jueves, 27 de agosto de 2009

Dos bailarines bien cimentados, cincuenta tutus mal logrados y otra oportunidad de arribismo cultural

“La casa de la cultura” era un lugar donde los jóvenes y niños, también adultos y algunos ancianos, bueno, cualquier ser humano, podía ir a tomar un curso “Cultural” que englobaba el canto, la pintura, las artes marciales, la danza folclórica, la danza clásica, el baile absurdo de brinco, trota, arrástrate y otros cursos más que daban cauce a la ocupación veraniega de todas aquellas personas que, o bien buscaban aprender algo útil en vacaciones o quizá sólo deseaban salir de casa, deshacerse de sus padres, hijos o lo que fuera, para algunos los cursos de ballet eran la perfecta guardería con tutus.
Después de su viaje Leonard asistió a la clausura de TODOS esos talleres, su amiga Mariana iba a cantar y le había invitado a la clausura, el problema es que no sabía la hora de su momento y la espera fue un poco larga… un poco en sentido nada figurado.
Inició el programa y pasó un grupo de niñas entre los cinco y los ocho años, un número realmente encantador que cualquier padre de familia atesoraría más allá de ser el producto de deshacerse de su hija en verano. Pero después de ese número hubo otro más de “supuesto ballet” donde las niñas se paseaban en semi puntitas con sus tutus rosas bellamente ornamentados, sin embargo después del quinto número de niñitas tontas (y corporalmente desequilibradas) la cosa no parecía muy entretenida, ni los tutus eran bonitos, y si lo eran, eran de esas cosas bonitas pero aburridas, aburridísimas.
Leonard se enteró que para las personas que organizaban el evento TODOS los números de ballet equivalían a UN SÓLO número, y al enterarse que su amiga entraría en el número diez, Leonard se preguntó cuántos tutus valían su amistad con Mariana.
Después de los tutus, pasó un muchacho muy delgado (tanto que Leonard se sintió más gordo de lo usual) e hizo un “solo” impresionante. Movió sus pies fluidamente, su torso, cabeza, manos, era ballet pero con un poco de regodeo contemporáneo, la danza clásica yacía en él como mero pretexto de expresión, pues tomó lo que le servía y desechó el resto. Leonard se deleitó porque era la única persona que hasta el momento sabía bailar o expresarse mediante la danza… clásica o como fuera.
Pasó el bailarín, pasaron los niñitos de artes marciales, pasaron bailes datados en los años cincuenta con chicas cuyas faldas eran lustrosas, dentro de tanta niña en aquel baile inspirado en la película “Vaselina” sólo había un chico que bailase y no era el bailarín de ballet; este era una cosa rara, conjunción de encanto y pena, pues bailoteaba torpemente dentro del escenario, daba saltitos y se sentía John Travolta, al menos en lo delgado – ¿Qué tenían los bailarines con ser delgados?- se preguntaba Leonard quién veía número tras número, las chicas de ahí no eran muy esbeltas, las bailarinas de árabe, tahitiano y todo aquello que representara mover el bule bule, no eran más que un par de muchachas algo regordetas o semi famélicas ¿cuál era la razón de hacer el ridículo? El chico que se sentía Travolta no era más que el precursor de la pena ajena y algunas chicas que bailaban sólo se exponían cual pedazo de carne al que se le podía chiflar, aullar o ronronear. Leonard no hacía eso, su pasión tanto por las mujeres como por los hombres había muerto, más bien por la humanidad, había perdido su confianza en la humanidad.
Después de un baile de los setentas, otros dos folclóricos, una rondalla, tres coros, unas niñas que fingían hacer gimnasia, unos chicos de kick boxing, karate y más y más jovialidades llegó el turno de Mariana y el sonido terminó por arruinar su canción, la acústica del lugar era mala, las bocinas terribles, de cualquier modo ella no se desanimó.
-Lo volveré a hacer, siempre puedo hacerlo- dijo ella con jovial encanto.
-Me alegra que así lo veas.
¿Qué más podía decir Leonard? Qué realmente deseaba tener su entusiasmo y decisión. La espera había valido la pena.

