miércoles, 13 de enero de 2010

El tercer sexo

Bajó las escaleras con el mayor decoro que su atuendo le podía prestar, a la mitad de la escalinata de una lujosa madera barnizada supo al instante que no encajaría en la supuesta “fiesta” que ni era un baile estirado y mucho menos una junta amistosa, era el campo de guerra.

Le parecía pomposa la afirmación, pero él sabía reconocer el ambiente en el cual se estaba sumergiendo de forma repentina, no por mera casualidad había sobrevivido a todos sus eventos con Nick o las fiestas de coctel al lado de algunos de sus amigos más snobs así como entramados sociales bohemios junto con sus colegas de la facultad; temió por su integridad no sólo al involucrarse nuevamente en aquel ecosistema de hombres con traje y alguna que otra personalidad contestataria que pretendía escandalizar a alguien con el simple hecho de usar un par de sandalias, una playera negra y su melena negra al descubierto, nada de eso le daba miedo, lo que realmente le atemorizaba era que podía discernir e identificar la conducta de cada cual ¿era que a tantos eventos había asistido que ya todo parecía una copia mundana? –Todas las fiestas son iguales, todas la inauguraciones de arte, las presentaciones del libros, los eventos culturales, los eventos sociales, las parrandas nocturnas- se descubrió pensando Leonard al darse cuenta que era una barbarie aquello que se presumía tan obvio. No todos los eventos eran iguales ya que la variantes de los elementos eran muy claras, y aunque estereotipadas, no podía dejar de asegurarse que no conocía todos los tipos de juntas posibles, ni a toda la gente que existiera –Aunque crea que la sociedad es como un molde- repitió mientras verificaba su cabellera en el espejo que se encontraba en el descanso de la escalera –entras a una fiesta como esta y se conoce a una persona muy agradable que comenta sobre el cine Hollywoodense y la importancia de la rentabilidad en el cine, también se puede hallar a un descarado ególatra sin sentido que adora el cine de culto, después asistes a una reunión de los chicos más ilustres de la facultad y te topas a una ególatra del cine Hollywoodense ignorante de toda su autoalabanza y a la vez estrechas la mano de la persona más espontánea, grácil y agradable del lugar que se aficiona al cine de culto y tiene sus propios cortometrajes- terminó de bajar la escalera- sí, sí Leonard, las personas parecen ser iguales aquí y allá, producto de la globalización, supongo, me pregunto cuál será mi doble justo ahora allá en la ciudad donde se encuentre mi familia, será como “La doble vida de Verónica”, aquí “La doble vida de Leonard” y veré a mi contraparte y moriré después de verla ¿será más arrogante?, ¿humilde tan siquiera?, lo que sí es que será una persona segura de sí misma, dispuesta a obtener lo que quiera y enteramente heterosexual, claro, si hablamos que tenemos un ser contrario en nuestra vida.

Se deslizó por el salón hasta llegar a la barra de bebidas. No debería tomar alcohol, las píldoras y el alcohol no se mezclan –Bueno, sí se mezclan, es la única forma con la cual muchas personas adquieren un poco de diversión, absorben todo aquello que lejos de energizar a su cuerpo, sólo lo sacan de su estado natural, pues lo natural aburre, lo natural agobia, nadie quiere ser una santa persona que no toma, bebe o ingiere pastillas por amor a su felicidad, en fin, los humanos estamos aquí para la autorrealización- terminó de sermonearse queriendo sentirse un poco mal por todo lo que había pensado. Él pertenecía a una familia muy conservadora y conocía infinidad de personas que ni fumaban, ni bebían, ni ingerían ningún tipo de droga, que llevaban su vida con una naturalidad envidiable. Pidió un ruso blanco sintió como el cinismo se apoderaba de su ser. Cuán patético se sentía por no haber superado lo de Orlando a ya casi un mes de su ruptura, la mayoría de los homosexuales que conocía eran infieles y fáciles de congratular, conseguían un tipo al cual llevarse a la cama y asunto solucionado, a la mañana siguiente tiraban a sus parejas nocturnas como pañuelos desechables y seguían con su vida. Era cierto, no podía tener garantía en un mundo como lo era “el mundo gay” (si es que existía alguno y si acaso se llamaba así) siendo un niño inocentón, romántico empedernido. Para sobrevivir debía ser una persona más seca, menos emocional, más intuitiva, menos fiel a los demás y más a sí mismo. Terminó su trago, pidió otro y se dispuso a socializar, sólo que no sabía con qué cliché estaba dispuesto a intercambiar palabra.

