viernes, 14 de mayo de 2010

La double vie de Leonard (parte I)

Leonard recibió una llamada donde solicitaban su participación dentro de un simposio de cine y literatura. Asintió complacido con la idea de ser tomado en cuenta a pesar de que su producción iba en decadencia, no obstante le parecía estúpido que algo que apenas surgía se marchitara sin mayor remedio. No podía enunciar la decadencia de algo que apenas se había elevado, así que tomaba esa oportunidad con el mayor aliciente, pues sabía que el respetado crítico de cine y arte estaría presente, ese con el cual tomaba clase pero sin mayor remedio no le miraba, pues Leonard presentía que frente al profesor no era más que un estúpido de gran verborrea, no tenía oportunidad frente al escribano de punta afilada, jamás le prestaba mucha atención pues al parecer los comentarios que formulara aquel joven no eran más que ideas prematuras sin mayor calado.
-Es una gran oportunidad- dijo Leonard por el auricular a la asistente de la de la editora que le invitaba al evento.
-Le diré a la Doctora Gi- confirmó la mujer y después colgó.
-¿Quién era?- le preguntó Hanna.
-Me acaban de invitar a un simposio, ¿no te parece lindo el detalle?
Hanna, que consideraba a Leonard como un romántico/diva sin remedio, profirió un enorme suspiro- Para ti hombre todo te parece un bonito detalle, igual les vas a encantar.
-Tengo que revisar lo que me voy a poner, va a ir Roco.
-¿Cómo lo sabes? Es el gran teórico del arte y esas mamadas, pero no sabes si va a estar.
-Lo sé porque la Doctora Gi me lo ha confirmado, debo impresionarlo.
Hanna gritó con su tono gutural y después siguió hablando algo alterada ante lo que consideraba el intento por parte de su amigo para llamar la atención de cualquiera- ¡Tenías que ser una diva!- después se calmó un poco y torció su pequeña y perforada boca- da igual, por eso soy tu fan.
-Ya deja de exotizarnos- Leonard movió la cabeza con gracilidad, tenía el cabello agarrado en una especie de chongo mientras Hanna le veía con total descaro el cabello.
-Y mueves la cabecita así o asá, te peinas con el cabello acomodado por aquí y por allá por mera casualidad ¿no?, diva mil veces. Pero bueno hombre, se te ve más delgado el cuello con el cabello como ahorita lo traer.
-Gracias- asintió Leonard mientras se levantaba de su asiento para retirarse. Su pequeña participación en la pequeña ponencia sería en tres días, así que tenía trabajo que hacer, un texto muy ligero por presentar con una actitud ligera pero contundente dentro de su propia coherencia.

El teléfono volvió a sonar, era un tipo semi obsesionado con él, que sin saber de qué manera había conseguido su número telefónico, Leonard sabía que no se lo daría a nadie más por su misma obsesión.

-¿Dime?- contestó Leonard con un tono algo tajante.
-Necesito verte éste fin de semana.
-No puedo, tengo trabajo- enmarcó con severidad.
-El acompañarme es parte de tu trabajo ¿no?, además, sabes que te puedo pagar más que cualquier otra persona.
-No es esa clase de trabajo, tengo trabajo escolar.
-Puedes hacerlo en mi casa- dijo y rió ligeramente con tono jocoso- serás como un colegial que hace su tarea en casas ajenas, puedes traer tus lápices y tus cuadernos- volvió a reír.
A Leonard le fastidiaba el tono que usaba aquel sujeto, sentía tener el poder sólo porque había obtenido su número telefónico, más le valdría cambiarlo antes de que se metiera en su vida personal. Ya lo presentía, siempre existe el cliente que se afana con la prostituta y la quiere sólo para él; con eso en mente Leonard tenía muy en claro que debía moverse con cuidado.
-No es esa clase de trabajo que se hace con lápices y cuadernos- contestó con un aire más calmo.
-No me has dicho ni qué estudias ni dónde estudias.
-Me temo que esa información no la puedo dar.
-Ni tu nombre verdadero… no creo realmente que te llames Roger.
-Ni te imaginas- contestó Leonard con una risa encantadora, con la cual pretendía disuadir al hombre.
-En verdad que no se te puede comprar ¿verdad? No se puede contigo, ¿y si te chantajeo?
-No creo que sea tu estilo el caer tan bajo.
-Tú problema es que tienes demasiados principios dentro de lo que haces ¿no te da ni un poquito de miedo?
Mucho- pensó Leonard- quizá no tanto… después de todo puede hacer lo que le plazca si así lo decide. Podrían enterarse en mi familia, también en la escuela y expulsarme o sencillamente arrestarme, manchar el expediente, que mi poco prestigio decaiga, pero lo que empezó como un efímero placer ahora debe continuar como medida de somera sobrevivencia, todo es cuestión de mantener el equilibrio e irse con cuidado.
-Un poco, no se puede negar, pero también tendría que darte miedo a ti, tienes mucho que perder, claro, en caso de que me delataras, no pretendo hundirme solo.
-¡Lo haces adrede!- el hombre le gritó y Leonard pensó que quizá había cruzado el límite colindante entre la jugada maestra y el fiasco total- ¡te consigues a puros clientes closeteros para proteger tu dignidad!
-No tengo dignidad que proteger, sólo quiero mantener las cosas tranquilas- no obstante tenía razón, seleccionaba cuidadosamente a los clientes para así, siempre que optaran por el chantaje, fuera él quien tuviera algo de qué sujetarse, aunque sabía era un vano intento por “mantener las cosas tranquilas”, siempre existiría alguien mil veces más astuto, y también tenía en cuenta que la metodología de selección tenía más de una fuga, debía perfeccionar su sistema de trabajo.
-Te pido un fin de semana, ¡nunca te pido un fin de semana!
-Querido, tengo mucho trabajo que hacer, no lo digo por ignorarte, si te apetece puedo ver si el siguiente fin de semana es todo tuyo- no había más, debía ceder, bajo esa perspectiva ser una puta le estaba cansando y eso que apenas tenía mes y medio en ello ¿qué pensaba el hombre? Sólo había dado dos fines de semana dentro de los seis en los que llevaba ejerciendo como tal. Era evidente que daba tardes enteras de sus días libres, pero nada más, eso poco importaba, eran seis semanas y le empezaba a preocupar la información que circulaba en el submundo así como la rapidez de la misma. En ese tiempo ya había visitado más casas y hoteles “selectos” de las que con sus dedos pudiera enumerar.
-Te va a gustar mi casita de descanso- dijo entusiasmado el hombre al otro lado del auricular.
-Espero que sea verdadera casa de campo y no tengas mucha gente alrededor.
-Eso es obvio, quizá tú no tengas dignidad que proteger, pero yo sí. Luego te llamo- el hombre colgó.
Eso de proteger tu dignidad- pensó Leonard- o tener el espacio suficiente como para matarme sin que mis gritos sean escuchados, debo considerar algo más que el gas pimienta, eso y que tengo una ponencia que acomodar- eso sí le daba miedo, Roco estaría presente.

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