Una vez que había culminado una de las peores presentaciones de ballet a las que hubiera asistido Leonard, se levantó de su asiento junto a su amiga Susana y su novio Alan, los dos estudiantes de medicina.
-¿No te pareció muy tosca la representación?- preguntó Susana.
-Creo que en su intento de modernizar las cosas sólo terminaron por hacer un intento tímido de su nueva versión- contestó Leonard.
-Pues a mí me gustó- comentó Alan con una afable sonrisa. El trío de amigos caminaba por la noche en una de las avenidas principales de la ciudad donde estudiaba Leonard.
El semestre estaba por terminar, la mayoría de los trabajos de Leonard estaban entregados y algunos calificados, dentro de dicha proporción numérica destinada al supuesto conocimiento de los estudiantes, Leonard estaba un poco dudoso sobre su desempeño semestral. Aunque no podía estar muy mal si le habían ofrecido una beca de estudio dentro del país.
-No me gustó, cuando fui a ver a la cámara nacional fue distinto ¿no Leo?, tú asististe el año pasado.
-Sí, la cámara del estado es enteramente distinta a la nacional, pero… no sé, no deberíamos juzgarlos así.
-¿Así?- conjeturó Susana- a eso se dedican, nada de conmiseración, todos dentro de la sociedad somos iguales, todos hacemos un papel importante. Tú mismo me dijiste que era lo mismo el artista que plomero, es más, hasta aseveraste que la sociedad está equivocada al pensar que el artista tiene más que aportar.
-Me refiero a que eran unos bailarines muy jóvenes, no sabemos si quiera cuánto tiempo llevan estudiando.
-Juventud es lo que todos tenemos justo ahora, y después de ver esto ¿no te parece que la juventud está algo sobrevalorada?- Susana caminaba tomada del brazo de Alan, quién sencillamente se dedicaba a dirigirle un par de miradas para tranquilizarla.
La última vez que había asistido Leonard al ballet fue con Elizabeth. En aquella época recién había terminado con Orlando, y el ballet fue el único momento en el que dejó de pensar en su ex pareja, lo único que le dio un poco de aliento.
-¿Sobrevalorada en qué aspecto?- Leonard no pretendía charlar sobre una de las ramas en las que poco estaba letrado, pero que sin embargo podía discernir entre una buena puesta en escena y otra algo decadente, como la que habían visto ese día.
-Todos ellos tenían nuestra edad o eran ligeramente más jóvenes. Ni uno de ellos puede con el peso de un solo, ¿te diste cuenta? Las partes más contundentes donde se requería la habilidad de un buen bailarín, todas ellas, todos esos solos, los hacían en conjunto con un sin número de cambios para cubrir sus deficiencias, ¿qué no se deduce deberían tener un mayor desempeño?
-No sabemos nada de ellos, no sabes si a eso realmente se dedican o sólo lo toman como cursos de verano, sabatinos, cosas así…
-Leo, nada de eso, como crítico siempre dices que se debe tomar en cuenta lo que se ve y se tiene a la mano, nada de meras consideraciones y conmiseraciones, que de cualquier modo casi nadie le pone atención a la crítica.
-Pero si te sabes todas mis viejas argumentaciones Sue, ¿hace cuánto que nos conocemos?
-Como siete años- contestó Alan.
La primera gran amistad de Leonard fue Susana, en algún momento intentaron tener algún tipo de relación más allá de lo amistoso, pero los dos eran demasiado complicados (en aquel entonces) el uno para el otro. Cuando Alan empezó a salir con Susana, hacía tres años de ello, pensó que en cualquier momento lo dejaría por Leonard. Todos los que le conocían opinaban que entre Susana y Leonard existía una sinergia crucial para cualquier relación. Ellos podrían casarse y tener una “magnifica” vida, en opinión de los demás.
Alan siempre se había sentido amenazado por Leonard, hasta que recientemente se había enterado de su homosexualidad, lo que al fin le dejó tranquilo. Por eso podía contar los años. Siete años que Susana y Leonard se conocían, y aunque no eran muchos, eran un poco menos de la mitad de años que tenían. Lo que era evidente es que esos siete años irían creciendo, y con ello se iría la aclamada juventud.
-Tienes razón Sue, la juventud se encuentra sobrevalorada. Mira nada más, somos los mismos quejosos de hace siete años.
-Cuando te conocí no leías nada de nada, yo estuve ahí cuando tomaste tu primer libro de Virginia Woolf y de ahí… bueno, hasta escribiste una novela. ¿Escribirás otra?
-Estoy en eso. En aquel entonces…
-¿Hace cuánto que escribiste tu novela?- le interrumpió Alan.
-Fue a los dieciséis, la terminé a los diecinueve. Aunque mi compilación de cuentos fue por la que me pagaron… no sé por qué, eran muy malos, como la novela.
-Siempre dices eso- Susana entornó los ojos y se detuvo- sentémonos en esa banca- cambió de dirección hacia la placita central de aquella ciudad de provincia- seguro irás a ver el ballet de la cámara nacional ¿verdad Leo?
-Lo haré si Elizabeth tiene tiempo.
-¿Sabes qué pensaba yo? Que podrías estar con Elizabeth, son el uno para el otro. Claro, lo mismo decían de nosotros.
-Dicen- corrigió Alan.
-Bueno, no tienes por qué temer Alan, sabes que Susana no me interesa de ese modo- Leonard rió ligeramente y se cubrió la boca con su mano.
-¿Elizabeth tiene novio? ¿Sabe que eres gay?
-Sí Sue, Elizabeth tiene novio pero no sabe que soy gay. Es más, supongo se siente muy amenazado, ya ves que estudia en otro estado, su relación es a distancia y presiente que yo la tengo muy cerca.
