domingo, 7 de febrero de 2010

No idealizarás… no planearás… no comerás…

Ya lo había dicho Carrie Bradshaw, lo peor de ver a tu ex, es ver a tu ex y lucir como una mierda, y una mierda era como realmente se sentía así como se veía Leonard. Sin haber comido bien por casi tres semanas… quizá más, quizá menos, ¿importa? Se preguntaba él. Se había decidido al fin a comer en forma, como debía ser dado, almuerzo, comida y cena, todo a la fuerza si era necesario. Estaba dejando los ansiolíticos y después de todo aceptó tomar un par de vitaminas –Que igual salen con total soltura por el trasero, como cualquier otra cosa- pensaba él sin estar dispuesto a dejar de fumar. Era una grave posibilidad el terminar como su profesor de cine y literatura, aquel hombre que tanto había idealizado –Y que conste sobre mi cadáver muerto y mis horas sin comer, que me había prometido no idealizar a ningún hombre- les decía a sus amigos cuando se quejaba del escritor (reputado escritor) cuya visión del cine se remitía a Chaplin y Eisenstein, solía ser algo misógino, a tal grado de enunciar que Flaubert podía manejar la psicología femenina mucho mejor que las mismas escritoras.
-¿Sabes a quién me recordó? Al escritor ese inglés que dijo sobre las mujeres: las escritoras inglesas son como perros andando en dos patas, no lo hacen tan mal y se ven graciosas.
-Yo ni lo conocía- le dijo Hanna mientras se empolvaba su pequeña nariz y acomodaba sus perforaciones faciales.
-El problema fue que idealicé demasiado al profesor. Desde hace más de dos años busco la posibilidad de tomar clase con él y resulta que no sale de sus comentarios misóginos como “¡Ah! mujeres, caíste en tu femme fatale ¿eh?”
-Yo también pensé que te caería pues mínimo bien, por lo de ser o no ser escritor.
-Ser o no ser, deja a Hamlet que ya sé porqué adora a Ricardo III, ahí todas las mujeres son una plañideras.
-¡Ah!, mujeres shakespeareanas, ¿no son la forma astuta de la mujer renacentista y a la vez el retrato estúpido de la mujer medieval?
-Da igual, callaré, callaré mi boca y silenciaré mi conciencia.
-Y dejarás de leer a Shakespeare.

Y quizás también volvería a dejar de comer. Le asustaba llegar a tal grado de adicción hacia su querida nicotina que al final estaría como su profesor de cine y literatura, tosiendo cada dos segundos con aquellas mejillas color mantequilla, pero el hombre no era el problema, la verdadera razón es que ahora su cuerpo estaba teniendo secuelas… -Y no sólo las del tiempo- pensaba mientras en la madrugada verificaba las contundentes marcas de acné así como las estrías que su cuerpo iba adquiriendo por haber bajado de peso tan repentinamente. Las verdaderas secuelas es que aparentemente a su cuerpo se le había olvidado cómo debía comer sus tres comidas al día… no podía mantener nada adentro de él por muchas horas y cuando no vomitaba se enfermaba del estómago, “¿Es que ahora qué te pasa que ya no digieres?”, le preguntaba Alfi, sin siquiera saber contestar a la pregunta porque no entendía la negativa de su cuerpo ante el alimento.

-Bueno, es que yo no decidí dejar de comer, sólo pasó.
-No eres alérgico a la comida Leonard, fue tu elección- le decía Karen, una chica que había regresado repentinamente a la facultad y con quién solía charlar en las librerías.
-Son las clases, estoy somatizando todo. El estrés estudiantil y esas cosas…- dijo mientras señalaba a los alumnos de más bajo semestre.
-¿Esas cosas?
-Esas cosas.
-¿Esas cosas?- reiteró Karen.
-Sí, ¡caramba!, esas cosas de otros semestres donde se encuentra mi ex.
-Es normal que temas encontrártelo, pero los horarios son tan dispares que no…
-No lo encontraré ¿cierto?
-Sale del baño- susurró la chica- sale del baño.
-¿Él sale del baño?- quería creer que no era Orlando quién salía del baño, pretendía engañarse pensando que los horarios eran realmente dispares, en verdad lo deseaba, pero efectivamente del baño salía.
-Leo, ¿qué hay? No te había visto, pensé que te habías ido de intercambio o algo así.


Quisieras… ¿o eso yo quisiera?, pensó Leonard antes de contestar con total elegancia, soltura y jovialidad, pues si ya una mierda era sin haber comido lo suficiente, así como teniendo dolores de estómago, boca, garganta, mentales, emocionales y todas esas cosas que aquejan a todo el mundo pero que prefieren ocultar en pro de una actitud tan civilizada como si nada pasara, pavoneándose por los pasillos sin autoproclamarse la plañidera más grande del mundo.

-Hola- dijo y enmudeció.
-Vamos a comer ¿te parece?
-Sí, ya como- comentó Leonard sin la menor elegancia, soltura o jovialidad. Arruinó el momento, pero ¿qué deseaba? Si vomitar era lo único que le salía bien últimamente.
-Luego nos vemos- se despidió Orlando con todas las características de su encanto, el ángel mortecino que aún consciente de su muerte se conduce por los caminos más felices de la existencia.
-Supongo que el amor no es amor cuando con algo lo alteras ¿verdad?- le preguntó Leonard a Karen ya de camino al comedor.
-No Shakespeare, es una marca indeleble que enfrenta tempestades y jamás se debilita… ¿sigues enamorado de él?
-No lo sé, pero quisiera que esa incertidumbre no me matara.
-Ignóralo, la próxima vez que lo veas sólo ignóralo.
-No podría, no está en mí.
-¿Cómo el comer?

-Creo que ya sé porqué no me encanta Ricardo III, todas son una plañideras, como yo.

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