martes, 10 de abril de 2012

Cuando me disfrazo de personaje creado por Candance Bushnell

Vestidos como si no fueran unos chicos de provincia con un imaginario de posesión más allá de sus posibilidades monetarias, Edgard (el asistente de galerías, curadores y mamador excepcional) iba acompañado de Leonard (el asistente de editorial, escritor frustrado que no había tenido sexo desde principios de marzo). Se escuchaba Fangoria de fondo “Ni tú ni nadie”, esa canción a Leonard le traía demasiados recuerdos, le venía a la cabeza Pedro, el filósofo al que sus amigos en España llamaban Aristóteles, solo porque era especialista en dicho filósofo y además sabía griego, latín, alemán, inglés, italiano, portugués y claro, castellano. ¿Dónde había estado el error sin solución? Era tan fácil atormentarse después de ya casi un año, era abril y la primavera despuntaba como nunca en la ciudad de la eterna primavera, por aquella época había iniciado su relación con Pedro. Tenía unos ojos verde oscuro, una mirada penetrante, tanto como él mismo y su sexo, no había vuelto a tener tan buen sexo desde que dejó a Aristóteles, ¡que se joda!, pensó Leonard, que le den por culo, le gustó la idea. Y la verdad, ¿qué importancia tenía? Edgard y él estaban colocados y alcoholizados, normal: noche de sábado en el antro con éxtasis y vodka, ya era necesario.

-Hoy me tengo que tirar alguno.

-Con cuidado Leo, el éxtasis casi te obliga a actuar… bueno, ya sabes a lo que me refiero.

No, no lo sabía. Ya se había metido muchas cosas antes pero escuchar a Fangoria y desear patear la cara de uno de sus ex novios, bueno, no lo había sentido desde Petter, de eso años atrás. Se sintió la muñequita sintética de Jessy Bulbo, ¿cuántas manos habían tocado sus manos?, ¿cuántas le habían asesinado? Y ni pensar los penes que le habían eyaculado, se estaba sobrepasando, le faltaba una cerveza.

Al pasar entre la gente prefería no verlos a la cara. Quizá es porque todos estaban urgidos, o que la madre patria había resaltado sus virtudes, pero al volver a salir a los bares y antros de ambiente en México, descubrió que no era feo ya que varios lo habían invitado a salir o al menos un coqueteo ocasional, ¡joder! ¿Quién le había planteado que era feo? Hombres, suponía, que le decían a otros hombres como él que no valen la pena; hombres, pensaba, que decían “te falta meterte al gimnasio”, más dichosos hombres que ni besar sabían, que en verdad caían en el vacío de su propia superficialidad, porque al ser comparados con los otros hombres con los que se había besado, follado y salido en el viejo mundo, quedaban en el marco de lo jodido ¿quiénes eran estos orcos? Le causó mucha gracia la idea.

Un hombre, ¿o era un orco? Lo había agarrado de la bufanda, ¿por qué llevaba la bufanda? Es que hacía buen juego con su playera y además afuera hacía un poco de frío, pero dentro sólo la usaba de ornato, como todo ahí, siempre el adorno.

Porque en los antros nada es real, un vórtex aún más peligroso que las redes sociales, donde la gente se inventa una historia de sí misma y después embadurnan el sexo en otra persona igualmente ficcionada, al final de la noche salen del lugar y resulta que todos son una bola de infieles, cuando no con sus parejas al menos ante sí mismos. Muchas veces Leonard se había sido infiel, infiel con los niños bobos, los gays queer fingidos, las peluqueras con novios, los chicos de la capital con menos experiencia que él, con las jotas bonitas e insustanciales, infiel, infiel a sus convicciones. Pero resultaba que en los antros era mejor permitirse ser “abierto” más allá de infiel, ya que era obvia la imposibilidad de encontrar alguien inteligente, atractivo y chispeante, como sus dos ex novios. Los maldijo por un momento, después maldijo al éxtasis.

A Pedro por ser tan inteligente, a Víctor por ser un atractivo caballero. Habría que empalarlos con la verga de un negro, se echó a reír con su cerveza en mano, ¿no se deduce que estaba tomando vodka?, ¿qué más podía pasar? No era la gran mezcla.

-¿Y qué tomas?- le dijo un chico de su estatura, algo moreno, cabello rizado y sonrisa dulce, o así se lo hizo parecer el alcohol.

-Pues alcohol- dijo Leonard y se echó nuevamente a reír.

-¿Qué te gustaría tomar? Mira, allá están mis amigos, si quieres podemos ir…

-Claro, claro.

-¿Cómo te llamas?

-Leonardo, pero puedes decirme Leo, ¿tú?

Bla, bla, bla, que se llamaba Julio… o Lucio… bla, bla, bla, que estudiaba arte y que no era de ir a antros, bla, bla, bla, bla, que se lo crea su madre que quizá no sabe nada del ambiente gay, porque abordar a chicos como él lo había hecho, no es táctica de quién no va a los antros, bla, bla, bla, ¡oh! Qué el también había ido a España hace un año, bla, bla, bla, sí, seguro de haber coincidido en ciudades hasta se habrían acostado juntos, bla, bla, bla, su mirada era bastante intimidante cuando bailaba, ¡pero qué diva es este chico! Con su brazalete de cuero y su camisa morada, pero si ni le queda bien porque esta medio pasado de peso ¿no?, ¡y esos zapatos! Tendría que tirarlos porque las pobres botas no podían soportar más. Bla, bla, bla, ¡cómo habla este chico! Que si sus botas escribieran podrían con toda una serie de relatos eróticos, bla, bla, bla, es escritor, nada, mejor irse de una vez porque este tal Julio… ¿o era Lucio? Es un pesado.

Se encontraba en el baño del establecimiento a más de las tres de la madrugada, en lo personal prefería las cuatro de la madrugada, buscaba a Edgard, quién seguramente estaba ya follando en algún compartimiento o se había largado con alguien, le marcó al celular, pero nada. Noción: Tenía que hacerlo, conseguir un hombre para quedarse a dormir en su casa, porque cuando los amigos fallan y no se tiene dinero para pagar un mugroso motel, eso y que no apetece tomar el primer autobús de las seis de la mañana ni vagar por los parques cual mendigo alcoholizado, era mejor meterse a las camas ajenas.

Pero Julio/Lucio ya no estaba, y fuera de él solo… se había besuqueado con dos más, dejado que lo toquetearan justo ahí en el baño y que otro le ofreciera darle una mamada (cosa que no pasó, ¿y si lo mordían? Con eso de que con el éxtasis no se siente el dolor, mejor no arriesgarse), ni siquiera podía fumarse un cigarro… lo estaba dejando, claro, claro, la verdad le apetecía un porro. Ese sería el error con solución, en honor a Fangoria.

Y apareció el porro ya casi a las cinco de la madrugada de mano de un pseudo punketo que también le ofreció una cama, no muy limpia, según sus propias palabras, pero llena de acción, ya lo decía Marina and the Diamonds en su canción “Homewrecker”,

Every boyfriend is the one

Until otherwise proven

The good are never easy

The easy never good

And loving never happens like you think it really should

Bueno, ni era novio, ni era amor, pero lo fácil no siempre es del todo bueno… más allá de una noche.

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