viernes, 11 de diciembre de 2009

Charla estilo Tarantino entre calzones para caballero

Tenía dos pantalones elegantes en una bolsa de aquellos altos comercios que se presumen “costosos”, pero a Leonard no le iba aquella faramalla elegante, pues aunque deseara emular algo apulento, la verdad era que no pasaba de los jeans, la mezclilla era lo suyo ¿para qué complicarse la existencia? Le había costado trabajo tener alguna clase de “gusto” o mejor dicho, de “estilo”, sin embargo al término de los trotes mundanos caía en la cuenta de que ni tenía el dinero y mucho menos una asertiva forma de vestir, era sólo él y lo majestuosos no se le daba por inercia; siempre que salía de compras con su primo Eduardo era una fascinante pelea de egos por comprar lo mejor y al mayor precio, pero ya no más, en esta ocasión había salido a comprar calzones en su tienda favorita con un precio accesible a sus cuentas de niño mantenido y sobre todo con la compañía adecuada: Samantha.

-Ya sabes que la navidad no me gusta. Bueno no es que no me guste o desagrade, no soy el mono verde que va tirando árboles navideños por la ciudad- le decía Leonard a Samantha mientras caminaban entre los estantes de ropa interior para caballero- es sólo que la navidad se me hace tan monótona, siempre pasa lo mismo, como lo mismo, subo los mismos kilos, hasta suelen regalarme lo mismo. Los regalos son lo de menos, las personas son lo primordial, pero al paso de los años me han demostrado que lo único que cambia es eso, el año.
-Si tú lo dices- hacía meses que no se veían, siempre tenían aquellas premurosas charlas por teléfono- ¿qué te parecen estos?- dijo Samantha mientras alzaba una trusa muy pequeña.
-No, mis piernas son enormes ¿recuerdas?
-Oh, las mías también, soy una vaca, debo dejar el internado, todos esos viajes y malas noches de sueño.
-Eres una mujer cosmo, al menos te puedes escapar en la navidad, llamar a casa diciendo “papá, mamá resulta que debo irme de viaje por cuestiones institucionales, ya saben, guardias escolares” y al final ¡pum!- Leonard chasqueó los dedos- estás en otro estado con tus compañeras de escuela bebiendo algo interesante, en un lugar aún más interesante rodeada de gente que podría ser interesante.
-Mucha gente desearía poder pasar la navidad como tú la pasas con tu familia.
-Prácticamente debo dividirme en tres- Leonard suspiró- y ahora que lo pienso, también voy a comer por tres. La familia de mi padre, la de mi madre y los despechados.
-¿Los despechados?
-No preguntes. El punto es que estoy cansado de la misma cosa, y ya van como tres años que le espíritu navideño no me llega.
-¿El espíritu navideño? Sólo tú le pones nombres a esas cosas que pasan y ya, no esperas que alguien venga y te de la emoción de vivir la navidad.
-Oh no querida, a todo mundo le pasa, les llega el espíritu navideño, cantan y lalalean canciones navideñas, después ponen el árbol con villancicos de fondo y bebe ponche, mucho ponche, mascan la caña y todas esas cosas.
-Aunque no creo en lo del espíritu navideño, te creo, desde que te conozco la navidad no te ha entusiasmado.
-No digas eso, me conoces desde hace cinco años, ¿quiere decir que desde entonces no siento nada en navidad?
-¿Qué voy a saber lo que sientes? Pero este año es distinto, te ves con más vida, mucho más jovial. Además no puedes decir que la cosa sea mala en navidad, siempre quién adorna tu casa eres tú, pones las lucecitas, las esferitas, los renitos, al menos desde hace cinco años que te conozco.
-Y desde antes, pero lo hago con total dogmatismo, sin mayor emoción. ¿Qué te parecen éstos?- Leonard alzó unos bóxers a cuadros muy amplios.
-¿No me dijiste que los bóxers te daban poca seguridad?
-Sí, pero ahora estoy experimentando de todo.
-Súper intenso Leo, cuídate de no magullarte un testículo con tanta libertad, ¡yuju!- dijo ella con sarcasmo- estás rompiendo los cánones. Insisto estás muy contento, ¿es por Orlando verdad?
