viernes, 22 de mayo de 2009

El estúa en los cocoteros

Se encontraba cansado de tanta banalidad absurda que por un momento deseó no haber si quiera pensado el asunto del Holinalgo, así que por eso recurrió a la fuente más alejada al arte, o a las incursiones maldicientes dentro del medio actual, fue a ver a su amigo Mauricio, conocido, en algunos mundos, como Mauro y en otros tantos era Codec Tentación.
Mauricio se había metido a una escuela militarizada desde la infancia, su padre era alto comandante de algo que no recordaba Leonard –Suficiente tengo con recordar mi lugar en la cadena trófica del arte como para recordar la de otros en la milicia- el padre de Mauro le había injertado altas dosis de demencia pura, ser el hijo de un militar (cualquiera que sea su cargo) era difícil, así que por ello huyó de su casa, se instaló en un restaurante y fue estúa, así se pronunciaba. Mauricio le contó que antes de salir de su hogar se encontró con un hombre que le ofreció trabajo de estúa, él no sabía de qué se trataba el asunto, pero al menos sonaba bien.
Una vez en el local “Cocotero”, el nombre del restauran muy exótico, descubrió que ser estúa requería lavar y fregar tanto las trastos como la estufa todo el día, tan constante el trabajo como el mismo flujo de la clientela que venía sin cesar ante una mar de música intoxicante, bebidas embriagantes, acentos nada agradables y mujeres del cliché que al parecer servían para satisfacer las necesidades más rutinarias de algunos hombres, eso fue cuando tenía catorce y Leonard lo conoció a los dieciséis, cuando iba por el centro comercial con Akenatón y se burló de las bermudas que tenía puestas Mauro, quién lo confrontó, después Leonard lo invitó a comer pizza y el asunto se había arreglado con una solución tan infantil como el problema.
-¿Y ahora qué hará?- se preguntaba Leonard cuando iba de camino al “Nuevo cocoteros”, pues sin importar en dónde trabajara Mauro, él siempre decía Cocotero –Es una palabra pegajosa… cocotero.

-Leo, ven, ven cabrón, salúdame- dijo Mauro cuando lo vio entrar. Para Leonard fue un alivio, pues era de noche, el lugar era grande, abochornante, con miles de luces, altos decibeles en el aire y se presumía de “mala muerte”… aunque no tanto como otros que había visitado recientemente.
-Eh Mauro, me da gusto verte.
-Yo apenas te vi, sí mira- sacó un periódico, y ahí en la sección de “Gente bien” (o no tan bien) se encontraba Leonard al lado de Nick y Cecelia. El pie de foto decía: Nick Hollinghurst, Cecilia Anaryo y su acompañante. Ni siquiera se habían preocupado por pedirle el nombre. -¿Con que sales con la cebolla otra vez? ¿Es por lo de su padre que se postuló para diputado? ¿Qué no te dañó lo suficiente la muy hija de…
-Era sólo una estúpida cena y me la encontré ahí, eso es todo- le interrumpió Leonard.
-Ah, te mueves en esos círculos zoociales. ¡Pendejadas!.Leonard no había olvidado el lenguaje algo altisonante de Mauro, quien seguramente se restringía un poco por el temor de ofenderlo. Pero la verdad era que el asunto había resultado ser una pendejada, sí, lo habían puesto como acompañante de Cecelia y no de Nick, algo bueno tenía que salir de ello… ¿o no?
-Pero no hablemos de cebolla, te vine a ver.
-Sales corriendo de tus problemas, por eso vienes a echarme el ojo. Mira que ya no soy estúa ¿recuerdas? No soy tan imbécil.
Hacía tiempo que una extranjera lo había visto en el restaurant y lo sacó a bailar, desde ese instante se convirtió en un cortesano del baile, porque sólo eso daba… por dinero.
-Pero bueno, qué bien que te vi al instante, porque no quería ir preguntando por Codec Tentación.
Mauro profirió una carcajada estruendosa, sin embargo el lugar era tan ruidoso que poco importó.
-No me jodas, no me jodas, me tienes que ver para saber lo de mi nombre. Yo lo escogí, me agrada, así que amárrate la lengua a las muelas cabrón.
-Lo veré.
-Bien, ya va empezar, te tengo que dejar, ahorita te mando unas bebidas ¿quiere alguna vieja de compañía?
-Eh no, no gracias, y que sea algo sin alcohol…- Codec Tentación se había ido.

