viernes, 25 de febrero de 2011

Erasmus

Según la wikipedia, santa madre de toda la información falsa, ERASMUS es el acrónimo del nombre oficial en idioma inglés: European Region Action Scheme for the Mobility of University Students, "Plan de Acción de la Comunidad Europea para la Movilidad de Estudiantes Universitarios”. Lo que lleva a que un alumno Erasmus es un chico o chica, europeo que se encuentra de intercambio en un país de Europa que no es el suyo.

Los Erasmus eran muy comunes en la nueva escuela de Leonard (que ya ni tan nueva, un mes se había pasando volando), estos chicos se la pasaban haciendo fiestas, estudiando poco, saliendo cada noche, bebiendo vino barato, teniendo sexo con otros Erasmus y sobre todo, engañando a sus parejas. La mayoría de estos jóvenes tenían novios en sus países natales, pero, conociendo la mala fama de los alumnos Erasmus, muchos terminaban con sus novios o hacían una pausa durante su estancia. Jean-Paul era un Erasmus. Jean-Paul tenía novio en Francia.

Lo irónico de la ecuación es que ahora Leonard era una total Du Barry, amante de un chico francés, amante de un Erasmus que sólo deseaba ¿divertirse?... la verdad era que Leonard se estaba involucrando cada vez más con su chico francés, ya lo llamaba así “SU CHICO FRANCÉS”. El chico a veces delicado, en otras tantas arrogante, amoroso, tierno o vehemente, Leonard no podía dejar de pensar que si la distancia entre él y Jean-Paul no fuera tan grande, entonces quizá sería el hombre perfecto. Pero claro, la perfección no existía.

Sentado en el sillón de su departamento, con cigarro en mano (lo estaba intentando dejar) tomaba la obligada taza de café vespertina. Un hombre acababa de salir de su departamento, un hombre español no muy joven pero tampoco viejo, algo feo pero de cuerpo atlético… sin embargo a Leonard no le importó. Quedaron de verse para tener sexo pero después él se sintió desinteresado, veía al español como un paño húmedo y arrugado, viejo, triste, blasfemo… ¡era una blasfemia!, le gustaban las cosas vulgares de México, -Le gustan los grupos musicales para chicas y pensó me seduciría con sólo decir que era mitad español y mitad mexicano- Leonard estaba molesto, pero ¿por qué?, ¿qué le hacía hervir la sangre?- además- vociferó, en ese momento estaba sólo en su departamento, las chicas con las que compartía el sitio habían salido- dijo que era joven… ¡joven! Joven se es aún a los treinta años, dijo tener treinta años, pero él tenía casi cuarenta… ¡y cinco!, a la mierda con ese hombre…- se quedó callado. Jamás en su vida se había sentido tan inferior, superfluo, se había dejado tocar por ese vejestorio ignorante lleno de frustraciones homosexuales, lo quería de “amigo sexual”- pero si ya tengo un amigo sexual, ese es Jean-Paul… pero… pero… ¡carajo!- se había prometido no comprometerse con nadie, ni de manera social, ni mucho menos de forma emocional. Sin embargo ahí estaba Jean-Paul, él con toda su conducta francesa, su gusto por lo kitsch pero su gran nivel cultural ante las leyes, la historia de su país, un intelectual sin duda, algo prepotente pero inteligente… no del todo, en algunos puntos era cerrado y conservador. Se batía en duelo si era necesario por el simple hecho de proteger una idea, una idea errada, aunque supiera que estaba errada la defendía por mero orgullo. “Los opuestos se atraen”, pensó Leonard.

¿A quién pretendía engañar? Sí, el vejete español tenía un par de canas, pero no era feo, tenía muy buen cuerpo, un excelente color de piel, pero parecía faltarle personalidad y alma. No se podía interesar en él, aunque había estado en tiempo pasado con otros hombres viejos, calvos, gordos, hombres que le pagaban por sexo. Pero este que era por placer, pues sencillamente no le daba ninguna clase de bienestar. Estaba a tres centímetros de amar a Jean-Paul, porque sólo pensaba en él, por eso todos los demás le parecían o muy viejos, o muy feos, o muy ignorantes, muy torpes, obtusos, blancos, calvos, muy gordos, muy delgados, muy amanerados, muy masculinos, muy musculosos, muy altos, muy bajos, muy distantes de lo que no era Jean-Paul y sus hermosos ojos color marrón claro.

-Pero él tiene novio, un hermoso novio francés con el cual se la pasa teniendo sexo en lugar de entrar a sus clases- se decía Leonard a sí mismo al recordar que Jean-Paul había alardeado de su poder para pasar sus materias con mucha facilidad “Prefiero ir a tener sexo con mi novio y hacer fiestas”, le dijo Jean-Paul – ¡Y ya!, pues ama a su novio, ¡que vaya a Francia para follarlo! Yo no estoy aquí para ser su juguete sexual, maldito Erasmus de mierda.

No es que Leonard quisiera un novio definitivo en España (lugar donde estudiaba), sobre todo porque no podía tener una relación estable después de sus seis meses (ahora cinco… ¡cinco meses!, moría de miedo, el tiempo se acababa) pero lo que sí quería era alguien especial para pasar esos meses… y Jean-Paul lo era en muchos sentidos, pero no en otros tantos.

Sólo estaba seguro porque se odiaba. Primero por involucrarse con un francés; después por intentar hacerse el indiferente y llevar a un vejete español a su departamento; al final por dejar de ser objetivo sólo porque ya nadie le importaba más allá de su chico francés.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Lalalea aquí