jueves, 26 de agosto de 2010

Dumb

“Deja de analizar mi comportamiento si eres demasiado bobo para resolverlo”. Esa era la frase exclusiva que habría deseado utilizar Silvio el día en que rompió con Berger, palabras aunadas a la particularidad de al aquiescencia egocéntrica del mismo Silvio, pues no podía estar tranquilo, para él (sin siquiera notarlo o verbalizarlo) el ego no era una cuestión netamente personal que se expande en el interior de la habitación frente al espejo, o se reafirma con el hedonismo visto en el lago de nenúfares. Su ego no existía si no se encontraba alguien cerca para reafirmarlo. Ese “alguien” solían ser su pareja, y de manera poco consciente, así como en su mayoría inconscientemente, los amantes de Silvio le encumbraban en las auras del placer, pues le proporcionaban todos los halagos requeridos para que el sistema existencial de Silvio siguiera andando, y con ello, la relación.
Por lo mismo, las relaciones de Silvio eran interesantes así como repulsivas para el público, gente más bien mórbida que se dejaba encantar por las peripecias amorosas de un homosexual poco recatado, ya que Silvio siempre contaba sus aventuras sexuales así como las relaciones que él consideraba “amorosas”. Las personas a las que besaba eran sus trofeos.
Todo se remitía al circo de la ignorancia; Silvio no se daba cuenta de la necesidad de tener un sinfín de amoríos así como relacioncillas para que su “persona” en conjunto, entendido como alma, cuerpo y espíritu, pudiera existir; sin embargo, dicha existencia se desarrollaba a medias tintas, ya que una existencia compartida no puede llamarse “existencia”. Silvio no se daba cuenta que la necesidad de un hombre desembocaba en la vaciedad de su propia hombría e incluso de su homosexualidad, era un homosexual roto, trunco y en su defecto: no desarrollado. El problema se establecía que, para poder llegar a ser “un homosexual pleno” se requiere de la conciencia, y esa jamás la obtendría.
Desde muy joven, quizá desde el útero materno, Silvio sabía que era gay como se sabe repentinamente que la nariz se ocupa para respirar, jamás requirió el erguirse como homosexual, lo vivió por instinto, al paso del tiempo sólo ha desarrollado la intuición, cuestión de la cual se enorgullece y es poco desdeñable, pero con cada pareja se reafirmaba la necesidad de otra.
Pasaron los años. Ahora más viejo que todos sus compañeros de estudio y trabajo, la trayectoria de la vida había pasado del cuarto de vida, surcando los veintiocho años, casi a los treinta, a Silvio le urgía definirse.
Por otro lado sus parejas jamás quisieron hacerle algún daño, es más, se quedaban prendadas de él con tanta facilidad. Silvio era un coqueto, amplio conquistador refinado con los años; eso no incluye que sus conquistas fueran chicos muy inteligentes o desarrollados, más bien podrían caer en el estándar de jóvenes recién nacidos dentro de la homosexualidad, recién salidos del clóset, ansiosos por una primera relación o una nueva pero más excitante comunión corporal. Los amantes de Silvio no se daban cuenta que con tal entrega sólo reafirmaban el ego de su amante y a la vez le creaban una dependencia curiosamente sustituible, ya que Silvio no se obsesionaba con la persona sino con lo que representaba: aquella posibilidad de entereza. Pero como todos ignoraban la naturaleza de su acción, lo único que quedaba era el disfrute efímero cuyas consecuencias bien podían ser duraderas.

Berger tuvo una relación poco efímera y muy placentera con Silvio un par de años atrás. Era un cliché pero no se sentía como tal, no existía conciencia del cliché en la cabeza de Berger, era muy inocente. Llegó a la nueva ciudad donde estudiaría con grandes expectativas y mucho ánimo, siempre se ha definido por su purismo emocional, el gran problema fue su relación con Silvio que le vino a abrir tantos panoramas vivenciales que su existencia cambió por completo. Duraron meses y después Silvio lo dejó al decirle: Creo que ya no funcionamos, aquí tenemos que dejarlo, mejor así.
Las palabras podían mascarse en la boca de Silvio cuando Berger le dio un beso de despedida. Ahora Berger las repetía frente a cualquiera y con total soltura, sólo que la frase cambiaba: “Creo que lo dejamos aquí, es mejor así… es que ya no funcionamos”, o cualquier otra variante.
Lo irónico es que la verdadera frase deseada por Silvio no se asemejaba a la proferida en el momento de la ruptura.
“Deja de analizar mi comportamiento si eres demasiado bobo para resolverlo”, esa era la frase, una muy dura para Berger, quien era demasiado dulce, siempre humilde, siempre encantador, “Siempre tan niño, siempre tan bobo”, solía pensar Silvio e incluso externarlo.

