miércoles, 21 de octubre de 2009

Pre aviso en pro de la putifiesta

La cosa se había dado más bien de una forma muy rara, aparentemente circunstancial pero totalmente brutal.
Leonard conocía a Lola, aunque todos le decían Lolita en la misma facultad de artes, ambos habían intercambiado un par de ideas, diálogos y algunos monólogos sobre cosas simples: la ropa y la moda, y aunque Leonard sabía poco o nada, Lolita siempre lo ilustraba con algo sorprendente e inaudito, quizá todo le parecía más inaudito porque no tenía conocimiento del tema, sin embargo Leonard la escuchaba con atención y cada vez que se veían él se acercaba a su grupo social y decía: “Pero si aquí está la gente bonita”, un comentario que al parecer llevaría a Leonard a una especie de calvario social. Ya que al ir diciendo eso por el pasillo (adjuntado al barullo de su retrato en una Bienal pro acoso sexual) la sexualidad de Leonard estaba siendo cuestionada a cada palmo, pero eso a él ya no le interesaba… hasta que llegó Petter.
Petter era pura pulsión, un chico de intercambio (como solían ser las torturas de Leonard) que curiosamente había conocido en las vacaciones sin siquiera saber que se volverían a encontrar.

-Leonard- dijo Lolita un día de aquellos que ni son soleados y ni realmente nublados, siempre existía la tentativa de una tenue llovizna.
-Lo-li-ta- fragmentó Leonard el nombre haciendo alusión a Alizée- pero si aquí está la gente bonita- recitó él con total naturalidad.
Lolita sonrió ampliamente, tanto que daba un poco de miedo, algo se traía entre dientes.
-Te presento a Petter- y como si hubiera salido de su trasero apareció el mismo chico ni negro, ni blanco, ni muy regional, ni local, ni desconocido, era el chico borderline, o así se había definido él mismo la vez anterior, de eso ya más de tres meses –Petter, él es Leonard.
Petter sonrió sagazmente, frescos y audaces sus labios se curvearon con total encanto, la cacería al parecer había iniciado.
-Ya lo conozco- dijo Petter alegremente.
-¡Ah!, pero si conoces a todos los hombres del mundo- Lolita parecía un poco decepcionada – ¿de dónde lo conoces?
-De un viaje- Petter se mordió el labio inferior – es piscis y es un depresivo.
-¿Siempre ha sido tan halagador el muchacho?- inquirió Leonard fingiendo que no existía Petter al dirigirse únicamente a Lolita.
-Pero ahora no te ves triste- Petter meneó la cabeza como si quisiera mostrar una amplia cabellera, lo cual era absurdo, pues tenía el cabello corto peinado estilo ¿mohicano? ¿Mal samaritano?
-Eso es porque no lo estoy- y no lo estaba, en ese momento le entraron ganas de vomitar, no única y exclusivamente por Petter, sino por todo lo que conllevaba el asunto de volverlo a ver, de recordar el viaje, lo que había pasado antes del viaje, sus ganas de tirarse por la ventana, la molestia del fin de semestre, la constante autoflagelación, era como si aquel chico viniera a recordarle todo aquello que estaba intentando olvidar pero que se negaba a ser borrado de su memoria.
-Ahora eres cool- Petter parecía drogado, un chico borderline cool ligeramente drogado pero sin pudor por demostrar su aparente desubicación temporal/espacial, fue cuando volvió a reaccionar- ¡oh, oh!, va a ser mi fiesta, tienes que ir a mi fiesta, todos irán a mi fiesta, Dolores irá a mi fiesta, la putifiesta del nuevo siglo de los nuevos putos y no putos.
Leonard alzó su mano izquierda y se acomodó el mechón de cabello que colgaba en su frente, el asunto de la putifiesta era algo excesivo, pero en fin ¿qué podría pasar?

