sábado, 14 de agosto de 2010

Push It

Había terminado de ver “Manhattan” de Woody Allen con la magnífica partitura de George Gershwin, “Rhapsody in Blue”, como punto final. El día anterior se revisó las tres películas de Stephen Daldry, sin lugar a dudas su favorita era “Billy Elliot”, seguida por la no menos virtuosa “The hours” y aquella titulada “The reader” que no terminaba por impresionarle o realmente importarle. Pensaba que el guión de David Hare para “The reader” no era tan impresionante como el que facturó en “The hours”, pero claro, una cosa era adaptar a Bernhard Schlink y otra muy distinta Michael Cunningham, cuestión de jotería.
En “The hours” todo parecía un cántico a la vida lésbica con trasfondo de evidente naturalidad, el mismo Daldry era gay, Hare también, Cunningham ni dudarlo, no tenía entendido si el encargado de la banda sonora, Philip Glass, lo era, pero estaba seguro que al menos bisexual bien podía ser; claro que las actrices principales no lo eran, pero Meryl Streep le había hecho de tantas cosas que justo ahora en “Manhattan” también le hacía de lesbiana, de una muy concreta y audaz. Una tal Jill que escribía sobre la relación que había tenido con su anterior marido “Todo lo que escribí ahí es honesto”, “No hice más que retratar desde una visión honesta nuestro rompimiento” era lo que ella le decía a Issac, el personaje que interpretaba Woody Allen.
Armando se reía estrepitosamente de sólo recordarlo, sabía de un par de personas que no podrían con toda una novela sobre una relación “íntima” entre dos personas… o más. Sin embargo en su última asistencia al nuevo Bloomsbury en la ciudad de provincia, pudo hablar con un semi escritor llamado Leonard.

-Es una novela sobre mí. Suena egocéntrico, pero es lo que es- le había dicho el chico sobre su nuevo libro.
-No creo que tenga nada de malo escribir sobre uno mismo y las personas que nos rodean- la verdad era que Armando intentaba coquetear con aquel muchacho, pero después se enteró que Leonard estaba con un tal Orlando, de eso ya un par de meses atrás.
-Verás, creo que es difícil, retrato mi primera relación gay con todo y el chico que me apasionó entre muchas más cosas, pero en esencia es la decadencia de mi personaje. Quién sabe qué tan bajo puede caer.
-Uno nunca puede saberlo.

Armando no había vuelto a ver a nadie de aquella ciudad provinciana que tanto le encantaba como disgustaba, mucho menos frecuentó otra vez el nuevo Bloomsbury, se le hacía una cosa muy estúpida hasta que conoció a Ernest, mejor conocido como Berger.
Le pareció un chico encantador, y el uso de la palabra no se remitía a una especie de efímero ardor veraniego. Sintió en Ernest un niño muy lindo, humilde y atractivo, por no mencionar también que le veía como alguien extremadamente paciente. Se conocieron cuando Armando estaba muy molesto pues no se concentraba para su número de ballet clásico, así que había puesto el primer movimiento de la sinfonía número cuarenta en SOL menor de Mozart para poder relajarse, pero el resultado fue todo lo contrario, se le crisparon aún más los nervios, “Es un número sin sentido” le comentó la rusa en la clase anterior “no tomes mis palabras con mera resolución social, si digo que es un número sin sentido, no me refiero a que no valga la pena efectuarlo, sino que requiere de sustancia. Debes cambiar la coreografía”
-Cambiarla, sería como cambiarme a mí mismo- Armando se encontraba postrado en el piso, bañado de sudor y con mucha frustración –tanto para nada- escuchó que alguien tocaba la puerta del aula, la cual de cualquier manera se encontraba abierta.
-Hola- dijo Berger- perdón, es que estoy buscando el salón para el examen de actuación.
-¿Te parece que esto sea un aula de prueba?- contestó muy molesto Armando.
-Pues no… al menos no exactamente para actuación, pero para baile quizá sí.
-Te consideras muy perspicaz ¿verdad? No tengo ni tiempo, ni humor.
-Pues honestamente no me veo así, pero bueno, sólo quería un poco de información – Berger agachó su cabeza para ver el papel que tenía en mano.
Armando amó su respuesta calma, de un modo poco usual le transmitió esa pasividad que requería.
-Deja me calzo y ahora mismo te muestro- dijo Armando aún sin mostrar que verdaderamente ya estaba calmado.
-Gracias- sonrió Berger con gran aliciente.
Después de que le llevó al aula de prueba y le esperó, sin entender realmente porque lo hacía. Al final fingió que estaba de paso cuando Berger salió del aula.
-¿Y cómo te fue?
-No muy bien. Me puse nervioso, reí y después… bueno, después improvisé muy mal- Berger estaba un poco afligido.
-¿Qué te parece si te invito a comer algo?
Y así inició lo que sería una amistad que al bailarín le interesaba evolucionara. Ahota expresamente terminó de ver la película de Woody justo antes de salir con él a cenar a un lugarcito muy sencillo, se sintió como en un filme de Allen, bien podría ser su “Manhattan”, su “Annie Hall” o mejor aún, su “Comedia sexual de una noche de verano”.

