domingo, 10 de mayo de 2009

Holli algo, la vendimia ¿por placer?

-Saliste con Nick, ¡saliste con Nick!- le vociferó Edgard a Leonard el día después de la pasarela.
-¿Nick?- en verdad Leonard no sabía a qué se refería.
-¡Nick Hollinghurst! ¡Hollinghurst!
-Holli lo que sea, la verdad no se de qué me hablas.
-JA, es difícil reconocer a los extranjeros famosos ¿no?, rubio, apuesto, cabello rizado y muy, muy alto.
-Pues a lo mucho mide diez centímetros más que yo.
-¡Muérete!- Edgard se dio media vuelta y se fue.
Resultaba que el tal Hollin lo que sea era un alumno de intercambio en su propia facultad pero en la modalidad de postgrado, tomaba clases en el segundo piso del edificio prestado a la facultad de Artes (que en verdad era de la facultad de psicología). Venía de intercambio desde España pero él era británico. Todas las mujeres (y Edgard, quien como fiel fan de lo clásico había investigado todo sobre él) le deseaban, y como Leonard no era mujer, pues no se había enterado de su existencia.
-¿No sabías que existía?- le dijo Emily, una chica gustosa por el ambiente bohemio pero de vívida memoria, había estudiado psicología antes de entrar a la facultad de artes; era un poco mayor pero nadie lo notaba pues se mantenía en el rango de “las traga años”- fue el alto cotilleo de inicio de semestre –continuó diciendo- además, debes estar muy ciego, estudia arriba de nosotros.
- La idea te parece algo romántica.
-Leonard, no lo niego, es bastante atractivo, pero ahora con lo que me cuentas ha de ser muy sociable.
-Lo dices porque…
-Se presentó ante ti, se prestó a la charla, eso no es normal en…
-Una persona tan atractiva- le interrumpió Leonard.
-¿No creerás que le gustaste?
-La verdad no lo había pensado hasta ahora que lo mencionas. Él me llevó a mi departamento y nada más.
-Ya, no puedes esperar que alguien como Nick te tire el ojo.
-Aún como heterosexual creo que me ofende tu comentario. Me suena a: “No eres lo suficientemente bueno como para cambiarlo de bando”.
-No estoy diciendo eso, sólo digo que fue amable. A mi me encanta el hombre.
-A mi no, al menos no en ese sentido.
-Pues deberías pensarlo, muchas mujeres lo quieren no porque sea atractivo, sino por ser “influyente”. Me enteré, y no por Edgard, que los alumnos por intercambio hacen un reporte de conducta, etc, etc, pura formalidad, pero él ha participado en varias bienales y es un boleto de recomendación, pues está haciendo un colectivo muy selecto donde sólo entran sus más íntimos colaboradores, el cupo es de siete personas, contándolo a él y otros tres artistas de su facultad quedan tres lugares disponibles, uno está casi arreglado para Flavio, tú sabes, el señor “soy amigo de todos los alumnos de la facultad de artes”. Quedan dos lugares, yo ya me resigné y creo que Edgard también, pero claro, él busca otra cosa.

Leonard entró a su clase de filosofía con el fin de presentar su exposición sobre Ana Bolena y su cuello fino, entonces pensó en la actitud de dicha cortesana, una mujer activa, audaz, seductora y decisiva, realmente sabía lo que deseba y estaba dispuesta a todo, sin embargo no lo era de modo trivial, más bien se preocupaba por crear todo un baile en torno a Enrique VIII, con cara de gratificación y después de arrojo e irritación. No se había dejado tocar hasta que la corona había tocado sus sienes y ella era reina por matrimonio; sin embargo no tenía opción, se vio obligada por su familia para ascender en la línea destructiva del poder. Al final la habían acusado de adulterio, brujería e incesto, su cabeza rodó mientras decía “A Cristo encomiendo mi alma”, todo por no haber dado un heredero.
Así Leonard tuvo una visión sumamente bizarra, de momento él no era él, más bien era un espectador y veía como una mujer, muy similar a él (una mujer no muy atractiva… pensó Leonard) entallada en un corsé y un hermoso vestido azul turquesa se acercaba a un hombre alto, rubio, de ojos azules, cabello largo y ondulado. Ella le sonreía y mostraba un cuadro, uno más bien mediocre y austero. El hombre lo veía, sonreía y decía: -Hermoso, hermoso- su acento era algo extraño.
Ella sonreía aún más y aceptaba la invitación de él a salir al campo de baile. Bien podía haber sido la corte de cualquier rey.
Bailaba, y veía como la mujer no perdía el contacto visual con aquel hombre, quién detenía la música y daba un anuncio:
-Mi próxima corresponsal me ha regalado un cuadro, quiero exponerlo aquí en mi sala principal.
El cuadro fue visto con desagrado por el resto de la gente pero no podían más que fingir con fiel descaro.
La música continuaba, la mujer y el hombre desaparecían parcialmente, luego ella aparecía con el peinado algo desastroso y una cara de satisfacción (qué mujer tan más grotesca… pensaba Leonard). Después la gente le veía con enfado y le gritaban furcia. Ella corría de un lado al otro hasta que en el centro del lugar se topaba con el hombre rubio y ahora más alto de lo normal, con una espada en la mano le decía que su pintura era un fracaso, que a nadie le agradaba y seguramente lo había embrujado para obtener un poco de fama. Al momento él empuño la espada y le cortó la cabeza. La cuál rodó hacia donde estaba Leonard, hacia sus pies, en efecto, era su cabeza, la cabeza de Leonard.
Leonard salió del trance y pensó claramente –El hecho de que Ana Bolena fracasara no quiere decir que yo lo haga, ella se casó, yo sólo pretendo hacerlo mi amigo.
Terminó la clase, guardó sus cosas y salió del aula.

2 comentarios:

  1. aaaaaaaaahhh me gusta!!

    quiero leer mas.
    solo haces que me mueras de ganas de leer tu libro, eeeehh

    un beso!!

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  2. Querida Mar, dirá el mundo que se lo digo... a todo el mundo, pero "eres un sol", siempre por aquí comentando algo. Besos, espero no te decepcionen las siguientes entradas. ¡Que las disfrutes!

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Lalalea aquí