lunes, 6 de abril de 2009

Artemissa y los recursos sustentables

Lo tenía que hacer, ¿qué remedio?, Leonard encendió un cigarrillo e inhaló, esperó a que la nicotina recorriera su cuerpo, después sólo le quedo una sensación de culpa, sabía que terminaría en la cama de algún hospital olvidado, tristemente olvidado, con una horrible enfermera (quizá lesbiana, porque así son en los hospitales de enfermos terminales) que le dijera: “Ya estás muerto”.

Sí, sí, decía él, ya estoy muerto, me estoy muriendo ahora mismo. Corrió a la entrada de su departamento, estaba harto (como de costumbre) de escribir pura tontería. –Estupideces- decía- Eso es lo que escribo, estupideces- así que cerró su computadora portátil y se sintió mal consigo mismo porque tenía una computadora de aquellas que se pueden llevar como bolsos a cualquier lado, pero él nunca la sacaba del departamento, sólo una vez la llevó a un mugriento café de octava, la abrió y todos lo vieron de modo inquisitivo.

“Sí, sí”, deseaba decir, “Es una computadora portátil”. La había comprado con un trabajo mal hecho para una revista peor hecha, pero ahí estaba el artilugio y él prefería una máquina de escribir, porque así podría tirarla por la ventana y decir: “Mañana compro otra, mañana será otro día. Uf, espero no la haya caído a alguien en la cabeza… mejor sí, mejor que haya matado a una persona, que la parta un mal rayo”.

Así cerró su PC (porque era PC y todos le decía que necesitaba urgentemente una Mac) y salió a fumar su cigarrillo, quería seducirlo, al menos seducir algo, era viernes por la noche y seguía atascado con un informe acerca de una mala película -¿De qué era?, ¡ya!, de vampiros-. Es que no soportaba estar lejos de la sociedad, pero a la vez, tampoco podía integrarse a ella.

Había salido en la tarde y vio a un par de jóvenes (de su edad) besándose, pero no era nada romántico ni remotamente interesante, sólo se trataba de un beso mordaz, de aquellos que succionan saliva por el simple hecho de no estar solo el viernes por la tarde. Sólo, como Leonard y un cigarro en la mano, sólo porque así terminaría en una sala de hospital. Sin hijos ni esposa que le cuidaran, era un futuro tangible, ¿qué sentido tenía negarlo? No podía conquistar ninguna mujer, y como resultado tampoco podía tener sexo con ella, lo que daba como resultado: Adiós a cualquier contacto, adiós a cualquier hijo, incluso los no deseados.

Pero tenía que poner las ideas en claro, no estaba molesto por el cigarro, tampoco por el cáncer de pulmón, garganta o cualquier cosa que llegara a acosarlo, estaba molesto porque la estúpida de Artemissa había sacado otra beca, otro aporte económico y a sus escasos treinta años de edad.
-Qué se pudra y que la parta un mal rayo- pensó Leonard mientras succionaba y soplaba, volvía a succionar y volvía a soplar el humo. Ella tenía la edad suficiente para decir “Mundo soy tuya y tú eres mío, nos correspondemos”, pero no era eso lo que le molestaba a Leonard, lo que le indignaba era lo infumable que era la mujer. Artemissa tenía su ¿enésimo? aporte económico, mientras él había logrado uno a sus escasos veinte años. Sí, sí, él sabía que le faltaban diez para alcanzar a Artemissa, pero de seguro él moriría mucho antes y Artemissa seguiría viva hasta los cien años, parásitos como ella no se mueren fácilmente.

-Ojalá fuera un parásito- pensó de modo risible- así viviría mucho, mucho más de lo esperado y así no tendría que pensar que el cigarro mata, así podría pasar la mitad de mi vida escribiendo malos informes y la otra mitad esperando la oportunidad de mi vida.

Pero no tenía remedio, se había metido en el mundo del arte y ahora debía subsanarlo, ¿de qué viviría, cómo lo haría? ¿Qué acaso no tenía veinte años, tenía que dejar de preocuparse por nimiedades, seguro llegarían los treinta, después los cuarenta y él estaría detrás de un escritorio (fumando) y con una pila de papeles y muchos malos informes que escribir, malos porque el tema lo era, malos porque él así los consideraría y malos porque finalmente serían falacias bien maquilladas y expuestas a una bola de lectores que utilizan el periódico cual estropajo para limpiar los cristales. Ahí un informe, ahí otro, ahí un mal informe, ¡huy! otro más.

-Debí seguir mi vena de médico- pensó en un instante -Habría, podría… ¿debería?- Era demasiado tarde, su amiga Susana del Zuzu (cómo se había autonombrado, esa mujer sí que sabía lo que quería) esta apunto de terminar su carrera como médico, y eso era dentro de dos años… bueno, quizá no estaba TAN apunto de terminar, pero seguro lo lograría, pondría un consultorio y después iría de cuarto de cirugía en cirugía cobrando la millonada, así era Susana del Zuzu. Sí, sí, los pacientes dirían ¿del Zuzu? A mí no me mente un bisturí, pero después de caer medio muerto seguro que el paciente sólo piensa (como siempre) “¡Qué me quite el dolor! ¡QUITEME EL DOLOR, DOCTORA DEL ZUZU!”.

Ahí estaría Susana Zuzu, todo le saldría bien, ¿por qué no lo había pensado tan bien como ella? Ahora tendría que ser escritor, esperando el amor (cómo si los hombres lo hicieran) y después de todo terminaría en una cama en el hospital. Quizá la enfermera fuera sexy, con lesbianismo o sin el ¿qué más podría hacer con esa mujer, qué más que ver? Eso es lo que tenía que dejar de hacer, dejar de ver y empezar a actuar, sólo así derrocaría a Artemissa y su terrible autonomía sobre el arte, sobre todo, sobre sus estúpidas ideas.

Tenía que llamar a Edgard, seguro él tenía tiempo para vituperar al prójimo, -No, lo olvidaba- se detuvo Leonard ante la entrada de su casa -Hoy es viernes y él si tiene vida social, ¡maldición, qué se vaya al fondo del mar!-

Apagó su cigarro y entró a su departamento.


2 comentarios:

  1. jajaj me gusta, solo espero que no pienses que se trata de tu vida, ok. jijiji porque no lo es asi.

    seras grande, jajjaja te kiero un beso!!

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  2. Hola Mar, pues NO, !claro que no es mi vida!, porque mi existencia es un poco más... digamos que aburrida... y menos prejuiciosa... supongo. Igual, espérte a las siguientes entregas, pretendo mantener el mismo estilo entre lo gracioso, lo sarcástico y quízá absurdo, el punto es que lo disfrutes. Saludos.

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