¿Por qué le preocupaba tanto el ser o no ser homosexual? -¿Será que no se nace sino que se deviene gay?- pensó y empezó a reír. Aquella tarde había regresado de pasear con los pies mojados y completamente adoloridos, tanto que le recordaron a la primera vez que patinó en hielo, subió a su habitación, ordenó algo caliente para comer (aunque no comió nada) y después se puso a leer “El segundo sexo”. Aunque la gente le tachaba de feminista, él no se consideraba así. Que le agradara Virginia Woolf, que leyera en su mayoría obras escritas por mujeres y así como considerar al sexo femenino más hábil en muchas cosas, como pensar, donde los hombres hacen la guerra y las mujeres algo más edificante, eso no quería decir ni por asomo que fuera feminista. Pero le inquietaba la visión de Simone de Beauvoir cuando hablaba sobre el devenir de la mujer, el tener que decir “nostras” sin estar sujetas el hombre, sin ser la hija o la esposa, sin ser “lo Otro”, como ella misma enunciaba en su primer tomo. Quizá todo se refería a que él era hombre y había nacido en aquella mayoría sexual dada por los genitales, fácilmente viviría menos pero con mayor salud (según Simone, pero seguro que si la mujer lo hubiera conocido tendría que hacer mínimo una observación sobre lo enfermizo que era) no obstante él era hombre, así sin más MACHO, no un peyorativo HEMBRA, no debía ni recitar, reclamar, recobrar o retobar sobre su esencia, la cultura, la ciencia y la teología le decía que su sexo predominaba y que disfrutara del éxito, pero Leonard no creía en la superioridad del sexo masculino ni mucho menos en el orgullo sexual atribuido a su propio sexo, lo habían educado con el pensamiento de la igualdad sexual, pero más allá de su educación familiar, mientras leía el libro de Beauvoir pensó que su situación conformista sobre la aparente igualdad de sexos provenía de su sexo, en efecto, hombre era y no mujer.
Jamás, por más libros sobre mujeres y de mujeres, para mujeres y por mujeres, que leyera, entenderá ni vería el mundo como una mujer, era sólo una alucinación, un juez y parte de ello, dudosos eran los monólogos interiores que les había dado a sus personajes femeninos en su novela.
Entonces entendió a la filósofa e intelectual francesa, porque de la ignorancia había nacido la comunión, tuvo que hacer un símil. Ahora como intento de homosexual fallido debía pensar si era o no era gay, si quería o no continuar en ello, era un devenir de la homosexualidad, pues aunque lo más probable es que hubiera nacido gay, era necesario coronarse como tal. No pertenecía a una mayoría ya que se remitía a su naturaleza de chico de clóset y eso le incomodaba e inquietaba –Porque no sólo se nace, sino que también se deviene gay- pensó para sus adentros. Por lo mismo Simone de Beauvoir se encontraba tan inmersa en la feminidad y el feminismo, por ello tenía que aseverar la existencia de LA MUJER como tal y no como LO OTRO, nacer y reafirmarse, congratularse o aceptarse, dejarse llevar por aquello que yace en el interior o exteriorizar lo que estaba enclaustrado. Comprendió que a ella le preocupaba su posición sexual, el lugar que se le había dado ¿qué de malo tenía con ser mujer?... ¿qué de malo tenía en su caso con ser gay?, ¿por qué entonces debía vivir en una sociedad homofóbica que lo condenaba y discriminaba sin temor alguno? Y lo que era peor ¿por qué no conocía ni un solo homosexual que fuera enteramente fiel, agradable y hasta cierto punto recatado?, ¿tenía que ver que homosexual era sinónimo de transgresión?, ¿era él el único que deseaba seguir siendo una persona como cualquier otra , UNA PERSONA (como diría Simone, no mejor, no peor, ni mayor o menor, no hombre o mujer, sólo persona) que le gustaran los hombres? Porque él, la persona llamada Leonard, no era lo que le gustaba, no le definía el ser gay, ¿pero por qué la sociedad lo tomaba así?, ¿por qué incluso sus mismos conocidos homosexuales lo tomaban así? Alguna vez había entablado una conversación con un chico muy estrafalario que gozaba de romper las reglas, a tal grado que pensó sólo prefería a los hombres porque iba en contra del régimen social.

