martes, 29 de junio de 2010

Dog days are over

Era oficialmente la última exposición a la que asistiría en varias semanas, no tendría la oportunidad de estar en las grandes galerías y museos de la capital, les informó a sus padres de un pequeño sitio al cual quería asistir “Es como el lugar en el cual nos hospedamos en navidad” había dicho con una sonrisa sencillamente cálida. No esperaba que sus padres preguntaran más allá del tiempo que pretendía quedarse en aquella posada a la que tanto ansiaba ir. La semana pasada habían hablado con la mujer que dirigía el grupo de adictos y les informó que su hijo tenía prácticamente dos meses limpio y que sospechaba realmente no era un adicto, sólo un joven llevado por las tentaciones pueriles del entorno.

-¿Tentaciones pueriles del entorno?
-Eso dice chico.

Semanas atrás Leonard convenció a la jotona gorda del grupo de adictos para ingresar en el archivo de la institución.

-Será como en “Girl interrupted”- le había dicho Leonard.
-Pensé que no te gustaba la película.
-No mucho, sólo espero no terminar pintando las uñas de alguien.
-¿Qué te hace pensar que serás tú el que las pinte y no el pintado?
-Muy bien niño, ¿me vas ayudar o no?- sentenció porque sabía la jotona gorda tenía la llave de la oficina así como la clave de la computadora o en su caso del archivero donde se guardaban los documentos físicos.
-Te ayudo… pero…- aquel chico gordo adquirió cierto aire de patetismo
-¿Pero?- Leonard movió la cabeza de modo exagerado meneando los rizos.
-¿Me presentarás a alguno de tus amigos?... para salir, sólo quiero una cita.
-¿En verdad quieres salir con alguien que yo conozca? No soy muy buena Celestina, aunque honestamente odio a todas y cada una de ellas.
-Leonard, es fácil. Sí o no.
-Sí- dijo sin pensarlo mucho, ya vería si Eliee se permitía una cita con aquel muchachote a cambio de alguna prenda de ropa, así de factible podía ser ¿cuánto valía el trato de satisfacción o insatisfacción?

Ingresaron al archivo sólo para descubrir que las autoflagelaciones del chico gordo habían sido detectadas mientras Leonard era absuelto gracias a la “magnífica” capacidad deductiva de aquella mujer para poder enunciar que él era un seguidor de las tentaciones pueriles del entorno.

-Todos a tu edad caemos en ello- le había dicho el muchachote.
-¿Pues qué edad tienes tú? Vamos chico, que a lo mucho tendrás dos o tres años más que yo, así que no me vengas con eso.
-Pero no soy tan pueril.
-La afirmación dentro de tu oración cobra su clímax en la palabra “tan” y se reafirma con “pueril”.
-Al menos a ti no te descubrieron las cortadas en los brazos.
- Eso es sólo un breve incentivo. Me van a dar de alta pero… -deseaba sincerarse con aquel chico cuyo rostro le daba no sólo lástima sino también un poco de confianza, no obstante no podía permitirse el que mucha gente supiera sobre sus planes de internarse, sólo Trish y Emily lo sabían –no importa- terminó la oración –igual no le digas nada a nadie por favor.
-Honestamente lo haría si fuera mi estilo, digo, no soy como tú que hace todo lo necesario para llegar al punto en el que quieres estar.
-¿Y en qué punto quieres estar tú?
-Pues me gustaría seguir viéndote, las charlas contigo son divertidas, los que se quedan en el grupo son una bola de gente depresiva, amargada, pero eso no es lo importante, sino que son mayores y heterosexuales.
-Eso no lo sabes, ¿viste al viejo de cincuenta? Siempre te tira el ojo- Leonard le sonrió pero aquel chico poco le interesaban sus chistes ligeros –nos volveremos a ver, tranquilo, aquí en esta ciudad todos se conocen y es facilísimo contactarnos, no te preocupes por ello.
-¿En verdad?
-Claro, nos volveremos a ver- en su interior Leonard no tenía ni la mínima intención de frecuentarlo, sin embargo como bien había dicho, sólo él sabía lo que era necesario hacer para llegar al punto en que deseaba estar, y en ese momento necesitaba la ayuda de la jotona gorda, así que se repitió en su cabeza las reglas que le había enseñado la Marquesa de Merteuil, son sencillas: sólo hay que mentir, engañar y traicionar.

Por ello era oficialmente la última exposición a la que asistiría en varias semanas. Justo en la galería donde un año atrás vio exponer a Edgard, ambos burlándose de Pixel y Marko, los dos pavoneándose por los pasillos. Edgard volvía a exponer pero eso no le intimidaba, ahora ostentaba a mayor experiencia frente a su antiguo amigo. No pretendía igualársele, no podría (aunque quisiera) tener todo aquello que Edgard cargaba dentro de su existencia misma, mientras él era un recién nacido, como bien le había dicho, un chico que yacía desnudo con un año de edad, caótico y desproporcionado, pero un año –No supe controlar mis excesos- fue lo que se dijo a sí mismo. Volvía a fumar en público, dejaba de interesarle la impresión ajena sobre si acaso se consumía en el cáncer o la depresión, valía más bien poco.
-No puede fumar aquí adentro joven- le dijo uno de los cuidadores.
-¿Y si me voy al balcón?

Salió y pudo apreciar cuánto, dentro de esos escasos años, amaba esa ciudad. Parecía verse caminando con su valija negra toda desproporcionada buscando departamento en el centro “Con lo que ofreces lo único que conseguirás será un cuarto sin muebles, con goteras, muchas ratas y aún más cucarachas, te dirán como a Juan Preciado, que el cansancio es buen colchón para el sueño” fue lo que le comentó Edgard al momento de conocerse. Por aquellas fechas no sabía nada de Rulfo, ni entendía de arte, ni creía pervertirse tanto, sólo sabía que al fin podía salir de su habitación y dejar de creerse Emily Dickinson.
-Como la primera vez- le dijo una voz cerca del oído.
-La primera vez no te conocía y ni siquiera tenía idea de tus intenciones- Leonard se volteó con el cigarro en mano; por un momento fue consciente de todas sus deficiencias físicas y visuales, una vez más Orlando le servía de reflejo. Se sentía viejo, con grandes ojeras y bolsas bajo los ojos, la piel cetrina, poco cuidada, con los ojos irritados y quizá ni tan delgado como el verano pasado, pero frente a Orlando sentía ser poca cosa pues él mantenía su aura de ángel intachable.
-Te iba a preguntar si acaso no te molestaba la perfección ajena- prosiguió Leonard- tú sabes, vi por allá a Virginia con todos sus amigos perfectos, ella expone y viene su corte para acompañarla.
-Su Bloomsbury- dijo Orlando con una sonrisa enorme pero celestial.
-Eso mismo. Todos lucen tan frescos, me estoy muriendo de calor, casi me derrito y todos ellos se ven tan frescos.
-Con piel mate, especialmente el novio de Virginia.
-En especial él.
-Te gustaba Virginia ¿verdad?
-En su momento, pero si hablamos de ello en su momento también me gustabas tú.
-Pensé que todavía te gustaba- Orlando era de semestre “inferior” pero sin duda alguna su capacidad de manipulación era enteramente superior a muchos de los que había conocido Leonard en toda la carrera, incluso en su vida. Cuando le conoció llegó hablándole en la oscuridad con voz de niño asustado, parecía tan débil y susceptible, tanto que pretendía defenderlo de Edgard. Pero era otro como muchos, como lo era ahora él, un arribista absurdo que sabe mezclar el placer con la obligación, pero en definitiva Orlando no caía en el terrible caos en el que se encontraba Leonard, pero ¿cómo perseguir el develar la conciencia ajena? Jamás sabría lo que le llevó a Orlando a la traición, pero dentro de su honestidad interior se percató que ya no le interesaba saberlo, efectivamente era uno más.
-Será que piensas muchas cosas- terminó por contestar- creo que nunca compartimos mucho ¿verdad Orlando? Un tonto mes.
-Pues a mí me gustó, no pensé que te molestara si al final estabas apostando con Edgard, ¿pensabas que no lo sabía?
-En aquel momento no pensé que lo supieras, en la actualidad no me interesa.
-¿Recuerdas la nota?- insistió Orlando.
-No me interesa- tiró su cigarro y lo apagó con la suela del zapato –nos vemos después.
-¿No te interesa lo que se dice de ti?
-Mis consignas corporales pueden pertenecerle a la sociedad, pero los designios de mi corazón son privados. Sigue sin interesarme- pretendía alejarse de él. El llorarle y suspirarle había quedado en el pasado, le hacía sentir viejo pero eso no era sinónimo de agonía.

-¿Y te gustará ver películas en el sofá por la noche?- le había dicho Orlando meses atrás cuando tuvieron su relación.
-¿Crees que estaremos tanto tiempo juntos como para llegar al grado de vivir uno al lado del otro?
-Leo, no te gusta ver a futuro.

