jueves, 26 de agosto de 2010

Dumb

“Deja de analizar mi comportamiento si eres demasiado bobo para resolverlo”. Esa era la frase exclusiva que habría deseado utilizar Silvio el día en que rompió con Berger, palabras aunadas a la particularidad de al aquiescencia egocéntrica del mismo Silvio, pues no podía estar tranquilo, para él (sin siquiera notarlo o verbalizarlo) el ego no era una cuestión netamente personal que se expande en el interior de la habitación frente al espejo, o se reafirma con el hedonismo visto en el lago de nenúfares. Su ego no existía si no se encontraba alguien cerca para reafirmarlo. Ese “alguien” solían ser su pareja, y de manera poco consciente, así como en su mayoría inconscientemente, los amantes de Silvio le encumbraban en las auras del placer, pues le proporcionaban todos los halagos requeridos para que el sistema existencial de Silvio siguiera andando, y con ello, la relación.
Por lo mismo, las relaciones de Silvio eran interesantes así como repulsivas para el público, gente más bien mórbida que se dejaba encantar por las peripecias amorosas de un homosexual poco recatado, ya que Silvio siempre contaba sus aventuras sexuales así como las relaciones que él consideraba “amorosas”. Las personas a las que besaba eran sus trofeos.
Todo se remitía al circo de la ignorancia; Silvio no se daba cuenta de la necesidad de tener un sinfín de amoríos así como relacioncillas para que su “persona” en conjunto, entendido como alma, cuerpo y espíritu, pudiera existir; sin embargo, dicha existencia se desarrollaba a medias tintas, ya que una existencia compartida no puede llamarse “existencia”. Silvio no se daba cuenta que la necesidad de un hombre desembocaba en la vaciedad de su propia hombría e incluso de su homosexualidad, era un homosexual roto, trunco y en su defecto: no desarrollado. El problema se establecía que, para poder llegar a ser “un homosexual pleno” se requiere de la conciencia, y esa jamás la obtendría.
Desde muy joven, quizá desde el útero materno, Silvio sabía que era gay como se sabe repentinamente que la nariz se ocupa para respirar, jamás requirió el erguirse como homosexual, lo vivió por instinto, al paso del tiempo sólo ha desarrollado la intuición, cuestión de la cual se enorgullece y es poco desdeñable, pero con cada pareja se reafirmaba la necesidad de otra.
Pasaron los años. Ahora más viejo que todos sus compañeros de estudio y trabajo, la trayectoria de la vida había pasado del cuarto de vida, surcando los veintiocho años, casi a los treinta, a Silvio le urgía definirse.
Por otro lado sus parejas jamás quisieron hacerle algún daño, es más, se quedaban prendadas de él con tanta facilidad. Silvio era un coqueto, amplio conquistador refinado con los años; eso no incluye que sus conquistas fueran chicos muy inteligentes o desarrollados, más bien podrían caer en el estándar de jóvenes recién nacidos dentro de la homosexualidad, recién salidos del clóset, ansiosos por una primera relación o una nueva pero más excitante comunión corporal. Los amantes de Silvio no se daban cuenta que con tal entrega sólo reafirmaban el ego de su amante y a la vez le creaban una dependencia curiosamente sustituible, ya que Silvio no se obsesionaba con la persona sino con lo que representaba: aquella posibilidad de entereza. Pero como todos ignoraban la naturaleza de su acción, lo único que quedaba era el disfrute efímero cuyas consecuencias bien podían ser duraderas.

Berger tuvo una relación poco efímera y muy placentera con Silvio un par de años atrás. Era un cliché pero no se sentía como tal, no existía conciencia del cliché en la cabeza de Berger, era muy inocente. Llegó a la nueva ciudad donde estudiaría con grandes expectativas y mucho ánimo, siempre se ha definido por su purismo emocional, el gran problema fue su relación con Silvio que le vino a abrir tantos panoramas vivenciales que su existencia cambió por completo. Duraron meses y después Silvio lo dejó al decirle: Creo que ya no funcionamos, aquí tenemos que dejarlo, mejor así.
Las palabras podían mascarse en la boca de Silvio cuando Berger le dio un beso de despedida. Ahora Berger las repetía frente a cualquiera y con total soltura, sólo que la frase cambiaba: “Creo que lo dejamos aquí, es mejor así… es que ya no funcionamos”, o cualquier otra variante.
Lo irónico es que la verdadera frase deseada por Silvio no se asemejaba a la proferida en el momento de la ruptura.
“Deja de analizar mi comportamiento si eres demasiado bobo para resolverlo”, esa era la frase, una muy dura para Berger, quien era demasiado dulce, siempre humilde, siempre encantador, “Siempre tan niño, siempre tan bobo”, solía pensar Silvio e incluso externarlo.

-Lo dejé porque era muy niño, le falta madurar- le decía en ese momento Silvio a su ex amante y profesor Antonio. Por alguna razón estaba ahí para organizar una obra de teatro pero terminaron hablando de sus relaciones amorosas pues Antonio salía con un chico llamado Orlando, pero la relación iba en picada por la diferencia de edad y la falta de ambición por parte del chico.