La sexualidad le estaba dada. Los heterosexuales no tenían que gritar “SOY HETERO” para poder conseguir pareja, los homosexuales debían dar señales de humo y juntarse en grupos aparentemente selectos para poder conocer gente. Fue ahí donde comprendió la verdadera razón por la cual despreciaba aunque fuera un poco a Orlando, después de todo lo seguía amando, no de la misma manera pero si con gran anhelo. Lo despreciaba porque lo asociaba con toda esa confusión, Orlando le había dicho que estaría a su lado, con sus problemas o sin ellos, reprimido o sin reprimir, pero al final le había dejado solo. Entendía que Orlando superara las relaciones sin problemas, que pasara de un falo a otro, que no lloriqueara ni se sintiera culpable o creyera que su antigua pareja se había quedado en un bucle existencial, sabía que Orlando ya lo había superado, que no le hablaba y que le enviaba todos sus buenos deseos de donde quiera que estuviera, porque Leonard le daba importancia a todo y Orlando no, pues ya tenía más tiempo en el medio.

Despreciaba que no tenía mucha oportunidad de encontrar justo lo que estaba buscando. Sí, él debía ahora gritar sus preferencias sexuales para ser escuchado así como Simone tuvo que escribir un enorme ensayo sobre la importancia de ser mujer, de ser igual sin nada más que añadir. El problema es que Leonard no sabía dónde buscar a su nueva pareja, ¿en bares, antros, juntillas de la socialité justo como esas? Pero si estaba harto de todo lo que representaban esos lugares, le hostigaban, le abrumaba la idea de ir a un antro gay y toparse con la desilusión de saber que todos eran en gran medida como Edgard o Gil, u Orlando o incluso Murat, que podían ser una breve epifanía disuelta en una ardiente besuqueo y luego ¿qué?, ¡¿QUÉ?!, cuando la pasión entre dos hombre se acaba pues sencillamente… se acaba, como en toda historia se tiene un final y saber que sus historias nocturnas en bares con personas que tenían su misma preferencia sexual no llegarían a nada era algo terriblemente deprimente -Se requiere ser más cínico, menos caritativo, amar más de otra manera… ¿pero no es amor el mismo amor que se da entre un sexo y el otro?, ¿entonces por qué debo envilecer mi persona para buscar pareja?

Como era su costumbre estaba arruinando la aparente fiesta con pensamientos de más, así que dio un paso desprevenido vertiendo toda su bebida en el vestido de una muchachilla quizá un año o dos menor que él, quién se sonrió en lugar de enfadarse.

2 comentarios:

  1. Interesante entrada, mi querido Lucio.
    Todo sería mucho más facíl , si dejaramos de dividirnos en sectores, hombre,mujer,pena,vagina,hetero o homo.

    Creo que en esto de las relaciones, no importa como, uno sale herido ( aunque yo no hablare mucho al respecto, ya que me niego a tener una).

    Te invito que nos regocijemos juntos en el sobrevenir del pensar de más.

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  2. Oh querida Ana (sin doble n) debo decirte que sí, pensamos de más y no sabría decir hasta donde es un defecto o una virtud. No deberías negarte el tener una relación, ya ves que los dos iniciamos con los traumas a la par y creo que ahora yo voy saliendo de la etapa de la decepción mientras tú vas entrando en ella. Ni qué hacerle, creo que quiero volverme a enamorar sólo para demostrarme a mí mismo que las cosas no son malas... tan malas... en las relaciones de pareja.

    pd: me encantó tu última entrada del blog y qué bueno que te parezca interesante la mía.

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