“Quizá no me gusta ver a futuro porque siempre acierto” pensó Leonard aquella vez cuando Orlando se quedaba a dormir en su antiguo departamento. Cómo extrañaba tener su habitación propia, escribir y tener alguna clase de remuneración, sus tardes lluviosas de fin de semana exentas de cualquier compromiso familiar, sólo él y el televisor con alguna buena película para desentrañar, él y los libros de la Woolf, por aquel entonces había terminado de leer “Entre actos”. Sintió un escalofrío… “¿Y cómo llegamos a esto?” se preguntó uno de los personajes principales de aquella novela.
-¿Y cómo llegamos a esto?
-Con mucha práctica Lenny.
Edgard estaba a su lado y él ni se había percatado.
-No me refería precisamente a las fotografías.
-¿No te gustan?- Edgard era de esos que lucían perfectos dentro de su camisa de manga corta color azul metálico. Portaba un pantalón café de gabardina en conjunto con una boina de un tono similar.
-Sí, podría enamorarme de su autor.
-Sabes que son mías ¿verdad?- Edgard se permitió una risa apagada.
-Y tú sabes que no sé nada de fotografía ¿verdad?
-Para ello tomaste tu seminario.
-Era sobre mujeres y la fotografía, así como la perspectiva de género, cuestión que no aprecio en tus imágenes, pero no entremos en determinaciones insufribles.
-Mira nada más en lo que te has convertido- el significado de la mirada de Edgard se presumía contundente ¿qué escondía detrás de aquellos ojos color café? No era un juicio presuntuoso, eso lo podía asegurar, tampoco ira o desdén.
-Estoy esperando a que me digas “yo te creé”- Leonard expresó su pensar sin mucho ahínco.
-No Lenny, fueron ellos, todos ellos, nos influenciamos y desconectamos, modificamos y aturdimos, criticamos y viciamos, por eso me voy.
-¿Conseguiste tu intercambio? Todos desean irse a algún lado.
-No lo conseguí, puedes regodearte en ello. Pero me doy un semestre de baja temporal, me ofrecieron empleo en una galería en la capital.
-Igual que a Eliee, pero él será en el extranjero, se va la semana entrante.
-Igual yo. Sabía lo de Eliee, también que te vas de viaje.
-Si eso se le puede decir el irse de paseo a las provincias aledañas.
-Bueno, sabes cómo son las malas lenguas.
-Lo sé, saco la mía frente al espejo y aprecio mi mordacidad con galante satisfacción.
-Si quieres ser rudo Lenny no lo lograrás aplastando a los demás.
-Bueno –Leonard sonrió –alguna experiencia tendrás para poder decirlo con tanta certeza.
-Nos vemos luego, en ocho meses o menos, que disfrutes tu viaje de internado.
-Tú también.

Recordó el día que salió de la ducha con el cabello acomodado en una coleta. Todo chorreante se envolvió en una toalla y sentándose en el escritorio contó el dinero que había ahorrado para huir de cualquier forma que le fuera posible. “Me voy por un tiempo” le había dicho al Señor D después de sus constantes insistencias, “¿Por cuánto?” el tono del Señor D era calmo, “Ni idea, tengo que solucionar algunos problemas pendientes, sirve que terminas con el asunto de tu divorcio, no querrás a un chico husmeando por ahí y que tu esposa lo descubra para tomarlo a su favor” cuando le soltó las palabras frente a frente, la última ocasión que se vieron con Leonard sentado en la cama enteramente desnudo, apreció la cara de sorpresa e indignación de su cliente más acérrimo. Sintió el pensamiento retumbando en la habitación “Lo sabe, ¡lo sabe! Lo usa a su conveniencia”, pero el hombre sólo contestó “Podría tardar meses”, “O años” dijo Leonard, sonrió y fue la última vez que le vio o escuchó… hasta el momento.

-¡Te dije que vendría!- se le acercó Emily con un vaso de vino- ahí está, sin instrumento pero él mismo basta- señaló a Armand.
-Se ve muy bien. Supe que regresa a la capital, él es de allá, todo un chico cosmo.
-Bebe un poco y tomarás las confianza que te hace falta, deja ya de renegar de tu suerte, dentro del internado no tendrás ninguna posibilidad de ligue, eso sería aún más patológico de lo normal.
-¿Más?- se puso frente a Emily y abrió mucho los ojos para que éstos se salieran de órbita.
-Deja de hacer eso, da un poco de miedo.
-Hola- escuchó una voz tímida y ligera detrás de él, era Armand.
-Hola- hablaron los amigos al unísono y después Emily se disculpó para poder ausentarse dejando solos a los dos chicos.
-¿Tienes planes para el verano?- comentó el chico delgado y de formas sutiles.
-No realmente, pero ¿quién los tiene?- Leonard intentaba evitar ponerse nervioso, poco sabía de Armand, no tenían ninguna clase juntos, podía ser que el músico iba tan debajo de él que jamás estarían uno al lado del otro dentro de la misma aula, pero lo poco que sabía al inicio siempre le incitaba a creer que era perfecto. Era músico, escritor y poeta, también tenía su habitación propia, un departamento que rentaba con su trabajo de ayudante de editor así como ilustrador ocasional, era más grande que Leonard en edad pero por desgracia no en conocimiento. Cuando asistió a una exposición se percató del mediocre trabajo de Armand, le pareció increíble que tanta perfección culminara en algo sumamente fútil; después se enteró que no sólo llegaba crudo a la escuela, sino que había perdido su empleo de ayudante de editorial pues nunca “terminaba lo que iniciaba” (en propias palabras de aquel chico) además “era un trabajo muy aburrido”, le comentó. Siempre partía de fiesta en fiesta todos los fines de semana, tomaba el poco dinero que le sobraba gastándolo en alcohol y mariguana, así el concepto principal socavado por Leonard se vio derribado por su investigación posterior.
-Tienes razón, yo no tengo planes para el verano… incluso, no sé, podríamos vernos o algo así.
¡La oportunidad!, ¡el triunfo!... es lo que habría pensado una semana atrás Leonard, pero ahora no le interesaba aquel chico, no era culpa de nadie más que de sí mismo, pues se adelantó a conocerle en carne y hueso buscándole por los rincones de la opinión ajena hasta encontrarse con el propio prejuicio, uno muy malo.
-Podría ser, no sé, me encantaría- Leonard guardó silencio “¿No silbarás como la última vez?” pensó “¿No querrás romper el silencio? No me interesas tanto como yo creía”

Armand empezó a silbar

-¿Me permites?- dijo Leonard- tengo que ir a saludar a alguien por allá- señalando a Trish se escapó del joven cuyo sentido musical se expandía hasta en los silencios necesarios
-Ojalá no hubiera empezado a silbar- se encontró diciéndole a su amigo.
-Ya olvídalo, cuando salgas del internado ya tendrás más músicos, pintores, grabadores, escritores, orfebres, lameculos y todas esas patrañas gestadas en el interior de una facultad como ésta.
-¿Crees que salga dispuesto a una relación?
-Son sólo dos meses, quizá tres, no sabes lo que pasará cuando estés ahí adentro. Me suena más a una casa de retiro, a esos retiros espirituales que tanto critica Eliee
-¿Sabes por qué los critica, verdad?
-No Leo, ni idea, tu pregunta me hace suponer que tú lo sabes.
-Pues no- Leonard se encogió de hombros- realmente no lo sé-. La verdad era que Leonard sabía mucho sobre muchos, y dentro de esos tantos Eliee era uno de ellos, pero prefirió no decirle nada, ya se prestaría la ocasión para esclarecer los fantasmas del pasado por la boca de quién tenían que ser expresados.
-Ya me imagino que tienes tantas cosas en la cabeza que ahora temes expresarlas, ¿tanto te afectó la crítica “constructiva” de nuestro querido escritor en turno?
-Ah- Leonard balbuceó un poco- eh… ¿el profesor?
-Sí, ¿quién más?
-¿Cómo lo supiste?
-Chismes de corredor
-¿No se te hace algo tautológico el asunto, el chisme sobre el chisme?
-Bueno cabrón, no sé cuál sea tu versión, sólo me enteré que te reprendió por usar cuestiones vulgares y banales.
-Bueno Trish querido, lo que pasó fue algo mucho más denso que recibir una crítica “constructiva” con palabras destinadas a lo vulgar y lo banal, es más, comentó que la palabra “vulgar” era inadecuada para referirse a mi texto, dijo que más bien era intrusivo.
-¿Pues de qué se trataba?
-Sobre arte, exposiciones, sexo y curadores
-¿No lo hiciste sobre ella o sí?
-Era una historia demasiado jugosa para dejarla pasar, además, el ejercicio era realismo, pues si así lo deseaba tuvo lo que pretendía, ¿sabes qué es lo que realmente me molesta? Que nuestro querido profesor lo sabía todo y por ello se indignó, le molestó supieran que uno de sus colegas se acostaba con una alumna, y que eso fuera puesto frente a él cual elefante blanco, como si se tratara de la película “Election” o algo así.

Los dos amigos avanzaron por la galería hasta que se colocaron frente a las fotografías de una chica rubia cuyo talento para la fotografía era cuestionable. Todos sabían que había obtenido un lugar en aquella exposición porque se acostaba con el curador, que a la par era su profesor.