-Lo dejé porque era muy niño, le falta madurar- le decía en ese momento Silvio a su ex amante y profesor Antonio. Por alguna razón estaba ahí para organizar una obra de teatro pero terminaron hablando de sus relaciones amorosas pues Antonio salía con un chico llamado Orlando, pero la relación iba en picada por la diferencia de edad y la falta de ambición por parte del chico.
-Creo que es lo que a mí me gusta de los jóvenes, la falta de madurez, la facilidad para moldearlos- contestó Antonio. Se encontraban en el comedor de su casa tomando una taza de café, ya era tarde, los arreglos para la obra estaban a medias, faltaba confirmar la escenografía. No era mucho el presupuesto con el que contaban y Silvio le estaba haciendo el favor de conseguirle patrocinadores.
-Eso es una cochinada Tony, tomar a tus alumnos y hacerlos a tu medida.
-Ya quisiera que lo hubieran hecho conmigo, justo ahora sabría más de actuación de lo que comprendo.
-Siempre sometes a tus amantes a un ritmo imparable, es como si necesitáramos ser muy cultos para estar a tu lado. Por eso terminamos tú y yo.
-Eso es una tontería- Antonio suspiró. De todos sus ex amantes y alumnos, el que más le había decepcionado por ser muy prometedor había sido Silvio. Le dejó cuando comprendió que de alguna manera se aferraba a él… que de algún modo no existía.
-Yo no podía estar a tu nivel- Silvio se enfurruñó un poco al presentir que el recuerdo le lastimaba ligeramente.
-Terminamos nuestra relación porque tenías muchos proyectos personales- decía Antonio mientras recordaba que todos y cada uno de ellos eran fallidos incluso antes de ser gestados- y yo quería seguir con la relación tal y como estaba. De algún modo estoy atado a ésta ciudad porque doy clases aquí y me hago cargo de mi pequeña compañía de teatro- era verdad, Antonio podía estar ligeramente atado a la ciudad de provincia, pero la realidad radicaba en que a sus cincuenta años, no había encontrado a nadie especial para emprender el viaje homerístico del héroe con el que tanto soñó en su juventud, así que cuando Silvio le dijo que se marchaba a la capital con un sinfín de proyectos vanos, se dio cuenta que no valía la pena arriesgarse por un mocoso que no entendía de arte. De alguna manera se veía reflejado en Silvio… veía que Silvio terminaría como él. Como profesor en una facultad de arte sólo para acostarse con cualquiera de sus alumnos, esperando un viaje heroicamente artístico que jamás llegaría, existiendo por otros, para otros, dentro de otros, justificándolo todo en una relación amorosa.
-No lo creo- dijo algo exaltado Silvio. Jamás había podido mantener la calma, le gustaba armar un escándalo por cualquier cosa, sobre todo por su necesidad de atraer la atención ajena -¿Y sabes por qué no lo creo? Pues porque estoy seguro que le harás lo mismo al chico bobo, Orlando- Silvio alzó un poco más la voz, no le preocupaba pues Orlando había salido a unas compras.
-Orlando es distinto.
-Porque es muy hermoso y se nota talentoso- dijo Silvio con desdén.
-Y porque le amo, aunque me molesta que no tenga mayor interés en madurar, le gusta que lo resguarden fingiendo ser un desprotegido.
-Eso lo hace un maldito, no un inmaduro, y para ser maldito se debe tener cierto grado de madurez.
-Comparto un poco tu opinión, es un maldito por su facilidad de aparentar lo que no es, para eso se requiere un amplio nivel de conciencia- Antonio tomó su taza y bebió un poco de café, después volvió a suspirar; sabía que Silvio atacaba a Orlando porque aún le amaba, además la mayoría de las parejas que había tenido Silvio, él mismo las había dejado, mientras que en su relación fue Antonio quién la terminó.
-Creo que quieres influenciarme para que lo deje por inmaduro. Pero no es mi estilo.
-Jamás podría influenciarte- dijo Silvio con exageración sólo para denotar un vacuo sarcasmo. Con el tono de su frase insinuaba que si así lo deseaba, podría influenciar a Antonio- ¿y a qué te refieres con que no es tu estilo?
-Dejaste a Berger, un chico muy valioso.
-E inamadurón, la verdad Tony, yo lo dejé por bobo y estuve con él porque tenía buen cuerpo, pero ¿tú?, ¿sólo estuviste con él para cogértelo como a todos tus alumnos o qué?
-Estuve con él porque es un chico fantástico en todos los sentidos, no sólo en lo sexual y lo sentimental, sino por sus buenas intenciones y amplia humildad. Si lo dejé fue por la misma razón, no quería atarlo a un viejo como yo- Antonio sorbió más café, recordó cuando tuvo que terminar con Berger… de eso tan poco tiempo atrás cuando le dijo: “Voy a aplicar para el examen de actuación”, fue ahí cuando supo que debía dejarlo ir. Lo único que le dolió fue la facilidad con que Berger aceptó la ruptura. Eran ciertos los rumores; después de que Berger había estado con Silvio, se volvió menos cálido, más facilón para todo lo demás, un poco depravado en lo emocional.
-Bueno, después de mí Berger se volvió una zorra.
-No hables de él como su fuera un promiscuo- Antonio, que era de humor carismático y sensible, en ese momento se alteró.
-Ahora es una zorra y por lo que sé, cuando rompiste con él ni le interesó, ¿sabes la razón? Por zorra. Va a ser igual con tu Orlando, es otra zorra ¿sabías que estuvo con otro de tus queridos alumnos llamado Leonard, y que le fue infiel con su mejor amigo? Dignísimo de una telenovela, de esas que te gustan.
Antonio intentó contenerse. Hablar de sus amores pasados bien podía tolerarlo con afán de mantener el buen recuerdo, pero tragarse los malos comentarios sobre su actual relación era imperdonable.
-No te creo en nada Silvio, Orlando no sería capaz de eso. Mejor te vale que mantengamos nuestra buena relación, vamos a trabajar un buen rato juntos.
-Es una zorra.
-¿Es sobre zorras su historia?- dijo Orlando quién entraba por la puerta del patio trasero.
-No lo sé, puede ser, con eso de que la escribió Tony- Silvio sonrió de modo muy falso ante Orlando.
-Orlando, creo que ya conoces a Silvio.
-Claro, siempre es un gusto- Orlando extendió su mano hacia Silvio. Estaba interpretando su papel de joven gustoso y encantador así como desvalido; le salía a la perfección pues nadie notaba la falacia, sólo Antonio que sabía la verdadera opinión que tenía Orlando sobre Silvio.
-Para mí también… siempre un gusto- Silvio profirió su saludo con un encanto totalmente fingido, pero no porque así lo deseara, sino que no se le daba la actuación.
-¿Encontraste todo lo que buscabas?- preguntó Antonio a Orlando al pararse de la silla para denotar que la reunión se había terminado.
-Todo y más. Pude sacar unas ideas para mi escrito- Orlando dejó las bolsas en el piso -y… ¿adivina qué?
-¿Qué?- preguntó Antonio poco interesado.
-Me topé con Armand, un amigo de generación. Ya ves que la próxima semana empieza el semestre y pues está viendo lo de su departamento. Me contó que está saliendo con Trish, el amigo de…- Orlando guardó silencio por un momento, dudó y después empezó a sacar las cosas de las bolsas para ponerlas en la mesa- sí… amigo de Leonard. Me dijo que Leo salió de su internado ésta semana, bueno, lo sabe por Trish.
-Eso supe, que se internó el pobrecito- comentó Silvio aparentemente poco interesado.
-Tal vez lo vea, no he hablado con él desde hace mucho tiempo, un café no nos hará daño- dijo Orlando.
-¿Y si el café lo vuelve loco?- preguntó insidiosamente Silvio- además, me contó su amigo Edgard- Silvio volteó a ver la reacción de Orlando, pero éste ni se inmutó-que se internó porque se prostituía o algo así, y que le gustaba cortarse la piel.
-No digas tonterías- refutó Antonio
-¿En verdad te dijo eso?- Orlando se contoneaba por el comedor y de ahí a la cocina, habitaciones que estaban conectadas no sólo por la puerta, sino también por una gran ventana.
-Sí- Silvio no prestó mucha atención a la pregunta de Orlando.
-No lo creo. No creo siquiera que Edgard te dirija la palabra, yo lo traté por un buen tiempo y es una elitista de lo peor, además cree que eres un patético vulgar, eso y que jamás diría algo malo sobre Leonard, no sólo porque fueron amigos, sino también porque le quiere de una forma muy especial.
-Parece que sabes mucho del carácter de Edgard ¿por qué será?
-Pues porque me acostaba con él, le fui infiel a Leonard con él.
-Eso sí que es revelador, eh Tony- dijo Silvio dirigiéndose a Antonio.
-Y es tarde, mejor te vas- dijo tranquilamente Antonio.
-Mejor- dijo Orlando- y no finjas que no lo sabías Silvi. Eres el mayor hervidero de chimes, podrá ser que Leonard sea un escritor de mierda que usa a sus amigos para crear ficciones, pero tú sólo eres un chismoso, por eso le vas diciendo a todo mundo de tus relaciones con todo mundo. Pobre el tal Berger por salir contigo.
-Orlando, ya basta de tonterías- Antonio seguía calmado.
-Mira Silvi, no me vengas con boberías, no seas un bobo, porque eso es lo que eres cuando vas por el mundo diciendo que chicos como Berger, Leonard y Edgard lo son, sabes lo que sabes y apuesto que quisieras poder soltarlo, no sé si porque te pesa la información y el exceso de conciencia, pero ya no puedes venir chupándote el pulgar, vas a recoger lo que sembraste.
-Estúpido chico de mierda- escupía Silvio cuando Antonio lo arrastraba hacia la salida.
-El estúpido de mierda es él- se quedó pensando algo alterado Orlando- pero ni tiene pizca de encanto, ¿cómo pudo salir con él Tony? Entre él y yo… e incluso entre Berger no existe ningún parecido. Lo voy a hacer, lo voy a dejar, no soporto éstos gustos de Antonio y estoy casi seguro que no sabe ni qué pensar de mí.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Special

Sonó el teléfono impetuosamente cual alarido de leyenda local, de esas que el mismo Orlando no creía por ser demasiado cínico en todo y fingir ser un santo niño gay. Trinó el aparato con más descaro, realmente deseaba ser escuchado, ¿quién podría ser? Era una blasfemia cacarear con tanto ajetreo en un horario poco propicio. Si esa fuera su casa no lo permitiría, sin embargo veía de forma peculiar la manera en cómo se permitía dormir en camas ajenas de los mil y un hombres, “ni uno más” se dijo después de terminar con Leonard meses atrás, “me gustaría algo estable, eso aprendí de mí mismo” y dentro de los meses que le envolvían encontró algo aparentemente efectivo con un hombre mayor, cercano a la facultad, era uno de sus profesores.
-¿Quieres que conteste?- balbuceó Orlando entre las sábanas pero Antonio no contestó -¿Tony?- insistió -¿Tony?- se volteó y pudo percatarse que su amante no estaba en la cama. Orlando aún no se acostumbraba a las costumbres poco rutinarias de Antonio. Normalmente se levantaba temprano para ir al gimnasio o en su defecto nadar en su alberca particular que se encontraba instalada justo en su jardín; en otras ocasiones sencillamente no se paraba hasta las doce del día y ordenaba comida chatarra por teléfono. Miró el reloj, podía bien estar en el gimnasio o nadando. Tomó el auricular justo cuando al parecer ya había dejado de sonar el teléfono.
-Es una verdadera pena- escuchó que decía la voz de Antonio, quién hablaba con otra persona.
-Me deprime un poco, realmente esperaba pasar el examen- dijo una voz de un hombre muy joven, quizá de la misma edad que Orlando.
-Pero bueno chico, no se puede esperar todo, primero termina tu carrera aquí y luego te vas a la capital- dijo Antonio.
-Lo mismo pensé. Perdón por llamarte a ésta hora, pero supuse que estarías despierto.
-Supones bien, ¿qué te parece si cuando regresas salimos a tomar algo?
-¿No estás con nadie justo ahora?
-Realmente… - Antonio se quedó callado, un silencio que enervó ligeramente a Orlando- sí, pero eso no quiere decir que no te pueda ver, lo entenderá, no es un chico tonto, es de la escuela.
-Sigues saliendo con alumnos- la voz del otro lado del auricular rió un poco- nunca cambias Tony. Eres joven… aún podrías cambiar, pero no lo hagas.
-No soy joven, pero no discutiremos eso…
Orlando decidió colgar el auricular, prefería ignorar la vocecita de algún alumno y seguramente ex amante de Antonio… de Tony –Fueron amantes- se dijo mientras se sentaba correctamente en la cama- le dice Tony, ríe torpemente con cualquier insinuación, claro que fue su amante- no estaba molesto, sólo preocupado por el número de amantes de su profesor y ahora pareja aparentemente sentimental.
Empezó con la cuenta de los hombres con los que él había estado, no eran muchos, no pasaban de los treinta… ¿cuarenta? La verdad se remitía que al estar en el bachillerato su vida sexual fue más activa que en su primer año de universidad; estaba a mediados de los dieciocho, con pocos novios en su camino pero grandes expectativas para el futuro, tantas y a tal grado que cuando Antonio tardó en contestar “Sí” a la pregunta de si acaso estaba con alguien, le incomodó, ¿era que el archivo ex debía abrirse a horas tan tempranas de la mañana y la relación? Tenía poco más de dos meses de relación y ya era el tercer alumno que le conocía como ex amante, justo el día anterior fue un tal Silvio para planear unos ensayos para la obra de teatro que montaría junto con Antonio.
No pretendía analizar las cosas más de lo necesario, en Orlando era usual los pensamientos matutinos aparentemente didácticos donde se decía a sí mismo lo que haría y evitaría hacer. Justo cuando estuvo con Leonard y se enteró que su relación era producto de una apuesta, a la mañana siguiente se despertó para decir “Lo voy a engañar, no me importa”, el asunto se tornó bastante fácil pues Edgard, mejor amigo de Leonard en aquellos tiempos y con quién había hecho la apuesta, se le ofrecía con descaro. No le interesaban mucho las emociones de Leonard, quién fingía ser honesto con él junto con su homofobia e inseguridades respecto a su sexualidad –Seguro ya hasta se había acostado con el modelo ese… Nick- musitó Orlando mientras se metía a la regadera y dejaba que cada poro correspondiera a las gotas que caían sobre su cuerpo.
Pero por más que se dijera que Leonard era un promiscuo, en Orlando creció una necesidad de investigarlo; poco encontró en la opinión ajena, la gente le quería o le odiaba, no existían medias tintas u objetividad dentro de la opinión estudiantil, era el alumno dedicado e inteligente o el escritor de mierda lleno de fingimientos, dos polos que podrían mezclarse más prefería quedarse con su propia opinión… no obstante con el tiempo se percató que su opinión ya no existía, ¿el romance?, ¿existió el romance? Se conocieron en una fiesta bajo la misma noche, bajo una torpe luna, podría haber existido el romance, él le llamó desde la penumbra con una voz muy tranquila, Leonard parecía distante, lo observó por mucho tiempo notando que siempre salía a fumar al balcón, al parecer amaba los balcones, la razón nunca la supo.
Leonard parecía entregado pero distante, jamás hablaba de sus emociones de una forma clara, requería para él poner las cosas “en contexto”, como si deseara no influenciar a nadie con su opinión, creía que era sincero, apenas duraron un mes y Orlando supo de la apuesta, una donde los términos eran simples: Entre Leonard y Edgard ver quién se quedaba con Orlando.
Por ello una mañana se dijo “Lo voy a engañar, no me importa”. Dos semanas le duró el encanto, dos semanas le fue fiel y las dos posteriores le engañó con Edgard, Dorian (quién fue su novio anterior a Leonard) y Armand, un músico que era de su mismo semestre. Cuando Leonard descubrió el engaño salió corriendo como damisela, pero él no lo siguió.
-Le mandé flores- siguió musitando Orlando al salir del baño, más bien refunfuñaba- me enteré que estaba en uno de sus típicos procesos depresivos por el rompimiento, y que vomitaba, y que se fue de viaje, y por más que le llamé la llamada nunca entró, después le envié un e-mail para decirle que las cosas con los hombres eran así, un asunto de total erosión emocional, el sexo perdura, los sentimientos no… pero creo fui hipócrita con eso pues me molestó mucho la apuesta- Orlando se vistió con unos jeans severamente entallados y una camisa roja muy ajustada, se puso unas botas que recalcaban lo delgado de sus piernas. Seguía siendo el mismo muchacho delgadísimo de piel cetrina con facciones delicadas y muy afiladas, era hermoso.
Cuando le envió flores, Leonard se las regresó algo destrozadas con una nota que decía “Guárdalas para mi funeral”, al parecer eso significaba que no le perdonaba la infidelidad.

