lunes, 8 de febrero de 2010

Como en el cine Hollywoodense, se suele sacrificar el contenido por la forma

Saliendo de aquella clase donde siempre le decían a Leonard que no sabía nada pero sin embargo estaba en el lugar correcto para aprender todo lo que le faltaba por aprender (sin intención de ofender) se topó con uno de sus viejos amigos del viejo pensamiento. Señorito Freud, como le llamaba por su fijación al psicoanálisis, había sido uno de sus compañeros al inicio de la carrera, de eso ya tenía más de un par de años, pero se habían dejado de ver desde hacía dos años porque después de un tiempo sus horarios no congeniaron, él se había ido de intercambio (como todos parecían estarlo) y al final estaban en plena escalinata preguntándose qué había sido de la vida del otro, sin embargo la confianza ya no era la misma, pues aunque el señorito Freud era el mismo hombre de gafas grandes y chamarra intento de saco parchado en los codos cual prenda recién sacada del armario de cualquier profesor de matemáticas, era Leonard quién parecía estar algo diferente según la percepción de Freud.
Fue como un flechazo impío proclive a la destrucción, pues al instante Leonard supo que ya no era la misma cuestión aquella que se manejaba entre ambos ¿amigos? Cuestionable, porque resultaba que ahora tenía nuevas amistades y Leonard no cabía en ellas.
-Dejaste de contestar mis mensajes de texto- le dijo Leonard después de unos minutos de charla.
-No es lo mismo depender de tus padres que de ti mismo.
-¿Eso a qué viene?
-Ya no vivo en mi casa, me sacaron o me salí, depende la forma en que lo quieras ver, así que no tengo todo el ingreso monetario que desearía tener.
-Jamás lo creería de ti- era cierto que Leonard no se imaginaba ni imaginaría que el chico Freud estuviera lejos de casa o en construcción de un nuevo hogar, pero sobre todo por el aspecto de su ex compañero, quién lucia exactamente igual.
-Yo tampoco creería que te volverías fancy.
-¿Fancy? Hazme el favor.
-Eso mismo, ni te ofende el término, sino que lo ansías.
-¿Y eso a qué viene? Soy el mismo e idéntico hombre.
-Ya lo creo, eres la viva prueba de que el interior importa, porque en la periferia no eres el mismo ¿qué fue del chico que sólo usaba playeras negras y pantalones de mezclilla?
-Créeme, sólo uso pantalones de mezclilla, el día de hoy es gabardina y no tiene nada de “fancy”- Leonard se burló del término enmarcando con sus dedos un par de comillas en el aire.
-Pues antes no usabas lentes de sol.
Después del comentario del chico freudiano, Leonard se quitó los lentes. No se había percatado que aún los traía puestos.
-No sé por qué estás ligeramente agresivo.
-Hasta te ves demacrado.
Leonard empezó a reír de una forma tan auténtica como hacía mucho tiempo no lo hacía.
-¿De qué te ríes?- el chico freudiano parecía estar un poco enojado, aunque más bien usaba un tono arisco.
-Antes me cuestionabas sobre mi trabajo, mis escritos, lo que decía o quería hacer y ahora te fijas únicamente en mi imagen ¿no será que tú también cambiaste un poco?
-Si me fijo en tu aspecto exterior es que me abruma más que tú interior, seguro ahora eres pura cáscara.
Leonard no supo qué contestar, ¿el amante de Freud tenía razón? ¿Era pura cáscara, una oquedad existencial? No pudo dejar de referirse a sí mismo que antes era más como el chico freudiano, siempre sarcástico hasta la médula, hiriente por pasión al dolor ajeno y que amaba la vestimenta non-fancy (si es que así se le podía llamar a su anterior forma de vestir) lo recordó y Dios sabe la razón, pero volvió a reír más fuerte que antes, y sin importar realmente el nivel sonoro de su risa, el espíritu sí que era auténtico.
-¿Te sigues riendo eh?

-Sólo creo que sería bueno charlar más seguido, puede ser que regrese alguna parte de mí que se encuentra algo extraviada y sin intención de ser revivida, pero contigo… es extraño que me den ganas de ser petulante.
-Eso es poco halagador en cualquier sentido ¿qué fue de Edgard? Pensé que te adaptabas mejor a él.
-Edgard es un plato que se sirve mejor frío.
-Salieron mal, pues ahora pareces una chica de su séquito.
-Gracias, me esfuerzo por ser un buen cortesano, pero de mi propia corte.
-Leonard, me tengo que ir, quedé de verme con unos amigos.
-Claro Freud, todos ellos de playeras negras con estampados deslavados.
-Eso no tiene nada que ver.
-Lo mismo digo, pero honestamente creo que tú no lo ves así, le das más importancia a la forma que al contenido.
-Ya deja la huelga de hambre y también la intelectual.
-¡Oh!, gracias por recordarme lo poco culto que soy, pero muy orgulloso estoy de ser tonto, frívolo y vulgar.
-Ya supérate señorito Maugham- dijo el chico freudiano y se dio media vuelta.
-Eso sí que fue poco cortés- dijo Leonard en tono glacial.
-En eso no has cambiado… ¡en lo snob!

Freud siguió su camino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Lalalea aquí