-Creo que es lo que a mí me gusta de los jóvenes, la falta de madurez, la facilidad para moldearlos- contestó Antonio. Se encontraban en el comedor de su casa tomando una taza de café, ya era tarde, los arreglos para la obra estaban a medias, faltaba confirmar la escenografía. No era mucho el presupuesto con el que contaban y Silvio le estaba haciendo el favor de conseguirle patrocinadores.
-Eso es una cochinada Tony, tomar a tus alumnos y hacerlos a tu medida.
-Ya quisiera que lo hubieran hecho conmigo, justo ahora sabría más de actuación de lo que comprendo.
-Siempre sometes a tus amantes a un ritmo imparable, es como si necesitáramos ser muy cultos para estar a tu lado. Por eso terminamos tú y yo.
-Eso es una tontería- Antonio suspiró. De todos sus ex amantes y alumnos, el que más le había decepcionado por ser muy prometedor había sido Silvio. Le dejó cuando comprendió que de alguna manera se aferraba a él… que de algún modo no existía.
-Yo no podía estar a tu nivel- Silvio se enfurruñó un poco al presentir que el recuerdo le lastimaba ligeramente.
-Terminamos nuestra relación porque tenías muchos proyectos personales- decía Antonio mientras recordaba que todos y cada uno de ellos eran fallidos incluso antes de ser gestados- y yo quería seguir con la relación tal y como estaba. De algún modo estoy atado a ésta ciudad porque doy clases aquí y me hago cargo de mi pequeña compañía de teatro- era verdad, Antonio podía estar ligeramente atado a la ciudad de provincia, pero la realidad radicaba en que a sus cincuenta años, no había encontrado a nadie especial para emprender el viaje homerístico del héroe con el que tanto soñó en su juventud, así que cuando Silvio le dijo que se marchaba a la capital con un sinfín de proyectos vanos, se dio cuenta que no valía la pena arriesgarse por un mocoso que no entendía de arte. De alguna manera se veía reflejado en Silvio… veía que Silvio terminaría como él. Como profesor en una facultad de arte sólo para acostarse con cualquiera de sus alumnos, esperando un viaje heroicamente artístico que jamás llegaría, existiendo por otros, para otros, dentro de otros, justificándolo todo en una relación amorosa.
-No lo creo- dijo algo exaltado Silvio. Jamás había podido mantener la calma, le gustaba armar un escándalo por cualquier cosa, sobre todo por su necesidad de atraer la atención ajena -¿Y sabes por qué no lo creo? Pues porque estoy seguro que le harás lo mismo al chico bobo, Orlando- Silvio alzó un poco más la voz, no le preocupaba pues Orlando había salido a unas compras.
-Orlando es distinto.
-Porque es muy hermoso y se nota talentoso- dijo Silvio con desdén.
-Y porque le amo, aunque me molesta que no tenga mayor interés en madurar, le gusta que lo resguarden fingiendo ser un desprotegido.
-Eso lo hace un maldito, no un inmaduro, y para ser maldito se debe tener cierto grado de madurez.
-Comparto un poco tu opinión, es un maldito por su facilidad de aparentar lo que no es, para eso se requiere un amplio nivel de conciencia- Antonio tomó su taza y bebió un poco de café, después volvió a suspirar; sabía que Silvio atacaba a Orlando porque aún le amaba, además la mayoría de las parejas que había tenido Silvio, él mismo las había dejado, mientras que en su relación fue Antonio quién la terminó.
-Creo que quieres influenciarme para que lo deje por inmaduro. Pero no es mi estilo.
-Jamás podría influenciarte- dijo Silvio con exageración sólo para denotar un vacuo sarcasmo. Con el tono de su frase insinuaba que si así lo deseaba, podría influenciar a Antonio- ¿y a qué te refieres con que no es tu estilo?
-Dejaste a Berger, un chico muy valioso.
-E inamadurón, la verdad Tony, yo lo dejé por bobo y estuve con él porque tenía buen cuerpo, pero ¿tú?, ¿sólo estuviste con él para cogértelo como a todos tus alumnos o qué?
-Estuve con él porque es un chico fantástico en todos los sentidos, no sólo en lo sexual y lo sentimental, sino por sus buenas intenciones y amplia humildad. Si lo dejé fue por la misma razón, no quería atarlo a un viejo como yo- Antonio sorbió más café, recordó cuando tuvo que terminar con Berger… de eso tan poco tiempo atrás cuando le dijo: “Voy a aplicar para el examen de actuación”, fue ahí cuando supo que debía dejarlo ir. Lo único que le dolió fue la facilidad con que Berger aceptó la ruptura. Eran ciertos los rumores; después de que Berger había estado con Silvio, se volvió menos cálido, más facilón para todo lo demás, un poco depravado en lo emocional.
-Bueno, después de mí Berger se volvió una zorra.
-No hables de él como su fuera un promiscuo- Antonio, que era de humor carismático y sensible, en ese momento se alteró.