-Entonces aquí está el material de tu inspiración.
-No es lindo que te llamen usurpador de vidas, estoy esperando a que me apedreen en la calle.
-Pues si eso es lo que esperas ya deberías traer tu casco- Trish empezó a reír sin mesura- perdona, no sólo me rio de tu caso de puta apedreada, sino de las fotos de esta chica. Son muy malas, no pasan del ejercicio de mediana calidad, así que pensé ¿cómo consiguió el lugar? Para lo que tu presencia me resolvió la verdad: el poder de la vagina.
-Nunca dije que fuera verdad, sólo comenté que era algo circundante. Todos lo saben y nadie lo apunta, todos lo sospechan y ella misma inició el…
-Chisme- completó Trish- admítelo, era un texto sustraído del chisme.
-Lo fue, pero no me arrepiento de nada, ya me cansé de disculparme por lo que escribo, bien les puede agradar o si desean, le pueden odiar, la elección de escribir es mía, la de juzgar es toda suya.
-Ya te salió lo Simone de Beauvoir.
-Y ahí viene aquel que necesita existir por cuenta propia.
-¿Quién?
-A tus espaldas, no voltees porque…
Trish volteó, lo que atrajo la atención de Silvio hacia aquel par de chicos.
-Te dije no voltearas- Leonard refunfuñó tranquilamente, no le molestaba realmente el asunto, aquel gay le era un poco indiferente, tiempo atrás Silvio le coqueteaba y Leonard estuvo a punto de tomarlo en serio, sólo que al investigarle se dio cuenta que era coqueto con todos de una forma muy vulgar, su producción era mala y compartía su vida sexual de manera explícita con toda la facultad; pero de ello hacía un año atrás, para ese entonces Nick era su acompañante.
-Carajo Leonard, ¡cómo lo odio!
-Hola chicos- Silvio hablaba con un tono cantadito que pretendía ser sensual por no decir “muy sexual”
“Silvi” habría querido Leonard, pues así le llamaban despectivamente a sus espaldas, sin embargo se contuvo con una sonrisa en los labios.
-Silvio, hola.
-Te ves muy bien hoy Leonard.
-Es el mejor comentario que he recibido en toda la noche, se estima, sobre todo porque es mentira.
-El que no te sientas guapo no es mi culpa.
-Por el contrario- dijo Trish de forma sutil, tanto que asombró a Leonard- por culpa de ciertas personas podemos llegar a sentirnos de formas muy distintas, que por cierto hoy Leonard, luces como una mierda.
-Gracias Trish, lo sé, no he dormido bien por el fin de semestre y he comido aún peor- Leonard hizo una reverencia con la cabeza a su amigo- ¿ves? Así debe ser, con la verdad- se dirigió a Silvio.
-Huy Leo, si fuera con la verdad no sobreviviríamos la mayoría de nosotros. Claro, como a ti te ven como el alumno perfecto y te granjeas el amor de todos tus profesores, ha de ser fácil pasar las materias.
-¿A qué te refieres?- Leonard pasó sus dedos por sus rizos poco acomodados
-A la verdad, como tanto deseas, te digo que no soy el único que cree tus buenas notas son por tu facilidad para el arribismo cultural. Mientras otros soportamos las críticas destructivas en clase.
-Que tu último videoarte fuera una porquería no es culpa de Leonard.
-Pero si su pieza final no fue tan interesante y todos la celebraron. Mira chico, disfruta de tu posición acomodada y acaudalada, pero en el mundo de allá afuera es distinto.
-Lo sé- se remitió a decir Leonard. No pretendía contradecir las palabras de Silvio. Eran verdad, al menos la mayoría. Se granjeaba el aprecio de sus profesores pero porque en verdad les amaba y admiraba, por lo mismo procuraba crecer en sus clases, cuestión que no era ignorada; tenía una posición ¿fácil?... posiblemente, ya muchos conocían su trabajo, no sólo eso, también pensaban era bueno, pero eso no le eximía de dar un avance considerable cada semestre; su amiga Emily le comentó que era un chico “pop”(por popular); Natalia dijo “está bien, siempre das de qué hablar”, y ¿por qué no? Había días en los que realmente se veía bien, pero ese no era uno de aquellos aclamados días. Por su cuenta tenía entendido que el mundo de allá afuera le guardaba una recepción más bien peyorativa, sin embargo no le asustaba la cuestión porque tenía tiempo que se movía en él, lo que le convertía en un arribista cultural.
-Siempre dices “lo sé”- le refutó Silvio, a lo que Leonard rió.
-Perdón, pensaba decir lo sé, pero creo no sería una respuesta muy seria, aunque la risa tampoco lo es, al menos es más sana.
-Nos vemos luego Silvi- dijo Trish mientras jalaba del brazo a su risueño amigo.
-Seguro le da una embolia- Leonard seguía riendo sin mesura, se encontraban en las afueras del balcón- me da un poco de pena, todo su estilo, la forma en que se viste, en la que habla y produce obra, todo ello es tan nefasto…

Leonard sintió como Trish lo callaba con un beso en la boca.

-¿Te das cuenta que estás ayudando a mi desarrollo teatral y telenovelesco dentro de mi vida?- dijo Leonard una vez que el beso había terminado.
-Leo… es muy probable que no regrese a la carrera.

¿Ahora qué podía sentir o siquiera decir?

-¿Por qué no me lo habías dicho?
-Meda un poco de vergüenza, más ante ti… con todo lo que dice Silvio sobre ti, sobre lo que dicen de ti.
-Sigo sin entenderlo
-Me voy a salir porque no tengo dinero para continuar pagando la colegiatura, y sé tú tampoco lo tienes así que ni se te ocurra hacer una pendejada.
-Pero Trish, somos amigos, podemos ver como solucionamos las cosas, en fin, debe existir más de una vertiente para todo esto, ¿desde cuándo tienes problemas económicos?
-Yo, supongo que desde siempre, mis padres siempre los han tenido. Mira no voy ni un año atrasado, con un año podré estabilizarme económicamente y volveré, quizá.
-Trish ¡te odio!, me lo hubieras dicho antes, gasté todo mi dinero de puta en ese internado, podría haberte pagado la inscripción, que no es mucho después de todo.
-La inscripción sí, ¿y los materiales para fotografía?, ¿mi sustento diario? Leo, apenas tengo para el transporte público.
-¿Y qué?, ¿me vas a dejar sólo? Soy un egoísta, lo sabes muy bien, no podre hacer mucho sin tu compañía.
-Eso no te lo creo, tienes a Eliee y a Murat, además bien dijo Emily, eres un chico pop, compañía nunca te hace falta.
-Pero…
Trish levantó una mano para pedirle a su amigo se callara.
-Vamos a disfrutar de la exposición, ¿te parece? El que me dé de baja temporal no quiere decir que dejaremos de estar acompañándonos en eventos como éstos.


Era oficialmente la última exposición a la que asistiría en varias semanas, pero sobre todo, en mucho tiempo con Trish.

miércoles, 16 de junio de 2010

Sex and art in the city (parte II)

-¿No lo entiendes? Sin ti no valgo nada- dijo una mujer que tenía sobre su hermosa estructura ósea un sobrero aún más hermoso, bellamente ataviada con un vestido blanco y tacones negros.
-No es cuestión de mi entendimiento, sino del tuyo, no puedo estar cerca de una criatura como tú- le contestó un hombre no mayor a los cuarenta años, finamente vestido con un esmoquin negro. La escena se llevaba a cabo en un lujoso balcón.
-Jamás fue mi intención ser tan malévola- gemía ella sin caer en el llanto.
-Lo fuiste, eres una harpía, ¿te crees elegante con tanto ornamento?, el vestido, el sombrero, los zapatos, todo eso lo eres desde hace poco tiempo, todo eso eres porque…
-Así me dejaste, ¡lo aprendí de ti!- la voz de la mujer se desgarraba.
-¿Ser una mujer de mal gusto?, ¡no seas idiota! De mí no aprendiste a meterte en las vidas ajenas, a ser una meretriz, una mujer del cotilleo, ¡terminaste con la intimidad de tantos!
-Sólo fue un pequeño gusto, un desliz, además ¡te lo dije! - gritó ella evidentemente desesperada- ¡TE LO INFORMÉ!, ¡soy una maldita!, ¡soy poca cosa y no valgo nada!
-Sé que vales poco y por ello te dejo, no quiero hablar más contigo, me das pereza.
-¡No puedes dejarme así!, no puedo sobrevivir sin ti, no podré vivir con la idea de que me desprecias.
-Eso queda para ti, puedes engañarte todo lo que quieras, pero lo que ya destruiste así quedará. Todo queda en ti.
-¡Pues sí!- chilló ella- y así lo elijo.

Después la escena se fundió a negro y entró un comercial.

