domingo, 17 de octubre de 2010

Ese niño Gerber: cuestiones de nacimiento y crecimiento

-Claro- dijo Leonad- ¡claro que sí!, es obvio que preferiría mil veces ser una especie de Kristof Kieslowski antes que James Cameron, ¿por qué la pregunta Sue?- Leonard hablaba con su amiga Susana por su teléfono celular. La última semana se la había pasado encerrado en su habitación, producto de una pieza que se negaba a ser gestada.
-Quería invitarte al reestreno de “Avatar”- dijo su amiga del otro lado del auricular, y específicamente, al otro lado de la ciudad.
-Bromeas ¿verdad?- bufó Leonard por el teléfono. Lo único que tenía activo era ese celular. Ya había arrancado el teléfono de la línea de su casa cual Sartre pero sin el ingenio del teórico existencialista; también cerró su puerta con seguro por la parte de adentro; cerró sus cuentas tanto de chats sociales así como sexuales. No deseaba saber nada del mundo hasta que la pieza estuviera terminada.
-Claro que bromeo. Te conseguí la primera película de Kieslowski.
-¡¿BLIZNA?!
-Esa misma, “La cicatriz”, ¿Qué te parece una charla de café?
-No puedo… ¿es un chantaje verdad?...
-Bueno, en parte. Carlota me habló y me dijo que tienes una semana metido en tu habitación, como la canción de Mecano sólo que tú intentas producir algo aparentemente grandioso.
-Es mala, la obra va mal… llevo dos días sin bañarme. Antes de juzgarme considera que es poco tiempo.
-Tu habitación luce como en reconstrucción.
-Mi hermana no debería hablar contigo tan seguido. En fin. Sue, aunque amo a Kieslowski no puedo ir justo ahora, ¿te parece la próxima semana?
-Está duro si no quieres salir por una película de tu director favorito, eso y una de tus amigas más antiguas.
-Sue, no hagas eso, tú estás sobre todos esos chantajes emocionales.
-Como dirías tú: lo sé. Sale pues, nos vemos la semana entrante.

