jueves, 11 de noviembre de 2010

La importancia de un viernes por la noche

Para un viernes cualquiera de la vida anterior de Leonard (que se enmarca en el bachillerato y los primeros dos años de su carrera estudiantil) era normal quedarse en su casa o departamento rentado a leer o escribir sobre cualquier cosa, e incluso poco le interesaba. Una vez asistió a una mesa redonda donde alguien dijo: “Se sabe que ya maduraste cuando llega el viernes por la noche y no esperas a que suene el teléfono para concretar una salida social”. En efecto, Leonard, cuanto tuvo escasos dieciocho años (y no es que ahora tuviera muchos más) se sentía lo suficientemente maduro para saber hacia donde quería que su vida ascendiera. Todo dependía de los planes y la dedicación, sin realmente interesarle los sacrificios que dentro de su juventud tuviera que hacer.
Posteriormente su tercer año en la facultad fue un desastre descomunal. Sus objetivos de vida cambiaron como quién edita el texto final de un escritor amateur. Drogándose, alcoholizándose e incluso prostituyéndose, encontró una forma de sublimar sus tenciones sociales; asistiendo a varias fiestas, inauguraciones, bares, antros, cocteles y distintos tipos de centros nocturnos; parecía que la vida al fin de cuentas no tenía sentido si alguien no le llamaba el viernes por la noche para salir. Pero ahora en su cuarto año de universidad y posiblemente el último, las cosas habían cambiado de forma radical, y paradójicamente, usual.
Volvió al intento de madurez frustrada, ¿realmente quería convertirse en un gran escritor y quizá un buen crítico de arte?, antes estaba muy claro, podría decirse que la frase “Crítico de cine” era sinónimo de “Conquistar al mundo”, pero ahora con su gusto por el ocio, sumergiéndose a diario bajo la tutela de textos teóricos del arte, no tenía más que preguntarse: ¿realmente para qué sirve todo esto?

Llegó el viernes por la mañana y se arregló el cabello en una coleta; asistió a su clase histórica y después terminó un libro sobre teoría visual de una escritora muy crítica y vehemente; entregó el plan de su proyecto preliminar de fin de semestre para una de sus materias con contenido escultórico; todo parecía perfecto… todo parecía tan aburrido. Fue cuando recibió un par de invitaciones para salir, todas y cada una de ellas en la ciudad de provincia donde estudiaba, el único problema: no tenía dinero.
Cuando un chico logra tener todo lo que desea gracias a la prostitución (ya sea la intelectual al vender sus proyectos, o la carnal al usar su cuerpo) es difícil que una vez dejada atrás esa etapa de vendimia social, no pueda tener nada, y mucho menos en esa semana. Era ligeramente miserable… pero sólo económicamente.
En todo lo demás las cosas iban muy bien, escalofriantemente bien, le asustaba la aparente estabilidad estudiantil que había obtenido, pero que sin embargo estaba a punto de comprometer muchos de sus proyectos por cuestiones monetarias. Sin empleo en revistas independientes, trabajo constante, becas por venir, o cualquier otro tipo de remuneración económica, Leonard estaba en un apuro económico, se había convertido en el niño enteramente dependiente de mamá y papá, y eso era algo que detestaba, así como temía.
Tuvo que decir no a todas las invitaciones para aquella noche de viernes –De cualquier forma no tendría manera de conocer a alguien distinto- se dijo para consolarse torpemente. Era cierto que estaban ahí los dos hombres “nuevos” dentro de sus avatares lascivos, Sid y Ludwig no eran más que una opción de sexo oportuno, nada emocional. Se preguntaba si acaso el chico punketo no era muy peligroso, mientras que el editor quizá era heterosexual, o un bisexual con ganas de jugar. Ya había vuelto a ver a los dos después de aquella exposición de fotografía. A Sid en uno de sus paseos por el centro de la ciudad, mientras a Ludwig lo saludaba en el pasillo de la facultad. Nada sustancial, hasta que ambos le invitaron a salir y tuvo que negarse, ¿era posible tanta belleza desplomada de lo sublime a lo grotesco? Al parecer sí, como decía aquella canción de Garbage: Si Dios es mi testigo, Dios debe estar ciego.
No tuvo más opción que revertir la ecuación, pues si nadie le llamaba entonces sería el quién tomaría el teléfono para hacer el llamado social. Le marcó a Samantha y quedó de verse en un pequeño café dentro de la ciudad donde vivían ambos. No era una salida nocturna, pero al menos no pasaría mal la tarde.

