miércoles, 18 de agosto de 2010

Special

Sonó el teléfono impetuosamente cual alarido de leyenda local, de esas que el mismo Orlando no creía por ser demasiado cínico en todo y fingir ser un santo niño gay. Trinó el aparato con más descaro, realmente deseaba ser escuchado, ¿quién podría ser? Era una blasfemia cacarear con tanto ajetreo en un horario poco propicio. Si esa fuera su casa no lo permitiría, sin embargo veía de forma peculiar la manera en cómo se permitía dormir en camas ajenas de los mil y un hombres, “ni uno más” se dijo después de terminar con Leonard meses atrás, “me gustaría algo estable, eso aprendí de mí mismo” y dentro de los meses que le envolvían encontró algo aparentemente efectivo con un hombre mayor, cercano a la facultad, era uno de sus profesores.
-¿Quieres que conteste?- balbuceó Orlando entre las sábanas pero Antonio no contestó -¿Tony?- insistió -¿Tony?- se volteó y pudo percatarse que su amante no estaba en la cama. Orlando aún no se acostumbraba a las costumbres poco rutinarias de Antonio. Normalmente se levantaba temprano para ir al gimnasio o en su defecto nadar en su alberca particular que se encontraba instalada justo en su jardín; en otras ocasiones sencillamente no se paraba hasta las doce del día y ordenaba comida chatarra por teléfono. Miró el reloj, podía bien estar en el gimnasio o nadando. Tomó el auricular justo cuando al parecer ya había dejado de sonar el teléfono.
-Es una verdadera pena- escuchó que decía la voz de Antonio, quién hablaba con otra persona.
-Me deprime un poco, realmente esperaba pasar el examen- dijo una voz de un hombre muy joven, quizá de la misma edad que Orlando.
-Pero bueno chico, no se puede esperar todo, primero termina tu carrera aquí y luego te vas a la capital- dijo Antonio.
-Lo mismo pensé. Perdón por llamarte a ésta hora, pero supuse que estarías despierto.
-Supones bien, ¿qué te parece si cuando regresas salimos a tomar algo?
-¿No estás con nadie justo ahora?
-Realmente… - Antonio se quedó callado, un silencio que enervó ligeramente a Orlando- sí, pero eso no quiere decir que no te pueda ver, lo entenderá, no es un chico tonto, es de la escuela.
-Sigues saliendo con alumnos- la voz del otro lado del auricular rió un poco- nunca cambias Tony. Eres joven… aún podrías cambiar, pero no lo hagas.
-No soy joven, pero no discutiremos eso…
Orlando decidió colgar el auricular, prefería ignorar la vocecita de algún alumno y seguramente ex amante de Antonio… de Tony –Fueron amantes- se dijo mientras se sentaba correctamente en la cama- le dice Tony, ríe torpemente con cualquier insinuación, claro que fue su amante- no estaba molesto, sólo preocupado por el número de amantes de su profesor y ahora pareja aparentemente sentimental.
Empezó con la cuenta de los hombres con los que él había estado, no eran muchos, no pasaban de los treinta… ¿cuarenta? La verdad se remitía que al estar en el bachillerato su vida sexual fue más activa que en su primer año de universidad; estaba a mediados de los dieciocho, con pocos novios en su camino pero grandes expectativas para el futuro, tantas y a tal grado que cuando Antonio tardó en contestar “Sí” a la pregunta de si acaso estaba con alguien, le incomodó, ¿era que el archivo ex debía abrirse a horas tan tempranas de la mañana y la relación? Tenía poco más de dos meses de relación y ya era el tercer alumno que le conocía como ex amante, justo el día anterior fue un tal Silvio para planear unos ensayos para la obra de teatro que montaría junto con Antonio.
No pretendía analizar las cosas más de lo necesario, en Orlando era usual los pensamientos matutinos aparentemente didácticos donde se decía a sí mismo lo que haría y evitaría hacer. Justo cuando estuvo con Leonard y se enteró que su relación era producto de una apuesta, a la mañana siguiente se despertó para decir “Lo voy a engañar, no me importa”, el asunto se tornó bastante fácil pues Edgard, mejor amigo de Leonard en aquellos tiempos y con quién había hecho la apuesta, se le ofrecía con descaro. No le interesaban mucho las emociones de Leonard, quién fingía ser honesto con él junto con su homofobia e inseguridades respecto a su sexualidad –Seguro ya hasta se había acostado con el modelo ese… Nick- musitó Orlando mientras se metía a la regadera y dejaba que cada poro correspondiera a las gotas que caían sobre su cuerpo.
Pero por más que se dijera que Leonard era un promiscuo, en Orlando creció una necesidad de investigarlo; poco encontró en la opinión ajena, la gente le quería o le odiaba, no existían medias tintas u objetividad dentro de la opinión estudiantil, era el alumno dedicado e inteligente o el escritor de mierda lleno de fingimientos, dos polos que podrían mezclarse más prefería quedarse con su propia opinión… no obstante con el tiempo se percató que su opinión ya no existía, ¿el romance?, ¿existió el romance? Se conocieron en una fiesta bajo la misma noche, bajo una torpe luna, podría haber existido el romance, él le llamó desde la penumbra con una voz muy tranquila, Leonard parecía distante, lo observó por mucho tiempo notando que siempre salía a fumar al balcón, al parecer amaba los balcones, la razón nunca la supo.
Leonard parecía entregado pero distante, jamás hablaba de sus emociones de una forma clara, requería para él poner las cosas “en contexto”, como si deseara no influenciar a nadie con su opinión, creía que era sincero, apenas duraron un mes y Orlando supo de la apuesta, una donde los términos eran simples: Entre Leonard y Edgard ver quién se quedaba con Orlando.
Por ello una mañana se dijo “Lo voy a engañar, no me importa”. Dos semanas le duró el encanto, dos semanas le fue fiel y las dos posteriores le engañó con Edgard, Dorian (quién fue su novio anterior a Leonard) y Armand, un músico que era de su mismo semestre. Cuando Leonard descubrió el engaño salió corriendo como damisela, pero él no lo siguió.
-Le mandé flores- siguió musitando Orlando al salir del baño, más bien refunfuñaba- me enteré que estaba en uno de sus típicos procesos depresivos por el rompimiento, y que vomitaba, y que se fue de viaje, y por más que le llamé la llamada nunca entró, después le envié un e-mail para decirle que las cosas con los hombres eran así, un asunto de total erosión emocional, el sexo perdura, los sentimientos no… pero creo fui hipócrita con eso pues me molestó mucho la apuesta- Orlando se vistió con unos jeans severamente entallados y una camisa roja muy ajustada, se puso unas botas que recalcaban lo delgado de sus piernas. Seguía siendo el mismo muchacho delgadísimo de piel cetrina con facciones delicadas y muy afiladas, era hermoso.
Cuando le envió flores, Leonard se las regresó algo destrozadas con una nota que decía “Guárdalas para mi funeral”, al parecer eso significaba que no le perdonaba la infidelidad.

