domingo, 12 de febrero de 2012

Noticias del imperio

Ahí estaba parado con sus pantalones negros ajustados por la gracia de los carbohidratos, pues Leonard sin ser gordo, ya no era tan delgado como para entrar en su propia ropa… y esta vanidad respecto a los objetos le tranquilizaba, podía concentrarse en algo superficial algo más allá de si la existencia, de si la vida era absurda y la humanidad no tenía razón de existir y mejor les valdría morir, cositas que resaltaba su reciente incursión en la literatura de Sartre y el cine de Lars Von Trier –Malditos europeos- sentenció Leonard.

-¿Qué haces ahí parado Leo?, ¿por qué no estás contoneándote por la sala saludando a todos como la princesa de rancho que eres?- le dijo Edgard con felicidad- es horrible esa pieza… además, bueno, eso ya lo sabes.
-¿Cómo es que logró exponer? No es que sea una gran expo, pero el chico que la organiza es muy…
-Finolis, lo entiendo Leo, pero es el tipín que se folla nuestro querido organizador y ya sabes cómo se mueven las piezas por aquí.
-Es…
-Horrible- sentenció Edgard frente al conjunto de tres cuadros que mostraban respectivamente a tres penes de modo “expresionista”, según las palabras del pintor, los tres con pincelada distinta representaban lo que le habían hecho sentir cuando lo penetraron.
-Jamás pensé que dirías algo así de un pene… y menos de tres, en conjunto, frente a ti- dijo Leonard y después sonrió.
-¡Oh!, no, no, no guapo, siempre he dicho NO a algunos penes, al tuyo no, claro- Edgard le guiñó el ojo y se fue.
Debía de pensar seriamente en dejar de acostarse con Edgard, ya que con el número de hombres, bocas, penes, culos y cuerpos en general que se restregaban sobre, con y en él, bueno, mejor prevenir alguna enfermedad lamentable, por más colectivización del ano por la que abogara, la incertidumbre venérea en Edgard estaba ahí.

Pero no era momento ni lugar ¿o sí lo era? La exposición, enteramente de temática gay, tenía un par de piezas que se inclinaban por movilizar y concientizar a la sociedad dentro del buen manejo del preservativo. Penes, condones, penes, más condones, una vagina, quizá dos. Si algo le decepcionaba de esa expo era la mínima participación de lesbianas, siglo XXI y aún así las jotas seguían en lo hipersexual pero las lenchas preferían esperar su momento. Como el mismo placer femenino, la culminación y obtención del orgasmo no era tan fácil como subir y bajar la mano sobre un órgano bien duro y parado, o meter y sacar, meter y sacar, ¿O era sólo un cliché suyo frente a la complejidad de la anatomía femenina? Decidió caminar por la galería.

Se decía que tenían suerte dentro de un México tan conservador, al menos eso decían los mexicanos conservadores como si de alguna amenaza se tratara. La verdad se remetía a que sin importar que el hombre hubiera pisado la luna, que el internet abriera puertas al espacio crítico dentro de las nuevas elecciones en el país, que la mujer tuviera el voto en México desde el año de 1947 o que el arte siempre estuviera como catarsis social, siempre existía el punto que los avances tecnológicos sorprendían poco en esta sociedad postmoderna, mientras que lo que sí sorprendía era la censura de la misma tecnología, las nuevas leyes de supuesta defensa de contenidos intelectuales, que además la gente no usara el internet como medio de información y difusión, que pasaran desapercibidos muchos eventos socioculturales, además que la mujer poco se interesara por sus derechos y las que sí lo hacían fueran las conservadoras, quienes se inclinaban por la candidata de ultraderecha que se hace pasar por “liberal” y así llegar a la presidencia del país, o que se demostrara la incompetencia del candidato del PRI para la presidencia y que la gente siguiera creyendo en él (y su guapura). La gente no cambia a pesar de que su entorno sí lo haga, aún cuando el arte aconsejara mirar más allá de la superficie. Aún dentro de aquel medio y en medio de aquella exposición, sólo había pitos, chichis, putos y putas.

El arte intentaba, por todos los medios, un espacio de transición, ¿no era eso lo que deseaba la teoría queer? En al exposición donde se encontraba Leonard, y que por cierto también mostraba su trabajo, giraba en torno a la homosexualidad. Algunos lo llamaron una especie de autodiscriminación, el gobierno no les ayudó en nada (a pesar de convenirles hacer un poco de publicidad por las nuevas elecciones tanto locales como nacionales), es más, se había corrido la noticia de que en otro estado de la República habían censurado la exposición de un joven artista por el simple hecho de hacer “arte gay”. Etiquetas, etiquetas…

Leonard se acercó a la ventana más cercana, moría por un cigarro pero tenía mucho tiempo sin fumar, se decía a sí mismo que “lo estaba dejando”, como a los hombres, el sexo y la inconsciencia homosexual-homosocial...