-Ahora es una zorra y por lo que sé, cuando rompiste con él ni le interesó, ¿sabes la razón? Por zorra. Va a ser igual con tu Orlando, es otra zorra ¿sabías que estuvo con otro de tus queridos alumnos llamado Leonard, y que le fue infiel con su mejor amigo? Dignísimo de una telenovela, de esas que te gustan.
Antonio intentó contenerse. Hablar de sus amores pasados bien podía tolerarlo con afán de mantener el buen recuerdo, pero tragarse los malos comentarios sobre su actual relación era imperdonable.
-No te creo en nada Silvio, Orlando no sería capaz de eso. Mejor te vale que mantengamos nuestra buena relación, vamos a trabajar un buen rato juntos.
-Es una zorra.
-¿Es sobre zorras su historia?- dijo Orlando quién entraba por la puerta del patio trasero.
-No lo sé, puede ser, con eso de que la escribió Tony- Silvio sonrió de modo muy falso ante Orlando.
-Orlando, creo que ya conoces a Silvio.
-Claro, siempre es un gusto- Orlando extendió su mano hacia Silvio. Estaba interpretando su papel de joven gustoso y encantador así como desvalido; le salía a la perfección pues nadie notaba la falacia, sólo Antonio que sabía la verdadera opinión que tenía Orlando sobre Silvio.
-Para mí también… siempre un gusto- Silvio profirió su saludo con un encanto totalmente fingido, pero no porque así lo deseara, sino que no se le daba la actuación.
-¿Encontraste todo lo que buscabas?- preguntó Antonio a Orlando al pararse de la silla para denotar que la reunión se había terminado.
-Todo y más. Pude sacar unas ideas para mi escrito- Orlando dejó las bolsas en el piso -y… ¿adivina qué?
-¿Qué?- preguntó Antonio poco interesado.
-Me topé con Armand, un amigo de generación. Ya ves que la próxima semana empieza el semestre y pues está viendo lo de su departamento. Me contó que está saliendo con Trish, el amigo de…- Orlando guardó silencio por un momento, dudó y después empezó a sacar las cosas de las bolsas para ponerlas en la mesa- sí… amigo de Leonard. Me dijo que Leo salió de su internado ésta semana, bueno, lo sabe por Trish.
-Eso supe, que se internó el pobrecito- comentó Silvio aparentemente poco interesado.
-Tal vez lo vea, no he hablado con él desde hace mucho tiempo, un café no nos hará daño- dijo Orlando.
-¿Y si el café lo vuelve loco?- preguntó insidiosamente Silvio- además, me contó su amigo Edgard- Silvio volteó a ver la reacción de Orlando, pero éste ni se inmutó-que se internó porque se prostituía o algo así, y que le gustaba cortarse la piel.
-No digas tonterías- refutó Antonio
-¿En verdad te dijo eso?- Orlando se contoneaba por el comedor y de ahí a la cocina, habitaciones que estaban conectadas no sólo por la puerta, sino también por una gran ventana.
-Sí- Silvio no prestó mucha atención a la pregunta de Orlando.
-No lo creo. No creo siquiera que Edgard te dirija la palabra, yo lo traté por un buen tiempo y es una elitista de lo peor, además cree que eres un patético vulgar, eso y que jamás diría algo malo sobre Leonard, no sólo porque fueron amigos, sino también porque le quiere de una forma muy especial.
-Parece que sabes mucho del carácter de Edgard ¿por qué será?
-Pues porque me acostaba con él, le fui infiel a Leonard con él.
-Eso sí que es revelador, eh Tony- dijo Silvio dirigiéndose a Antonio.
-Y es tarde, mejor te vas- dijo tranquilamente Antonio.
-Mejor- dijo Orlando- y no finjas que no lo sabías Silvi. Eres el mayor hervidero de chimes, podrá ser que Leonard sea un escritor de mierda que usa a sus amigos para crear ficciones, pero tú sólo eres un chismoso, por eso le vas diciendo a todo mundo de tus relaciones con todo mundo. Pobre el tal Berger por salir contigo.
-Orlando, ya basta de tonterías- Antonio seguía calmado.
-Mira Silvi, no me vengas con boberías, no seas un bobo, porque eso es lo que eres cuando vas por el mundo diciendo que chicos como Berger, Leonard y Edgard lo son, sabes lo que sabes y apuesto que quisieras poder soltarlo, no sé si porque te pesa la información y el exceso de conciencia, pero ya no puedes venir chupándote el pulgar, vas a recoger lo que sembraste.
-Estúpido chico de mierda- escupía Silvio cuando Antonio lo arrastraba hacia la salida.
-El estúpido de mierda es él- se quedó pensando algo alterado Orlando- pero ni tiene pizca de encanto, ¿cómo pudo salir con él Tony? Entre él y yo… e incluso entre Berger no existe ningún parecido. Lo voy a hacer, lo voy a dejar, no soporto éstos gustos de Antonio y estoy casi seguro que no sabe ni qué pensar de mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Lalalea aquí