martes, 16 de junio de 2009

La diferencia entre la mierda y el estiércol (parte II)

Tres cuadras, veinte estrujamientos estomacales y muchas gotas de lluvia sobre el cabello de Leonard después. El chico de provincia que había dejado la palabra con “M” en el chico que se acostaba con cualquier hombre andante se encontraba en una exposición diferente… ¿de qué diablos venía el asunto? ¡La selva!, pero qué cliché, ¿no era acaso que la clasificación geográfica se había quedado en la escuela elemental para dar paso a lo liminal y los nuevos roles…? Sería que después de todo nadie se puede sentir tan excéntrico como para llamarse Orlando y apellidarse Woolf, quizá nadie puede ser hombre y levantarse al día siguiente siendo mujer, pero ante toda duda de que el universo puede cambiar a solo tres cuadras de distancia, ahí se encontraba la selva, los cuadros estilo Paul Gauguin pero sin nadie que se burlara sobre si el perro era morado y la zorra azul, para nada, más bien era lo contrario, si Gauguin viviera seguro le cortaba la otra oreja a van Gogh; bien se lo imaginaba Leonard:
El chisme del arte, o será que “las mucamas dicen…” que Gauguin y van Gogh se encontraban solos en una galería, con las pinturas de ambos puestos en los muros de aquel cubo blanco, pero más allá de lo expuesto entre una pared y otra, dos locos se hallaban en el centro del lugar, uno estaba loco de atar (medio depresivo el pobre), el otro loco de ego (medio bipolar, a la vez, el pobre) y finalmente a fuera de la galería llovía a cántaros (algo similar a lo que le ocurría a Leonard en aquel momento). No podían salir… bueno… sí podían pero no lo deseaban, querían un enfrentamiento… y entonces según algunos testigos inexistentes (como de aquellos que cuentan las historias donde “nadie sobrevivió”) dicen que Gauguin le cortó la oreja a van Gogh, o al menos lo intentó.
-Me suena al chisme de cuando Siqueiros cerró su taller en Nueva York y fue Pollock (uno de los estudiantes de dicho taller) quien quiso ahorcarlo debajo de una mesa- pensó Leonard- pero bueno, no parece tan absurdo, ¿será que Pollock no solía estar sobrio? En efecto, ambos eran de humor made in piroxilina... más bien inflamable. Pero ahora somos más sofisticados, el arte nos ha domesticado ¿no?
Después de ver a medias los estruendosos cuadros sobre “La selva”, Leonard pudo ver al pintor, quién vestido como pordiosero, grababa al su público, el cual era inmenso. El pintor en auras de reconocimiento, era un pastiche mal vestido, mal oliente y supuestamente abstraído en sí mismo, seguramente contaba la historia de vivir en una casucha desde que tenía memoria y después un día inesperado deseo ir a la selva ¡PUM! El pincel en mano, ahí está la selva con sentido inocentemente brutal… inocente por la inexperiencia, brutal por el cinismo que evocaba la mentira sustentada en la inocencia. Ambas cosas bebían de lo mismo. ¿Qué pensaría Edgard de todo ello? Seguramente diría que era una mierda y punto, las cosas las simplificaba en una sola palabra, que aunque vulgar, remitía a la sensación de estar en lo cierto.
Pero la obra no era tan mala, era la faramalla que se armaba al entorno, en sí el marco social con el cual se revestía la exposición era lo importante. La gente que en su mayoría eran extranjeros, gente rubia, bella, esnob por naturaleza (porque ya habían nacido con esa cara ¿para qué desperdiciarla?) bufaba de alegría, cacareaban de excitación. Mientras el otro tipo de público venía al casting de “La feria de las vanidades”, donde tenías que saber a quién, con quién y cómo quién debías relacionarte. Vio inmediatamente al embutido rodeado de un sinfín de chicos que estudiaban en la facultad, algunos eran viejos lobos de mar, otros, pequeñas abejas que zumbaban en torno a la ¿flor? que pretendían polinizar… no es que le gustara pensar en el embutido como una flor.
Identificó a los dos corredores más ágiles, aún con la tela y la mantilla, los zapatos y los zarcillos, el miriñaque y los grandes abanicos, los dos hombres (porque eran hombres) se inclinaban y reverenciaban al embutido como su él fuera el gran aristócrata de la época georgiana y ellos dos mujeres que debían someterse a sus mandatos, ¿deseaban ser su amante o sólo quería que los amamantara?
Píxel y Marckoo (con doble “o” al momento de ser pronunciado, así como una “k” prominente en el nombre) adulaban y se saludaban con el hombrecillo de la camisa a cuadros. El primero decía hacer arte digital, arte que nadie había visto pero que a la par nadie deseaba ver; era un ente insoportable e hipócrita hasta la última cutícula, siempre sonriente con esa figura tan esbelta tipo Don Quijote de la Mancha y unos dientes amarillos más no por ello proyectaban una sonrisa poco perfecta. Era el amaestramiento de la técnica frente al espejo lo que le había dado a Píxel su dulzura y el contraste con la vida cotidiana, podía parecer un lindo corderito que al momento de querer ser trasquilado se revelaba como una quimera indefinida, siempre decía “Qué bien, qué agradable, me parece una buena idea”, pero finalmente no prestaba atención al entorno o a la opinión ajena y hacía lo que quería. Nadie deseaba trabajar con él, nadie que tuviera un poco de creatividad propia, sentido común y ganas tener una independencia mental. Pero Píxel tenía un grave error, era un controlador poco creativo, usaba la misma técnica una y otra vez para manipular a la gente, así que si habías caído una vez en sus fauces pues nunca existiría una segunda vez… nadie era tan estúpido ¿o si?
Marckoo era distinto, más astuto, más camaleónico. Podías encontrar un par de posters de él en la universidad con su cara puesta en ellos. Patrocinaba alguna clase de beca. Igual de delgado pero con unos dientes mucho más perfectos, Marckoo se erigía como una persona inocente y agradable, cambiaba la táctica según su presa, las personas solían caer más rápido ante sus fauces, y al lado de Píxel parecía un santo. Pero si no te dejabas seducir, como era el caso de Leonard, no dejaba de intentarlo de formas cada vez más sutiles, la única forma de ahuyentarlo era siendo prepotente o indiferente, lo que venía siendo la mera realidad, a Leonard le parecía una pérdida de tiempo, por más becas que patrocinara y por muy bella sonrisa que tuviera, era un ser indeseable que una vez clasificado perdía todo su veneno, ambos atacaban de forma sutil, nada grave, únicamente se requería mantener distancia.

