sábado, 2 de mayo de 2009

Modelos, sí, son mortales (parte I)

Dos fabulosos citadinos y un casi fabuloso chico de provincia, fueron a una pasarela poco certera para los ojos de dos de ellos, pues en verdad no sabían de qué iba dicho evento, únicamente hilaron sus ideas de un modo sencillo de concebir, porque en la moda nada es realmente profundo y la superficialidad se encuentra ajustada a la cintura y los genitales como gran propaganda del estilo creativo.
-Pero qué tontería- exclamó Alfred en tono cansino.
-Ni que me lo digas- suspiró Leonard, quién no sabía qué ponerse para un desfile de modas y prefirió usar ropa sencillamente cómoda, algo con lo que su masa corporal se sintiera a gusto.
-¿Por qué las caras largas?- preguntó Edgard con un tono maligno, al menos así lo sintieron Alfred y Leonard.
-Es una pasarela de ropa para hombres- dijo ahora Alfred con cierta irritación.
-Pues claro, ¿qué somos? Hombres, ¿no?, hombres que asisten a una pasarela para ver ropa de hombres.
Alfred estalló en un cúmulo de risa sardónica, al parecer Edgard se había pasado de la raya en esta ocasión.
-No, lo que somos es un trío de hombres conformado por dos heterosexuales y un homosexual, lo que nos da como resultado el aburrimiento de dos terceras partes ante los torsos desnudos de tus víctimas.
-¿Víctimas?- Edgard fingió no saber nada al respecto.
-¿Has salido con modelos?- preguntó Leonard un poco intrigado
-No, no lo ha hecho, pero si con bailarines de toda clase, de ballet, de tango, de salón, de charleston.
-Sí, el de charleston fue el peor, no sólo era un negro que bailaba como blanco, sino que también era un negro que lo tenía como el de un…
Leonard le interrumpió al levantar la mano.
-Mis aún castos oídos de chico provinciano no quiere escuchar nada acerca de los tamaños.
-Porque seguramente lo único que sabes es lo que has leído, mi querida rata de biblioteca.
-Eso, y porque no soy catador de esa clase de menesteres.
-Te lo pierdes.
-Lo que estamos perdiendo Alfred y yo es un buen fin de semana por tener que venir a ver tus bonitos traseros, como siempre ha de ser lo tuyo.
-No me culpen, ustedes pensaron que veníamos a ver traseros de mujeres, así que a la par venimos a ver lo mismo.
-Sólo que no sobre la pasarela- sentenció Alfred al ver a una atractiva mujer (fanática de la moda) que pasaba a su lado.
-Au revoir- dijo Edgard al ver que Alfred se alejaba.
-Bien, ahora me quedé solo.
-Nada de eso, ve y busca tu lugar, pagué por unos muy buenos, ve, quizá te encuentres con alguna belleza.
-Seguro que sí- dijo Leonard en tono sarcástico, después entornó los ojos, de haber sabido se hubiera vestido con un poco de finura, veía a Edgard con sus pantalones de gabardina y su camisa de manga larga color rojo vino, en combinación con unos zapatos de ante, su reloj plateado y loción de diseñador, creaba un efecto alucinante, podían estar en primavera y con más de 37°, pero su querido amigo sabía combinar su ropa, ser otoñal en una noche infernal y a la vez levantar la mirada de cualquiera, hombre o mujer, nadie le criticaría porque lucía fresco, ni perlas de sudor, ni aliento ácido, ni siquiera un pequeño brillo en la cara –Tiene que ponerse alguna clase de maquillaje, nadie en el mundo logra tener un cutis tan perfecto sin tener que acudir a la farmacia, la boutique o el salón de belleza- pensaba Leonard mientras se dirigía al baño para lavarse la cara, ya que se imaginaba tener una cara sumamente brillosa.
Entró en el baño preguntándose de dónde había sacado el dinero su querido amigo, quien estudiaba y no trabajaba, el que tomaba el transporte público junto con él y que además gastaba dinero por todos los poros –No sé nada sobre sus padres, ni quién lo parió, nada de nada…- los pensamientos de Leonard fueron interrumpidos por un pequeño gemido en el baño.
Él, frente al espejo, pudo ver dos pares de pies en el cubículo del baño que se encontraba exactamente a sus espaldas; supuso que la gente con dinero tiende a tener malas jugadas en los baños públicos, así que intentó ignorarlo, pero los quejidos no cesaban. Ahora Leonard accionaba el secador de manos con la esperanza de olvidarlo todo cuando escuchó un hipido de satisfacción que condesaba todo, al parecer la pareja del baño había acabado de hacer –Lo que tenían que hacer- pensó Leonard.
Aún en el baño, pensaba que había olvidado lavarse la cara, tenía que hacerlo, además su cabello era un desastre, sentía los dedos ajenos que le apuntaban como si fuera la Diane Arbus del momento, y la gente bonita gritándole “FREAK”, así vio que dos hombres salían del cubículo, se lavaban las manos, se la secaban, uno hasta se enjuagó la boca, ambos de buen cuerpo, ambos salieron.
Leonard suspiró. Al segundo entró otro par y mientras se enjuagaba la cara escuchaba su charla banal.
-Claro que se lo hacen, lo hacen antes de ponerse el traje de baño o la ropa interior, así se ve más grande, sino ¿realmente crees que lo tengan de ese tamaño?
-Te digo que no, yo trabajé un año de modelo y jamás lo hice.
-Bueno, tú no lo necesitas… o ¿sí?

Leonard se sentía en la jaula de las locas, al parecer la gente si se liaba a más gente, incluso en el baño hacían algo más liarse al compañero. Olvidó su cabello y salió corriendo del lugar, se topó con un tipo grande en la puerta quién le vio y sonrió desde arriba saludándolo con un “Holaaaaaa” que arrastraba la “a” de modo insufrible.
Leonard dijo: “Adiós”, sin necesidad de arrastrar la “s”. Fue cuando entendió que no necesitaba un par de zapatos de ante, ni una camisa color vino, algunos, sólo algunos de los tipos de allí, ya lo traían en los genes, el coquetearle a cualquier forma viviente que fuera del sexo masculino. Ahora sí era un freak de Diane Arbus, pero un freak que algunos se morían por fotografiar, ¿era que tan desesperados estaban?

… sigue en la próxima entrada.

2 comentarios:

  1. ¡Jojojojojojojo! ¡¡Parte 2!! ¡¡¡Exijo la parte 2!!!

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  2. JAJAJAJA, tranquilo Fred, la saco el miercoles.

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