lunes, 14 de diciembre de 2009

El nuevo Bloomsbury con las nuevas perras anarquistas.

Después de comer y tener una tarde maravillosa, Leonard y Orlando pasearon por la plazuela de la ciudad, sin nada especial más allá de mirarse y reír de cualquier cosa. Leonard no sabía si era amor o sólo una terrible pasión. Él se había vendido la idea de que las relaciones eran necesidades físicas y anímicas, pero aún así pensaba en encontrar “el amor verdadero”, y aunque se catalogaba como un romántico (estúpido) empedernido, con Orlando no tenía ninguna certeza, entonces pensó –cuando no sé si lo amo, tengo presente que lo quiero mucho, en gran manera, tanto que intento dogmatizarlo, ponerlo en su lugar, como los medios de expresión, como la literatura y la escritura, porque me importa deseo conservarlo muy a mi estilo… creo que voy a matar mi relación, la estoy matando, ¡la estoy matando!- suspiró- En verdad lo amo.

-Sigues pensando de más- le sonreía Orlando de frente, siempre de frente.
-No puedo evitarlo, es innato, aunque eso no significa que piense en cosas profundas o trascendentes…
-¿Cómo la cura del VIH?
-Eso es un poco cruel, supongo que existen miles de personas interesadas en curar el SIDA.
-Y miles de personas más teniendo sexo sin importarle el asunto.
-¿De dónde salió todo eso? Te imaginaba un poco más recatado.
-Soy recatado, pero tengo mis anécdotas- Orlando seguía mirándolo de frente. Su piel mortecina adquiría un resplandor seductor con el sol, su delgada figura se evaporaba cual efímera seducción, sus manos era inexpresivas, pero cuando se movían cortaban el viento con sagacidad pues sus dedos eran largos y delgados, rectos como una vara pero delicados como el alabastro, la evanescencia que irradiaba terminaba por frustrar a Leonard, le parecía una visión, en cualquier pestañeo Orlando desaparecería y lo dejaría ahí, miserable y solo, como siempre había sido antes de conocerlo, como llevaba meses sin encontrar consuelo en nada ni nadie. Era un dependiente. Orlando suspiró- Pero a tu lado todo el mundo es poco recatado. Te ves tan…
-¿Virginal?-bromeó Leonard con total descaro.
-Susceptible- culminó Orlando con seriedad.
Cuán asertivo era Orlando. Si algo era Leonard frente a su amante era eso: una persona susceptible. Ahora lo sabía, estaba enterado de su debilidad, ¿qué haría con ese conocimiento?

-¿Orlando?- dijo una melódica voz.
-Camille, ¿qué haces por estos rumbos?
-Es una ciudad pequeñísima. ¿No?- dijo en un susurro- ¿Leo? Afortunado tú, afortunado él.
-Ah, disculpa Leonard, él es Camille, un amigo algo íntimo, le conté sobre ti antes de empezar a salir juntos, pero creo que no lo volveré a hacer, me exhibe sin temor alguno.
-Suspiraba por ti. Y cuando te llevó la nota, corrió como desesperado- Camille rió como el viento que sopla en una noche tempestuosa, fino y agudo al mismo tiempo- ¿recibiste la nota?
-No recibió la nota, no recuerda la nota.
-Es verdad no la recuerdo- Leonard deseaba hablar un poco. Le pareció interesante el tal Camille pues no conocía a ningún amigo de Orlando, y ese parecía ser todo un personaje.
-¡Hay no!, se me hace tarde- Camille miró su reloj- ¿vienen? Van a estar Dorian y Armando, pero no importa, si llevas a Leonard morirán de envidia.
-¿Dorian y Armando?
-Sí Leo, el ex de Orlando y su actual pareja.
Leonard no pudo dejar de sentirse como la joya a relucir, hecho con efectos halagadores y de tintes a favor de la consternación, ¿irían?, ¡irían!, quería conocer al Dorian, sonaba tan sofisticado.
-¿Podemos ir?- preguntó Leonard a Orlando.
-Pero si los roles ya están bien puestos. ¿Tú eres la mujer Leo?, le preguntas como si fueras la mujer abnegada. A la mierda con Orli, vamos- Camille lo tomó de la mano.
-Vamos- la cara de Orlando había pasado de un ángel mortecino a la de un alama en pena.
-¿Y a dónde vamos?- preguntó Leonard aún tomado de la mano de Camille, sonriendo como si estuviera haciendo una gran travesura.
-Pues a mi casa tontito, a la feria de la vanidades. Es un club muy selecto con gente muy selecta, todas unas perras que creen saber algo sobre el arte y la cultura. En conclusión, bebemos algo de vino, mucho vodka con mucho hielo y hablamos de todo un poco, aquí la cultura pop son las vivencias de todos, qué te pones, qué haces, con quién cojes, cómo te va en el trabajo y esas cosas, todo muy superficial, el alcohol nos ayuda a liberarnos- Camille externó su aireada risa- es como un Bloomsbury algo vulgar, pero total, todas son jotas, como en el Bloomsbury original.
-¡Oh, oh un Bloomsbury!- Leonard no podía dejar de emocionarse con la analogía- podré ser…
-No, Leonard representado a Leonard Woolf, qué aburrido, tendrás que ser…
-Virginia, obvio que Virginia Woolf.
-Sí Leonard, nadie podría ser más Virginia que tú.
Camille y Leonard reían, uno cual silbido, el otro de forma ruidosa. El tal Camille parecía una persona muy agradable y resuelta, pero la cosa le daba “mala espina” pues Orlando entornaba los ojos, se veía incómodo y nervioso ¿qué existía detrás del nuevo Bloomsbury?, ¿qué tan perras podían ser aquellas perras?

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