lunes, 28 de febrero de 2011

Bolena en las entrañas

-¿Me quieres?- preguntó entre las sombras tranquilamente.

-No sé- contestó el otro con mucha más calma.

-¿Me quieres o no? Tienes que decírmelo- insistió Leonard bastante ebrio en la oscuridad. En la oscuridad porque el francés no besaba en público, en la oscuridad porque aunque el francés tenía novio en su país natal, sus padres lo sabían y se decía protector de los derechos homosexuales… el francés, no besaba en público.

-Me tengo que ir- dijo Jean-Paul algo mareado y cansado de tanta palabrearía insensata por parte del estúpido mexicano.

-¡Necesito saberlo!, ¡sólo dime si me quieres!- gritoneó Leonard. Estaba ahí, el drama estaba nuevamente en su vida como catalizador de la existencia.

-No sé, ya te dije que no sé- el francés se veía bastante irritado.

-¡Sí o no!- vociferó Leonard. Estaban en su departamento. La fiesta sonaba en el exterior, ellos se encontraban en la habitación de Leonard, se habían escondido porque el francés lo evitaba en público.

El tiempo se presentía lento pero no tranquilo, asfixiante sería la palabra que le venía a la mente a Leonard, su pseudo relación de un mes con el francés era eso, asfixiante, una relación sustentada en el sexo y la infidelidad. Jean-Paul tenía novio, un novio que no lo quería (pues este amaba a su ex novio), aún así el francés amaba a su novio pero le era infiel (sospechaba Leonard) en un frenesí de venganza. Se follaba el mexicano como sinónimo de aparente libertad, era como decirle a su novio en Francia “Mira, tú amas a tu ex novio, yo me follo al mexicano”. Después Leonard se enteró que todo lo publicaba en su facebook, como él en algún momento lo hacía en los blogs. Todo eso le parecía una mala serie norteamericana, y se preguntó si acaso la vida dictaba lo que pasaba en la televisión, o era la televisión la que se incrustaba en el inconsciente colectivo.

-No- dijo Jean-Paul y rompió la lentitud del tiempo, el sopor, el ardor, la ambigüedad emocional. “NO” dijo Jean-Paul, no lo quería, ya ni hablemos de amar, sencillamente no lo quería. ¿No era eso lo que quería Leonard?, ¿una respuesta? Karen, su amiga en México, le había dicho que cualquiera que pregunta debe someterse a la respuesta. Entonces ahí estaba la contestación, un “NO”. Pero eso no fue todo, también hubo una plusvalía- Sólo quiero jugar contigo- remató el francés con una sonrisa burlona… al menos le pareció ver una sonrisa porque estaban en la oscuridad.

La reacción de Leonard fue como la de Ana Bolena al ser acusada de perder al primogénito de la nación. Ardió en llamas por el interior y lo cacheteó, golpeó fuertemente su rostro con la mano abierta. De un momento a otro Leonard había pensado en hacerlo, pero sin mayor preámbulo, cuando recuperó la conciencia, ya lo había hecho. Lo golpeó, con mano abierta, como una jotona de la más baja ralea, como una princesa estúpida, todo un gay indignado sin dignidad.

-¡LÁRGATE!- gritó como nunca en su vida- ¡LÁRGATE!- y vio como el francés se ofendía hasta la médula y salía al salón principal como todo un Enrique VIII herido en el orgullo, ¿o sería mejor decir un Luis XIV?, sí, un Luis XIV, porque Enrique VIII habría devuelto la cachetada, Enrique VIII habría besado en público, Enrique VIII hizo a Ana Bolena pagar, cualquier cosa o aspecto, pero no sería la orgullosa indiferencia.

Leonard se quedó cual Bolena, con la imposibilidad en las entrañas. Le era insuficiente, todo su conocimiento, toda su cultura, el que cruzara “el charco” (como llamaban los mexicanos al atlántico), que expusiera en lugares algo reputados, que terminara cuentos, novelas, críticas, que fuera un alumno perfecto o un buen amigo, un hijo modelo, que supiera ocultar toda su vanidad, que supiera engañar, nada le servía con un hombre como Jean-Paul al que el orgullo le era sinónimo de vida. Jean-Paul no le quería, como nadie le había querido cual pareja.

No debió golpear a Jean-Paul, debió golpearse a sí mismo, explotar. Pero como una Ana Bolena abortista, ella no podía hacer nada para no perder al hijo, ella no podía hacer nada para quedar embarazada si no la penetraban… Leonard no podía hacer nada ante el desinterés y la falta de afecto por parte de Jean-Paul, nada más que controlar sus emociones, y eso no lo logró.

A la mañana siguiente le envió un mensaje pidiéndole disculpas por haberle gritado y abofeteado, también le solicitaba el verlo en persona para aclarar la situación, pero Jean-Paul no contestó. Ese día no salió de su departamento, tomó un libro y lo devoró sin mayor interés que el vaivén de las páginas; escuchó “Koop Islands Blues” y no fumó ni un cigarrillo. Volvió a pasar, perdió otro hombre ¿y qué? La vida, su vida, en todos lados era igual, porque sin importar donde se encontrara los patrones psicológicos no se perderían. Cerró el libro, era media noche y salió a bailar. La vida seguía con o sin Francia a su lado.

2 comentarios:

  1. Muy interesante...umm.

    He visto que te gusta Easy A? Tengo algunas fotos del estreno en LA, Casualmente se hizo minetras estaba alli de viaje... jeje
    Kiss

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  2. jajajaja gracias chico, por el interesante y el "umm", también por pasar.

    ¡Qué envidia! Yo amo "Easy A", luego pasaré a tu blog para ver las fotos. Saludos.

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Lalalea aquí