-Hola Leo- dijo Marckoo, mientras Leonard se preguntaba cómo demonios se le había acercado tan precipitadamente, se angustió un poco por eso de “mantener distancia”.
-Hola Marck- a Leonard le daba un poco fe flojera dar la doble “o”.
-Vi tus videos, sobre las lecturas, los poemas, me gustan más que la hormiga.
-Mmmm- rumió Leonard- pues quería hacerlos y nada más, no pretendía nada más allá de satisfacer mi supuesto impulso creativo.
-Pues quedaron bien, se ven bien.
-Gracias- Leonard fingía que veía los cuadros selváticos colgados sobre la pared, con un poco de suerte Marckoo perdería el interés.
-Bueno Leo, voy por un vinito tinto ¿quieres uno?
-No gracias, tengo un horrible dolor de estómago.

Marckoo fue con su novia (una chica alta, de cabello y ojo claro) y con Píxel a tomarse un “vinito tinto” con el embutido. Las carnes frías y el vino. Después de todo se puede acompañar al alcohol con algo más que el queso. Leonard se sintió inmensamente solo, aún estando hasta la mierda dentro del estiércol, necesitaba compañía. Y entonces apareció Nick.
-Leo, Leo mentiroso- dijo en tono pícaro- dijiste que estarías en la otra exposición con tus amiguitos.
-Pues estuve ahí pero me sentí mal, voy camino a tomar mi autobús, voy a pasar el fin de semana en casa, después regreso.
-¿Y las maletas?- parecía que Nick no le creía.
-No importan mucho, me temo que tengo demasiada ropa en el armario de aquí y allá como para tener que llevarme un par de maletas en pleno transporte público.
Nick rió por lo alto –No será que aparte de la ropa dejas algo más en el clóset.
-¿Qué insinúas?- preguntó ya algo irritado el chico de provincia.
-¿Por qué no me dejas acompañarte a tu casa para que así pueda conocer a tus padres?
-Nick, déjame ponerte algo en claro. Somos amigos y nada más, no hay nada en el clóset que tenga que ser sacado a relucir, no hay ni malos pensamientos ni ropa sucia que lavar, así que mantente a distancia por el fin de semana. No me llames, no me busques, sal con tus amigos de la sección de “gente bien” y diviértete.
-La verdad es que no te entiendo, yo pensé que te caía bien… (bla, bla, bla, bla, bla, empezó a escuchar Leonard, tenía náuseas)
-Tengo que irme- dijo y salió corriendo hacia el baño de la galería. Se inclinó a vomitar en un baño público ¿existía algo más denigrante? Sí, que Nick lo siguiera, pero por suerte eso no sucedió. Tenía que terminar su relación “Bolena” de amigo por conveniencia, no le agradaba su presencia, no le satisfacían sus comentarios, debió seguir con su carrera de modelo y dejarlo en paz.
Salió de la galería dando tumbos caminó hacia la estación de autobús y después no se supo nada de él durante una larga semana.

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