-Ya estás hasta vestido- le dijo Antonio, quién vino a sacarlo de sus pensamientos.
-Distinguidamente dispuesto- Orlando se le acercó para besarlo pero Antonio le evadió.
-Hoy vuelve a venir Silvio, terminaremos lo de la obra de teatro.
-Pensé que ya estaba hecho- Orlando suspiró mientras se separaba de aquel hombre. Le odió por un momento viéndolo como un viejo de cincuenta años que desea conservarse en la fuente de la vida, la plenitud de la vida, era mejor que se resignara al guardar las expectativas, ya lo decía Bachelard, que los genios aportan más en su juventud, pues en la vejez parece ser que sólo arruinan todo.
-No te molestes, es sólo un colega.
-Me tengo que acostumbrar a que mínimo te acostaste con un par de hombres de otras generaciones de la facultad, Silvio es uno de ellos, uno de tantos- Orlando no pretendía ser hiriente, aunque odiaba en ese momento a su pareja aún estando consciente de que era un sentimiento circunstancial, breve más no reiterativo, era la primera vez que le molestaban las aventuras de su profesor –En fin, ¿quién llamó?
-Otro alumno- Antonio dudó por un momento- era Berger, creo que lo conoces, el semestre pasado tomó la clase de actuación.
-Lo conozco, va un año más arriba que yo, es un chico muy… aseado…
-¿Aseado?- preguntó irónicamente Antonio
-Y atento, una de mis amigas tenía problema con su examen de segundo idioma y él le ayudó, es lo poco que sé de él, honestamente no me parece muy atractivo.
-Eso es irrelevante.
-Claro- contestó secamente Orlando, quién había ido avanzado poco a poco hacia la cocina arrastrando a Antonio con él. Prendió la cafetera, era un adicto al café, “Soy afecto al buen café” fue una de las primeras oraciones que le compartió a su profesor, “Yo también, no tolero el soluble” contestó Antonio y así de manera tan pueril tomaron café e inició la relación.
-Lo rechazaron en la academia de danza y artes histriónicas de la capital, tenía muchas ansias de quedar. Es un muchacho muy talentoso.
-Lo supongo- continuó Orlando con la metódica tarea de hacer café mientras se acercaba a su iPod y lo conectaba a una grabadora para poder poner a Nina Simone cantando “Sinnerman” a un volumen moderado. Empezó a menear el cuerpo mientras cantaba a la par:

Sinnerman where you gunna run to

Sinnerman where you gunna run to
Where you gunna run to
All on that day…

Sólo se interrumpió a sí mismo para preguntarle a Antonio:
-¿Y de dónde te llamó Berger?
-Del departamento de uno de sus amigos de la capital, se llama Armando.
Orlando puso cara de que el asunto le tenía sin cuidado, no conocía al tal Armando -¿Y por qué tenía que llamar a ésta hora?
-Él sabe que me levanto temprano y a ti no te iría mal trabajar en tu guión.
-MI guión…- volvió a suspirar Orlando, pensó en que aparentemente le debía ser irrelevante la llamada de Berger ya que no significaba nada. Tony se acostaba con quién le viniera en gana, seguía teniendo contacto con los alumnos que se vieron influenciados por él… alumnos y alumnas, eso le encandiló un poco reafirmando sus emociones al pensar que Antonio creía propicia la llamada como una alarma para la creación, la escritura del guión.
-No va mal, le falta un poco de poder en el clímax- dijo Antonio.
-¿Poder?, ¿cómo defines esa recomendación tan subjetiva?, ¿qué clase de poder?, ¿uno agresivo que se da en el momento más visceral del escritor?, ¿uno frío y planeado, poderoso por ser calculador?, ¿uno triste por ser desperdiciado?, ¿qué clase de poder?- Orlando se volteó drásticamente para poder verlo a la cara y desafiarle con la mirada.
-Orlando, no te presiones tanto, sabes a lo que me refiero. El guión necesita un buen clímax, recuerda los libros que te presté de Sydfield, tómalo un poco en cuenta…
-No lo voy a tomar en cuenta porque tú mismo me dijiste que no me apegara tanto al argumento del hombre sobre la fórmula de la división de los tres actos y los dos picos de tensión, me dijiste que eso sólo lo obtiene un guionista avanzado y yo no lo soy, dijiste que eso no funciona en un cortometraje.
-Ten paciencia, lee los guiones que te envié por correo y los que te dejé en el escritorio.
-El escritorio- bufó Orlando. Ese escritorio que le había “dado” Tony un mes atrás, ahí mismo en su casa para que pudiera trabajar, un bobo escritorio donde sujetarlo, ¡él deseaba ser escritor! Requería de plantear una historia sobre el papel sustentada en la vida diaria así como las observaciones del entorno, no requería de un lugar de trabajo sino de la transurbancia y el errabundeo basado en el vagabundeo. Era en lo único que realmente le había influenciado Leonard, después de su relación con él comprendió que también le interesaba escribir desde la misma intención social, con todas esas palabras bellas con las cuales le había excitado el oído “Son esos movimientos como el dadaísmo, el situacionismo, el surrealismo, un recorrido a la derivé, caminando se sacan tantas ideas, caminando saqué mi primera novela” le dijo alguna vez Leonard; el problema es que Orlando no creía tener el talento, la noción, la suspicacia, ¿el genio? Lo que fuera necesario. Antes pensaba que sólo se requería de mucha dedicación, de lectura y redacción… el problema es que tenía dieciocho años, quizá cuarenta parejas sexuales pero escasamente había escrito como cuatro textos “serios” en toda su vida.
-Sí, todo lo que te dejé leer, los libros, los guiones, los ejemplos, puedes salir a caminar. No sé porqué desperdicias tu tiempo…
-¿Desperdiciarlo? Me ha pasado leyendo todas las vacaciones.
-No veo te dediques demasiado a la escritura.
-No tienes por qué mandarme, no tengo tu nivel de redacción y tampoco tu nivel de lectura… ¿y sabes qué tampoco tengo? Tu edad- las últimas dos palabras Orlando las profirió con gran severidad justo cuando Nina Simone subía de intensidad y creaba un estruendo al cantar:

Lord, Lord, hear me prayin'

Lord, Lord, hear me prayin'
Lord, Lord, hear me prayin'

All on that day…

-¿Podrías quitar esa cosa?- exclamó algo molesto Antonio.
-Esa cosa es Nina Simone- contestó vehementemente Orlando.
-Claro que sé quién es, por mi edad la escuchaba antes de que tú nacieras, es más, la fui a ver en vivo.
-Bien, lo que para mí es mítico y atemporal para ti significa una etapa específica de la vida, ya veo por qué no podría funcionar la relación, carecemos de una conexión.
-No lo hagas, no digas tonterías- Antonio se acercó y abrazó a Orlando –yo te quiero mucho.
-Dos meses no podrían ser suficientes para amarme- Orlando había soltado la frase, ni siquiera sabía de dónde venía tanta bazofia, quizá porque Antonio era un dramático y le gustaban los dramas intensos e incluso televisivos, posiblemente se estaba contaminando de todos esos sentimientos facilones, posiblemente requería que le dijeran “te amo”… “amo tu literatura”… ¿pero qué literatura? Apenas tenía un guión en segundo tratado, iba por el tercero y Antonio siempre le hacía infinidad de anotaciones sobre sus recomendaciones muy personales que bien podía tomar o dejar, pero ¿cómo podría saber él por qué cosas optar?, ¡era su primer guión!
-¿Eso te molesta?- el tono de Antonio era condescendiente.
-No realmente- Orlando se separó y con él la confusión de la necesidad de si requería que le amaran o amaran su trabajo- me molesta un poco que todos esos hombres te frecuenten.
-Son parte de mi historia, eso ya lo sabes- el tono de Antonio seguía siendo ampliamente condescendiente. Orlando sintió como si le estuviera hablando a un bebé o en su defecto, a un niño pequeño.
-Me voy a trabajar en el guión, espero puedas terminar tu trabajo son Silvio- Orlando se encerró en el pequeño estudio en donde se encontraba su escritorio con sus textos estancados.
Pero no pudo escribir. Prefirió abrir su ejemplar de “La insoportable levedad del ser” de Milan Kundera, todo ahí le parecía tan irónico. Gente aparentemente especial, con una opinión y elecciones propias. Imaginó a Leonard viviendo sin él, alejado de todo contacto, meses sin hablar, meses, casi un año sin que le dijera “mi ángel mortecino”, Leonard lo sabía todo sobre él… sin embargo el conocimiento no era recíproco, él no sabía nada de Leonard.
Recordó más y más a Leonard, el chico que le adoraba, que no disimulaba su felicidad cuanto estaba a su lado, el que hacía todo para estar cerca de él, con el que se divertía y aún así sabía que lo perdería… ¿algún día le suplicaría por una oportunidad? No podría, seguramente Leonard le mandaría al infierno, ya lo había hecho. Y él que fue especial para Leonard, pero se le acabó la paciencia, los buenos comentarios, nunca discutieron, Leonard corrió alejándose aparentemente de la violencia.

sábado, 14 de agosto de 2010

Push It

Había terminado de ver “Manhattan” de Woody Allen con la magnífica partitura de George Gershwin, “Rhapsody in Blue”, como punto final. El día anterior se revisó las tres películas de Stephen Daldry, sin lugar a dudas su favorita era “Billy Elliot”, seguida por la no menos virtuosa “The hours” y aquella titulada “The reader” que no terminaba por impresionarle o realmente importarle. Pensaba que el guión de David Hare para “The reader” no era tan impresionante como el que facturó en “The hours”, pero claro, una cosa era adaptar a Bernhard Schlink y otra muy distinta Michael Cunningham, cuestión de jotería.
En “The hours” todo parecía un cántico a la vida lésbica con trasfondo de evidente naturalidad, el mismo Daldry era gay, Hare también, Cunningham ni dudarlo, no tenía entendido si el encargado de la banda sonora, Philip Glass, lo era, pero estaba seguro que al menos bisexual bien podía ser; claro que las actrices principales no lo eran, pero Meryl Streep le había hecho de tantas cosas que justo ahora en “Manhattan” también le hacía de lesbiana, de una muy concreta y audaz. Una tal Jill que escribía sobre la relación que había tenido con su anterior marido “Todo lo que escribí ahí es honesto”, “No hice más que retratar desde una visión honesta nuestro rompimiento” era lo que ella le decía a Issac, el personaje que interpretaba Woody Allen.
Armando se reía estrepitosamente de sólo recordarlo, sabía de un par de personas que no podrían con toda una novela sobre una relación “íntima” entre dos personas… o más. Sin embargo en su última asistencia al nuevo Bloomsbury en la ciudad de provincia, pudo hablar con un semi escritor llamado Leonard.

-Es una novela sobre mí. Suena egocéntrico, pero es lo que es- le había dicho el chico sobre su nuevo libro.
-No creo que tenga nada de malo escribir sobre uno mismo y las personas que nos rodean- la verdad era que Armando intentaba coquetear con aquel muchacho, pero después se enteró que Leonard estaba con un tal Orlando, de eso ya un par de meses atrás.
-Verás, creo que es difícil, retrato mi primera relación gay con todo y el chico que me apasionó entre muchas más cosas, pero en esencia es la decadencia de mi personaje. Quién sabe qué tan bajo puede caer.
-Uno nunca puede saberlo.

Armando no había vuelto a ver a nadie de aquella ciudad provinciana que tanto le encantaba como disgustaba, mucho menos frecuentó otra vez el nuevo Bloomsbury, se le hacía una cosa muy estúpida hasta que conoció a Ernest, mejor conocido como Berger.
Le pareció un chico encantador, y el uso de la palabra no se remitía a una especie de efímero ardor veraniego. Sintió en Ernest un niño muy lindo, humilde y atractivo, por no mencionar también que le veía como alguien extremadamente paciente. Se conocieron cuando Armando estaba muy molesto pues no se concentraba para su número de ballet clásico, así que había puesto el primer movimiento de la sinfonía número cuarenta en SOL menor de Mozart para poder relajarse, pero el resultado fue todo lo contrario, se le crisparon aún más los nervios, “Es un número sin sentido” le comentó la rusa en la clase anterior “no tomes mis palabras con mera resolución social, si digo que es un número sin sentido, no me refiero a que no valga la pena efectuarlo, sino que requiere de sustancia. Debes cambiar la coreografía”
-Cambiarla, sería como cambiarme a mí mismo- Armando se encontraba postrado en el piso, bañado de sudor y con mucha frustración –tanto para nada- escuchó que alguien tocaba la puerta del aula, la cual de cualquier manera se encontraba abierta.
-Hola- dijo Berger- perdón, es que estoy buscando el salón para el examen de actuación.
-¿Te parece que esto sea un aula de prueba?- contestó muy molesto Armando.
-Pues no… al menos no exactamente para actuación, pero para baile quizá sí.
-Te consideras muy perspicaz ¿verdad? No tengo ni tiempo, ni humor.
-Pues honestamente no me veo así, pero bueno, sólo quería un poco de información – Berger agachó su cabeza para ver el papel que tenía en mano.
Armando amó su respuesta calma, de un modo poco usual le transmitió esa pasividad que requería.
-Deja me calzo y ahora mismo te muestro- dijo Armando aún sin mostrar que verdaderamente ya estaba calmado.
-Gracias- sonrió Berger con gran aliciente.
Después de que le llevó al aula de prueba y le esperó, sin entender realmente porque lo hacía. Al final fingió que estaba de paso cuando Berger salió del aula.
-¿Y cómo te fue?
-No muy bien. Me puse nervioso, reí y después… bueno, después improvisé muy mal- Berger estaba un poco afligido.
-¿Qué te parece si te invito a comer algo?
Y así inició lo que sería una amistad que al bailarín le interesaba evolucionara. Ahota expresamente terminó de ver la película de Woody justo antes de salir con él a cenar a un lugarcito muy sencillo, se sintió como en un filme de Allen, bien podría ser su “Manhattan”, su “Annie Hall” o mejor aún, su “Comedia sexual de una noche de verano”.