-Ya estás hasta vestido- le dijo Antonio, quién vino a sacarlo de sus pensamientos.
-Distinguidamente dispuesto- Orlando se le acercó para besarlo pero Antonio le evadió.
-Hoy vuelve a venir Silvio, terminaremos lo de la obra de teatro.
-Pensé que ya estaba hecho- Orlando suspiró mientras se separaba de aquel hombre. Le odió por un momento viéndolo como un viejo de cincuenta años que desea conservarse en la fuente de la vida, la plenitud de la vida, era mejor que se resignara al guardar las expectativas, ya lo decía Bachelard, que los genios aportan más en su juventud, pues en la vejez parece ser que sólo arruinan todo.
-No te molestes, es sólo un colega.
-Me tengo que acostumbrar a que mínimo te acostaste con un par de hombres de otras generaciones de la facultad, Silvio es uno de ellos, uno de tantos- Orlando no pretendía ser hiriente, aunque odiaba en ese momento a su pareja aún estando consciente de que era un sentimiento circunstancial, breve más no reiterativo, era la primera vez que le molestaban las aventuras de su profesor –En fin, ¿quién llamó?
-Otro alumno- Antonio dudó por un momento- era Berger, creo que lo conoces, el semestre pasado tomó la clase de actuación.
-Lo conozco, va un año más arriba que yo, es un chico muy… aseado…
-¿Aseado?- preguntó irónicamente Antonio
-Y atento, una de mis amigas tenía problema con su examen de segundo idioma y él le ayudó, es lo poco que sé de él, honestamente no me parece muy atractivo.
-Eso es irrelevante.
-Claro- contestó secamente Orlando, quién había ido avanzado poco a poco hacia la cocina arrastrando a Antonio con él. Prendió la cafetera, era un adicto al café, “Soy afecto al buen café” fue una de las primeras oraciones que le compartió a su profesor, “Yo también, no tolero el soluble” contestó Antonio y así de manera tan pueril tomaron café e inició la relación.
-Lo rechazaron en la academia de danza y artes histriónicas de la capital, tenía muchas ansias de quedar. Es un muchacho muy talentoso.
-Lo supongo- continuó Orlando con la metódica tarea de hacer café mientras se acercaba a su iPod y lo conectaba a una grabadora para poder poner a Nina Simone cantando “Sinnerman” a un volumen moderado. Empezó a menear el cuerpo mientras cantaba a la par:

Sinnerman where you gunna run to

Sinnerman where you gunna run to
Where you gunna run to
All on that day…

Sólo se interrumpió a sí mismo para preguntarle a Antonio:
-¿Y de dónde te llamó Berger?
-Del departamento de uno de sus amigos de la capital, se llama Armando.
Orlando puso cara de que el asunto le tenía sin cuidado, no conocía al tal Armando -¿Y por qué tenía que llamar a ésta hora?
-Él sabe que me levanto temprano y a ti no te iría mal trabajar en tu guión.
-MI guión…- volvió a suspirar Orlando, pensó en que aparentemente le debía ser irrelevante la llamada de Berger ya que no significaba nada. Tony se acostaba con quién le viniera en gana, seguía teniendo contacto con los alumnos que se vieron influenciados por él… alumnos y alumnas, eso le encandiló un poco reafirmando sus emociones al pensar que Antonio creía propicia la llamada como una alarma para la creación, la escritura del guión.
-No va mal, le falta un poco de poder en el clímax- dijo Antonio.
-¿Poder?, ¿cómo defines esa recomendación tan subjetiva?, ¿qué clase de poder?, ¿uno agresivo que se da en el momento más visceral del escritor?, ¿uno frío y planeado, poderoso por ser calculador?, ¿uno triste por ser desperdiciado?, ¿qué clase de poder?- Orlando se volteó drásticamente para poder verlo a la cara y desafiarle con la mirada.
-Orlando, no te presiones tanto, sabes a lo que me refiero. El guión necesita un buen clímax, recuerda los libros que te presté de Sydfield, tómalo un poco en cuenta…
-No lo voy a tomar en cuenta porque tú mismo me dijiste que no me apegara tanto al argumento del hombre sobre la fórmula de la división de los tres actos y los dos picos de tensión, me dijiste que eso sólo lo obtiene un guionista avanzado y yo no lo soy, dijiste que eso no funciona en un cortometraje.
-Ten paciencia, lee los guiones que te envié por correo y los que te dejé en el escritorio.
-El escritorio- bufó Orlando. Ese escritorio que le había “dado” Tony un mes atrás, ahí mismo en su casa para que pudiera trabajar, un bobo escritorio donde sujetarlo, ¡él deseaba ser escritor! Requería de plantear una historia sobre el papel sustentada en la vida diaria así como las observaciones del entorno, no requería de un lugar de trabajo sino de la transurbancia y el errabundeo basado en el vagabundeo. Era en lo único que realmente le había influenciado Leonard, después de su relación con él comprendió que también le interesaba escribir desde la misma intención social, con todas esas palabras bellas con las cuales le había excitado el oído “Son esos movimientos como el dadaísmo, el situacionismo, el surrealismo, un recorrido a la derivé, caminando se sacan tantas ideas, caminando saqué mi primera novela” le dijo alguna vez Leonard; el problema es que Orlando no creía tener el talento, la noción, la suspicacia, ¿el genio? Lo que fuera necesario. Antes pensaba que sólo se requería de mucha dedicación, de lectura y redacción… el problema es que tenía dieciocho años, quizá cuarenta parejas sexuales pero escasamente había escrito como cuatro textos “serios” en toda su vida.
-Sí, todo lo que te dejé leer, los libros, los guiones, los ejemplos, puedes salir a caminar. No sé porqué desperdicias tu tiempo…
-¿Desperdiciarlo? Me ha pasado leyendo todas las vacaciones.
-No veo te dediques demasiado a la escritura.
-No tienes por qué mandarme, no tengo tu nivel de redacción y tampoco tu nivel de lectura… ¿y sabes qué tampoco tengo? Tu edad- las últimas dos palabras Orlando las profirió con gran severidad justo cuando Nina Simone subía de intensidad y creaba un estruendo al cantar:

Lord, Lord, hear me prayin'

Lord, Lord, hear me prayin'
Lord, Lord, hear me prayin'

All on that day…

-¿Podrías quitar esa cosa?- exclamó algo molesto Antonio.
-Esa cosa es Nina Simone- contestó vehementemente Orlando.
-Claro que sé quién es, por mi edad la escuchaba antes de que tú nacieras, es más, la fui a ver en vivo.
-Bien, lo que para mí es mítico y atemporal para ti significa una etapa específica de la vida, ya veo por qué no podría funcionar la relación, carecemos de una conexión.
-No lo hagas, no digas tonterías- Antonio se acercó y abrazó a Orlando –yo te quiero mucho.
-Dos meses no podrían ser suficientes para amarme- Orlando había soltado la frase, ni siquiera sabía de dónde venía tanta bazofia, quizá porque Antonio era un dramático y le gustaban los dramas intensos e incluso televisivos, posiblemente se estaba contaminando de todos esos sentimientos facilones, posiblemente requería que le dijeran “te amo”… “amo tu literatura”… ¿pero qué literatura? Apenas tenía un guión en segundo tratado, iba por el tercero y Antonio siempre le hacía infinidad de anotaciones sobre sus recomendaciones muy personales que bien podía tomar o dejar, pero ¿cómo podría saber él por qué cosas optar?, ¡era su primer guión!
-¿Eso te molesta?- el tono de Antonio era condescendiente.
-No realmente- Orlando se separó y con él la confusión de la necesidad de si requería que le amaran o amaran su trabajo- me molesta un poco que todos esos hombres te frecuenten.
-Son parte de mi historia, eso ya lo sabes- el tono de Antonio seguía siendo ampliamente condescendiente. Orlando sintió como si le estuviera hablando a un bebé o en su defecto, a un niño pequeño.
-Me voy a trabajar en el guión, espero puedas terminar tu trabajo son Silvio- Orlando se encerró en el pequeño estudio en donde se encontraba su escritorio con sus textos estancados.
Pero no pudo escribir. Prefirió abrir su ejemplar de “La insoportable levedad del ser” de Milan Kundera, todo ahí le parecía tan irónico. Gente aparentemente especial, con una opinión y elecciones propias. Imaginó a Leonard viviendo sin él, alejado de todo contacto, meses sin hablar, meses, casi un año sin que le dijera “mi ángel mortecino”, Leonard lo sabía todo sobre él… sin embargo el conocimiento no era recíproco, él no sabía nada de Leonard.
Recordó más y más a Leonard, el chico que le adoraba, que no disimulaba su felicidad cuanto estaba a su lado, el que hacía todo para estar cerca de él, con el que se divertía y aún así sabía que lo perdería… ¿algún día le suplicaría por una oportunidad? No podría, seguramente Leonard le mandaría al infierno, ya lo había hecho. Y él que fue especial para Leonard, pero se le acabó la paciencia, los buenos comentarios, nunca discutieron, Leonard corrió alejándose aparentemente de la violencia.

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