… cuando entró Berger ya estaba en el lugar, lo que no previó es que uno de sus ex novios era mesero de ahí, ese chico siempre cambiaba de empleo aún dentro de una gran ciudad como lo era la capital. Posiblemente se le estaban terminando las opciones.
-Hola- sonrió Armando muy seguro de sí mismo, justo ahora se lo parecía, el muchacho indocto que había sido estaba muerto y sepultado.
-Hola- Berger también sonrió pero agachó la cabeza con un poco de timidez. Era un gesto que le encantaba a Armando de él.
-Perdón por la tardanza, es que me quedé viendo una película.
-¿En verdad?
-Sí
-No estarías con alguien más- Berger sólo coqueteaba alegremente.
-Pues no, ya no soy así- dijo Armando. Era un diálogo muy usual en él.
-Eso siempre lo dices pero nunca explicas nada.
-Bueno, el silencio es oro, estoy salvo dentro de mi propia piel, aunque en el silencio yo no sea muy real.
Berger sólo sonrió.
-Bueno. Te voy a contar muy poco…
-Hola chicos, ¿qué les ofrezco?- dijo el mesero, uno que alguna vez fue novio de Amando- ah, hola Armando- fingió sorpresa- ¿cómo estás?
-Bien, mira, te presento a Berger.
-¿Es nombre o cómo?
-Me llamo Ernest Berger, pero me conocen más por el segundo nombre.
-¡Ah!, entonces sí es un nombre.
-Y bueno- dijo Armando- él es Simon.
-Un enorme gusto- Berger le tendió la mano a Simon, quién la estrechó afablemente.
-¿Y qué van a ordenar?
-Nada- se adelantó a decir Armando- sólo quedamos de vernos aquí- se levantó y Berger le imitó- gracias de todos modos Simon.
-De nada… creo- Simon parecía indginado.
-Adiós- Berger volvió a sonreír.