… cuando entró Berger ya estaba en el lugar, lo que no previó es que uno de sus ex novios era mesero de ahí, ese chico siempre cambiaba de empleo aún dentro de una gran ciudad como lo era la capital. Posiblemente se le estaban terminando las opciones.
-Hola- sonrió Armando muy seguro de sí mismo, justo ahora se lo parecía, el muchacho indocto que había sido estaba muerto y sepultado.
-Hola- Berger también sonrió pero agachó la cabeza con un poco de timidez. Era un gesto que le encantaba a Armando de él.
-Perdón por la tardanza, es que me quedé viendo una película.
-¿En verdad?
-Sí
-No estarías con alguien más- Berger sólo coqueteaba alegremente.
-Pues no, ya no soy así- dijo Armando. Era un diálogo muy usual en él.
-Eso siempre lo dices pero nunca explicas nada.
-Bueno, el silencio es oro, estoy salvo dentro de mi propia piel, aunque en el silencio yo no sea muy real.
Berger sólo sonrió.
-Bueno. Te voy a contar muy poco…
-Hola chicos, ¿qué les ofrezco?- dijo el mesero, uno que alguna vez fue novio de Amando- ah, hola Armando- fingió sorpresa- ¿cómo estás?
-Bien, mira, te presento a Berger.
-¿Es nombre o cómo?
-Me llamo Ernest Berger, pero me conocen más por el segundo nombre.
-¡Ah!, entonces sí es un nombre.
-Y bueno- dijo Armando- él es Simon.
-Un enorme gusto- Berger le tendió la mano a Simon, quién la estrechó afablemente.
-¿Y qué van a ordenar?
-Nada- se adelantó a decir Armando- sólo quedamos de vernos aquí- se levantó y Berger le imitó- gracias de todos modos Simon.
-De nada… creo- Simon parecía indginado.
-Adiós- Berger volvió a sonreír.

-Espero me perdones por lo de allá adentro- dijo Armando –pero no pensé que Simon trabajara ahí, lo percibí cuando entré pero no me precipité para salir.
-¿Una mala ruptura?
-Una mala relación. Viene de la mano con lo poco que pretendía contarte sobre mí. Con Simon salí muchas veces, hemos ido y venido, pero desde hace más de seis meses que no regresamos ni nos contactamos, él está acostumbrado a las relaciones tortuosas, yo no- Armando se quedó parado en medio de la banqueta- perdón, ¿tienes frío?
-No, pero me incomoda caminar de noche en esta ciudad.
-Claro, con tantas noticias amarillistas. Ven, vamos a mi departamento.
-Me encantaría- por alguna curiosa razón Berger siempre sonreía y eso era lo que más le atraía a Armando.
Caminaron un poco en silencio, entraron al subterráneo y cuando salieron la noche había caído con total apogeo, era evidente que Berger se quedaría a dormir con Armando, pero dentro del apelativo “dormir” tendría que definirse si tendrían sexo o sólo compartirían la cama… o quizá la habitación.
-Ponte cómodo- recitó Armando al entrar en el departamento.
-Se lo dices a todos- Berger se paseó alegremente por el departamento, era uno muy bonito más no del todo elegante, tenía un estilo cuasi minimalista por el interés de tener espacio libre para practicar algunos movimientos. Se acercó a la pila de películas que tenía Armando- no sabía que te gustaba Woody…
-No, ya no se lo digo a todos.
-Perdón, no sabía que te incomodaba.
-Esa frase predeterminada de “Crea fama y échate a dormir” se aplica mucho conmigo. Antes era un chico al que le gustaban mucho las fiestas, quizá desde los trece años estuve saltando de una a otra. A los quince entré a la escuela de danza e intenté controlarme un poco, pasé casi cinco años como suplente, apenas me dieron un protagónico en “El lago de los cisnes”, fue difícil obtenerlo, pero para lograrlo dejé todo; alcohol, drogas, la poca nicotina que me metía, la comida… la buena comida- Armando tomó una fotografía del único estante que estaba ahí –así era antes.
En la imagen se podía ver a un chico delgado y pálido de cabello horriblemente decolorado, no tenía los rizos impecables que ahora portaba Amando. Vestía unos pantalones muy entallados de “brinca charcos”, pensó Berger. Abrazaba a una chica pelirroja.
-¿Ella quién es?
-Florence. Por aquel tiempo- Armando se sonrió al pensar que la foto sólo tenía cuatro años, sin embargo él había cambiado tanto al igual que Florence – éramos amigos o conocidos. Ella estaba iniciando su bachillerato en arte y yo en idiomas, después dejamos de vernos porque siempre fue algo conservadora, hasta apenas salió del clóset, está con una chica llamada Jenny quien estudia en una reputada escuela de música. Últimamente no le caigo muy bien a Florence.
-¿Por qué?- Berger intentaba no sentirse un poco bobo al hacer preguntas de una o dos palabras, pero prefería que su acompañante hablara.
-Dan una beca cada año para irse al extranjero por todo un año. Florence era la estudiante que al parecer ganaría la beca sin mayor problema, pero llegué yo en los últimos meses. Presiento que ella cree que no merezco ni competir, tengo ante sus ojos una vida muy “fácil”, los hombres homosexuales no son mal vistos pero las mujeres son cosa distinta, no en todas las escuelas de danza, pero en ésta específicamente sí.
-¿Y si fuera una actriz lesbiana?- se divirtió preguntando Berger
-Pues sí, que lo tuyo es la actuación. No sé cómo esté el plan de estudios en la escuela, como se destaca por la danza ni idea de la actuación.
-No importa. No me aceptaron. Hoy entregaron los resultados.
-Lo siento- se remitió a decir Armando.
-No lo sientas, mejor culmino mi carrera en arte.
-¿Eres bueno?
-Pues… sí, iba a decir que no tanto como en la actuación… pero pues me rechazaron.
Hablaron de arte, que Berger era pintor, “uno no muy bueno”, según sus propias palabras, también le gustaba la animación así como la fotografía, le apasionaba Caravaggio, cosas normales, cosas personales. En esa noche sólo charlaron, a la mañana siguiente Berger hizo una llamada y después se fue.

domingo, 8 de agosto de 2010

The trick is to keep breathing

Eran tan estrechas las calles que comunicaban con su colegio que le daba un poco de vergüenza así fueran. Un lugar para duelos dentro del uso del cuerpo cual interfaz del cerebro, la magia de las extremidades y el contoneo de la carne y el hueso. Era vida, lo que se encontraba en la escuela se presumía inefable por su esencia pero disfrutable gracias a la pupila y el cuerpo. Sabía que estaba ahí, Florence entendía de ello, no bajo la aparente sensualidad del movimiento sino ante la evidente comparsa de la emoción. Era su catarsis, el momento de sublimar, crecer al desarrollar lo que más le gustaba: la danza
Tenía problemas con las definiciones, lo suyo ¿la danza o el baile?, ¿tributo o autosatisfacción? En eso se parecía a Jenny, su novia, la muchachilla que tocaba a Chopin sin piedad o discreción, aquella que no deseaba entender la propia interpretación del creador y el músico, sino la suya. La entendía cuando preguntaba: ¿Soy un músico? No existen a caso los designios para la mujer dentro de “la música” ¿es que somos como “las musas”? Bellas, atractivas, pero sólo un catalizador. Es como cuando se expone la determinación de la palabra “escritor” y “escritora”, ¿pero con los compositores es igual?, ¿”compositor” y “compositora”?, ¿músico y… música?, ¿“intérprete” como generalidad?

-¡Es que nos hacen lucir como un instrumento!- le había dicho Jenny- ellos son los músicos con todas las letras que compenetran a la palabra y su uso, mientras nosotras la pianista, la cellista, la violinista, no existe un ¡LAS MUSICAS!, nos toman como un proyecto incompleto, de creadoras tenemos el inicio mas no el final.
-Exageras, como en todo lo haces- contestó Florence antes de partir a su clase de danza.
-No lo hago, es evidente las generalidades del masculino en el lenguaje…
-No sé si llamarte de doble moral política, si es que eso existe- le interrumpió Florence- tú que eres tan bisexual y aparentemente feminista, sin darte cuenta que no dejas de comparar el poder con la masculinidad ¿cuándo va a cambiar tu percepción?, ¿cuándo la mujer será sinónimo de poder sin la necesidad de aplastar al hombre, equiparársele o demoler a la feminidad?
-De doble moral política, si como bien dices existe tal cosa, eres tú. Me imploras prácticamente que sea lesbiana para cumplir con los requisitos del feminismo, estos no son los años sesenta ni los setenta, es el siglo XXI, además ¿qué mayor disolución de la feminidad que el mismo lesbianismo lleno de machorras?
-¡¿Qué tan políticamente incorrecto puede ser tu comentario?!- Florence sacudió su cabeza acompasada con su voz, su hermoso cabello rojo incendió el aire- no yace más feminidad que en el amor por la misma, de ahí nace gran parte del lesbianismo.
-¿Quieres decir que si no fuera “femenina” no me querrías?
-Quiere decir que si no fueras bisexual no me interesarías- se remitió a contestar Florence.
-Nuestra relación no es cuestión de política, es de amor, lo que tanto profesas.
-¡Y tú no entiendes!
-¿De amor?- Jenny se notaba irritada, pero más bien era sarcástica con su forma de expresarse, incitaba a Florence a la histeria- quizá mi concepto no te ajusta.
- Quizá estoy tan llena de afecciones, eso te gustaría que aceptara ¿verdad?
-Yo no estoy hablando de ningún tipo de definición, ni social, sexual, política, personal…
-¡Ni siquiera emocional!- le gritó Florence dando media vuelta para alejarse torpemente de aquella mujer que tanto amaba pero que sin mayor recato parecía demostrarle día tras día no amarle tanto como ella.