-De todo Leo, ay, ay, de todo- decía Morgause, una chica con la cual Leonard podía hablar cada vez que deseaba enunciar la frase “Siento que actúo frente a todo el mundo”, después de todo entre Morgause y Leonard existía un vínculo maniacodepresivo, ambos tenían sus periodos de locura- mi psiquiatra dice que ahora mismo me encuentro en mis cuatro meses de manía- dijo Morgause- si quieres te acompaño a la putifiesta, porque ay Leo, una vez, unas de las amigas lesbianas de Petter me contaron… olvídalo, te va a dar asco, sólo te digo que no comas del mismo plato porque nunca sabes dónde han estado sus manos o sus dedos.
Leonard puso cara de asco -¿Conocías a Petter?, ¿de dónde?
-De una putifiesta, bueno, algo así, de una putiexcursión… ay ese hombre le agrega “puti” a todo lo que puede. Le presté mi sudadera no recuerdo porque, y me la regresó toda sudada- el tono de voz que empleaba Morgause denotaba horror, al parecer la experiencia le había parecido no sólo desagradable sino también aterradora- húmeda Leo, totalmente húmeda, ¿por qué tenía que sudar mi sudadera? Entiendo que las sudaderas sean para sudar, pero no sudas una sudadera ajena, no como la sudó Pette.
-Suena desagradable…
-Fue desagradable, parecía que la sumergió en un estanque o algo así… creo que la sudó cuando se perdió en los matorrales con ese chico de biología… no sé cómo se llame pero también es amigo de Lolita y era novio de Pette.
Leonard hizo una mueca –O sea que el propósito de Lolita era ¿emparentarme con Pette?
-Yo creo, con eso del Nick y que le dices “aquí está la gente bonita”, pues tal vez pensó que te interesaría conocer…
-¿Gente igual de folclórica?- le interrumpió Leonard.
-Tú no eres folk Leo, eres… ay no sé lo que eres, pero similar a Pette no eres.
-Pues es curioso que lo digas, le pregunté a Lolita las intenciones que tenía cuando me presentó a Pette y dijo: “Ay son tan idénticos”.
-Sobre todo- dijo Morgause irónicamente- la diferencia es que tú agregas la palabra “Woolf” a todo, y el “puti”.
- Como voy a Woolferar
-No, eso sería más de él, sería voy a putigolfear.
-No puede ser tan malo.
-No es malo, no es nada malo Leo, es un chico muy agradable y contento, y fugaz, pero eso no quita que haya sudado mi sudadera.

De regreso en la facultad, pensando en cosas supuestamente más trascendentes que la putifiesta, Leonard salía de su clase de Semiología con ideas sobre el eterno lenguaje social y todos sus códigos, los conjuntos de signos y sobre todo, que el signo era ante el mundo un estímulo.
-Leonardo- dijo una voz a su espalda. Leonard dio la vuelta y vio a su ya antiguo amigo Edgard.
-Edgardo- canturreó Leonard con abierta desfachatez.
-¡Petter!- gritó Edgard- ¿Qué se cree?, ¿la nueva diva de la escuela? Decirle puti a una fiesta sólo porque es una fiesta organizada por un gay, ni siquiera van a ir puros gays, está invitando a todo el que se le cruza, seguro te invitó.
-Sí, fue justo cuando nos presentó Lolita.
Y ahí, en plena palabra Leonard sintió que se abría una escena de “Las mujeres” de George Cukor, él era Norma Shearer mientras Edgard interpretaba a la estupenda Rosalind Russell.
-Nooooooooooo- dijo Edgard- qué tragedia, no puedo creerlo, todos saben que Lolita presenta amigos con amigos para que se junten como si se creyera un Cupido, como si funcionaran las relaciones que ella junta en pro de lo que sea.
-Pues sí, algo así supe.
-¿Qué vas hacer?- Edgard se encorvó ligeramente como si no quisiera que su voz llegara más allá de un par de centímetros a la redonda.
-Nada.
-Deberías ir a la putifiesta, yo te acompaño, que vea que no estás sólo después de lo de Nick, casi todo mundo lo sabe, pero no te preocupes por eso, me enteré que Petter estaba con Armando, un chico de biología ¡de esta misma universidad! ¿puedes creerlo?, es de intercambio el muchacho, tiene a su amiga Lolita aquí como de interfaz con los hombres de nuestra localidad, que sepa Petter viene de una escuela muy cercana, cercanísima, venía para pasar más tiempo con su novio, pero todo salió mal y rompieron, por eso te lo presentaron, eres el sustituto.
-No lo creo, realmente soy la diversión…
-Ahí va, mira, el putiex- Edgard señaló a un chico de tez morena pero carente de aliciente, era delgado, casi famélico, con un cabello enmarañado, muy chino y con tinte cuasi rubio, el chico tenía cara de desconcierto -yo me ofendería si me tomaran como el sustituto de eso- enmarcó Edgard.
-¿Estás seguro que lo ofensivo para ti, no es haber sido el sustituto?- Leonard dudaba que aquel fuera Armando, o siquiera existiera el tal Armando, la verdad, intentaba que Petter no se le metiera a la cabeza, porque si no intentaría sacarle provecho como al anterior chico de intercambio, y a la vez, también intentaba sacar a Edgard de su vida.
-Di lo que quieras Leonardo, pero no me gustaría ser el segundón de “eso”.
La verdad era que el chico que había señalado Edgard no era muy agraciado… quizá nada agraciado, pero Leonard no lo era tampoco, ni siquiera se sentía ligeramente atractivo, así que mejor dejar la discusión para otro día.
-Bueno Edgardo, los “esos” y los “aquellos” no son mi tipo, ni mi estilo. Te dejo, pero quién sabe, quizá nos veamos en la putifiesta, no sé si asista.
-Yo si voy, no me pierdo esa vulgar locura ni por asomo.

Se despidieron y Leonard se preguntaba cómo se había deteriorado la amistad entre ellos. Antes Edgard le llamaba por teléfono y le alentaba a seguir adelante, ahora le tendía trampas muy al estilo de Rosalind Russell en “Las mujeres”, pero aquí, era cosa de hombres.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Lalalea aquí