-Válgame, qué película tan más dramática ¿no?- le dijo Leonard a Trish. Ambos se encontraban en la sala de espera de un laboratorio/consultorio particular. Dentro de las instalaciones se encontraba el televisor por el cual emanaban las imágenes de la mujer y el hombre elegante.
-Ella se lo merece, es una puta- sonrió Trish.
-Una meretriz. Caray Trish, al menos usa el decoro del hombre con esmoquin- Leonard rió- yo creo que ella es libre de hacer lo que le venga en gana. Ahora resulta que lo mismo que le enseñaron lo aplica a la sociedad y le recriminan el acto.
-La mujer no tiene derecho de inmiscuirse en las vidas ajenas, ya sabes lo que nos dice Hegel “Cada conciencia persigue la muerte…
-… de la otra”- culminó Leonard.
-Son cuestiones de moral y ética. Mira a la mujer- Trish señaló el televisor, la película había regresado de los cortes comerciales. Justo en la escena la mujer se introducía un revolver en el bolso y fraguaba su venganza –es una loca, desesperada, chismosa compulsiva.
-Mentirosa compulsiva, una muy intrigante, pero ¿a qué te refieres con eso de la moral y la ética?
-Leo, la película está ambientada en los años veinte, el personaje de la mujer vive encerrada dentro de todas estas constricciones moralinas de una época conservadora, donde la intimidad es preciada, y va esa mujer a mover sus hilos para dejar al descubierto la intimidad de todos ¿no crees que es molesto? Al menos para los años veinte.
-Molesto para los demás.
-Y para ella… mira nada más- Trish dirigió la mirada hacia el televisor induciendo a Leonard para que hiciera lo mismo.

La mujer sostenía el revólver frente al elegantísimo hombre a una distancia considerablemente adecuada para que no se acercara y le quitara el arma.
-Existes- dijo ella- ¡EXISTES!- gritó- tú existes y la traición existe, si es así es momento de elegirse, no puedo vivir con eso en mi conciencia- la mujer estaba enloquecida mientras el hombre mantenía un gesto sombrío, serio.
-¿Piensas matarme?- dijo él con cordura, en un tono calmo sin embargo la acción de preguntar era todo un desafío.
-NO- dijo ella- ¡CLARO QUE NO!, ésta sí que no se te va a olvidar, ¡inútil!- entonces ella dirigió el arma a su cabeza y tiró del gatilló.
Dentro de la escena sólo se veía la cara exaltada del hombre y después el sombrero ensangrentado de ella.

-Y murió, no pudo con el monstro que ella misma gestó- dijo Trish mientras tomaba el control remoto.
-Al menos lo dejó a él pensando.
-¿Realmente crees que lo dejó pensando?
-Se suicidó frente a él y le dijo que esa no se le olvidaría.
-Sí, claro, pero yo creo que el pensamiento del hombre es “Una loca menos, ¡bien!, no tendré a alguien que me persiga” y no un “¡Oh no!, no podré dormir esta noche” Créeme, el hombre la va olvidar. Gozó de hacerle un drama y como ella era aún más dramática pues va y se da un tiro. Pero no creo que quede en la conciencia del hombre, ¡bla!- Trish cambió de canal- una mala película.
-Sigo diciendo que ella no tuvo la culpa de nada, sólo de su muerte.
-Años veinte Leonard, años veinte- canturreó Trish- no es como en la actualidad con todos esos medios hipertextuales que terminan por truncar la intimidad y te dejan expuesto. Hoy en día la gente está acostumbrada.
-En eso no estoy de acuerdo. Digo que la mujer no tiene culpa, al final es libre de hacer lo que le venga en gana, sin embargo no creo que los prejuicios “informativos”- enmarcó Leonard la palabra oral con sus dedos en forma de comillas.
-Sí- dijo Trish entornando los ojos- prejuicios y chismes.
-Claro, que los chismes son chismes en este siglo o en el pasado, en mil novecientos veinte que en el dos mil diez.
-La diferencia es el contexto de la moral y la ética, no estamos en pleno siglo XXI como para ir a regirnos por los valores y principios del siglo pasado ¿no?
-Supongo, pero ¿no es la moral la misma esté donde esté el hombre?
-No Leo, si fuera así el hombre no tendría historia y mucho menos distintas culturas.
-Claro, en una época globalizada.
-Tanto así que puedo ver a Christina Aguilera en la televisión- Trish había cambiado el canal- mírala nada más, ¿no es mona?

Christina Aguilera hablaba de la violencia intrafamiliar en la que había crecido, de la manera en que su madre escapó de su padre. Pero que después de todo, quizá le agradecía a la vida porque sin eso no habría llegado a estar frente a su público.

Trish empezó a cantar: “After all you put me through, you’d think I’d despise you but in the end, I wanna thank you,’ cause made me that much stronger”
-Algún día no muy lejano alguien me va a dedicar esa canción- dijo Leonard- por sintético e hipócrita.
-¿Ahora qué te pasa hombre? Estás nuevamente con todas esas pendejadas que me enervan el ánimo, ¿es porque hablaste con Armand? No me has dicho mucho del altercado.
Leonard suspiró
- Armand, él es lindo, dulce, atractivo dentro de cada centímetro de su ser, el problema es que no se encuentra ni mínimamente interesado en mí. Van varias ocasiones que hablamos y siempre pregunta lo mismo: ¿Cuál es tu semestre?
-Es porque es de semestre inferior- Trish empezó a reír frenéticamente- ¡inferior!, ¿recuerdas que cuando nos conocimos fue en una clase donde nos sobajaban compañeros de semestres avanzados?
-Sí, y dijimos que no trataríamos con desdén a los recién ingresados.
-Y ahora son inferiores- reía- somos terribles, pero no sólo es nuestra culpa, ¿has visto sus trabajos?
-Algunos son muy buenos.
-Algunos, claro, en verdad que los veo y digo ¿son de semestres más abajo? Lo reverenció, no he logrado esa calidad y eso que estoy a poco de salir.
-Lo sé, pero otros…- Leonard tiró una mueca muy al estilo Nina Cakts de “Sex and the city”, toda torcida y llena de angustia prejuiciosa.
-¡Son horribles!, la mayoría son espantosos, más de aquellos que se sienten muy “in the mood”- justo con la última frase Trish parecía algún personaje bordado por Terry Zwigoff -¿recuerdas lo que hacíamos en nuestros primeros semestres?
-Bueno, nunca hicimos algo juntos, apenas te conocí en el semestre pasado.
-Lo sé Leo, pero de mi parte hice una videocasetera con condones introducidos en ella, en una VHS vieja y olvidada con el fin de aludir al sexo seguro como un concepto añejo, que debían refrescarlo dejando de lado tanta farándula absurda.
-Era mala la pieza eh- dijo Leonard en un suspiro.
-Malísima, ahora míranos, esperando el resultado de nuestros estudios, preguntando si el sexo seguro fue realmente seguro.
-Yo alguna vez realicé un chaleco con mi cabello, otro fracaso.
-El punto es que aprendimos a enfocar nuestros puntos de vista, ahora lo ves, ambos recibimos buenas críticas y quedamos satisfechos por nuestras incursiones finales del semestre, lo hicimos trabajando en lo mismo, yo con el sexo, tú con la identidad.
-Jodida Ana Mendieta resulté ¿no?
-Eres un terrible visceral, eso es todo, hablar sobre ti y tu identidad no te hace mórbido.
-No, el problema es cuando me meto en la intimidad ajena.
-Leo, eso sería difícil de evitar, vivimos en el contexto lleno de una tradición de ideas… de la historia.
-Sofismos.
-Leo, más vale que me digas a qué viene toda esta incomodidad.