Posiblemente me amo más a mí- pensaba Florence mientras se introducía en su pequeño vestidor para cambiarse de ropa- por lo mismo me irrita que yo cambiara tanto a su merced. No precisa que sea ahora lesbiana por ella, lo soy porque en verdad es lo que significa ser yo misma, pero salir del armario nunca ha sido fácil…

-¡La rusa te está esperando!- le gritaron desde el exterior del vestidor.
-En un momento salgo- contestó con la pregunta de si acaso su instructora, apodada “La rusa”, sabía de su homosexualidad. Florence no tenía ningún estereotipo adjudicado dentro de la sociedad homofóbica, esa gente le llamarían “una chica normal” aunque extremadamente bella, nadie pensaría que le gustaban las mujeres.
Al inicio pensaba que sólo era un gusto, nadie tiene que enterarse si te gustan los hombres o las mujeres, y mucho menos saber si tienes sexo con unos o con otros (que ella ya se había acostando con ambos sexos, pero a los hombres… pues definitivamente no) no obstante al paso del tiempo concretó que la homosexualidad es una cuestión que se debe hablar, pues ante una heterosexualidad predominante así como aparentemente “evidente”, se es necesario gritar a la cara “Soy lesbiana” o un “Me gustan las mujeres”, no era sencillo pero era cuestión de definición. Como mujer homosexual proveniente del aparente prototipo de belleza cuasi eurocentrista, requería marcar una línea evidente que le erigiera como mujer, lesbiana, bailarina, bella ¡sí!, estúpida para nada pero consciente de su propia identidad.
Se recogió el cabello y salió al encuentro con su instructora.
-Llegas tarde- dijo “la rusa” con aire autoritario y áspero. Le decían rusa por glacial, no existía gran anécdota dentro de aquella mujer, sólo que era impasible pues su instructora había sido rusa y ella adoptó gran parte de su manera de enseñar.
-Perdón, no se volverá a repetir- dijo Florence apenada no exactamente por esconder que había tardado gracias a una discusión con su novia, ni que en efecto fuera novia y no novio, sino más bien por no tener el coraje de salir del clóset dentro de su mismo ámbito que tanto amaba, casi nadie sabía.
-En efecto, no se repite. Después tengo clase con Armando, se encuentra más avanzado que tú. Apenas tienes cinco horas y llegas media hora tarde, inaceptable, ponte en posición, tenemos que calentar.
-Calentar- pensó Florence- una persona tan fría, risible que lo dijera tomando en cuenta su fama dentro de la exigencia y frialdad académica.
Tenía suerte, pues “la rusa” no practicaba con novatas y poco soportaba a las neófitas con las piernas, y más allá era estricta con lo clásico mientras en ese momento le ayudaba a cerrar su número alternativo donde bailaría “Drumming Song” de Florence and the machine, le parecía hermoso que la cantante se llamara como ella… o ella como la cantante.
-Te estás haciendo vieja Florence- la rusa hablaba tranquilamente, con una emoción gélida pero contenida, como si estuviera presenciando una violación pero no mostrara la menor intención de escándalo.
-Es…- Florence se calló a sí misma, no podía calentar con todos esos movimientos y al mismo momento hablar.
-El truco es respirar bien, no lo olvides. Llegaste aquí para que te entrenara y sigues sin poder respirar en su momento. No debes hacerlo como cuando corres o trotas, existen tiempos, cadencias.
Florence no podía contestar, pero aunque pudiera no debía hacerlo. Estaba consciente de su falta de condición física, la había perdido y más ahora que estaba saltando de fiesta en fiesta por insistencia de Jenny. Si algo lograba mantenerla activa era su pensamiento, se salía del cuerpo y entonces el organismo se ajustaba al exterior sin la necesidad de concretarlo todo dentro de un estado consciente. Era como desconectarse.
Y así mientras una parte de ella se estiraba en búsqueda del perfecto calentamiento, una más remota pensaba en la oportunidad que perdería si acaso volvía a llegar tarde.
-Seguramente le dará todo el tiempo a Armando para entrenarlo, no sé cómo logra llegar a tiempo- pensaba cuando la voz de su instructora la volvió a interrumpir.
-Eh visto más talento en la televisión nacional- bufó no sin cierta gracia.
A Florence le parecía injusto así como ilógico que Armando lograra todo lo que hasta la fecha tenía. Él era un gay bastante expuesto que bailaba al son del clasicismo y lo clasicista, sabía que no tenía novio, pero si conocía a alguien que fuera promiscuo bien podía ser él; un chico fácilmente identificable con cualquier personaje made in “Queer as folk” de la serie norteamericana, y con todo eso bailaba excepcionalmente bien, llegaba a sus lecciones a tiempo, era un gay declarado y eso no le afectaba en lo más mínimo pues “la mayoría de los bailarines son homosexuales”, se comentó en una reunión social de bailarines. Las chicas siempre cuchicheaban entre ellas compartiendo opiniones de la línea de tal o cual chica.
-¿Pero qué pensarían de una lesbiana?-preguntó Florence aquella vez en la reunión.
-Sería un poco desagradable saber que te están viendo mientras te cambias, ¿no te molestaría saber que alguien te ve en el vestidor general?- comentó una de ellas.
-Pues honestamente no, es cuestión de ética social y laboral, el que alguien sea homosexual no implica que opte por el acoso sexual dentro de un vestidor.
-Una nunca sabe- hablo otra- una cosa es con los chicos, que sean gay los convierte en uno de nosotras pero con algo colgante, el punto es que la percepción es distinta.
-Quizá no tendría que escandalizarnos si nos desnudamos frente a un hombre o una mujer, son compañeros de escuela, quizá hasta estemos en el mismo ballet o practiquemos en una compañía alternativa- dijo Florence y se odió por ir a medias tintas, era como decir “la amiga de una amiga es lesbiana y la discrimina su grupo estudiantil”
-El ballet es enteramente femenino, no se hizo para lesbianas-culminó una tercera.

-Florence, no estás concentrada- exclamó un poco impaciente la rusa.
-Eso intento- se encontraba tirada en el suelo. Por un momento su cabeza le jugó un mal pensamiento viniéndole a la mente esa oración donde “el ballet es enteramente femenino, no se hizo para lesbianas”, pero ¿qué clase de retrógrada decía eso?, se preguntó aquella noche en la juntilla social, después supo que esa retrógrada era una de las mejores bailarinas del lugar.
-¿Cómo pretendes dominar ambas ramas de lo clásico y lo alternativo si no te concentras? Ya hablamos de las libertades que se convierten en condicionantes con una canción como la que elegiste, “Drumming Song” contiene un estilo que no me encanta pero lo puedes hacer bien, sólo no te confíes en que lucirás como protagonista de un videoclip.
Era verdad, Florence adoraba su vestuario para la competencia, se parecía mucho al de la Florence del video: un vestido muy entallado con una máscara negra y velos que iban de la cintura a las muñecas, todo un espectáculo; le costó en su momento convencer a la rusa para que accediera ante todo ese “efectismo pagano”, según sus propias palabras.
-Lo siento, lo volveré a intentar- se excusó Florence con un tono humilde y sutil, debía lograrlo, si ganaba el certamen podría decir “Y lo ganó una lesbiana”, entendía el dramatismo que conllevaba tal acto, llegar y recibir el reconocimiento a nivel nacional sólo para dar la gran frase de “Soy lesbiana”, después acotaría el tema sobre la discriminación que se lleva a cabo dentro de tal medio, el arquetipo que se ha venido manejando entorno a la figura de la bailarina y el pensamiento política y artísticamente incorrecto que tienen la mayoría de las colegas, ella era homosexual y no le hacía menos capaz de soportar un régimen educativo, alguna norma y mucho menos carecía de ética, eran unas estúpidas retrógradas.
-No lo sientas, cambia. Más vale que hagas algo más que intentarlo- volvió a hablar la rusa con su acostumbrado tono glacial, el cual significaba que apreciaba, después de todo, el interés de su pupila.
Inició la canción, se escuchaban los primeros tamborileos y la voz de la cantante decir: There's a drumming noise inside my head, that starts when you're around, I swear that you could hear it, It makes such an all mighty sound, there's a drumming noise inside my head, that throws me to the ground, I swear that you should hear it, It makes such an all mighty sound…


Louder than sirens
Louder than bells
Sweeter than heaven
And hotter than hell

I run to a tower , where the church bells chime, I hope that they , would clear my mind, they left a ringing, in my ear, but that drum's still beating , loud and clear

