lunes, 20 de septiembre de 2010

El editor, el guionista, su director y Sid el punketo (Parte I)

En búsqueda del texto perdido sobre el barroco, especialmente en los países bajos. Leonard desempolvaba sus libros sobre aquel siglo que tanto le gustaba: el de la ilustración. Amaba el barroco italiano, el rococó y el neoclásico francés, ya había escrito sobre todo ello, específicamente de arquitectura y escultura, pero ahora lo haría acerca de la fotografía.
Ante el aparente éxito de su ponencia sobre la fotógrafa Diane Arbus, ahora debía ir preparando el ensayo final para su materia teórica/genérica/fotográfica.
Leído “Por una filosofía de la fotografía” de Vilem Flusser, se dignó a efectuar su cometido: la comparación entre el cine (fotografía en movimiento), fotografía fija, literatura y el barroco. Era un ensayo algo ambicioso, trataba de la comparación entre la novela de Tracy Chevalier, “La joven con el arete de peral”, con la adaptación del texto por el director Peter Webber, específicamente con la fotografía de Eduardo Serra, quién se inspiraba en los cuadros del pintor holandés Vermeer. Y aunque carecía de información técnica, como lo era la modulación de la luz, técnicas de iluminación y el uso teórico de la caja negra, Leonard tenía entendido que su tarea era sencilla: leer.
Por ello subió al estad de su biblioteca personal para revisar los pequeños fascículos que le habían regalado sobre el barroco, recordaba tener un específicamente sobre Vermeer, con él ya tendría tres libros entorno al pintor. Pero a pesar de todo su interés, no dejó de sentirse raro. Cuando terminó de fabricar su ponencia sobre Diane Arbus para presentarla al próximo día, lo único que pensó era que no valía la pena –La valía de una ponencia se remite exclusivamente al interés de quién la escucha. Por mi parte ya tengo bien clara la visión de Arbus, pero a esos fotógrafos poco les importa- pensaba, pues evidentemente Leonard creía que la mayoría de los fotógrafos en la facultad era estúpidos, pocos iban más allá de la imagen bonita para brindar algo poderosamente conceptual –Todos se respaldan en la gestión de la postmodernidad mediante la imagen, que sin darse cuenta, no llega a ser una buena imagen. En términos críticos, no debería llamarse ni fotografía- rumiaba algo malhumorado. Efectivamente al exponer sobre Arbus, fueron pocos de los fotógrafos que le pusieron atención, y al compartir opinión con ellos, algunos le preguntaron: ¿Pero qué es un freak?
-¡Al demonio con los fotógrafos!- sacó un libro y tosió, ahí estaba Vermeer así como su teléfono celular sonando. Bajó del estad con el libro en mano. Contestó el teléfono, era Orlando.
-¿Diga?- dijo Leonard como si no supiera quién le llamaba.
-Leo, dime que estás disponible. ¡Ah!, soy Orlando.
-¿Cómo estás? Pues sí, tengo el día libre, entre comillas realmente- era su día perteneciente a la larga suspensión proveniente de las fiestas patrias nacionales. Con las manecillas del reloj marcando las diez de la mañana, tenía tanto tiempo como deseara para leer sobre el barroco, pero Orlando exigía atención. Seguro se referiría a la grabación de su cortometraje.
-¿Cómo entrecomillas?- inquirió Orlando
-Pues sí, no tengo nada que hacer más allá de lo que yo he planeado, y eso es leer.
-Tú siempre leyendo. Mira, te necesito aquí en la ciudad para que te presente al equipo de grabación. Conocerás al director de fotografía y podrás charlar con él.
-¿Tiene que ser hoy mismo? Estoy fatigado. Quedamos en que calendarizarías todo.
-Sí, lo recuerdo. Pero también quiero que vengas a una exposición de fotografía en la galería principal del centro. Tenemos la posibilidad de encontrar a un patrocinador.
-Es absurdo, no quiero molestar a los supuestos grandes empresarios con nuestra propuesta.
-No seas necio. No llevaré capeta de trabajo ni nada. Sólo nos mezclaremos, charlaremos sobre fotografía, que últimamente bien se te da y después comentaremos sobre nuestro proyecto.
-Quieres que lo venda a los tipos esos ¿verdad?
-De todo el equipo, eres el que tiene más encanto.
-¿A qué hora es la exposición?
-A las siete, pero prefiero que vengas a las cinco para que hables con el equipo.
-Está bien.
-Gracias Leo. Puedes traer tus cosas para que te quedes en mi departamento.
-No creo salir tan tarde de la exposición. Regreso a mi casa.
-Como gustes- refunfuñó Orlando y acto seguido, colgó.