-¿Y por qué no le dice nada Lizzy?- Susana se sentó en la banca que había destinado metros atrás. El centro de la ciudad traía muchos recuerdos a Leonard, algunos buenos, otros severamente malos.
-El novio de Lizzy es muy conservador y digamos que yo le agrado demasiado, si supiera que soy gay, bueno, las cosas se complicarían y no podría estar con ella.
-No podrías ir al ballet con ellos como lo haces con nosotros- aseveró Susana. Para ella Leonard era su amigo “culto”, el que leía mucho, se instruía demasiado, pero que a la par también sabía divertirse. El problema es que Leonard no le había contado de su asunto con las drogas y la prostitución, lo veía mejor así, que se quedara en el pasado con los recuerdos severamente malos, ese tipo de cosas se las contaba a Samantha, quién era más liberal.
-Es extraño que se sienta amenazado pero que le agrades el mismo tiempo- Alan prefería estar de pie. Era uno de esos chicos extremadamente maduros de gran porte que sabía exactamente lo que quería en su vida. Desde el instante en que pudo acercarse a Susana, no dudo en tenerla como novia, y hasta el momento su relación se hacía cada vez más íntima y longeva.
Ese mismo día en la tarde, antes de ir al ballet, Susana le dijo a Leonard con tono grandilocuente: “Lo tengo todo”, y era verdad; tenía al novio de buen ver, adinerado, dedicado, quizá no tan culto pero sí inteligente, sin embargo lo más importante era que la amaba con locura, y ella, aunque no estaba loca por él, le amaba también. Era un punto a su favor, lo racional dentro de la relación se encontraba en ella. Su carrera como estudiante iba bien, estaba por terminar su semestre, la relación con su familia corría de forma amena, no tenía problemas económicos, estaba dentro de una gran estabilidad, ¿era la plenitud de la vida? Se preguntaba Leonard.
-Por cierto, Samantha ya me dijo lo de su embarazo, supongo tú ya lo sabías.
-Algo así.
-Siempre te cuenta las cosas a ti primero, en mi no tiene tanta confianza. Ahí tienes otra mujer que te seguía para ser más que un amigo y tú la despechaste.
-Prefería la amistad… eso y que desde ahí debí darme cuenta que las mujeres no eran lo mío.
-¿Samantha fue la última que se te propuso?- preguntó Alan
-Samantha nunca se me propuso, más bien se me insinuó de una forma muy seductora, como lo es todo en ella. Pero no, después de ella estuvo- y entonces pronunció el nombre de aquella mujer que no le agradaba a nadie dentro de bachillerato. A nadie de los ahí presentes y otros tantos compartían dicho sentimiento.
-¡¿Ella se te propuso?!- gritó Susana -¿cómo no me lo dijiste? ¿Hace cuánto?
-Fue hace siglos. Antes de salir del bachillerato, pero vez que igual le tenía gran aprecio.
-Lo bueno es que se largó a otro estado.
-Emigrar, todos deberíamos emigrar- suspiró Leonard.
-No me has dicho nada de la beca que te ofrecieron gracias a tu prominente promedio
-Nada especial, tuve que rechazarla, el siguiente semestre es mi último en la facultad y no podía tomar esa beca para estudiar en otro estado sin que se me truncara todo el plan de estudio.
-¿Por qué? ¿Qué te ofrecían?
-Estancia parcial por tres meses en otro estado con una suma considerable de dinero.
-¡Pero qué tonto eres! Debiste aceptar.
-Susana- sentenció Alan con moderación. Sabía que su novia podía explotar en cualquier momento, pues ella había estado ansiando una especie de intercambio, pero en su carrera esas cosas eran difíciles.
-Me trunca todo el semestre y tendría que pasar otro más, no era muy conveniente.
-Igual te ves triste por no aceptarla. Debiste hacerlo, un semestre más ¿qué más da?- dijo Alan.
-No estoy triste por ello, sino que me dijeron se la ofrecerían a otro alumno. Yo dije que a Steve que es un gran grabador, pero ellos me dijeron que estaban buscando a alguien de semestres inferiores, así que me comentaron en ofrecérsela a Orlando o Berger.
-¡No puede ser!, ¿Y tuviste que escoger entre tu ex o el ese multidisciplinario de la todología?
-Realmente yo no podía escoger, pero claro que debía inclinar la balanza a un lado u otro, la mujer que me ofreció la beca confía demasiado en mi supuesto buen juicio.
-¿Y qué dijiste?
-Pues que por mí podrían dársela a Orlando, que Berger ya había tenido muchas oportunidades.
-Eres un perra- le dijo sonriente Susana- sólo lo hiciste para evitar que Berger tuviera otro éxito y a la vez mandar lejos a tu ex.
-Supongo- sonrió Leonard- pero también creo se lo merece Orlando, ha estado trabajando muy duro con su cortometraje. Ya tenemos todo, grabaremos dentro de poco y eso lo hacemos en dos días. Tiene todo bien planeado, me sorprende.
-Y vas a dirigirle el numerito, ¿es de los que confía en ti, aún cuando le han llamado a tus piezas frías y sin emociones?
-Creo que ahora confía en que sea frío y sin emociones respecto al cortometraje, sobre todo porque es sobre nuestra relación. Pero sigue insinuándoseme. Sólo quiere coquetear, le gusta tener a un séquito de admiradores. Pero no pretendo caer.
-¿Sigue sin gustarte ningún chico?
-Por el momento no. Estoy cansado de todos esos sentimentalismos.
Se retiraron de ahí, lo que fue una alivio para Leonard, ya que notó los malos recuerdos supeditaban a los buenos. Estaba tan deseoso de hacer nuevos buenos recuerdos.
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