Louder than sirens
Louder than bells
Sweeter than heaven
And hotter than hell

Cuando el coro se volvió a repetir entre el tamborileo, la rusa detuvo la música.
-Es que no lo sientes- suspiró con indignación- la mujer está diciendo que escucha un tamborileo en la cabeza cuando cierta persona que supongo ama, desea, le excita o quizá odia, se acerca, empieza a escuchar un bendito tamborileado que es más fuerte que las sirenas, las campanas, más dulce que el cielo y caliente que el infierno, ¡el maldito infierno!- justo en la última oración la rusa parecía tocada por alguna clase de ardiente furia- ya te he dicho que analices la canción e intentes canalizar la intención de la misma, de ahí nace una parte de la danza alternativa e interpretativa. Te aseveré que hicieras un símil, ¿es acaso que nunca has amado?, ¿deseado, te has excitado, sentido asfixiada por la presencia de alguien que te hace explotar el pensamiento?, ¡mínimo odiado a alguien!, entiendo que seas joven pero me debes proyectar algún sentimiento en el baile. Si no puedes con el inicio que es mera introducción ¿qué me presentarás cuando la canción llegue al clímax donde la mujer se desgarra cada vez más y más por el tamborileo que tiene en la cabeza?- la rusa guardó silencio con una sola ceja alterada en su rostro- ¡contesta!, ahora sí puedes hablar, igual tu respiración es un desastre.
-Es…- efectivamente su respiración era un desastre. Ya se había caído infinidad de veces en toda la clase y no podía siquiera seguir respirando, su pensamiento se había fugado y empezó a considerar que hacer el símil con Jenny no era buena idea. Jenny no le hacía tamborilear la cabeza, no creía que lo que despertaba en ella fuera algo tan fuerte como la dulzura del cielo.
-¿Es?- dijo tranquilamente la rusa.
-No tengo emoción más fuerte que mi propia frustración.
-Pues ocupa eso, dame algo aunque sea visceral, te lo he pedido por semanas.
¿Cómo podría darle algo visceral cuando su frustración provenía del miedo y el rechazo por su homosexualidad dentro de un grupo de viejas homofóbicas?
-Aún no termina. Oh, lo siento- dijo un muchacho delgado y estilizado de tez blanca, cabello oscuro y rizado, era Armando.
-Aún me quedan quince minutos con Florence- la rusa pestañeó, pero dentro de su aparente desinterés se detuvo antes de correr a Armando al apreciar que Florence se alteraba ante su presencia, le ponía un poco inquieta, quizá molesta, quizá le odiaba, quizá le amaba, posiblemente le envidiaba, así que decidió que se quedara para así estimular a su pupila. Una táctica muy sucia, se reprendió, aunque necesaria- puedes quedarte Armando, quizá aprendas algo.
Florence no pudo contener su furia, aún así no debía decir nada, sólo pensó que cuando conoció al tal Armando ella era una culta estudiante de arte y él un bobo de idiomas que usaba unos horribles pantalones capri entalladísimos color café, tenía el cabello decolorado, un rubio que denotaba las deficiencias del estilista que terminaba por acentuar lo maltratado de sus rizos, eso y que era extremadamente afeminado- Y hablaba como nena- se dijo para sí misma mientras se ponía en posición. Todo le parecía tan injusto. Efectivamente Armando ya no era el tipo de los capri y que su habilidad para el baile era más intensa que un brinca charcos, ahora era un gay muy masculino, tenía unos rizos que bien acompañaban a la música con gran candor; hablaba con elegancia algo seductora, de voz aterciopelada y vestía con mucho más elegancia, por no decir “caro”. Y ella… ella… una mujer que se concentraba en respirar bien.
-A mi señal Florence- habló la rusa, después hizo la señal y de “Drumming Song” empezó a tocar.
Florence logró un magnífico clímax al minuto tres con siete segundos de la canción. La rusa estaba contenta y orgullosa de su hazaña, había logrado que su alumna tuviera la liviandad de una bailarina con toda la pesadez que representaba la interpretación personal de una canción. Armando abrió recatadamente los ojos cuando su compañera (y principal competidora dentro de la academia) daba un salto enorme, cayendo con tanta gracia como seguridad y ligereza, no parecía estar sintiendo la dulzura del cielo, más bien todo el calor del infierno… era bello pero aterrador, cualquier cosa que le inspirara a Florence podía destrozarla a ella o a cualquiera que deseara.
-Es todo por hoy- dijo la rusa. Era una frase que le fascinaba proferir con tanta displicencia, una muy fingida.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Night Work

Las bandejas con aperitivos y bebidas giraban en torno a la canción “Heads Will Roll” en conjunción con un mix bastante interesante que ponía en juego las canciones “Rich”, “Pin” y “Tick” de los Yeah, yeah, yeahs. Cualquiera pensaría que al ser una fiesta snob de una chica aburguesada la música tendría que variar entre Mozart, Chopin y Beethoven, y aunque a momentos se apreciaba música clásica, era más en una tónica de crossover clásico.
Los meseros se notaban poco animados, usar un pantalón negro entallado así como una camisa blanca translucida que no era sinónimo de comodidad, pero así se les solicitó asistieran, hasta les mandaron a comprar el “uniforme” a su medida, la mayoría de ellos eran gay, y cierto ámbito no era muy estable tomando en cuenta las reglas de jotería con los meseros.
Trish terminaba de entrar en su apretadísimo pantalón. Era delgado, pero no lo suficiente como otros de sus amigos, se sentía algo ridículo, no podía ufanarse de tener el buen físico que varios de ahí ostentaban.
La verdad era que necesitaba el dinero, y le habían comentado que aquella agencia era famosa por el uso de jóvenes atractivos y en su mayoría homosexuales. El punto era pasear las bandejas, dar de comer y beber, en ocasiones hasta en la boca, y si el mesero se prestaba… pues podía hacer lo que una geisha cuando le proponen ir más allá de lo visual así como lo recatado.
-Es como en las películas porno gay. Una vez vi una donde los hombres se iban al baño y bueno, tú sabes… -le decía Berth a Trish, un joven muy delgado que se podía considerar un bobo ignorante sin mayor propósito que el de tomar oxígeno y sacar dióxido de carbono.
-Me lo imagino, pero yo no estoy aquí para dejarme tocar por alguien de “mayor dinero”, eso es prostitución.
-¿Y tú nunca lo has hecho? Yo un par de veces, en alguna ocasión me puse en una esquina, todito vestido de mujerzuela, esas de peluca morada. Se me acercó un tipo en un coche, muy mono el coche y el tipo también, todo como en una película porno pero hetero, bueno, fue hasta que le dije: Nene, no soy nena, soy nene, entonces me contestó que eso es lo que buscaba, fue ahí donde se tornó como una película porno gay.
-Claro- suspiró Trish al abotonarse la camisa blanca. No lo entendía, sabía que la anfitriona era lesbiana o al menos se hacía llamar bisexual, sin embargo al tomar su primer bandeja y salir a la habitación principal, se pudo percatar que la mayoría eran jotonas amigas de una mujer aburguesada que se creía de mente abierta.
Sólo podía repetirse en la cabeza que estaba ahí para ganar dinero, cuestión de sobrevivencia pura.
-No esperaba verte aquí y mucho menos vestido así- dijo la voz que menos le habría gustado escuchar a Trish, una que sabía se estaría burlando de él por el resto de la noche.
-Pues yo tampoco te esperaba aquí Edgard, aunque la verdad cuando entré al salón me di cuenta que muchos de los homosexuales que se creen sofisticados estarían presentes.
-El problema de Jenny es que dejó de lado sus precauciones para no mezclar a las personas. Mira, allá está Armand y se deduce estaría presente Richard, pero ya sabes que es un homofóbico.
-No me interesa nadie que esté o no presente. Si te diste cuenta estoy aquí para servir los tragos.
-¿Es verdad lo que dicen?, ¿Qué si deseas a un mesero te lo puedes llevar con un módico precio?
-Por más cierto que sea eso, no estoy a la venta.
-Pero tu amigo Leonard lo estuvo.
-Fue tu amigo antes que mío, pero no me gustaría estar con gente que se acuesta con los novios de sus amigos.
-Leo se lo buscó, después me retiró la palabra y ahora es lo más descortés y hostil que le es posible. Ahora está en su internado ¿cierto?
-Ed, no quiero hablar de Leonard. Es un gran chico, si tienes algo que decir, tendrás que hablarle de frente.
-Él me evita y no desea verme, en la última exposición fue muy cortante.
-¿Qué esperabas, una adulación después de lo que pasó con Orlando? Leonard sólo deseaba una llamada, que le llamaras tú u Orlando para explicar todo.
-Él huyó
-Y yo también. Me retiro, tengo bebidas que dar.
-Primero dame una a mí.