Leonard guardó silencio y después le soltó a su amigo

-Me prostituyo.
-¿Intelectualmente?
-No… corporalmente, por eso no he estado disponible los últimos días, por eso estoy tan cansado, por todo eso y quiero tomar el dinero y huir por lo menos un mes en vacaciones. Hoy me volví a sentar en ese estúpido sillón como hace un año, como cuando sólo pensaba en matarme y todo volvió a la cabeza. Me regresó el tiempo de la decadencia anímica.
-Pues… ¿desde cuándo te prostituyes?
-Desde la vacaciones intersemestrales, por abril.
-Oh… eso me deja un poco sin aliento… ¿no te preocupa haber pescado algo? Digo… ¡Dios!, Leonard ¿en qué pensabas?... ¡¿EN QUÉ PIENSAS?! Lo vas a dejar.
-Mira cómo te sobresaltas, hablando de la moral y la ética del siglo XXI
-Esto es…
-¿Diferente?, ¿por qué?, ¿por ser realidad y no ficción?, ¿por no estar enmarcado dentro de un televisor?
-Esto es más cercano, es lo que iba a decir. Leo, ¿pretendes seguir haciéndolo?
-No lo sé, no creo, tengo que quitarme a un cliente que aún me sigue molestando, creo que voy a tener que chantajearlo. Se está divorciando y sé las fechas de sus juicios, si investigo un poco más tendré alguna forma de darle miedo y que me deje en paz.
-Con cuánta frialdad lo dices.
-No me queda ni un trozo de calidez justo ahora. No estoy para suspiros románticos, lo único que tengo claro es que temo regresar a una depresión masiva vacacional, terminar por poner un revólver en mi cabeza y que mi boina salga ensangrentada.
-Leonard…- dijo su amigo con un tono vago
-Trish- contestó Leonard con un tono calmo, pero su rostro era algo adusto, había perdido toda expresión de bondad ¿era acaso que se le estaban terminado las buenas emociones?
-Leonard… no pensé que estuvieras tan vacío.
Leonard se quedó callado ante el comentario de su amigo.
-Lo digo en verdad, nada justifica que un chico de tu edad se prostituya, embauque a la gente y después pienses en cómo sacudírtela.
-Pues sí, estoy vacío, llevo así mucho tiempo pero no me importa venderme y divertirme a cuesta de esta gente que paga por mí, el problema es cuando me pongo en peligro, es ahí donde marco la retirada…
-No sin lastimar a la gente.
-Creo que me cansé de ser un niño angelical que pretende no lastimar a nadie.
-Eso no te da ningún derecho a jugar con las emociones de los demás.
-¿De los demás?, ¿personas que pagan por sexo?
-Leonard, estás seco- Trish parecía preocupado, sin embargo se encontraba a dos centímetros de estar realmente molesto.
-Tal vez no estoy ni seco ni vacío, quizá estoy tan lleno, tan cargado que era tiempo de empezar a desbordarme un poco ¿no crees?
-¿Y las cortadas en el brazo?- dijo apuntando con la mirada el brazo izquierdo de Leonard, quién lo tocó instintivamente- Las vi el otro día, no pensé nada malo, hasta ahora…
-Lo he hecho un par de veces, nada serio, cuando creo que no voy a poder con las cosas, con lo que se viene encima, entonces claudico ante la navaja.
-Necesitas ayuda.
-Lo sé, pero soy muy orgulloso.
-Ay Coco… - dijo Trish en un suspiro.
-Sólo tú podrías sacar a Chanel en un momento como este
-Lo digo porque ella era igual de orgullosa, pero ni por asomo eres tan talentoso o inteligente.
-Lo sé- Leonard agachó la cabeza, por alguna razón no podía verlo a los ojos.
-Ven acá cabrón- fue en ese momento cuando Trish lo abrazó y supo por un momento que dentro de su entereza, él con todas las partes que le correspondían, tanto el mal escritor o el artista frustrado, el homosexual sin identidad, el prostituto sin escrúpulos, el esnobista intelectual, el adicto al tabaco que se autoflagela, el chico que se droga y se acuesta con cualquiera, el hijo deficiente o hermano poco accesible, el evidente mal amigo, el profanador de identidades, el tonto, frívolo, vulgar de Leonard, todas esas partes eran acogidas por alguien que las conocía cada una de ellas y las aceptaba por lo que eran. Todo dentro de una amistad.
-Gracias- dijo Leonard sin ninguna lágrima en los ojos, no creía necesario el llorar ¿seguía dogmatizando sus emociones?, ¿necesario?, ¿cómo se determinaba el momento adecuado o inadecuado para llorar? Posiblemente ya no le quedaban lágrimas, tantos hombres le habían hecho llorar que ni siquiera tenía unas para sí mismo.
-Gracias, sí, pero te vas a internar, querías huir ¿no? Pues tomando tu dinero de puta vas y te internas al menos en el verano, qué se yo, para desintoxicarte de todas esas mierdas que traes en el organismo, a ver si se te quitan algunas ideas.
-No quiero que mis padres sepan de todas mis deficiencias.
-Eso es fácil, puedes decir que te vas de viaje y después te internas, eso lo veremos después, yo te ayudo.

-¿Friedeberg y Giménez?- salió una joven con bata de algún consultorio.
-Aquí- alzó la mano Trish
-Ya están sus resultados, el doctor quiere hablar con ustedes.
-En un momento- dijo y después se dirigió a Leonard- seguro quiere sermonearnos sobre sexo seguro, ¿cuántas parejas sexuales pusiste en la requisición? Yo no pude mentir.
-Yo sí- Leonard parecía una estatua.
-Eso no es un problema, es más, puede llegar a ser una virtud, siglo XXI, recuérdalo Leonard, estamos aquí para vivir en voz alta, pero más que nada, para cambiar ciertas cosas.

Dejaron su asiento y se introdujeron en el consultorio médico.

sábado, 12 de junio de 2010

Sex and art in the city (parte I)

En el mismo escenario en el cual se acostumbraba ver con sus amigos pero dentro de un distinto acto, Leonard estaba desayunando con Eliee, Trish y Murat en la cafetería universitaria, que más allá de ser un desayuno, almuerzo o comida, se podría llamar una junta catártica académico/sexual de fin de semestre.
-A todos nos encantó tu pieza Leo, tiene tanto encanto- le decía Eliee mientras examinaba minuciosamente su ensalada césar.
-Gracias, la verdad es que por ello no pude verlos toda la semana pasada, he tenido mucho trabajo pero ya terminé prácticamente todos mis trabajos, sólo estoy esperando la fecha de entrega.
-¿Desde cuándo te convertiste en alguien tan perfeccionista? Me agradaba más tu etapa de fumador compulsivo- Eliee tomaba un jitomate fresco. Efectivamente Leonard había dejado de fumar frente a ellos pero por lo mismo ahora tenía un par de heridas más en el brazo ¿podría decirles a sus amigos que se autoflagelaba ocasionalmente? Impensable -¿Y esa playera de manga larga? Querido, ¡hace tanto calor!
-Lo sé Eliee, pero cuando llegué en la mañana hacía mucho frío, ya ves, las clases con el escritor que inician a las ocho de la mañana me hacen despertar a las cinco y media para salir a las seis de mi casa.
-Yo la habría dado de baja- bufó Murat al momento de beber lo que posiblemente era su cuarta taza de café- pero ¿saben lo que me agrada de los fines semestrales? Es que se adelgaza y muy bien, es por lo único que me alegro el haber tomado nueve materias.
-Eso no es nada cabrón, Leo tomó diez- dijo Trish.
-Pero Leo es un masoquista, además, nos ha tenido abandonados todo este tiempo, por más que sean buenas sus piezas para Artemisa, eso no le exime el descuidarnos. Pero por eso al final de todo esto nos vamos de antro en antro, bar por bar por toda una noche, iniciamos a las diez de la noche y terminamos a las siete de la mañana ¿qué les parece?- Eliee parecía muy emocionado.
-Tengo que ver, últimamente no he tenido todo el ingreso económico que desearía tener, además debo buscar un lugar dónde pasar la noche, ¿recuerdan? Sigo sin tener departamento en esta pequeña ciudad.
-Puedes quedarte conmigo Leo, tengo mucho espacio- Trish era el único que en ese momento comía carne, una gran hamburguesa de tocino. Como de costumbre Leonard no comía más allá de un jugo.
-Pero nada de orgías en esta ocasión… por favor- Leonard entornó los ojos, la última vez que se había quedado en casa de Trish terminó en los pies de sabía qué hombre, junto a la espalda de no quería recordarlo, al lado de la boca de quién mejor no quería ni mencionarlo.
-¡Pero si vamos a ir de bar en bar!- le gritó Eliee.
-¿No están ni ligeramente cansados de ese tipo de vida? Somos un cliché, gastamos gran parte de nuestro ingreso en drogas, condones, alcohol y ropa bonita.
-Ni lo digas Leo, que eres el que menos entra a nuestros menesteres, la otra ocasión te perdiste durante más de un fin de semana. Está bien que lo hagas por tus ponencias, pero ya van muchas veces que desapareces y reapareces algo cansado…- decía Murat cuando Eliee le interrumpió.
-O chupado… ¿qué? No buscabas esa palabra Mur ¿querido?
-No Eliee, no buscaba esa palabra, pero supongo que podemos usarla. Efectivamente apareces algo chupado, en el sentido que ahora te ves mucho más delgado y no de una forma saludable, ni si quiera comes.
-Esa es discusión vieja ¿no?- sentenció Leonard- ¿no les aburre acaso ni un poco de ser esta personalidad gay de revista? Todos nosotros parecemos la representación del mismo patrón. Todos delgados, preocupados por lo que comemos, intentamos vestir con decoro, creemos que los veinte años se nos pueden acabar en un parpadeo y aceptamos el acostarnos con cualquiera, asistimos a esos horribles antros gay con música electrónica de la mierda, seducimos a hombres ebrios para que nos paguen un trago y así poder estar igual de ebrios que el resto….
-Damos sexo oral en casi cualquier lugar que nos lo pidan- interrumpió Eliee.
-Gracias por el recordatorio. Pero sí, ¿somos putas? O no, mejor dicho, sin importar el ser o no ser putas, lo que me molesta es esta visión imperialista de lo que significa ser homosexual dentro del mundo entero. Aquí y en Antioquía los antros son iguales, también el comportamiento de los gay, parece que debemos saber de ropita de diseñador así como de moda para poder ingresar en ese mundo. Me estoy cansando un poco.
-El discurso te queda grande Leo- dijo Murat- pues aunque efectivamente seamos homosexuales de calca, lo somos por elección. Mírate tú mismo, te gusta vestir, cuando menos, de manera aceptable, con decoro, serían tus propias palabras, también adoras arreglarte el cabello de una u otra forma, eres una zorra por profesión pues seduces a quién se te pone enfrente, no eres ni por asomo inocente, y tus desapariciones- Murat alzó las cejas- dicen mucho, ¿a quién estás viendo que no quieres decirnos? ¡Oh! Y se me olvidaba, en esta ciudad no se paga por condones, bien sabes que la mayoría usan los que regalan en los antros y bares, sólo Eliee que le gustan los saborizados para dar oral.
-Gracias- Eliee se metió un huevo cocido a la boca en compañía de otro jitomate.
-Sólo está frustrado, la mierda le cayó encima por culpa del fin de semestre y todas las tenciones. Eso y que antes se jactaba de ser todo un intelectual, ¿me equivoco Leo? ¡Ah! También siente que su escritura va en decadencia- dijo Trish.
-Eso no lo habías dicho- dijo Eliee aún con la boca llena.
-Siento que me quedé estancado, escribo sobre lo mismo a toda hora.
-Mira que si tus influencias son la Woolf, la Plath y la Austen, todas ellas que escriben desde sí mismas para el mundo, no debería preocuparte mucho la cuestión- dijo Eliee.
-Soy como la Plath, y también entiendo ser un blasfemo al respecto por compararme con alguien como ella, pero no puedo escribir nada más que de mí y sobre mí.
-Y de nosotros- intervino Murat.
-Y de ustedes, de la gente que me acompaña.
-Es otra forma de realismo, tan a la Émile Zola pero con un aire de Carrie Bradshaw, ella es una de tus inspiraciones y mira que se conjuga contigo en todo, eres como una Bradshaw- Eliee le señaló con el tenedor.
-Sólo que es hombre ¿no? cabrón, y que es gay, que somos uno de los grupos más discriminados en la puta ciudad, además de estar jodidos económicamente como para ir comprando zapatos caros o mochilas a la última moda- Trish se notaba algo molesto, quizá el asunto de identidad también le incomodaba, ese rubro en el cual se veía envuelto ¿se creía una jotona igual que todos? Él sí podía salir del patrón en el cual se encontraban sus otros amigos, pero al parecer no deseaba dejarlos solos.
-Pero bien jodidos en todos los aspectos-apuntó Eliee con mucha alegría.
-¡Jodidos!- le vociferó Trish- no es para bromear, ¿por qué nos pasamos saltando de cama en cama? ¡Eh!, ¿acaso le tenemos miedo a las relaciones estables? Putos de mierda resultamos, vamos a terminar pescando una maldita infección.
-Trish, te estás alebrestando y apenas pasa del medio día. Nadie quiere condimentar su soya con sífilis, VIH o gonorrea- dijo Murat.
-Y herpes, no olvides el herpes- Eliee reía afablemente, era el único que realmente disfrutaba su almuerzo- No sé de qué se preocupan, ¿saben? Es el mismo asunto que hemos hablado durante meses, la heterosexualidad es una sexualidad que no se habla, por otro lado la homosexualidad no sólo debe ser exclamada con signos de admiración, sino debemos envolvernos en una identidad coactiva con los de nuestra propia preferencia sexual para no ser pisoteados por la homofobia. Así la homosexualidad se convierte en una mampara defensiva comunal, que por un lado nos da visibilidad, pero por el otro todo mundo sabe qué es lo que te gusta y prácticamente cómo te gusta. Es perder parte de nuestra intimidad, pero no debemos confundir intimidad con estar en el clóset. Que no es un insulto para aquellos que aún se encuentran en él- Eliee volteó a ver a Leonard- no siempre se puede ser un activista gay, pero si lo vemos por ese lado, ¿no es acaso lo mismo? El ser gay para algunos no sólo es sinónimo de promiscuidad, sino que debe ser antónimo de pasividad, si eres gay en una ciudad como ésta tendríamos que ser miembros activos de alguna asociación a favor de los derechos de los homosexuales y cosas así. También parece que debemos hacer obra gay y exponernos como las locas que somos, no sé ustedes, pero aquí lo que siempre sacamos como conclusión es que todos tenemos derecho a elegir, pero para ello se debe ser consciente de nuestras opciones y si ninguna nos gusta, pues creamos algunas nuevas.
-Claro, las orgías son una novísima opción- bufó Leonard.
-Tampoco la hipercastidad lo es- le contestó Eliee.

