lunes, 8 de agosto de 2011

El tiempo pasa

Tan caprichosas eran las horas en aquel parque valenciano que Leonard no las sentía pasar, sin embargo tenía la ferviente idea de que en cualquier instante todas caerían enjutas y algo decadentes, caerían sobre él y marcarían el momento de su partida. Se suspendían, se alargaban… al final las olvidaría, quedando el breve aroma de la nostalgia y la sensación de algo… de que algo ahí sucedió. Que los días se sustituyeron mutuamente cambiando sus nombres como quién intercambia una moneda por otras dos que juntas valen lo mismo que la anterior. Seis meses en la llamada “madre patria” y las experiencias habían sido sencillamente maravillosas. No es que lo maravilloso fuera sencillo, sino que no existía otra palabra para enunciar aquellas horas.

Su estancia en España había culminado. Los últimos dos meses corrieron cual caballos desbocados. El tiempo pasó tan rápido con el simple hecho de que las últimas horas ahí, sentado, transcurrieran más lento. –Lo vale- se dijo Leonard mientras suspiraba con aire de autosuficiencia. Le parecía curiosa la sucesión de los eventos, cual argumento succionado por la tinta de algún autor amateur a quien al final todo le salía bien o medianamente aceptable.

Recordó los viajes, las malas clases, las buenas clases, los artistas inexistentes, se recordó a sí mismo cuando pisó tierra europea, ¿era distinta a la otra tierra? No, ahora lo sabía, no sabía si realmente la gente era del todo distinta o si quizá los escritores más amargados (de aquellos que tanto le gustaban) tenían la razón sobre la naturaleza humana y su triste similitud en los bordes de la maldad y la bondad. Esos bordes dicotómicos –Pero eso no pertenecen a mis autoras, ni de esos escritores amargados, eso es mío- era suyo y lo atesoraba. Creía en la carencia de los bordes dicotómicos y se daba cuenta, que aunque humano el mismo, jamás entendería a su propia raza porque apenas reconocía su dedo pulgar de la mano derecha, ¿era ese el mismo dedo que le había acompañado durante toda su vida?, ¿había mutado? Había crecido.

Como los dedos pulgares (fueran de la mano o los pies) realmente no notaba cuando crecían. Como él… ¿era el mismo o había crecido? Tenía unas fervientes ganas de sacudir Víctor y preguntarle si notaba alguna diferencia en él, ¿pero cómo podría decírselo? Apenas se conocían un par de semanas atrás y el chico de tez clara y ojos azules poco podía saber sobre Leonard, cualquier Leonard (si es que todos los que había sido él eran uno y ese uno eran todos), no deseaba recapitular mentalmente todas las tonterías en las que había incurrido antes de llegar a Valencia y mucho menos las que cometió en los últimos meses.

No tenía otra concepción de la vida (y el mundo) que él extrañando a Víctor y el tiempo que pasaron juntos. Se sentía tan egoísta y al mismo tiempo ofendido por el mundo (y la vida) por haberlo creado de esa manera, que el contexto influyera tanto en su persona.

Tiempo atrás había dejado a Pedro, como dejó a Jean-Paul, como dejó al otro y al otro antes de ellos dos, ¿existía otro? Siempre podría haber otro, de eso estaba consciente. No podía dramatizar más las relaciones. Todos se iban pero él permanecía con una visión más clara de sí mismo frente a la actitud con la que debía afrontar las relaciones. Él existía y no precisamente porque se hubiera elegido, como tanto le habría encantado difamar, sino porque existía con todo lo demás como conjunto. Existía con la conciencia propia, ni dudarlo, pero de la misma manera permanecía dicha conciencia gracias a la vida yacente en el mundo. Contaba los sucesos que le habían llevado hasta ahí. Las huídas desesperadas, las rupturas, las ansias de tener un poco de éxito, estudiar más, saberlo todo y descubrir la nada dentro del conocimiento. Y al finalizar la estancia (que si no dramatizaba las relaciones al menos estaba dramatizando un poco ese momento, las horas longevas) sólo le quedaba Víctor, y no porque fuera la última opción, el relleno dentro del tiempo… Víctor era todo lo contrario, era la única razón por la cual se quedaría en Valencia.

Deseaba sacudirlo una vez más con total pasión, devorarlo en un beso y llevárselo en las entrañas o abrazarlo y fundirse en su piel, perdiéndose para siempre dentro de él y al final ¿dónde estaría Leonard?, ¿sería igual que todos los hombres dentro del suelo mexicano o español?, ¿sería él algo distinto como para merecer a un chico tan estupendo?

