jueves, 3 de septiembre de 2009

De regreso a la deducción del arte

De regreso en su habitación Leonard no sabía qué pensar… sobre todo y cualquier cosa. Las vacaciones habían tenido un énfasis adulador, había tomado su tiempo para pensar al lado de la naturaleza pero ahora debía regresar a la escuela. Había tomado un par de materias algo masoquistas, entre ellas relucía un taller en televisión y la semiótica del arte. La mayoría de los días entraba muy temprano y salía tarde, muy tarde.
Estaba más confundido que de costumbre, tenía sólo dos verdades bajo el brazo (quizá una verdad bajo cada brazo) una era que el semestre sería duro, sudaría sangre (según la instructora de tv) y la otra era que ya no tenía más dinero, sus pocos ahorros se habían ido en el viaje y sus compras exhaustivas de libros que aún no había leído, lo peor es que apenas se había editado una antología de TODOS los poemas de Sylvia Plath –Bonito momento para no tener dinero- se refutó Leonard.
La cosa es que se sentía raro, sentía que había regresado ese espíritu de adolescente de secundaria que no quiere ir a la escuela ¿la razón? No lo entendía ¿era porque las clases le resultaban absurdas? Lo que había tomado (porque eligió lo que deseaba ver en dicho semestre) era un conjunto de teoría y práctica unificada por el hecho de querer ser escritor, pero recordaba que al momento de tomar materias le había llamado por teléfono a Samantha para decirle que no encontraba un taller en el cual acomodarse.

-¿Se trata de que no te interesan los talleres que se ofertan, o no se ajustan tus habilidades a los talleres?- dijo ella en su tono habitual, uno muy duro, directo pero sin intenciones de ofender.
-Pues las dos cosas, no me interesan los talleres y al mismo tiempo sería un inútil en cualquiera de ellos, y como no me llaman la atención pues no estoy dispuesto a sufrir.
-Leonard, siempre estás dispuesto a sufrir, es lo que mejor se te da- decía con sarcasmo- ya en serio, se deduce que te enseñan en los talleres ¿no?
-Claro, claro- canturreo él por el auricular- se deduce que así debería ser, se deduceeeee- remarcó la “e” con sentido risible- pero cuando llegas a los talleres lo único que te dicen es: “SE DEDUCE que deben tener un bagaje al respecto” ¿te das cuenta que ellos también deducen que nosotros sabemos?
-Pues sí que es una carrera muy deductiva eh.
-Es lo que me fastidia, al menos me fastidia un poco. Eso que entras y todos creen que eres un pequeño artista desde los cinco años de edad, que iniciaste tu carrera como pintorcito a los ocho y te consagraste a los diez, y que ahora sencillamente llegas a pulir tus habilidades.
-Leo, corazón, todos pintamos a los cinco, el punto es que lo dejamos de hacer a los ocho, nos consagramos en otras cosas, además, tu escribes desde los dieciséis.
-Sylvia Plath lo hacía desde los ocho.
-Y murió a los treinta- Samantha usó aquel tono que tintineaba en la oreja de Leonard significando: “¡Leonard es obvioooo!”
-Lo que digo es que no quiero tomar ningún taller, no soy bueno en nada… ¿qué tomaré, arte sonoro?- dijo él con ironía.
-Pues no se que hagan en ese taller, ¿por qué no entras en algo de redacción? Qué sé yo, algo para escribir historias, lo que es tuyo.
-Me siento como Debra Messing en “The starter wife”, solo e incomprendido, intentando luchar por un no-sé-qué y al final terminaré escribiendo sobre mí mismo.
-La serie no está basada en la novela de un tal Gigi Levangie, es medio ridículo el nombre. No te frustres, escribe, es tu modo catártico de vivir.
-Meteré el taller de guión, supongo. Dicen que no te enseña a escribir un guión pero te hace buenas críticas.
-Fuimos autodidactas en el bachillerato, algo debiste aprender y eso es que nadie te va a enseñar nada de forma voluntariosa, porque cuando lo hace todo se viene abajo.

Leonard tomó el taller de guión y el de televisión, pero ninguna de las dos clases le entusiasmaba demasiado ¿es que había dejado de sentir? Era imposible, un cosquilleo de ansiedad le recorrió el cuerpo cuando la instructora de tv les describió el estrés, la locura y adrenalina que tendrían en el foro de la televisora, “Desde ahora van a trabajar en la televisión, no van a recibir paga, su pago va a ser la calificación, y no se permite faltar”
Leonard firmó con su golosa voz que no tenía problema alguno con todas esas cosas, fue hasta que la instructora dijo “El taller dura un año”, fue cuando sintió que había hecho algún pacto con el diablo, “Somos la perrada, a dónde diga que vayamos vamos”, concluyó aquella mujer que adoraba la creación en televisión.

-¿La perrada? Suena muy orgánico- Susana rió sin tapujos.
-Sí, la perrada, ahora pertenezco a la perrada.
-Pues siempre te han gustado los perros, es buen momento para ser uno de ellos.
-No sé si voy a soportar la presión…
-Soportamos manejar pruebas de VIH a mil por hora y después decírselo a los pacientes con total encanto, si pudiste con un año de eso, pues claro que puedes con “la perrada”
-No te burles Sue, esto es serio- Leonard pestañó y después empezó a reír- bueno, la verdad es que me parece una estupidez, siento que la profesora exageró las cosas, supongo que será pesado pero no como para volverse loco, es un reto ¿qué más nos puede pasar?
-Tenemos veinte años, cualquier cosa puede pasar.

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