lado por simple compromiso?, ¿no sería mejor buscar a varias personas que llenen tus expectativas?
-Leo, te lo iba a decir- tartamudeó Orlando.
-¿Qué sales con Edgard?, ¿es cierto?
-No quería presionarte con cosas que después te podrías arrepentir.
-Pensé que te bastaba lo que teníamos, apenas vamos a tener… tiempo juntos, yo no me entrego así sin más- Leonard temía que su porte se desbaratara, era cierto, Orlando y Edgard tenían tanto tiempo juntos como ellos dos, Leonard sintió nauseas, pero entonces recordó a Ana Karenina, esa mujer que tanto admiraba, siempre pulcra, siempre sonriente, siempre intrigante.
-No lo tomes mal Leo, así suelen ser las cosas entre hombres.
-No lo creo Orlando, no creo que fuera esa tu intención principal, ni enamorarme ni después tener sexo conmigo, tú dijiste que me amabas.
-Nada de discursos baratos Leo- dijo Edgard con voz melosa- Orlando no lo sabe, pero lo sabrá ahora mismo. Tú y yo hicimos una apuesta donde el que tuviera a Orlando sería el ganador y yo gané.
-¿En verdad Leonard?- sorprendido y algo indignado le dirigía la mirada Orlando a Leonard.
-Ya nada queda, ni me mires así, tú estuviste acostándote con Edgard y confabulando para poder engañarme en conjunto.
-No cambies el tema Leo, ¿hicieron una apuesta?- se dirigió a Edgard- ¡¿hicieron una apuesta?!
-Sí querido- Edgard parecía estar disfrutando toda la escena- ¿qué crees que lo hacía por el sexo? Mejores hombres he tenido, primero te deseaba, después Leonard se interpuso y todo se volvió más interesante, ¡y qué bien! Porque fue tan fácil llevarte a la cama que no existía mucha retribución por el acto, pero esto es magnífico.
-Yo me retiro-dijo Leonard.
-¿Y qué ganaste con todo esto Edgard?- decía Orlando mientras sujetaba del brazo a Leonard.
-Un buen rato- Edgard sonrió- y venganza, Leo me debía una.

Entonces, cual tormentosa coincidencia empezó a tocar “Diary of hate” de Michael Nyman, la cosa se estaba pasando del drama y Leonard no quería perder las formas ni las poses, pero si no lo dejaban ir en ese instante era posible que golpeara a alguno de sus dos acompañantes.

-En verdad me voy- asintió Leonard con la cabeza, se soltó de las ataduras de Orlando y caminó rápido, más rápido por el pasillo. Llegó a la salida y se despidió apresuradamente de Camille y Murat. Volteó a sus espaladas pero Orlando no le seguía.

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