-Espero me perdones por lo de allá adentro- dijo Armando –pero no pensé que Simon trabajara ahí, lo percibí cuando entré pero no me precipité para salir.
-¿Una mala ruptura?
-Una mala relación. Viene de la mano con lo poco que pretendía contarte sobre mí. Con Simon salí muchas veces, hemos ido y venido, pero desde hace más de seis meses que no regresamos ni nos contactamos, él está acostumbrado a las relaciones tortuosas, yo no- Armando se quedó parado en medio de la banqueta- perdón, ¿tienes frío?
-No, pero me incomoda caminar de noche en esta ciudad.
-Claro, con tantas noticias amarillistas. Ven, vamos a mi departamento.
-Me encantaría- por alguna curiosa razón Berger siempre sonreía y eso era lo que más le atraía a Armando.
Caminaron un poco en silencio, entraron al subterráneo y cuando salieron la noche había caído con total apogeo, era evidente que Berger se quedaría a dormir con Armando, pero dentro del apelativo “dormir” tendría que definirse si tendrían sexo o sólo compartirían la cama… o quizá la habitación.
-Ponte cómodo- recitó Armando al entrar en el departamento.
-Se lo dices a todos- Berger se paseó alegremente por el departamento, era uno muy bonito más no del todo elegante, tenía un estilo cuasi minimalista por el interés de tener espacio libre para practicar algunos movimientos. Se acercó a la pila de películas que tenía Armando- no sabía que te gustaba Woody…
-No, ya no se lo digo a todos.
-Perdón, no sabía que te incomodaba.
-Esa frase predeterminada de “Crea fama y échate a dormir” se aplica mucho conmigo. Antes era un chico al que le gustaban mucho las fiestas, quizá desde los trece años estuve saltando de una a otra. A los quince entré a la escuela de danza e intenté controlarme un poco, pasé casi cinco años como suplente, apenas me dieron un protagónico en “El lago de los cisnes”, fue difícil obtenerlo, pero para lograrlo dejé todo; alcohol, drogas, la poca nicotina que me metía, la comida… la buena comida- Armando tomó una fotografía del único estante que estaba ahí –así era antes.
En la imagen se podía ver a un chico delgado y pálido de cabello horriblemente decolorado, no tenía los rizos impecables que ahora portaba Amando. Vestía unos pantalones muy entallados de “brinca charcos”, pensó Berger. Abrazaba a una chica pelirroja.
-¿Ella quién es?
-Florence. Por aquel tiempo- Armando se sonrió al pensar que la foto sólo tenía cuatro años, sin embargo él había cambiado tanto al igual que Florence – éramos amigos o conocidos. Ella estaba iniciando su bachillerato en arte y yo en idiomas, después dejamos de vernos porque siempre fue algo conservadora, hasta apenas salió del clóset, está con una chica llamada Jenny quien estudia en una reputada escuela de música. Últimamente no le caigo muy bien a Florence.
-¿Por qué?- Berger intentaba no sentirse un poco bobo al hacer preguntas de una o dos palabras, pero prefería que su acompañante hablara.
-Dan una beca cada año para irse al extranjero por todo un año. Florence era la estudiante que al parecer ganaría la beca sin mayor problema, pero llegué yo en los últimos meses. Presiento que ella cree que no merezco ni competir, tengo ante sus ojos una vida muy “fácil”, los hombres homosexuales no son mal vistos pero las mujeres son cosa distinta, no en todas las escuelas de danza, pero en ésta específicamente sí.
-¿Y si fuera una actriz lesbiana?- se divirtió preguntando Berger
-Pues sí, que lo tuyo es la actuación. No sé cómo esté el plan de estudios en la escuela, como se destaca por la danza ni idea de la actuación.
-No importa. No me aceptaron. Hoy entregaron los resultados.
-Lo siento- se remitió a decir Armando.
-No lo sientas, mejor culmino mi carrera en arte.
-¿Eres bueno?
-Pues… sí, iba a decir que no tanto como en la actuación… pero pues me rechazaron.
Hablaron de arte, que Berger era pintor, “uno no muy bueno”, según sus propias palabras, también le gustaba la animación así como la fotografía, le apasionaba Caravaggio, cosas normales, cosas personales. En esa noche sólo charlaron, a la mañana siguiente Berger hizo una llamada y después se fue.

5 comentarios:

  1. ¡Muchacho! ¡Qué placer verte de nuevo! Te extrañaba un chorro. Salí de viaje y ya ando de vuelta por éstos lares con muchas buenas nuevas. También han pasado cosas malas, pero son nada a comparación con toda la buena vibra que me ha llegado. Ya quiero contarte todo.
    Se le quiere un chorro, y es confortable decirlo. A pesar de haberlo conocido no de mucho tiempo atrás. Es usted una persona súper chida. Espero verlo pronto.
    Espero que andes bien. Un abrazo.
    Chau.

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  2. Hola chicos! Gracias por pasar.

    Beto, el querido boticario. Siempre me encantan tus comentarios, pero como me has dicho no has tenido mucho tiempo para leer textos ajenos, espero un día no muy lejano puedas comentar algún escrito mío, también espero todo te salga bien en la infinidad de proyectos que tienes en mente. Yo también te quiero mucho, y como ya te he dicho, espero verte pronto. Un abrazo enorme.

    Philip, pues se te va a extrañar por allá en tu blog siempre tan concreto y puntual. Pero como ya dije, tengo la esperanza de que regresarás.

    Saludos chicos!!!!

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  3. Hoy precisamente vi Manhattan, qué buena película. Trajo a colación varios acontecimientos de mi vida y eso me recuerda el título de mi blog jejeje. Leeré más de lo que por aquí hay, creo que es necesario para entender. Un saludo :)

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  4. Vale chica! que "Manhattan" nos ha marcado a varios en el camino, yo soy taaaannn como el personaje de Meryl Streep, ni modo JO! Gracias por pasar, espero te agrade lo que alcances a leer.

    Saludos!

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