viernes, 1 de octubre de 2010

El editor, el guionista, su director y Sid el punketo (Parte II)

Terminando una pieza tridimensional a la cual no sabía si quería o no ponerle una base como tal, Leonard divagaba entre el basamento y el pedestal. Si le ponía una base subordinaría al objeto a un espacio determinado y entonces no importaría el lugar, aula, galería, su misma habitación, donde se le pusiera sería un objeto aparentemente independiente; no obstante, si optaba por colgarlo del techo, la historia sería distinta. El asunto se remitía a la colocación, aunque el discernir e identificar tal asunto en su cabeza de nada le servía al momento de actuar. Por lo regular la teoría le servía muy bien para inspirar la pieza, pero la cuestión técnico/manual siempre se le dificultaba, terminando por remarcar sus dificultades como intento de artista… así que se sentó a ver “Ciudadano Kane”, como alguna vez le dijo Virginia Woolf: es bueno recurrir a los clásicos, siempre tenerlos a la mano.
Por lo mismo era un clásico de Leonard intentar disociar las cosas cuando le pesaban demasiado, prueba de ello es la postergación de la pieza para dar paso a la película… así como sus renuentes patrones personales interrelacionales.

Lo curioso de los patrones personales, e incluso de la verdad misma del existir, es que sin importar el conocimiento que se tenga sobre ello, sencillamente no se puede hacer nada al respecto pues están muy adentro de nosotros.
El patrón relacional de Leonard era que le gustaban dos clases de hombres:
-Los letrados y sofisticados.
-Los inmaduros y alebrestados.