Leonard se sintió como una mierda, no podía seguir ocultándoles a sus amigos que se prostituía, ni que se cortaba o que fumaba más de la cuenta, eso o que efectivamente prefería seguir saltando de cama en cama a tener una relación, pues había dejado de creer en el amor.

-No soy hipercasto.
-Pero creo que al menos eres el que tiene una vida sexual menos ajetreada.
-Eso no puedes saberlo Eliee.
-Soy una jotona con estilo y mucha visión, percibo que no tienes más sexo que Murat- Eliee empezó a reír.
-Siempre me metes en tus discusiones como si fuera algo bonito con lo cual se pueda bromear.
-Eres algo bonito Murat, ¿qué acaso no disfrutamos del sexo entre amigos? Además Trish, creo que relaciones amorosas estables por el momento no nos faltan, al menos no a mí. Estoy bien como me encuentro justo ahora, no querrás estar como él- Eliee señaló a un chico risueño de cuerpo bien formado, gafas de armazón negro y collares hechos con semillas en el cuello, era Berger, unos de los gays más ligeros de toda la facultad.
-¿Qué tienes en contra del chico Gerber?- le preguntó Murat mientras los cuatro amigos volteaban al unísono hacia donde se encontraba aquel buen mozo de cabello corto.
-¡No sean tan obvios!- gritó Eliee y entonces Berger volteó hacia su mesa, así que los chicos regresaron la mirada rápidamente hacia sus respectivos platos. A la par empezaron a reír.
-A mí se me hace ligeramente atractivo- admitió Murat mientras terminaba por seccionar ágilmente su soya.
-Es lindo, pero un bobo en toda la extensión de la palabra- Leonard dio un sorbo a su jugo- tomé un seminario con él; siempre estaba durmiéndose y sus comentarios son poco destacados, también me comentaron que no sabe lo que es una nota el pie de página ¿no les parece ciertamente patético?
-Al menos es seguro de sí mismo, supe que se desnuda para las clases de dibujo y cobra por ello- dijo Trish.
-Claro, claro, se desnuda y le gusta la actuación, por eso tiene tan buen cuerpo y lo hace bien- admitió Eliee.
-¿Hacer qué?- preguntó Leonard con un aire socarrón.
-¿Qué más? Vamos, no me van a decir que soy el único que se lo ha llevado a la cama.
-“Llevado a la cama”- enunció Leonard con un tono que sugería sofisticación, pero más que nada intentaba ridiculizar la frase- por qué no dices sencillamente “ME LO TIRÉ”
-Bien Leo, me lo tiré y me gustó- Eliee sacó la perfecta dentadura en una sonrisa burlona.
-No puedo creer que te hallas adelantado, ese era mío- dijo Murat no sin cierto tono de indignación.
-Es de todos y es de nadie, con eso de que le gusta la actuación y desnudarse en público supe que tomó esa clase de actuación, la que dan como materia de apoyo.
-La tomé el año pasado- dijo Leonard.
-Yo el antepasado- dijo Trish.
-Y yo éste semestre, junto con Berger, ya conocen al maestro.
-Sí- dijeron Leonard y Trish al mismo tiempo.
-Yo no, no he tomado esa clase- alzó una ceja Murat.
-Bueno Mur querido, el maestro se llama Antonio, pero le encanta que le digan Tony, usa falda en todos las manifestaciones gay. Nos obligó ir a la última para nuestra calificación final, y ven Tonyyyyyyyyyyyy- Eliee alargó la “Y” con una tónica jocosa, deseando señalar la estupidez de que un hombre como Antonio quisiera llamarse Tony a sus ya más de cincuenta años y sobre todo usar falda frente a toda la ciudad- se estaba poniendo su liguero más “sensual”, que no tendiendo qué tiene de sensual ese hermoso artefacto en unas piernas tan peludas y arrugadas como las de Tonyyyyyy.
-El punto es…- le insistió Murat, quién se empezó a desesperar con los vaivenes narrativos de Eliee.
-El punto es que va Berger y le ayuda a ponerse el liguero a Tonyyyyyyyy.
-Ya entendimos que te parece estúpido su nombre cabrón, así que deja de alargarlo tanto- le interrumpió Trish.
-Bueno pues, dejen de cortarme la inspiración. El punto es que me dijeron que se acostó con Tony.

Todos pusieron cierta cara de asco y desdén. En especial aquellos que conocían al profesor.

-No menores de quince ni mayores de cincuenta hermano- dijo Trish.
-Bue…no- balbuceó Leonard-¿Qué tan malo puede ser tener sexo con alguien de cincuenta y tantos, casi sesenta?- se hizo la pregunta porque verdaderamente no lo sabía, sus clientes siempre eran de cuarenta y cinco para abajo, intentaba que ese escaso número que equivalía a cinco o diez años no le afectara.
-¿Te has acostado con uno de cuarenta? Son buenos, tienen experiencia, además, siempre mantienen este estigma de tener un buen cuerpo, pero Tony no es uno de ellos, no señor- Eliee había terminado su ensalada e hizo a un lado su plato- No Leonard, eso no se hace, no te acuestas con tu profesor bisexual, porque es bisexual…
-Porque les tira la onda a las mujeres- le interrumpió Trish- eso todo mundo lo sabe.
-Yo no- aseveró Murat.
-Es tu culpa, ¿eres el más grande, de semestre más avanzado que nosotros y no has tomado clase con Antonio? Igual no te pierdes de nada- Trish también había terminado con su comida.
-¡Decía!- Eliee alzó la voz- no te metes con tu profesor de actuación para pasar el curso. Además tiene una larga lista de amantes, ¿saben que salió con Silvio? Y no sólo salir de tener sexo y nada más, sino de mantener una relación por un año, ¡UN AÑO!