Leonard no pudo dejar de pensarlo, mientras se tomaba una mala imitación de Blood Mary, que ahora ambos tenían veinte y que sencillamente las cosas habían cambiado, como todo, pero ¿para bien o para mal?
El espectáculo inició, la gente seguía bailando, al parecer realmente no era un espectáculo. Un hombre que parecía ser el homónimo de la “madame” de las prostitutas, tomó el micrófono y dijo: Les presento a los hombres más fieros, salvajes, calientes del lugar, con ustedes desde Rusia… el Marrullasss.
Las mujeres enloquecían o parecían enloquecer cuando apareció un hombre algo güero, algo moreno, de veintitantos años (tirándole a los treinta) con una camisa sisada bermudas cortas y sandalias color café deslavado que bailaba al son de la música. Era una cosa que se debatía entre lo gracioso y penoso.
Y desde las selvas más cachondas del espacio Cooooodeeec Tentación. Y salió Mauro sin camisa, con una bermuda aún más pequeña (más bien era u bañador) y unas sandalias no tan raídas, bailando, moviéndose sensualmente de tal modo que si tuviera ropa (o más de la que traía puesta) las mujeres pedirían que se la quitara. Leonard no sabía qué sentir, era su amigo pero el asunto le parecía algo degradante. Sin embargo notó que Mauricio se divertía y no se tomaba nada en serio cuando decenas de mujeres se le acercaron para ponerle dinero en el elástico de la bermuda, una serie de billetes con muchos ceros se postraban en su cintura.
Lo cierto era que no se había percatado de que su amigo no era un niño pequeño, ya no era el joven escurrido y paliducho, ahora tenía bronceado, un abdomen sacrificado a las arduas horas de ejercicio y un cutis envidiable, él vivía de su físico, no tenía mucha diferencia con lo que había hecho Nick, o incluso el mismo, que a pesar de no tener mayor atractivo parecía que debía utilizar lo que “alguien” veía en él ¿para sacar provecho?
-¿Te gustó?- le dijo Codec Tentación cuando se acercó a su mesa.
-No, no eres mi estilo.
-Putón de mierda- rió Mauro- tienes un sentido del humor muy bueno, no lo tenías antes, cuando eras químico, médico, biólogo, lo que estudiabas.
Leonard se encogió de hombros –Ya se me olvidó- se estaba mareando un poco, el Blood Mary se encontraba tan a medias como él, bueno, de hecho sólo había tomado menos de la quinta parte del vaso.
-Baila wey ¿no viniste a eso?
La verdad era otra, no había ido a bailar sino a charlar, pero el tal Codec no tenía demasiado interés en ello, y pues ¿qué más le daba? Estaba ahí para olvidar.

4 comentarios:

  1. Jojojo, me recordaste a cuando conocí a alguien. Iba subiendo a la combi (de esos transportes comoderrimos...) y se me cayó la mochila, salió por la puerta a un gran charco de agua. Tenía ganas de matar, y en eso atrás se escucha: "Jajaja... jejejje..." Recogí mis humedas pertenencias (ahora que lo pienso, no es lo más higienico que pude haber hecho), y me siento para descubrir que el de al lado era el gracioso. Se volteaba a verme con cara de chiste, para seguirse divirtiendo. Ya, muy digno le digo: ¿Güey, qué, fue chistoso? Y responde: Sí. La neta sí. ¡Jajajajaja! Y extiende la mano para saludar. Buen tipo. A diferencia de la amistad que se dió entre Codec tentación y Leo, aquí no tanto. Eso de la mochila no se puede olvidar.

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  2. Hola Fred, ¿cómo no ha de ser?, si los blogs siempre sirven para contar infinidad de experiencias. Aquí los dos hemos tenido una similitud en cuanto a las burlas y las amistades… y aquí entre nos… yo también me hubiera reído de ti, al menos mentalmente, pero sólo un poco, porque terminaría pensando que me podría pasar a mí. Los mismo con el Codec, ¿qué pues si se tiene mal gusto para vestir?

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  3. jajaj que bueno va esto!!
    cualquier parecido con la realidad es solo casualidad!!
    quiero leer más.
    suerte, un beso!

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  4. Mar, pues sí, pura casualidad jajajaja

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