viernes, 25 de marzo de 2011

Sexo por el sexo

Una vela encendida en el buró para eliminar los malos olores, la escoba fuera de la habitación, el pensamiento de un nuevo peinado… Leonard se sentía fabuloso y no sabía la razón. Acababa de asear su habitación, tenía una fiesta en un par de horas y aún no estaba arreglado. Estaba ligeramente insoportable aún para sí mismo; todos sus cambios de humor y los picos emocionales, ¿por qué estaba feliz?, quizá fuera el té que acababa de tomar, la infusión de hierbas le hacía bien, quizá porque en ese día en particular no había llovido, y aunque no fue un gran día soleado, al menos no estaban inundándose las calles; posiblemente era su disco de Los Bunkers que sonaba de fondo, la canción “Miéntele”, la veladora, el dulce aroma y el séquito de hombres que pasaban por su ventana y la habitación.

Ese día recibió la llamada de José, un hombre terriblemente atractivo de treinta años, no había estado con un hombre más sexy, más ardoroso y más… casado. Le tuvo que decir “No”, al teléfono le dijo “Hoy no puedo, tengo mucho trabajo”, mentira, la verdad es que deseaba no volver a verlo, temía involucrarse, había sido agradable la semana, pero que se quedara en LA semana, ¿cómo respondían sus principios ante ello?, él se decía feminista y gay salido del clóset, decía tantas cosas y hacía otras tantas. Esa mañana se levantó con una idea en la cabeza “La mujer que es engañada”, la esposa de José que seguro ya sabía las manías homosexuales de su esposo pero prefería no hacerlas evidentes, una mujer enclaustrada, olvidada ¿tenían hijos?
Esa mañana, cuando todos esos pensamientos llegaron a su cabeza, Leonard supo que era momento de terminar los encuentros. José era agradable, apasionado, pero con él no se podía más que entender el concepto de lo efímero, sí, como todas las relaciones, pero aquí no podía engañarse, por más que José le dijera “Chico guapo, chico rico”, eso sólo significaba que quería más sexo, más libertad y placer, y dentro de los estándares de un gay en el clóset, casado de treinta años, sólo significaba que los chicos latinos de veintidós años eran para pasar un buen rato, no más.


La sorprendió darse cuenta que ahora sí le importaban todas las mujeres engañadas por sus maridos homosexuales, que las había en todo el mundo, tanto México como España. Ahí, mujeres viendo el televisor en la noche o sentadas en la salita leyendo un mal libro romanticón, eso o quizá (siento muy optimistas) mujeres que también tenían un amante para pasarla bien… fuera el caso, ahora a Leonard le importaba, ¿por qué, si cuando se prostituía, las cosas eran muy similares? Hombres con los que quedaba para tener sexo, hombres que le pagaban, hombres de treinta, cuarenta, ocasionalmente de cincuenta años que seguramente eran casados, él no preguntaba pues necesitaba el dinero, distinto a la actualidad donde estaba con un hombre casado por gusto, tenía sexo sin dinero, sexo sin emociones, sexo sin compromisos, era sexo por el sexo.

-Qué vacío- pensó Leonard al prepararse para la fiesta, sin embargo se sentía muy optimista, ¿el negarse a un hombre así era la señal de estar avanzando, o el haber estado con él sólo significaba que estaba aún más en decadencia?

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Lalalea aquí