Samantha pertenecía a las dos amigas más íntimas y cercanas de Leonard. Entre Susana y Samantha, Leonard se sintió lo suficientemente a gusto para terminar el bachillerato, desde entonces se conocían y platicaban de todo en poco tiempo. Se veían en intervalos de dos a seis meses. Los tres, dentro de su lenguaje personal, se habían propuesto conquistar el mundo. Leonard como escritor; Susana como médico; Samantha como publirrelacionista. Tres jóvenes que se creían inteligentes y capaces de patear los traseros necesarios para triunfar. El único problema es que ahora uno de ellos había desertado.
-Estoy embarazada- le dijo Samantha mientras Leonard le tomaba su café con leche.
-No puedes decirme eso mientras tomo algo caliente, debes soltarlo con cuidado- Leonard dejó su taza de café en la mesa, se limpió los labios e intentó controlarse- ¿Y la escuela?, sabes de quién es ¿verdad?
-Claro que sé quién es el padre. Estamos viviendo juntos desde hace un mes y ahora abrimos un pequeño negocio muy modesto.
-Prácticamente me perdí de todo un capítulo de tu vida.
-Sí Leo, pero siempre estás ocupado con tus proyectos de la escuela.
-Es un semestre muy ligero… hasta económicamente- Leonard torció su boca y desvió la mirada de su amiga.
-¿Sigues con problemas económicos?, ¿No los tenías desde antes que iniciara el semestre?
-No tenía problemas económicos, pero después lo gasté todo en el internado, tú sabes, historia vieja.
-No tan vieja. No puedes quejarte, tú no me dijiste que te recluirías hasta que saliste del internado. No contestabas el teléfono, no estabas en casa, no tenías departamento, tus padres me dijeron que te fuiste a una especie de viaje o retiro, me sorprendió que con toda la vigilancia que te tenían no te preguntaran nada.
-Lo sé, fue cruel, pero también era algo que tenía que hacer yo sólo sin intervención de nadie, no te enfades más de lo necesario.
-No me enfado. Sólo digo que no te molestes porque no te dijera sobre mi embarazo.
-Y tu nuevo aparente esposo, así como tu nuevo negocio, ¿qué sigue?, ¡¿Qué dejaste la escuela o algo así?!
-Me di de baja temporal…- la frase de Samantha realmente no estaba terminada, de hecho, las vidas tanto de ella como de él jamás estaría concretadas a esa edad, era sólo un pequeño esbozo aquello que delimitaba su existencia. El punto era que ahora Samantha lo estaba cambiando todo por aquello que ellos mismos habían despechado en su juventud, espacio temporal donde eran lozanos e inteligentes que pretendían no tener relaciones amorosas. Ninguno de los tres se enamoró en el bachillerato, sólo tuvieron relaciones esporádicas, y aunque Leonard tuvo un amorío con Cecelia, no podía dejar de pensar que entre amar y amante había una gran diferencia. Por su lado Samantha salía con hombres adinerados que le pudieran ir a recoger a la escuela y llevar a cenar a costosos lugares, mientras Susana se consagraba a sus estudios.
-¿Entiendes lo que estás diciendo?- preguntó Leonard sin mayor interés que en una respuesta en específico. Quería que Samantha le dijera: “Sí, entiendo que estoy arruinando mi vida, porque al darme de baja temporal en una escuela como la mía, que es un internado, no podré separarme después de mi hijo y que me estoy atando a un hombre gracias a éste nuevo negocio que abrimos juntos”, pero sabía que eso jamás pasaría ¿era acaso que Leonard se prestaba como el único feminista sobreviviente de aquella triada?
-Es muy simple. Abrimos el negocio para tener fondos para cuando nazca el bebé, después de que el bebé pueda despegarse un poco de mí, terminaré mi carrera.
-¿Cuándo pueda despegarse un poco de ti?,¿ quieres decir que hasta que termine la universidad o cómo? Además, no pensé que éste chico con el que estás fuera el definitivo, tú que querías un tórrido romance y no una relación lineal.
-En ocasiones es mejor lo seguro- se remitió a contestarle Samantha.
-No es nada seguro- Leonard agitó la cabeza así como su coleta de cabello- no tienes la carrera terminada, ese negocio no sabes si fructificará más allá de lo requerido, y ese chico… es lindo pero…
-Entiendo tu renuencia Leo, pero no todos buscamos al hombre imposible.
-No estoy buscando al hombre imposible.
-Pues ya dejaste pasar a varios.
