lunes, 12 de octubre de 2009

Kid please try harder

Leonard estaba teniendo su momento de serie norteamericana sobrevalorada; de esos donde el personaje (principal, secundario o de mínima importancia) se queda con la mirada fija en pro de algún pensamiento supuestamente “profundo” mientras una canción del algún intérprete independiente o poco conocido suena de fondo.
Aquí Leonard tomaba café frente al computador mientras el grupo australiano Faker tocaba “Kid please try harder”, ahí estaba su escena sobrevalorada, como toda la vida de cualquier persona, cada momento se puede infravalorar o sobreestimar, todo dependía del autoestima de cada uno. Se dignaba a editar una pequeña animación en la cual, al parecer no le había quedado tan mal, evidentemente podía ser mejor, pero también era evidente que no tenía tanto tiempo como para mejorarla. Entonces postró la mirada sobre los pequeños botones bajo el monitor y pensó en el tiempo, la producción y la obra, sobre el frenético nivel de producción que podía llevarse a cabo en su escuela de arte, en el número de alumnos todos ellos con grandes y buenas ideas… bueno, muchas ideas en un mismo edificio lleno de sintonías mentales que colapsan en el papel, cartón, yeso, tela, fotografía, video o lo que fuera, realmente ¿cuántas piezas se producían al año? Y lo que le consternaba un poco ¿cuántas de esas piezas estaban bien realizadas y no sólo sustentadas en buenos impulsos asesinados por la falta de tiempo?
Él tenía cuatro animaciones que hacer, dos programas de televisión por producir, una exposición sobre la escultura del neoclásico, a la vez un ensayo sobre la misma escultura durante la Revolución Francesa, a parte debía grabarse los códigos sociales y le guión, que no se le olvidara el guión… no es que fueran muchas actividades, pero quería hacerlas bien, sin embargo el tiempo no lo permitía ¿cómo lo lograban otros chicos?, sabía de aquellos que hacían 50 pinturas para final de curso e infinidad de fotografías, revelados o que producían escultura basada en un gran proyecto, que grababan videos, buenos cortometrajes y después por si no fuera suficiente, se iban a bailar y embriagarse, ponerse como una cuba y levantarse al día siguiente para pintar un óleo a favor del action painting, y Leonard se estaba muriendo con unos cuantos libros sobre la Revolución Francesa, la Revolución Industrial y la Revolución Masónica, al parecer su vida dispuesta a ser revolucionada, el problema es que los cambios llevaban tiempo y dolor, se repetía en su cabeza -¿No había sido suficiente con el verano?

-Te gusta ser un ñoño- le había dicho Alfi –da hueva, a mí me da hueva- dijo aquel chico poniendo cara de asco cuando Leonard le comentó sobre la mentada Revolución Francesa.
-Soy un snob, leí la Revolución por parte de María Antonieta, la reina mártir no era el pueblo, no me sé la historia del pueblo.
-Seguro vas a terminar odiándola después de leer la versión del pueblo.
-Lo dudo, la amo demasiado.
-Bueno, los aristócratas nacen, los burgueses se hacen, no te queda más que hacerte… como una vieja estirada o algo parecido.
-Una vieja estirada que hace animaciones a las tres de la madrugada.
-Ya wey, una vieja estirada insomne que hace animaciones a las tres de la madrugada, ¿o prefieres frígida?

-Alfi- pensó Leonard en ese momento que daba un sorbo a su café- hace tiempo que no sé nada de él- se preguntaba si al menos se sentía cómodo en el medio artístico y sus bizarras exigencias, aunque podía ser que sólo a Leonard le parecía bizarro el asunto del arte, un asunto elitista, bizarro, carroñero e hipócrita -¡Ahí está el tiempo!- gritó.
Después se percató que había pasado demasiado tiempo buscando tener alguna clase de participación con los chicos ebrios, colgados, de Bienales, buena onda, eruditos, ermitaños, músicos, enciclopedias andantes, escritoras, guionistas, existencialistas, al parecer seguía buscando un núcleo de poderío social, seguía sin bastarle su propia cabeza y como buen ser gregario necesitaba asociarse, pero cuando se sumergía más allá de lo deseado, las cosas perdían el interés, lo superficial parecía mantener el misterioso encanto de la sorpresa, el no develar ni destrozar a una persona de un solo tajo, de no desmembrar tres revoluciones seguidas en menos de dos meses, de no animar por animar y ver como los objetos cobran “vida”, de no vivir al estilo acción/reacción, como el martillazo que da el doctor en la rodilla para medir los reflejos, podía ser que los reflejos de sus compañeros y de él mismo estuvieran siempre activos, el problema era que sólo les llevaba a tirar una patada al aire, de golpear, partir lo inmaterial y sucumbir ante la nada.
¿Entonces dónde estaba la respuesta?, ¿dormir menos, pensar más, intentar lo que fuera con mayor energía, ser más letrado?, ¿de qué servía tanto conocimiento, de qué servía si no se podía mantener el ritmo? Justo en ese momento se sentía obsoleto, Leonard tomaba su taza con café y sentía que el postmodernismo le dictaba un futuro obsoleto, sin importar el tiempo, las ganas y el esfuerzo era probable que no lograra nada.
Entonces lo entendió, como había de ser, el final no era precisamente la meta, sino esos momentos tanto profundos como superficiales de alto contenido reconfortante, poder desflorar sus libros y leer: “Entonces la Revolución Francesa se hizo así…”, entonces correrían las letras y sentiría el éxtasis, después se relajaría haciendo que las cosas cobraran vida en el monitor o se regodearía en el estrés de la realización en televisión, porque vivía por la experiencia, no por el conocimiento.

Efectivamente, estaba teniendo su momento de serie norteamericana sobrevalorada. “Faker” terminó de cantar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Lalalea aquí