Y ahí mientras los Scissor Sisters tocaban “Night Work”, Trish repartía bebidas, atendía el llamado de ebrios despechados, unos muy felices, otros amargados, el resto se bamboleaba al son de la música, prácticamente el nuevo disco de los Scissor inspiraba toda la velada. La pista de baile estaba llena, el tercer piso de la lujosa casa de Jenny vibraba con todo el candor que la homosexual se podía permitir. Ella llevaba su estilo “Ana Matronic”, vocalista de los Scissor Sisters, se había pintado el cabello de un color castaño rojizo enchinándolo hasta la saciedad, usaba un vestido amplio de estampados con tantos colores como la bandera gay, enormes pestañas negras y hermosos brazaletes morados en sus muñecas, coronando su estilo con anillos dorados y unas sandalias del mismo color. A pesar de ser una cuestión algo sobrecargada, en su total esencia resplandecía sin ser ostentosa.
-Creerías que es lesbiana… ¿o sí?, ¿tú qué piensas de ella?- le dijo una mujer gloriosamente hermosa, pelirroja natural de tez muy blanca, vestía un esmoquin de hombre de corte femenino en el pantalón, quizá el único defecto que se le podía apreciar a la mujer era una facción algo varonil en la quijada, pero eso le convertía en una rareza dentro de toda su feminidad algo andrógina.
-Que es la que me paga y no puedo opinar.
-Te he estado observando. Parece que no te diviertes mucho en la fiesta.
-Pues claro que no, estoy trabajando.
-Pero el punto de tu agencia es que hasta los modelos se divierten. No te había visto antes. Siempre le digo a Jenny que los contrate a ustedes, conozco a casi todos.
-¿Conoces a Berth?
-¿A ese pedazo de carne con pene? En ocasiones desearía no conocerlo.
-Es gracioso, con sus reservas.
-¿Sabes de dónde proviene toda el asunto de tu empresa en nuestra querida capital?- la mujer no esperó a que Trish respondiera- claro que no, sino ya estarías repagándote a un cliente. Pues mira que el dueño es un tal Fidel que vino del otro continente, donde la gente era tan aburguesada como de doble moral en las altas esferas sociales. Él es un arribista como muchos de los que se encuentran aquí. Trabajó como mesero muchos años y se percató que la mayoría de sus colegas eran homosexuales que se iban a los baños con los invitados para meterse unas buenas líneas de coca y después dejar que se las mamaran por un buen precio, así obtienen coca y sexo al mismo tiempo. Pensó que sería un buen negocio en la actualidad.
-Pues me sorprende, no sé cómo alguien podría mamármela con éste pantalón entallado de mierda.
-Ahí está el punto, tienes los pantalones muy apretados ¿sabes lo que necesitas? Esnifar un poco de cocaína. Ven.
Y ahí en el baño con “Harder You Get” de los Scissor Sisters, Trish se metía sus líneas de la belleza por primera vez en prácticamente dos años. Ya la había probado, pero no era del todo de su agrado, sin embargo, al estar en una fiesta tan espantosa prefirió acceder ante la oferta de su querida compañera.
-Me llamo Florence y soy la novia de Jenny- ambos ya estaban algo colocados- y me fastidia que la vieja esa sea una bisexual de mierda. No tolero que se bese con hombres cada vez que salgo de viaje… no viajo mucho, sólo que no estudio en la capital como todos sus amiguitos que le rodean. Soy un espíritu libre y me gusta estudiar lejos. Bueno, honestamente hasta hace poco yo también me consideraba bisexual, me sacó del clóset como si fuera un juguetito que se extrae de la caja de plástico, juega a las barbies con mi cuerpo, me decía que seguro era una lesbiana reprimida y después, me salió lo lesbiana sin lo reprimida, pero qué cosas digo… ¡y su puto estilo de Ana Matronic!
-Pues sí tiene algo de puto su estilo- Trish estaba un poco más ido que Florence, todo le daba gracia- digo… todos los Scissor son putones de mierda ¿no? Y la Matronic… ¿es lesbiana?
-Ya entiendes el punto, ¿cuál es su interés por lucir como cabaretera hetero metida entre pura jotona? Quiere agradarles y que todos la amen aunque sea una histérica por no poder tocar a Chopin con toda la elegancia, está algo loca, es bipolar.
-¡O tripolar! Estúpidos bisexuales, yo salí con uno hace mucho, de vez en cuando me llama para tener sexo y pues yo le doy todo lo que quiere, es fácil, tomando en cuenta que no he tenido éxito con algunos pretendientes. Un amigo siempre está coqueteándome, se llama Leonard, pero él no entiende que no me gusta… es lindo, pero ya. Se prostituía y drogaba hasta morir, se cortaba el brazo, todo un drama, quería sentirse Shirley Manson cuando era niña.
Los dos se empezaron a destartalar de la risa. Trish no podía dejar de imaginar a Leonard con cabello rojo, lleno de pecas, transparente y diciendo: Me gustaría tener una lluvia dorada de Tom Cruise.
-Quisiera que la mujer no me diera tantas redadas, ¿sabes? Más honesta, sin tanto drama, me sale, “me acosté con una mujer”, “me acosté con un hombre”… “sólo le di una mamada, a la otra le lamí el coño”, “salí con mis amigas, me embriagué y pasaron un par de cosas, pero ¿quién diría? Se decían heterosexuales”, cosas así, cosas que yo no hago porque la amo, también porque antes era medio hetero, medio bisexual, medio todo, pero ahora soy lesbiana, eso de la identidad cuesta, no es tanto como ser hipersexual, es un asunto de inteligencia y erguirse… y…
De repente se abrió la puerta del baño.
-Aquí estás querida- dijo Jenny coqueteando con sus rizos exagerados- pero si quiero bailar “Sex and Violence” contigo, vamos, deja a tu amiguito, seguro se las podrá resolver él solo.

Ya afuera Trish retomó la bandeja no con mucha facilidad, se dedicó más al servicio de segunda mano, donde después de repartir los tragos, los hombres le dejaban buena propina en el pantalón entallado; se sentó a platicar con un par de invitados, besuqueó con tres más y dejado tocar por otros cuatro. Sentía poder hacerlo todo al momento. Creía las cargas se desvanecían, no le preocupaba el no poder regresar a la escuela, tener que trabajar como loco un año, establecerse en la capital de agregado con unos primos.
-Vivo con unos primos que son arquitectos, bueno, uno es médico… ¿qué digo? Bueno, es que son aburridos y muy estudiosos- decía Trish a las cinco de la madrugada. La mayoría de los invitados estaban algo desvanecidos en los sillones y el piso, mientras el resto bailaba otra vez “Invisible Life” por petición de Jenny.
-Pero tú eres inteligente ¿no Trish?- le contestó Armand
-Definitivamente no lo sé, no me importa diagnosticar eso.
-¿Ya te diviertes?- Florence se sentó al lado de Trish.
-Mucho- Trish no sólo estaba drogado, sino también muy ebrio- eso y gané mucho más dinero que estando en mis cinco sentidos.
-Yo estoy más tranquila con Jenny, me dijo que no se iba a tirar a nadie que no fuera yo por un rato. Tenemos una relación libre.
-Una relación libre es lo que mató a mi amante más íntimo- dijo Edgard sentándose al lado de Armand.
-¿Qué le dio?- preguntó algo escandalizada Florence.
-Sida.
-¿Cómo es que te viniste a salvar Ed? Tanto bien qué harías estando muerto- Trish no creía tener gran control sobre su lengua.
-Pues no lo sabes, claro que lo tengo, me tiré a Leonard y él se metió contigo, así que seguro estás infectado- Edgard meneó la cabeza con tanta soltura y malicia que realmente aterró un poco a la falta de estabilidad en Trish.
-Muy gracioso- Armand no dejaba de reír- pero qué hilarante eres Edgard. Ni te creas Trish, a éste tipo me lo tiro a cada rato y mi último examen de VIH resultó negativo, de eso la semana pasada, además, conozco a Ed, no podría estar tan tranquilo. Una vez fui a una fiesta de “sexo seguro”- Armand parecía tan contento contando sus anécdotas de perdición- y bueno, tenías que ir desnudo y todo lo demás, una fiesta donde los condones se daban a borbotones en las vitrinas, eso sí, debías llevar tu propio lubricante, lo que era muy incómodo porque lo debías meter en tus calcetas- volvió a reír- pero lo mejor no fue el número de hombres con los que me acosté, sino que contrataron a un tipo delgaducho para ir corriendo de un lado a otro dentro de la estancia y gritaba “¡Cuidado con el sida!”
Florence empezó a reír estrepitosamente, Trish se reía de todo sin mayor interés, mientras Edgard se mantenía serio.
-Sí, sí, chicos, todos pensamos que estaba algo drogado pero después nos explicaron que era su forma de prevenirnos, un tipo desnudo con el pene del tamaño de una colilla de cigarro gritando “¡Cuidado con el sida!”, hilarante pero no tanto cuando estás teniendo un orgasmo, era más para meterte miedo.
-Pues deberías tenerlo, la gente se muere por eso- dijo Edgard y después se fue muy enfadado.
-¿Y qué le pasa a ese?- preguntó Florence y una vez más no dejó que le contestaran- ustedes dos hacen una bonita pareja, deberían salir a tomar aire fresco o algo así… o quizá no tan fresco pero sí más íntimo- guiñó el ojo mientras se dirigía a Jenny, quién se veía estable y sin un rizo fuera de lugar- voy con mi mujer, al menos me agrada ser la lesbiana más completa de las dos.
-Suerte- dijo Armand para después dirigirse a Trish- ¿nos vamos? Tengo departamento aquí en la capital, lo digo para no molestar a tus aburridísimos primos.
-Tengo que terminar la fiesta, me contrataron hasta las ocho de la mañana.
-Soy amigo de Jenny y tú de Florence, nada va a pasar, vamos, la noche se acaba, podemos aún gozar lo que queda y después dormir todo el día.
-Más te vale que valga la pena- Trish seguía risueño dentro de su aspecto enfiestado. ¿Pasaría?, ¿algún día pescaría sida?, ¿hasta el indestructible Edgard le tenía miedo, él que se sabía todos los métodos anticonceptivos y formas de protección? Sin embargo no era momento para ponerse moralino, deseaba estar con Armand.