Resultaba que no sólo tenía que dar ponencias frente a fotógrafos que poco les importaba la obra de Arbus, sino también convencer a uno de que patrocinara el cortometraje. En la exposición su blanco a perseguir era un hombre bonachón, fotógrafo que tomaba imágenes de casi cualquier cosa. Lo que no le había dicho Orlando era que el mismo exponente de ese día, era aquel al que pretendía pedirle el patrocinio.
-Es prácticamente una adaptación de “Las amistades peligrosas”, bueno podría decir que de ahí se inspira- hablaba Leonard con el fotógrafo bonachón, posible patrocinador.
-Suena prometedor, ¿será de época?
-No, para nada. Es una adaptación muy libre, una donde el personaje de Madame Tourvel es quién toma la delantera para la venganza, enloqueciendo y privando de su libertad sexual a sus acompañantes- Leonard volteó a ver a su acompañante de charla, quién al parecer no entendía nada- es básicamente un drama pasional.
-Eso me gusta. ¿Ya tienen… a la jovencita que hará a Madame de Tourvel?
-Es…- maldijo mil veces a Orlando. No le había dicho al fotógrafo bonachón que el cortometraje era sobre homosexuales. Si era un homofóbico cualquiera, el patrocinio sería imposible. Además, después de todo ¿para qué quería el dinero de éste hombre en específico?, ¿Qué acaso el mecenazgo con una persona en particular no era algo añejo? Para eso estaban las instituciones y los programas de becas y… Leonard estaba en una encrucijada.
-¿No la tienen? No hay problema. Mándame la carpeta del proyecto el próximo lunes y ya veremos si les puedo ayudar con cosas o dinero.
-Gracias- fue lo único que pudo decir Leonard antes de deslizarse a la barra de bocadillos. Se sentía abochornado. Alguna vez en su clase de “Postproducción” le dijeron que ciertos productores y patrocinadores se creían con potestad sobre sus trabajadores, específicamente con las de sexo femenino. Así que el fotógrafo bonachón querría follarse a la inexistente actriz principal.
-¿Cómo te fue?- llegó Orlando en compañía de Michael, el director de fotografía. Un joven no mayor de los veinticinco años que estudiaba el grado de maestría en “Arte” como producción, dentro de su facultad. Era heterosexual, hasta donde sabía.
-No muy bien. Me dijo que le mandáramos la carpeta de trabajo, pero honestamente no le veo pinta de ser progay, es más, creo que quiere tirarse a nuestra supuesta actriz principal.
-¿No le dijiste que era un drama gay?- Orlando se notaba algo sorprendido.
-Mira, tu plan tiene muchos hoyos negros. Primero, no me dijiste que el supuesto patrocinador era el mismo que exponía hoy. Bien podría haber investigado sobre él y así tener en claro si está a favor de la homosexualidad o mínimo del cine. Tu segundo error fue no decirle nada previamente, me mandaste sin que antes supiera sobre nuestra existencia y tercero, no creo que necesitemos el patrocinio de éste hombre, me haces sentir ridículo… -para la última parte del diálogo Leonard había alzado un poco la voz.
-Leo, tranquilo. Le mandamos la carpeta y si resulta bien, sino también. Ven vamos a pasear por la galería.
-Su obra es malísima. No gracias, voy afuera a fumar. Ni se te ocurra acompañarme- adelantó a decir Leonard. No podía creer que aceptara la tarea de ser director del estúpido guión de Orlando, y además ser intermediario monetario.