Los cuatro amigos se escandalizaron un poco como un par de pájaros enjaulados, todos conocían a Silvio, era el gay más vulgar de toda la facultad, el problema es que él no lo veía así, Silvio creía ser un metrosexual por excelencia aún cuando no tenía buen gusto para nada, eso y carecer de talento, pues su obra intentaba hablar sobre la homosexualidad pero sencillamente su discurso se notaba falso y fallido.

-Uy ¿vieron el último video de Silvio?- Leonard chasqueó la boca- creo sería mejor que se dedicara a realizar videos pornográficos, quizá eso le salga bien.
-Más si tiene a Berger como ayudante ¿no? Te aseguro que han de tener algún video en conjunto- susurró Eliee como si en verdad le importara ser escuchado.
-¿Por qué susurras?- preguntó Murat.
-Para dar un aire de suspenso a todo el asunto- dijo Eliee y después se empezó a reír- después de que Silvio dejara a Berger, porque según decía era un infantil, Berger salió fácil como con cuatro hombres más, hasta que encontró un poco de estabilidad con este hombre de nariz grande… ¿cómo se llamaba?- Eliee se quedó pensativo- el que se cree punk- se perdió por un momento hasta que pudo exclamar-¡Petter!
Entonces Leonard, quién se encontraba dando los últimos sorbos a su jugo, no pudo más que empezar a toser.
-Leo ¿estás bien?- Trish empezó a darle unas palmadas en la espalda.
-No idiota, claro que no está bien. Antes de que Leonard saliera con Orlando, Petter era su gran amor platónico, y en eso se quedó, en platónico- señaló Murat.
-No lo sabía Leo- le miraba Eliee mientras Leonard no dejaba de toser.
-Tranquilo- Trish seguía golpeándole la espalda.
-Estoy bien- Leonard tomó aire- en su momento fue una enorme obsesión, pero ya no más. Pero no sabía que había salido con el chico Gerber.
-Ven, ahí está, ahora le dice chico Gerber con total desdén porque está lleno de afecciones- dijo Murat.
-Da igual, sea el tal Petter o Berger, ambos son unas zorras, no supe bien quién dejó a quién, lo único que tengo bien claro es que Richard me comentó que Berger se estuvo revolcando en una cuasi relación con alguien de su grupo de música clásica, que quizá la ruptura con Petter se debió a ello, pero eso fue a los dos días de que terminaron, y no conforme con ello, después de terminar con el músico, Berger se metió con un fotógrafo- señaló Eliee con orgullo.
-No veo la noción de escándalo en todo esto- dijo Leonard no sin cierta indignación- nosotros no somos sólo zorras, sino también putas, porque nos metemos con todo mundo a toda hora. No somos muy diferentes al niño Gerber.
-Entiendo tu punto Leo, pero aquí la cuestión es que nosotros no vamos teniendo noviazgos con todos los tipos con los que tenemos sexo, sólo tenemos sexo y ya, es cuestión de fluidos, el chico Gerber va pregonando por el mundo que ahora tiene un novio, después tiene otro y otro y otro, eso es lo triste, que no busca sexo sino amor.
-¿Es triste buscar amor?- ahora sí Murat parecía indignado.
-Mur querido, no te indignes. Lo triste es tener una decepción amorosa por semana, es triste creer tanto en el amor y confundirlo con sexo cada tercer día. La cuestión es que si vamos por la vida buscando una relación como lo hace el niño Gerber lo único que encontraremos es un gran trauma existencial, así es mejor tener sexo sin compromisos- culminó Eliee
-Y con protección, por favor- acentuó Trish- porque por mí puedes estar con quien quieras sin protección, pero eso sí, no lo vuelves a hacer conmigo.
-No seas tan remilgón Trish, siempre me proejo- Eliee torció la boca.
-Aunque no sería mala idea el que todos asistiéramos a un laboratorio para hacernos todas las pruebas, sífilis, VIH, gonorrea…- decía Murat cuando Eliee lo interrumpió.
-Y herpes querido, no olvides el herpes.
-Y herpes- terminó diciendo Murat.

Leonard se asustó un poco. Era verdad, se había protegido con todos y cada uno de sus clientes, pero aún así la tentativa de tener alguna infección venérea le aterraba. No podía negarse, se haría el estudio junto con todos sus amigos, ya que si no podía ser u gay activista, al menos sería una puta con decoro.

lunes, 7 de junio de 2010

Toy Boy

Existían límites bien marcados dentro del despertar después del acto sexual, así prefería llamarlo Leonard, nada de hacer el amor o cuestiones somnolientas llenas de ensoñaciones idílicas. El sexo era sexo, y el amor para él, como bien le había dicho Edgard en algún momento, estaba bien muerto. Aún así podía presentir cuando su cuerpo estaba cómodo en compañía de otro. Tres poses; primero, cuando dormía con sus amigos no tenían ningún problema, el acostarse y tener sexo con Murat, Trish o Eliee podía ser un afable pasatiempo en correspondencia a las necesidades corporales de todos ellos, era parte de la mecánica que se venía trabajando en el nuevo Bloomsbury, también lo había hecho con Dorian, dentro de los pocos hombres que les faltaba por probar era siempre aquellos que admiraba, deseaba o en su momento había adorado. Ni Edgard, Orlando o Petter le habían pertenecido… ¿sencillamente no se habían correspondido? Cualquiera que fuera al caso, cuando lo hacía con un amigo su cuerpo se sentía cómodo, despertaba al lado del otro hombre sin el menor problema. Era distinto con un cliente, incluso con gente joven como Ferdinand el asunto no funcionaba. Al momento de prostituirse pasaba gran parte de la noche en vela, vigilando las acciones así como la respiración profunda del hombre que le había contratado. Pero a pesar de hacerlo por placer, necesidad o recurrencia adquirida a su perversión, su cuerpo terminaba por repudiar al del cliente. Odiaba que se quedaran durmiendo sobre su pecho, su espalda después de haber llegado al éxtasis, que se desplomaran y le usaran cual artefacto de masturbación –Se masturban con mi cuerpo- solía pensar Leonard cuando no tenía ni pizca de placer en el acto.

Detestaba el sudor del hombre calvo pasado de peso, el bigote mal cortado que le recorría el cuerpo o los torsos velludos hediondos después de un día de trabajo. Él siempre se presentaba cual Belle de Jour; perfumado, bien vestido, peinado, gafas de sol, oportuna boina, sombrero opcional, sólo para descubrir que algunos sencillamente le citaban para una eyaculación oportuna en el sofá. Se estaba agotando, era cierto, también se preguntaba la razón de su afán frente a la prostitución –Porque pagan bien-se decía- me agrada la vida cara y el sentir que al fin estoy tomando una especie de riesgo.

Todos esos hombres closeteros que le desnudaban sin pensarlo dos veces, aquellos que le obligaban a fingir algún papel para una fantasía erótica (y eso que Leonard siempre pensó que era un pésimo actor, ahora resultaba que la excitación ajena le ayudaba a enmascarar sus deficiencias histriónicas) a los que les daba sexo oral, los que le daban sexo oral, los que sólo querían verle y más allá, aquellos que ansiaban su compañía para pasar el tiempo hablando sobre cualquier nimiedad. En ese momento en específico Leonard se sentía como lo que siempre había ansiado ser: un hombre ligero que flota sobre las durezas de la humanidad y que gracias a un estigma otorgado a aquellos que carecen de ética o moral, había tenido que forjarse un concepto personal de moral, separarse de la humanidad. Curiosamente la prostitución le ayudaba a desarrollar su misantropía. En ese momento sentía que existía, el mundo tomaba el curso de su elección, se alejaba del entorno, no era exactamente aquello que el entorno le demandaba, un asunto paradójico, pues una puta siempre hace lo que el cliente desea. El único problema era que se presentaba el repudio que sentía su cuerpo ante la amenaza del cliente.

Lo especial después de tener sexo era cuando amanecía acurrucado en los brazos de su acompañante, eso sólo le había pasado con Trish, hasta esa mañana que despertó plácidamente en los brazos de su constante acosador de al menos veinte años más que él pero de un cuerpo quizá no del todo indeseable. Le había cedido un fin de semana entero, y ahora, después de los muchos cuerpos de sus clientes, su cuerpo, el Leonard de carne y hueso estaba cómodo con aquel que se encontraba obsesionado por él. Por aquel que le había chantajeado e insistido por más de una semana que le acompañara a su casa de descanso.
Él era el Señor D. médico, sin hijos, casado pero como muchos otros al bode del divorcio, ¿víctima de una sociedad y un sistema dedicado a la salud que condena a la homosexualidad? El Señor D no era inculto, tenía miedo como muchos otros, pero se alejaba del estándar de viejo calvo necesitado y enclosetado. Era un hombre letrado dentro de su campo dedicado a la salud, un snob en cuanto a las artes y quizá de pensamiento algo cuadrado, no obstante sucumbía ante sus tentaciones, perdía los estribos y Leonard era una tentación innegable ante su pupila, pues desde su primer encuentro se percató que aquel chico de veintiún años no era estúpido, se expresaba con decoro y encanto, entendía de medicina, literatura y arte. Que de cualquier manera no era muy difícil seguirle el ritmo a un esnobista intelectual como lo era aquel hombre, sus temas eran por ende mil veces tratados en los primeros semestres de escuelas dedicadas al arte, las letras y la filosofía, en ese aspecto el Señor D se quedaba corto, pero Leonard no daba indicio de creerse o sentirse superior en algunas áreas, lo prefería así, no deseaba dar pista alguna de aquello que estudiaba, era como proteger una identidad secreta. Eso le daba mucha gracia a Leonard.