Nada podía hacer con ello como verdad aparente. Sabía que en su mayoría los letrados eran ariscos y poco flexibles, incluso salió alguna vez con un hombre que bien le dejó por un documental sobre la vida de Rosario Castellanos… y no es que a Leonard no le gustara Castellanos, la amaba, el problema es que esta clase de hombres se apasionan más por la estratificación de su ego que la relación con las demás personas. Aquella ocasión conversando con el individuo, Leonard comentaba sobre sus gustos, a lo que el otro tomaba cada palabra como un reto particular. Si decía Woolf, el otro Castellanos; si decía “me gusta escribir”, el otro decía “yo leo y escribo en inglés”; si comentaba que le gustaba el cine, el otro contestaba que estaba especializado en cine mexicano; el colmo fue cuando su cita le preguntó “¿Y entonces por qué no tienes novio?”, a lo que torpemente Leonard contestó: Porque creo que idealizo un poco a las personas. Así el chico dijo que él también lo hacía, describiendo uno a uno sus exnovios y la razón por la cual terminaron, enmarcando los defectos de todos esos hombres con un tono gravemente altanero. En esa ocasión Leonard supo muy bien que era momento de retirarse.
Por eso cuando conoció a Ludwing intentó no ponerle mucha atención a toda su carrera de escribano, fotógrafo, editor, gran estudiante de postgrado; caminaron juntos dos cuadras del parque a la galería, tiempo suficiente para empezar a idealizar al editor; otro patrón en Leonard. Entrando a la galería se separó de él para no erguirle un pedestal.
-Gracias Lud- dijo Leonard aquella noche no tan lejana- tengo que ir a ver a unos amigos.
-Estaré por aquí dando un vistazo, pero dudo que mi opinión cambie sobre la obra.
-La mía tampoco lo hará, créeme- se despidió estrechando la mano de aquel glorioso editor, para ir en busca de Orlando y decirle que su tiempo ahí había caducado.
Tardó un poco en encontrarlo, pues a pesar de ser una pequeña galería, empezó a llegar más gente, una un poco más alebrestada.
-¿Qué es todo éste gentío?- preguntó al llegar al lado de Orlando.
-¡Qué bueno que regresas! Estaba por ir a hablar con los integrantes de la banda- dijo Orlando con un tono de voz aterciopelado.
-¿Va a tocar una banda?, ¿no es algo poco elegante considerando que esto es un intento de exposición extremadamente snob?
-Bueno, ya viste que el “artista” que hoy expone es muy convencional dentro de lo poco convencional. Su hijo toca en una banda de música y les pidió vinieran para ilustrar al joven público.
-Igual ya me voy, es algo tarde y tengo escuela mañana.
-Yo también Leo, pero quédate un rato más por favor, no hemos platicado sobre nada.
-¿De qué quieres platicar?
-De todo, de lo que sea y lo que piensas.
-Eso no va a pasar, al menos por hoy. Así que nos vemos después- al exclamar esto, Leonard se precipitó hacia la entrada y se topó con un chico desgarbado, muy delgado y de tez blanca. Tal fue el golpe que el chico cayó al piso.
-Lo siento tanto- Leonard le tendió la mano al chico que tenía no sólo la ropa algo desgastada, sino también el cabello bastante descuidado.
-¡¿Mucha prisa?! ¡Eh!- le amenazó el muchacho mientras se incorporaba- verás semejante hijo de puta que todos ustedes son una mierda.
-En verdad no quería tirarte- aunque Leonard sabía el accidente era su culpa, no se resignaba a ser insultado por un chico bastante insulso.
-Bueno, no hay tanto problema- dulcificó la voz aquel chico cuando se vieron a la cara fijamente- la gente es así y yo soy un bastardo bastante estúpido. ¡Ah!, Sid- el chico le tendió la mano de una forma burlesca, no en una tónica de burla hacia Leonard, sino al mismo hecho de presentarse.
-Leonard- dijo éste al estrecharle la mano.
-¿Y por qué te vas?, ni siquiera ha empezado la banda ¿eres de esos que vino a ver la mierda de la exposición?
-Sí, soy de esos.
-Oh, lo siento- fingió pena aquel muchacho- pues no entiendo ni mierda de arte, pero me gusta la música. Yo también tengo una banda, soy baterista, me jode que hagan sus toquines en lugares como éstos.
-Bueno, igual ya me iba.
-Te acompaño, ¿a dónde vas?
-A mi casa chico, y no necesito compañía.
-A ver Leo. Tú me tiraste así que me debes algo.
-Eres un total extraño, sólo sé tu nombre que ni siquiera creo sea el verdadero.
-En verdad me llamo así, mis padres estaban locamente obsesionados con Sid Vicious, hasta querían ponerme Simon John y mamadas como esas, pero mi madre le dijo a mi padre: te jodes y se llama Sid, nada de Simon.
-Muy diplomática tu madre.
-Lo era, ya murió hace como cinco años. Vivo solo con mi padre, bueno y tengo un medio hermano que mi padre se roló cuando mi madre se murió, creo que se fue a coger piadosamente y le salió mal, pero ese bastardo no cuenta. ¿Ves? Ya sabes varias cosas de mí.
-Ciertamente cosas aterradoras.
-Eres un puto anacrónico con el lenguaje.
-Y me sorprende que sepas utilizar la palabra anacrónico.
-Mira, que sea punk no quiere decir que sea estúpido- entonces Sid jaló a Leonard del brazo hacia la salida de la galería.
-No creo que seas punk. En mi poca experiencia con los de tu especie, los punks están bien muertos, lo que tienen ustedes es una mera necrofilia social.
-Pues los cadáveres no son especialmente lo mío, pero yo si te daba si estuvieras muerto.
-¿Qué?- Leonard no pudo dejar de alebrestarse con tal afirmación. Ese chico parecía sacado de una película de Hitchcock, requería huir de él, lo cual ya se sentía patético pues era el tercer hombre del que corría en una sola noche.
-Era broma. No estoy enfermo y no soy peligroso, déjame acompañarte a donde tengas que ir, al menos a tomar tu taxi o lo que sea que tomes a éstas horas. Me lo debes.
-No te debo nada. Estás enfermo.
-Tan enfermo estoy pero sigues hablando aquí conmigo.
Era cierto, existía algo en el tal Sid que intrigaba y atraía tanto a Leonard. Era otro patrón del cuál no podía despegarse, ese gusto por los chicos inmaduros y alebrestados.
-Iré a tomar mi autobús a unas cuadras de aquí y nada más.
-¿No eres de aquí? ¡Ves!, tú eres el que no me ha dicho nada. Corro peligro a tu lado, ¿y si eres un tipo de esos que van bien arreglados y resultan secuestradores? Me estoy exponiendo al acompañarte.
-Siempre puedes no hacerlo.
-Es broma, es broma ¿por dónde es?
Sid hablaba demasiado, incluso para Leonard, sin embargo era un chico bastante agradable y se notaba que era homosexual, al menos bisexual. Dentro del camino le hizo un par de propuestas algo indecorosas a Leonard, quién después de todas sus experiencias con los hombres, prefirió ignorar. Tenía una sensación de peligro al lado de aquel intento de punketo, sin embargo le atraía dicho vórtice. Intercambiaron números telefónicos y después Leonard tomó su autobús no sin antes recibir un abrazo bastante expresivo por parte de Sid.
-Si no me llamas o mandas mensaje en la semana, ¡entonces yo lo haré!
-Como gustes.
-Eres un puto anacrónico.
-Soy un clásico- dijo Leonard antes de partir.
-¿Y qué? Los clásicos se deben tener a la mano ¿Qué no?
-¿Quién te dijo eso?- se sorprendió bastante Leonard al escuchar eso de los labios de un extraño
-Pues nadie, sólo que los clásicos siempre serán clásicos, no se les puede desdeñar- después le guiñó el ojo y Leonard se fue con esa imagen en la cabeza.

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