Evitó los balcones. Le traían malos recuerdos. También las entradas. Los primeros le trajeron a Orlando, las segundas a Nick. Salió a sentarse en una banca del parque más cercano, a dos cuadras de ahí. Estaba oscuro y sólo veía a un par de novios besarse sobre el frio césped, así como un hombre de entre veinticinco y treinta años de edad tomando fotografías.
-Pero ¡qué absurdo!- bufó succionado la nicotina de su cigarro –tomar fotografías a éstas horas, venir a una exposición de fotografía. Podría estar estudiando sobre el barroco.
Apreció cómo el hombre se iba acercando poco a poco con su cámara en mano. O eso parecía, bien podía ser un arma, viéndolo un poco más de cerca no estaba seguro de lo que tenía en mano aquella silueta antropomórfica. Quizá debió quedarse en las entradas y los balcones, posiblemente le asaltarían, en el mejor de los casos.
-Hola- dijo el hombre ya estando a una distancia pertinente, y que sí llevaba una cámara fotográfica en mano- ¿te puedo tomar una foto?- más de cerca, el hombre le pareció algo conocido.
-Mejor no- contestó Leonard ya con el miedo disuelto y su espíritu corrosivo made in Karenina activado.
-¿Por qué no? Mira, me gusta tu silueta con el cigarro en mano en pleno parque.
-No estoy de humor para nada que tenga que ver con la fotografía, además, ni te conozco.
-Soy Ludwig, puedes decirme Lud- el hombre le tendió la mano- además, no soy fotógrafo, lo hago por mero pasatiempo, soy algo malo en todo esto. La verdad es que las cosas están ahí y yo sólo puedo manipular la cámara para que me salga una imagen agradable.
-Si no eres fotógrafo ¿por qué tanta insistencia? Además, la reducción de una fotografía al término “agradable”, es muy obtuso.
-Bueno, soy editor, no me critiques tan severamente.
-Te me haces vagamente conocido.
-Estudio la maestría de Literatura en la facultad de Arte, quizá me hallas visto ahí- dijo Ludwig y se sentó a su lado.
Ahí estaba, claro que lo conocía. Era ese hombre atractivo que veía por los pasillos fumando en contrapposto recargado en algún pilar. Leonard no le prestó mucha atención en su momento, ya que por un lado, con su corta experiencia, comprobó que los alumnos de primeros semestres no eran muy brillantes y que poco les interesaba tener una charla amena sobre arte contemporáneo; por otro lado no quería saber nada sobre los alumnos de postgrado, con Nick ya había tenido suficiente. Así que seguramente una cara nueva era o de primer semestre, o de postgrado.
-¿Sí es de ahí?, ¿estudias arte?- insistió levemente.
-Sí, estudio arte en la misma facultad donde tú haces el postgrado sobre Literatura. ¿Y qué tal?, ¿es bueno?
-Es una mierda- lo volteó a ver. Como estaban sentados uno al lado del otro su cara le quedó muy cerca a Leonard, quién no tuvo más opción que permanecer ahí, muy cerca- ¿Tienes un cigarro que me regales?
-Claro- sacó el cigarro y le prestó su encendedor.
-Ese postgrado es una mierda, muy ligero, debí hacer otra cosa.
-Como tomar fotografías, quizá…
-Puedes burlarte- empezó a reír Ludwig- pero me gusta. No me gradué de una universidad de arte así que tengo muchas deficiencias. Estudié historia y éste es mi segundo postgrado.
No podía negarlo, a Leonard los hombres letrados le atraían bastante, sin embargo no se encontraba de humor para ir idealizando a los de su propio sexo y mucho menos sin saber si éstos eran homosexuales.
-Suena interesante, pero debo regresar a la galería que está aquí a un par de cuadras, se supone debería estar socializando a la antigua.
-¿Quieres que te acompañe? Está algo oscuro.
-Como desees, la exposición es de fotografía, quizá te interese.
-Lo sé. También fui a la inauguración, la obra es muy mala.
-Lud, ya me caes bien- sonrió Leonard y se dejó conducir en la oscuridad por aquel hombre letrado.

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