La mañana en que despertó en los brazos del Señor D, se sentía muy cómodo. Abrió los ojos y ahí estaban los de aquel hombre viéndole con ansias de posesión. Leonard pestañó un par de veces ¿lo había hecho?, ¿quedarse dormido en el regazo de alguien que no fuera su amigo Trish?
-Tienes unos ojos muy bonitos, ¿te lo han dicho?- el hombre le besó la frente
-Un par de veces- dijo Leonard de forma tajante. Que su cuerpo se sintiera cómodo sólo atraía a la incomodidad del raciocinio y aquel hombre lo entendía, se dio cuenta que su cuerpo le correspondía mientras su cabeza se resistía.
-Pensé que despertabas de buen humor y después era cuando te enfurruñabas.
-¿Qué te hace pensar que estoy molesto?
-Nunca dije eso, pero ahora que lo dices, parece que lo estás.
-Un poco. Perdón por quedarme dormido, estoy muy cansado, nunca me había pasado esto.
El hombre le miró con una sonrisa benevolente -Has cumplido en muchos aspectos mis fantasías.
-Claro- ¿qué le incomodaba de aquel sujeto? Había tenido muchas charlas de ese estilo con otros clientes, la diferencia es que a ellos no los tomaba en serio, pero al Señor D, con él todo era distinto.
-¿Qué quieres desayunar? Recuerda, estarás aquí todo el fin de semana.
-¿Eso que tiene que ver con el desayuno?
-Tienes pinta de ser un chico que no desayuna. Soy médico.
-Lo sé.
-¿Qué más sabes de mí?
-Poco- la verdad es que sabía mucho, pero no deseaba decirle nada a su cliente, si le enunciaba que lo había investigado entonces se sentiría amenazado y sería ahí donde perdería la confianza en él. Era mejor que el Señor D se creyera seguro.
-Pues me conocerás mucho en estos días.
-¿Estás consiente que me estás pagando? Soy artificial, una compañía comprada no una conquista que debes efectuar, no me voy a enamorar de ti.
-Como siempre dices, lo sé.

El asunto se presumía poco criticable, parecía que la puta era el Señor D más allá del mismo Leonard. Le sirvió el desayuno en la cama, vieron un par de películas en blanco y negro en su respectiva pantalla plasma, le dejó bañarse solo (típico de esos hombres cuasi conservadores que pretenden dar privacidad… aún a la puta), cocinó una exquisita carne asada (en eso se parecía a los hombres heterosexuales de su edad) y después le llevó a un lago que se encontraba cerca de la casa para poder remar por un rato y después -¿Leer poemas?- pensó Leonard con un aire algo aturdido y socarrón.
Se alejaban de la lujosa casa mientras Leonard suponía que el hombre tenía demasiado dinero que gastar en él, sobre todo ahora que su esposa no le pedía más que distancia. Dentro de su ardua investigación por Internet había encontrado el nombre de su esposa y la hora de los juicios que habían tenido y de los que tendrían, el siguiente era dentro de dos semanas; realmente no sabía los términos del divorcio, y aunque pudiera averiguarlos (que seguro sólo era cuestión de involucrarse más) no lo entendería, esos asuntos no correspondían a su masa gris con facilidad, siempre necesitaba asesoría legal, pero por el momento no tenía amigos abogados.

-¿En qué piensas?- le soltó el Señor D. Leonard no pudo más que reír con un encanto tan jovial como elegante, no deseaba verse como alguien vulgar. Estaban en medio de un hermoso lago, el Señor D remaba acompasado con el viento, todo era tan romántico, lo único que podía hacer él como muchachillo que no creía en el amor, era al menos mostrar un poco de decoro, sin embargo su risa intrigó más a su acompañante -¿De qué te ríes?- preguntó el hombre un poco molesto pues Leonard no dejaba de reír- ¿pretendes contestar?
Leonard pestañeó, se sintió una vez más como Kitty Fane, tontamente se trasladó a alguna parte remota de la vieja China infestada por el cólera. Pensó en su último texto que había nacido
de su pluma gracias a Satie, Maugham y Kitty.

“Kitty Fane corre por Mei-Tan-Fu, quiere dejar de ser una torpe esnobista más, desea dejar su existencia atrás. Corre bajo la lluvia, sobre los rosales -¿por qué existen rosales en Hong Kong?- se preguntaba mientras casi trotaba con sus zapatos de tacón bajo. Su sobrero se bambolea sobre su cabeza, seguramente volaría con el viento, era probable que lo arruinara con el lodo junto a sus zapatos –El atuendo, ¡todo el atuendo!- quería pensar que el agua del cielo sería un baño simbólico, despojándose de su estúpida forma frívola de ser; pero lo único que lograba era enturbiar su vida cotidiana, era un estorbo, un contratiempo dentro de sus costumbres constrictivas, ¡un engaño!, una estúpida banal, lo único que estaba logrando era ensuciar su ropa y después tendría que lavarla, lavar para lucir bien, para posteriormente ser juzgada y oprimida, estaba siendo una reiteración de su propia falta de libertad, se estaba condenando”

-¿Me vas a decir en qué piensas?- el hombre había dejado de remar, Leonard no sabría a ciencia cierta cuánto tiempo se había fugado. Le parecía interesante como la mayoría de los hombres con los que estaba solían preguntarle un poco sobre su pensamiento, pero sólo dentro de un minúsculo instante. Empezó a enunciarlos en su cabeza, ahí estaba Edgard, Nick, Alfred, Petter, Orlando, Murat, el chico Travis, Richard... ¿cuán larga podía ser la lista de los hombres que creían existía algo más allá de la periferia?, él era así sin nada por esconder ¿tan difícil les era aceptarlo? Que él, Leonard, como tal, ser sin mucho seso no tuviera nada más que decir u ocultar sobre su imagen superficial, pues lo que pensaba era lo que decía y lo que decía era aquello que pensaba. El señor D tosió levemente para sacarlo de sus pensamientos, a lo que Leonard contestó con otra risotada ¿en verdad la gente tosía para llamar la atención?
-Perdón- se excusó el chico- me fugué, siempre pasa, me suelen preguntar en aquello que pienso, pero ¿sabes?, una vez que les digo aquello que se encuentra en mi cabeza entonces no lo encuentran muy atractivo, o en su defecto carece de interés para ellos.
-Yo no soy un neonato como tus demás clientes o amigos- el Señor D sacaba una canasta con una gama de bocadillos interesantes, el asunto no podía darle más gracia al Leonard, ese hombre era un remedo fílmico.
-Perdóname nuevamente, es que esto es demasiado, la canoa, los remos, el lago, la canasta, los bocadillos, no parece real, es más una ficción.
-Todo puede ser una ficción, ¿qué es en realidad la verdad? Cada cual la crea según su potestad.
-Muy inteligente de tu parte, entonces lo único que puedo deducir es que tu realidad es ficticia dentro de los parámetros de la mía.
-¿Por qué siempre es LO tuyo, LO mío?, ¿Por qué no puede ser LO nuestro?
-Porque soy un prostituto- dijo el chico son una amplia pero cansada sonrisa. Se sintió como Michelle Pfeiffer en la película “Chéri”, y aún con el miedo de evocar a la ficción efectista, presintió que estaba envejeciendo de forma prematura.
-¿No me vas a decir en lo que piensas?
-Pensaba en Kitty Fane
-¿Y ella quién es?, ¿una amiga?
Por supuesto- pensó Leonard- ¡claro! - ¡¿qué seguía esperando?! ¿Al hombre perfecto que encajara con todos sus gustos?, Uno que le dijera “oh claro, Kitty Fane de “El velo pintado”, leí la novela, es una joya, me encanta la literatura de Somerset Maugham” Eso no iba a suceder, no encontraría un hombre en la faz de la tierra que supliera sus necesidades o que estuviera a su nivel cognoscitivo, ¿en verdad existía alguien que estuviera al nivel cognoscitivo de otro alguien? En ese instante comprendió que con Orlando todo había sido un terrible error, no eran el uno para el otro, ni ahora, ni antes, ni nunca, sólo se remitían a ser un par de niños ilusionados con emociones absurdas queriéndolas llamar amor.
Ahí en la canoa, al lado del Señor D, Leonard pensó con total severidad –El amor no existe- recordó a Simone de Beauvoir cuando una mañana a los doce años de edad se levantó y dijo “Dios no existe”, después lloró.
Así mientras el sol se ocultaba en el horizonte reflejándose oníricamente en las aguas de un hermoso lago, junto a un hombre que al parecer daría todo por estar con él semanas enteras cocinándole y mimándole, Leonard se reiteró –EL AMOR NO EXISTE, no el de pareja, al menos no para mí.
-¿Quién es esa tal Kitty?- le interrumpió el Señor D

Y así en un suspiro, con veintiún años de edad se resigno a no seguir buscando al amor, estaría como la misma Kitty Fane, solo por el resto de su vida.

-Nadie especial- contestó Leonard a la pregunta de su acompañante quién siguió remando sin sospechar que la frase pertenecía a la misma Kitty.