-Sí- Leonard sonrió mientras dejaba los bóxers en el aparador. La pareja de amigos seguía paseando por el lugar como si se tratara de una florería, alzaban calzones, los examinaban, decían “demasiado mórbido”, “moralino”, “para monja”, “excesivamente puta”, “muy ajustado, muy grande, odio el color”. Mientras seguían en la plática- Tengo el regalo perfecto para él, le voy a dar el libro de la Woolf, “Orlando”.
-“Orlando”- dijo Samantha al mismo tiempo que él.
-¿No es encantador?
-No lo sé… puede que no le agrade tanto la Woolf como a ti te agrada, pero bueno, eso es de cada cual ¿verdad?
- Él será Vita Sackville-West y yo Virginia Woolf, y le haré un hijo dedicándole un libro.
-Es la única forma de hacerle un hijo.
-Bueno, no lo hemos intentado.
-¿Hacer hijos? No te precipites- bromeó ella- podría ser que no resulte… lo de los hijos y la relación, podrías quedar traumado.
-Orlando es sumamente paciente, no me ha pedido tener nada más íntimo.
-Quizá se lo coje alguien más.
La expresión de Leonard cambió, si antes era ligera así como evanescente, ahora se presentaba como un gesto muy denso y complicado.
-Lo he pensado, pero Orlando lo dijo, el otro día lo dijo sin mayor problema.
-Que te amaba- el tono de Samantha era una mezcla de ironía fielmente imbuida por el cinismo y el sarcasmo.
-Y que me quería y deseaba estar a mi lado por siempre.
-Y va que te la crees Leo, los hombres mienten, siempre lo hacen, está a su disposición y naturaleza, tú podrías hacerlo más seguido si así lo quisieras. Ya viste lo que le hizo su novio a Susana, se besuqueó con quién no debía. Aún ebrio y como gustes, el alcohol no te da lagunas mentales a menos que tomes durante años y él lo hace cada lustro, cae rendido con la primera cerveza y después se mete con cualquiera- Samantha miró fijamente a Leonard- ¿y bien, no piensas desconfiar ni un poco? Ya sabes, puedes creerle pero siempre confirma.
-Iba a decir que Orlando no me sería infiel, ¿pero quién lo asegura? Además, tener todas esas suposiciones en la cabeza cansa, mejor confió en él, no puedo vigilarlo todo el tiempo- hizo una pausa, dejó los calzones que tenía en las manos y después continuó- ¡No!, es enfermizo pensar eso de tu pareja, además, yo no creo que dentro del sexo masculino exista la exclusiva inclinación por el engaño.
-Lo dices porque no vives en un internado con más de doscientas mujeres, donde la estadística nos dice que ocho de cada diez estudiantes de ahí han sido engañadas por sus novios.
-Es contextual. Yo no soy una chica de internado y por lo tanto no busco mi chico prototípico de “internado”…
-Antes que continúes debes tener en cuenta que tu escuela, tu tipo de vida queer de clóset así como todas tus ocupaciones te hacen tan inaccesible como una chica de internado.
-No puedes convencerme de que desconfíe de Orlando, a él le pertenece todo lo que yace en mí, incluida mi confianza.
-Sin incluir la entereza de tu cuerpo.
-No lo ha pedido.
-Porque alguien más se lo coje- canturreó Samantha mientras levantaba unos calzones negros.
-Esos son perfectos ¿habrá en azul?
-Y en rojo también.
-Uy, como un dulce- Leonard se acercó al aparador para poder escoger mejor.
-No sé para qué le pones tanto interés a la ropa interior si no pretendes mostrársela a tu queridísimo Orlando.
-Oh la ha visto, de eso no cabe duda.
-Lo que no ha visto es lo que hay abajo.
-Mujer, te estás poniendo algo sucia.
-Son los calzones para hombre, me da un poco la impresión de quererlos quitar… ¿pero a quién?, ¿al gancho?
Leonard sonrió.
-También estoy contento porque me aceptaron en el club de lectura para avanzados.
-¡Felicidades!, esa sí es una buena noticia, tú entre puros hombres y mujeres que te dobletean la edad. Ya en verdad Leo ¿a dónde te va a llevar tu misantropía?
-A una cabaña alejada de la mano de Dios, en un bosque junto a un río, tejiendo chambritas para el hijo que nunca tendré por mi aversión a la humanidad- Leonard seguía sonriendo.
-Bueno, al menos tienes sentido del humor. No te había visto tan feliz desde tu cumpleaños y de eso falta poco para que sea un año.
-Aún falta, los veintiuno pueden esperar.

Tomó sus calzones y se fueron.

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