Una vez que se despidió de Mariana se dispuso a salir del evento, y afuera se encontró con Martina, una chica que no se llamaba así, pero su padre era Martín, uno de los empresarios más “prometedores” de la pequeña ciudad, y con prometedor se puede decir fielmente que era un estafador. El nombre de la mujer no importaba, todos le decían Tina.
-¿Tina?- dijo Leonard cuando ella se acercó sigilosamente.
-¿Leo?- la mujer echó una risotada- pequeño bastardo ¿qué haces aquí? Que jodida coincidencia.
Leonard sentía que Tina era lo que Amalita fue para Carrie Bradshaw. Porque cuando Amalita (la mujer cazadora de hombres italianos) se topaba con Carrie, le decía “Carrie, perra, ven y siéntate con nosotros”. Lo mismo pasaba con Tina.
-Pero ven Leo bastardo, quiero presentarte a unas personas jodidamente interesantes.
Leonard suspiró –Tina, acabo de salir del evento ¿estuviste ahí? Fue muy cansado
-Pero mi pequeño bestia, claro que estuve ahí, Fernando bailaba como una diosa del ballet, aunque no le digas que le dije diosa, ya ves que todo mundo cree que es gay porque baila, pero hasta donde sé tiene una relación muy estrecha con su novia, tan estrecha que…
-También lo vi bailar, es muy bueno- le interrumpió.
-Entonces pequeño bastardo hijo de poca tienes que conocerlo, les hablé de lo jodidamente buen escritor que eres, tú y tus jodidos logros por aquí y por allá.

Una vez en el círculo de las vanidades –De regreso a la feria de las vanidades- como le llamaba Leonard a su pequeño condado, porque ya se sabía que el pueblo chico era un infierno grande, uno muy grande con mascaradas y grandes vestuarios, al igual que María Antonieta, todos se regían por el mismo protocolo arcaico, pero el lujo que evocaba la Francia de la reina mártir era aquí con Leonard el protocolo de lo jodidamente banal.

-Ferrrr, mi diosa, te presento a Leo.
-Leo, él es Ferrrrr, ella Juneeee y esta otra es Mariceee
El panel que se le ofrecía al joven escritor era el de un bailarín, una víctima de la moda y al final una chica que misteriosamente parecía “normal”.
-Leo ¿eh?- dijo June- ¿desde qué hora estás aquí?
-Desde que el primer tutu tocó la parcela.
-Son niñas encantadoras pero torpes, no saben cuál es su mano izquierda y cuál su derecha, lindo trabajar con ellas, pero estúpidas hasta la coronilla- dijo Fernando.
-Son niñas muy pequeñas- replicó Leonard con tono mesurado.
-Entiendo que quieran mostrar lo que hicieron en verano pero sólo tú valiste la pena Fer- alegó June.
-Tu padre Marcie, toda la culpa es de tu padre.
-No la jodas Ferrrrrr, Marcieeeee no tiene la culpa de ser la hija del director de “La casa de la cultura”, mírala Ferrr ¡JODER! ¡MÍRALA! ¿Puedes creer que tenga culpa de algo?
-No creo que tenga la culpa de algo- soltó Leonard con total desfachatez, estaba algo embobado.
-Gracias, qué galante- Marcie había sido total y reverencialmente sarcástica- no necesito que me defiendan chico escritor, además Fernando, no niegues que mi padre te abrió las puertas del instituto… cualquiera diría que te hiciste mi novio para llegar allí.
-Craso error- pensó Leonard- Ferrrrrrrr y Marcieeeee salen juntos- se canturreo en su interior. No estaba dispuesto a pelear por una mujer… no otra vez.
-Bueno chicos, tengo que dejarlos, estoy muy cansado, ayer dormí poco, me desperté temprano y creo que si digo la palabra con dos “t” y dos “u” voy a vomitar.
-¡TUTU!, ¡TUTU!- gritó Tina- bien bastardo miserable, lárgate y déjanos en paz- rió por lo alto la afamada Tina, más alto de lo que cualquier oído podía oír o deseaba oír.
-Gracias cariño, adiós.
-Adiós chico escritor- dijo Marice.
-¡JODER!, tendrás que venir a una de mis jodidas fiestas de verano. Bueno ¿qué verano? Se acabó el verano, igual haré una jodida fiesta.
Leonard asintió con la cabeza y se fue.

2 comentarios:

  1. hey eso fue intenso!!
    tantos tutus y despues ese encuentro tan extraño. jijijiji
    pero realmente valio la pena?
    por mi parte puedo estar segura de que me aprecias, jijiji cierto? pues aun me hablas y aparesco en este apartado jajajaja.
    te kiero micho, besos!!

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  2. Mar querida, ¿cómo no quererte? (medio redundante la pregunta eh) ya sabes que a Leonard le gustaría tener la decisión de Mariane, así como su encanto jovial y su enorme optimismo. Claro que Mariane vale todos esos tutus y los encuentros intensos. Besos.
    Te quiero.

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