-Tengo veintiún años, ¡puedo dejar pasar a todos los hombres que me vengan en gana! Ninguno ha demostrado ser lo suficientemente especial, además, ya sabes que por el momento no creo en el amor.
-Dices “por el momento”, como si eso fuera a cambiar de inmediato o de un día para el otro de forma mágica. Entiendo que Orlando te lastimara tanto que ahora saltas de cama en cama, pero debes darte una estabilidad, al menos económica.
-Sam, sólo porque has estado muy ausente en mi vida tanto como yo en la tuya, pero ahora soy muy estable. Efectivamente no he salido con ningún hombre, ni con mis amigos porque no tengo dinero, y hasta cuando te llamo apenas puedes darme un par de horas porque tienes asuntos que atender.
-Leonard, ese eres tú. Nunca tienes tiempo para nadie que no seas tú. Por eso no sales con nadie, por eso te aseguro Orlando tuvo que ir a parar a los brazos de Edgard pues no le complacías ni en tiempo.
-En cuestión de relaciones, sólo las personas involucradas en ellas saben qué es lo que sucedió dentro de la relación.
-Mis prioridades han cambiado. Voy a tener un bebé, deberías alegrarte no ponerte celoso porque nuestra vida de solteros caza hombres terminó. Ya no quiero conquistar al mundo como al parecer tú sigues obstinado en hacerlo.
-Somos muy jóvenes- Leonard se entristeció ¿en verdad Samantha estaba arruinando su vida o sólo era mucho más madura que él?, ¿y si no había nada más que el juntarse con el aparente amor de su vida para tener proyectos en común? ¡Pero si él no creía en esa clase de amor! Se negaba a creer que la vida se definía en la década de los veinte años como muchos teóricos, pensadores e incluso profesores se dignaban en profesar.
-Soy mujer, mi tiempo es distinto al de un hombre gay.
-Jamás te vi como una mujer de esposo, hijo, negocio, estabilidad…
-Estancamiento ¿no?
-¡No puedes hacerlo!, ¡no puedes dejar la escuela!
-Leonard, está decidido, ya hice mis planes y te estimo, pero no tenía que ir a consultarte mis elecciones. Tú ni siquiera te puedes mantener o tener una relación estable, eres un gran estudiante, eso nadie te lo quita, pero ya va siendo momento de proyectar todas esas grandes ideas en algo específico, ¡se realista!
-¡Ni siquiera he terminado la carrera!
-Y después no habrás terminado tu primer postgrado o el segundo, y estarás como esos investigadores que tanto criticas cuando lo que ahora te interesa es la creación.
-Creo que nuestros tipos de vida ya no son tan compatibles después de todo.
-No creerás que las cosas seguirían igual que en el bachillerato. Como siempre dices, éramos tan jóvenes.
-¿Pero por qué parece que ya no lo somos?
-Lo seguimos siendo, pero de alguna forma toda esta loca sociedad nos ha hecho madurar de una forma mucho más acelerada. Leo, es momento de dejar los libros, lo sabes y lo hiciste por un tiempo, sencillamente no pudiste con eso.
-¿Y lo sabe Susana?
-No, y no se lo digas. Quiero que lo sepa por mí. Si tú diste el grito en el cielo, con ella corro el riesgo de que me retire su amistad.
-No es para tanto.
-Lo mismo digo con respecto a tu reacción. Pero ya sabes que ella no cree en el matrimonio, mucho menos en los hijos o el estar con un hombre por mucho tiempo si esto trunca tu educación. Como tú, pero algo más exacerbado.
-Lo sé- Leonard terminó su café. ¿Cómo podía ser que dos personas que habían vivido tanto, experimentado infinidad de cosas, en especial Samantha con sus constantes viajes, ahora se veían bajo el régimen de establecerse?, ¿era el momento para que la fiesta se consumara, que el teléfono de los viernes por la noche dejara de sonar?, ¿era momento de madurar?

2 comentarios:

  1. Nada, que como en muchas cosas fuí de una forma un poco extraña seguidora anónima de este blog y hasta ahora me atreví a dejar comentario.

    ¿Madurar?... Next question, please...

    ResponderEliminar
  2. Yeni, ¡tanto gusto tenerte por aquí! Espero te gustaran (aunque fuera) algunos textos de los que ya habrás leído. Me encanta comenten en el blog. Muchas gracias por pasar y espero puedas leer las otras entradas. En los fines de semestre al Leonard le pasan cosas algo intensas.

    Besos! Y sí... ¿madurar? no más!

    ResponderEliminar

Lalalea aquí