Entonces lo vio, habría preferido que no fuera de esa manera, que le llegara por la espalda como solían hacer los hombres en su vida… se ruborizó, que los hombres le llegaran por atrás, y sin saberlo ya estaba ahí, sonriendo.
-Hola Leo.
-Hola…- habría dicho “Hola extraño” muy a lo Natalie Portman en “Closer”, pero entonces el chico en cuestión creería que le estaba coqueteando, cuando la única verdad ahí presente es que Leonard no tenía ni por asomo la leve noción de quién era ese chico.
-¿Qué tal?- el chico le tendió la mano con un poco de inseguridad, casi temblando.
-Muy bien- Leonard, haciendo caso omiso de la mano, lo besó en la mejilla. Por alguna razón aquel sujeto se encontraba bastante aturdido frente a él.
-No me recuerdas ¿verdad?
-Pues…
-Leo, Leo, ¡Leo!, ¡la puta madre que me parió!- llegó gritando Edgard, con su delicada forma de mover las caderas- Ya sé, ya sé, me vas a decir que mi forma de expresarme es misógina y paternal, porque voy diciendo mamadas como “no seas nena “ o “no te comportes como marica” y ahora, ahora… ¡la puta madre que me parió!
-¿Qué pasó?- Leo, que sin saber realmente si estar agradecido o enfadado por la interrupción de Edgard, fingió estar preocupado, logrando evitar la bochornosa presentación con el chico desconocido.
-Pues que ya sabes que me gusta conocer chicos por internet.
Leonard se remitió a asentir con la cabeza.
-Bueno, pues tengo un correo específico para todos los chicos con los que salgo y follo- Edgard contuvo por un momento el aire poniendo cara de fina indignación, como a una diva que no le traen la marca de leche predilecta- bueno, puse un anuncio que tenía una expo hoy y al menos he visto a seis de esas jotas.
-Es una expo gay, el punto es que sea para gays…
-Sí, claro, ¿aún si son jotas de cuarenta años enclosetadas?- Edgard volteó sobre su hombro- ahí está otra.
-No sé de qué te complicas las cosas, así es nuestro estilo de vida… por ahora- no supo bien si el comentario era para Edgard o para él.
Edgard, sobreponiéndose como era tan usual en él, recuperando toda la elegancia que tanto le conquistó en su momento a Leonard, dijo: “Tienes razón”. Una completa transformación, siempre le intrigaría el camaleón que guardaba dentro de sí, sutil, sublime, debía haber sido actor.
Cuando volteó el chico desconocido ya no estaba a su lado, se había escabullido. Pensó que probablemente era alguna de las citas del mismo Edgard, en ciudades tan pequeñas no sabía qué esperar, probablemente todos eran hermanos de secreciones, ligeras pasiones y esas cosas tan propias de la juventud, cosas que a esa edad se desean dar a cambio por un poco de placer.

Siguió caminando por la pequeña galería, había un pene hecho con resina cristal sobre un cúmulo de fotocopias de teoría queer, se podían llevar a casa los papeles, siempre y cuando tomaras el pene con la mano, que estaba grasiento, baboso y sólo las diosas sabrían lleno de qué –Y si están aquí los señores enclosetados de cuarenta años, ¿estará mi señor de cuarenta años?- también vio un video de un chico que pasaba a ser una chica frente a la cámara, una eyaculación sobre un Cristo crucificado -¿Estaría el señor D en la sala?- dibujos de Cristos con erecciones, Cristos besando a sus apóstoles de forma apasionada –No lo creo, esa clase de hombres se escandalizan por cualquier cosa, sobre todo ahora que el país está en momentos de candidaturas, elecciones, decisiones, la gente como él, gente mediocre, no tiene los huevos de pararse en una galería cutre como esta, aunque sea para conseguir más sexo, porque eso significa erguirse, mostrarse, tomar partido - un par de vaginas talladas en madera, una Barbie abortando –Siempre tiendo a caer con hombres mediocres, odio hacer una revisión mental, pero ahí están, uno tras otro son cada vez más ajenos al ámbito donde me muevo, realmente deseo una relación estable y establecida en los mismos intereses, no es que se refiera a una cuestión netamente sexual, o propiamente homosexual, sólo se trata de compartir proyectos y visión, pero por el momento sólo me he topado con hombres mediocres- piezas y más piezas pasaban por sus ojos, si bien no todas eran buenas al menos las creyó auténticas, llenas de brío, sintió estar en un espacio autónomo lleno de jotería, no por la obra, sino por el público, lo único que le faltaba era creer que los juicios y prejuicios del mismo no cayera sobre ellos con espíritu avasallador, las jotas debían estar unidas… en todos los sentidos.

No saldría con sus amigos esa noche, cuestión monetaria, todo su presupuesto quincenal se había ido en la pieza, una serie de grabados con frases de teoría queer. Conseguir un buen papel, comprar las tintas y la madera para grabar sobre ella fue un poco más caro de lo que tenía planeado. Y ahora tenía que caminar hacia la estación de autobuses con la humedad cual mentora del camino, esperar en la terminal a que su transporte saliera, ir acompañado de gente que al igual que él, deseaban un viernes un poco más gratificante, ansiando no estar tan cansado o en quiebra, tener que soportar la horrible película en el autobús, sumergirse en la noche lluviosa, bajarse y cruzar los dedos para que las putas de su localidad no le salieran al encuentro (por la hora) para acosarlo e insultarlo (¿por qué las putas estaban en contra de los putos?), llegar a casa, saludar a los padres, sonreír, subir a la habitación, dejar las cosas, ducharse, estar un poco más tranquilo y sentarse al fin a leer su el nuevo libro de Michael Cunningham que había comprado en España, los mejores euros invertidos en literatura, según su percepción, hasta el momento.

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