Leonard sería una persona dentro de otra, sin importar que él fuera mexicano y Víctor español, las almas se fundirían y sin dar a luz un hijo, dos hombres podrían ser uno sin rozar la obviedad de sus nacionalidades, no existiría territorio geográfico, ni un océano entre ellos; no tendría que preocuparse porque le llamaran una vez más snob sólo porque amaba a su chico de ojos azules, europeo, de tez clara e intelectual; no habría de preocuparse por las normas derridianas de si se ama a lo “qué es la persona… y por qué la persona es así” antes de amar a “la persona con entereza”; en la fusión de los cuerpos no le interesaría nada de eso porque entonces él sería parte de Víctor y no sólo lo amaría a él, sino también a sí mismo. Uno solo caminaría como el ser sin patria, de costumbres híbridas y algo extrañas. Ni una cosa ni otra nada más que el ser humano buscando los límites, exactos de la conjugación con otros seres para hablar, comer, mirar… sin nacionalidad, sólo usos y costumbres, todo era cultural pero carente de institución como tal.

¿Por qué si sabía su corazón se encontraría con Víctor… al final el resto de su cuerpo terminaría por extrañarlo?, ¿por qué en la teoría, con toda esa plenitud emocional e igualdad como ser humano sin más, era tan difícil la práctica?, ¿por qué el espacio afectaba tanto aún cuando el tiempo parecía determinado a favorecerlos?

Pero lo recordó. -¡Ah las horas!- pensó- estas horas caprichosas que me dejan estar a su lado y sentir que son días, semanas, quizá meses. Pero una vez concluidas estas horas, todo equivaldrá a una muerte paulatinamente dolorosa. Con el fin de las horas vendrá la separación, mi muerte. Me iré yo. Por primera vez el que se va soy yo. Y otra vida empezará y como un gato he de tener que aprovechar las vidas restantes, ¿serán mis otras vidas tan fuertes como para poder soportar que Víctor esté tan lejos… y aún más allá de eso, saber que pasará mucho tiempo antes de que lo vuelva a ver?- El tiempo, se percató, no siempre estaría de su lado. Cuando supo eso instantáneamente abrazó a Víctor, sentados en la banca del parque lo abrazó y cerró los ojos como un niño pequeño quién cree que con su pequeña rabieta podrá frenar lo inevitable. –Le diré, le diré que lo amo, le diré lo que pienso, le diré que preferiría abandonar todo y estar a su lado. Pero no puedo- se contuvo, se detuvo, no sólo porque sabía que a su chico de ojos azules no le gustaban las lágrimas o los pensamientos dramáticos, sino porque parte de él le decía que en su otra vida, después de las horas, él tendría que madurar más rápido y utilizar toda la prudencia con la que ahora cargaba, utilizar la prudencia de las otras vidas.

Ser maduro o prudente nunca había sido la especialidad de Leonard, pero entendía que lo más sano era disfrutar ese momento y… ¿y después?... su prudencia no se lo permitía decírselo, pero después, ya el tiempo lo diría.

5 comentarios:

  1. la infancia de mi vida, la inmadurez que tanto mimaba Gombrowitz, se perdió en una esquina cualquiera de mi barrio porteño. Enseguida entendí que el silencio no traía nada más que silencio. ¿Las palabras? Posiblemente sólo palabras, pero con ellas me sentía más cobijado, más seguro, menos frágil. Prefiero hablar, no sentir que no dije lo que tanto sentía. Mañana tal vez no exista, tal vez no exista yo y sin mi no hay mañana.
    un abrazo

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  2. Palabras o silencios, ambos comunican, depende que quieran comunicar de forma honesta o de forma tergiversada?
    Pueden consolar o desconsolar
    Pueden hacer comprender o desorientar
    Pueden hacer que te sientas un dios o el diablo
    Todo depende como te sientas interiormente

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  3. Mis estimados. Primero que nada una disculpa enorme, hasta ahora que he cambiado de navegador puedo comentar en mis propios blogs. Gracias por pasar.

    Dante querido, le he dicho que lo amo, lo sabe. Le dejo a Leonard el drama, ya que sea dentro él si quiere o no ser maduro, que yo sigo cantando por aquí desde que volví a México, y aunque separado de gente que quiero, amo y extraño, siempre tengo el consuelo de poder volverlos a ver, como a ti. Un abrazo grande.
    BUZZ LIGHTYEAR (coqueto el nombre eh!), en ocasiones soy feliz en la palabra otras tantas en el silencio, pero efectivamente como bien dices, todo comunica. Gracias por el comentario, siempre alimentan y estimulan.

    Nuevamente gracias, pronto espero publicar algo, temas no me faltan (nunca había tenido tantos) pero mis ganas de plasmarlos no son muy grandes.

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  4. joven hace tiempo no rolaba por estos lares jaja, i like your text, no victor era amigo suyo de antes??? ya no me acuerdo jajaj

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  5. jajajaja =P Mi querido, que bien que pasas por aquí, otra vez. Pues no ha pasado mucho, he dejado este blog por un par de meses (bueno, muchos meses) lo retomaré en enero.

    No, Víctor no había aparecido anteriormente en la "La campana..." es un personaje que existe en Valencia y que muy frecuentemente se proyecta aquí en México y en mi corazón.

    Un abrazo mi estimado Tonnio. Ya empezaré a pasar también por tu blog.

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