Leonard no sentía más que pena al dejar a su amiga y director de cine favorito para continuar una pieza destinada al fracaso, pero no podía parar, Shirley le entonaba por las bocinas de su computador la canción “Happy Home” y Garbage inundaba su habitación.
-La basura- pensó- la basura inunda mi habitación- tomó la brocha y volvió a lo suyo. Era la tercera capa que le daba al muro y ya alucinaba el color blanco, le pareció risible que el blanco significara la igualdad, cuando por falta de la misma estaba ahí sometido ante sus propios demonios- Berger tiene toda la culpa. Él y su inaudita forma de producción, para que después me venga a echar esa mirada de “tú eres trivial” y confirmarlo con el diálogo “pero si eres un citadino nada más”, ¡claro!, con esa mirada y ese diálogo lo único que concreto es que para él soy un citadino bastante trivial. Sólo faltó decirme “a ti que todo te fue dado”. ¡Desgraciado!
Evidentemente Leonard estaba teniendo una mala semana provocada por una histeria personal vinculada al chico que él creía extremadamente talentoso –Ese Berger… ese niño Gerber- mascullaba- pero ya le enseñaré a todos los que me toman por un citadino banal y esnob prepotente. Ya les mostraré que puedo producir obra tan buena como ellos y que no sólo soy un bobo escritor- la culpa no la tenía más que Leonard, quién teniendo el ego bastante hinchado fue desinflado por un par de frases por parte de alguien a quien admiraba. De la noche a la mañana Berger se había erguido como el estudiante perfecto: actor, teórico, fotógrafo, bailarín y posiblemente cantante. El problema fue cuando le dijo a Leonard: No podrás ver lo que yo porque tendrías que volver a nacer. No sé como lo veas tú desde tu mirada de chico citadino.
-¡Decirme que más me valiera volver a nacer!- medio gritoneó en su habitación el bobo escritor- ¡Pero ni en la cátedra eclesiástica me han insultado tanto! Me niego a creer que es necesario volver a nacer para tener conciencia sobre aquello que me ha sido vetado por el simple hecho de no nacer en un contexto específico- para Leonard era difícil comprender que por más estudio que tuviera jamás alcanzaría los niveles de comprensión de otros de sus compañeros cuyas experiencias en la infancia le habían brindado. Él que sólo se la había pasado en su habitación leyendo por tanto tiempo, ahora le decían que de nada le servía- ya lo verá, presenciará algo natural e innato, y no sintético como me dio a entender- aventó la brocha sobre su cama y manchó las sábanas- ¿pero será posible?, ¿jamás entenderé nada de lo que él ha vivido?, él tan pleno que es ¿será que logra todo lo que se propone por las oportunidades y restricciones que tuvo en los primeros quince años de su vida?, ¡quince años!, creo que a esa edad lo único que yo hacía era leer el cuarto tomo de Harry Potter y ver algunas películas de fantasía, ni llegué al grado de otros escritores prodigio para leer a Poe, Kafka o Lovecraft. Y él… ¡y él! no tuvo más que cultivar el físico y la habilidad física porque vivía alejado de la ciudad, y ahora que vive en ella la explota al máximo, mientras yo estoy, y estaré, en el intersticio. Aquí en mi ciudad de provincia no logro más que encerrarme a producir. No tengo acceso a programas o eventos culturales, a becas, talleres, al teatro, al cine, no existe nada más que lo netamente comercial, ¡ni un buen puesto de piratería sobre cine de arte tenemos!, pero claro que él aprovecha vivir en la ciudad donde se encuentra la universidad, ahí todo marcha sobre ruedas ¡no lo sabré yo que viví dos años ahí!- se quedó por un momento mirando al vacío para después explotar en cólera- ¡pero ni lo aproveché! Sólo me metí en un par de juntillas sociales a beber cocteles y probar canapés… Lo que daría por regresar a la ciudad, lo que daría por estar en el apabullante ritmo de la ciudad y su siseo imparable durante la noche. La vida nocturna y las escuelas vespertinas. La ciudad, la universidad, la gente corriendo por las aceras para ir por el desayuno o cultivarse en su curso matutino; mojándose las ganas de aprender más. Amaba esa ciudad y ahora me sofoco en la absurda monotonía de la extra provincia. No estoy teniendo ningún avance, voy en retroceso mientras los demás, el mundo mismo, siguen girando sobre su eje. Repite la vuelta una y otra vez, reiterando y rectificando el ritmo. No soy más que un trauma malinterpretado por la sociedad. Tendría que estar produciendo obra seria, textos serios, ser más serio. ¡Carajo!- volteó hacia donde se encontraba la brocha chorreante. Seguramente le costaría mucho trabajo sacar la mancha, es más, se resignaba a que nunca saldría- ¡carajo!
De fondo Shirley Manson cantaba “Androgyny” y eso a Leonard le parecía bastante irónico. Ella decía:

When everything is going wrong

And you can't see the point of going on
Nothing in life is set in stone
There's nothing that can't be turned around

-Sí claro- rió Leonard lo más alto posible- como digas mujer. Yo sin una buena pieza, sin experiencia, sin oportunidad de cultivarme y sin novio, no sólo quedaré solterón sino también seré un ignorante.
¿Por qué le frustraba tanto los avances de un chico como Berger?, ¿por qué él niño Gerber había logrado tanto en tan poco mientras él apenas podía mantenerse en dos piernas? Gatear, caminar, correr o volar, en el arte uno nunca sabe realmente en qué estado se encuentra, siempre existe una terrible subjetividad en la evaluación de las piezas y los proyectos, así como una devastadora autocrítica por parte de quién efectúa la obra. Leonard quería volar en muchos aspectos aún cuando las piernas no le reaccionaban.

Shirley empezó a cantar el coro:

Boys

Boys in the girl's room
Girls
Girls in the men's room
You free your mind in your androgyny
Boys
Boys in the parlor
Girls
They're getting harder
I'll free your mind in your androgyny

A la par Leonard retomaba su brocha y daba una cuarta capa de pintura a la pared –El blanco será blanco o no será- fue lo último que pronunció en voz alta ese día.

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