sábado, 27 de marzo de 2010

Curiosa realidad

Ni usando los dedos de sus manos y los de sus pies podía contar las desgracias que ahora veía Leonard a su alrededor, quizá el drogarse no le ausentaba del mundo, quizá le daba clarividencia, quizá después de regresar de tal zona de confort lo único que existía era dolor, pero no uno propio, sino más bien ajeno, ya que Leonard se encontraba feliz como en pocas etapas dentro de los últimos meses, sin embargo si no le ponía un freno a su empatía entonces terminaría por decaer.
Él que había estado a punto de matarse, coqueteando con la idea cada día, ahora se daba cuenta que alejándose de tal puerperio existencial la vida ajena parecía mucho más pesada de lo usual.
En el escaso tiempo de un mes había visto más de cinco parejas amorosas de sus amigos íntimos entrar en crisis y colapsar, también presenció cómo dos personas muy cercanas a él se quedaron sin casa en menos de 24 horas (a una de ellas le derrumbaron el edificio), otro quinteto de amigos resultaban tener problemas con sus ex amores, una amistad de antaño tenía cáncer, otra más problemas depresivos tan similares a los suyos que temía se suicidara en cualquier momento, mientras el resto de la sociedad estudiantil danzaba y zapateaba en pro de algunos problemas políticos que a él poco le importaban, ¿era acaso que sentía ser un egocéntrico al pensar sólo en su felicidad y tranquilidad? No quería ponerse triste por todo lo que le rodeaba en tal manera con tanta proximidad, pues aunque siempre consiente de la devastación mundial, algunas cosas le rompían el corazón por la cercanía con la cual se presentaban… ¿qué tenía que hacer? Los diálogos se presentaban frente a él… pero ¿qué podía hacer Leonard?, ¿cómo dar ánimo?

“¿Qué puedo hacer Leo, si ya no le intereso?”
“¿Cómo ves Leo?, tengo cáncer, ¿no es irónico?”
“Ya tengo donde vivir, no Leo, ya sé que ahora ni tú tienes departamento, no te preocupes”
“Pues si sabía cómo soy yo ¿por qué se metió conmigo? Yo no quería lastimar a nadie… tampoco pretendía ser lastimado”
“No tengo ganas de levantarme de la cama, tengo miedo, no sé si podré despertar mañana”

Diálogo tras diálogo, letra por letra le envolvían cada vez más en las horas nocturnas. Lo único que les podía brindar era un buen rato, hacerlos reír, un poco como si fuera alguna especie de torpe cortesana agitando el abanico frente a ellos, hasta ahí, nada más, no tenía más que darle que su presencia así como los torpes comentarios… pero cada vez se hacía más difícil.

-Soy un egocéntrico por no saber qué hacer… no es un “pobre de ellos”, todo esto suena a un “pobre de mí”, “pobre de mí que no puedo hacer nada”, eso sí que es ser un egocéntrico- pesaba sentado en una banca del centro en aquella ciudad de provincia, acababa de ver a su amiga quién le dijo de frente “Tengo cáncer” y después remató con un “Es irónico ¿no?”, la cosa es que no sólo tenía cáncer sino también estaba embarazada, todo era una encrucijada, las variantes eran poco alentadoras. Podía morir antes del parto, podía morir en el parto, podía sobrevivir pero el bebé nacería mal, podía ni siquiera nacer el bebé –cáncer en la sangre- seguía pensando Leonard con la mirada perdida.

-No tienes opción, no puedes preocuparte por todo- le decía Viviana en la fila de espera para ingresar a uno de tantos centros nocturnos de aquella ciudad provinciana.
-Ya Leo, a la mierda esas personitas tontas con sus relaciones, el problema es que les gusta tomarte de trapito lagrimero- le comentó Igraine con su típico tono mordaz.
-Bueno chicas, si lo dice es porque así es Leo- terminó por cerrar el círculo Morgause.
-Mamadas, mamadas- gritoneó Igraine con un tonito histérico pero sumamente divertido- estamos aquí para disfrutar, a mí me gusta bailar, a ti te gusta bailar, a ti también, a él también- dijo y señaló uno tras otro de sus acompañantes.
-Me siento un poco…
-¿Impotente?- le interrumpió Morgause con todo el tacto que poseía.
-No, más bien culpable, me refiero a que todos ellos sufriendo, yo acá gozando, no parece justo.
Viviana empezó a reír cuando Leonard terminó su enunciado.
-Mira Leo, como si no hubieras sufrido ya suficiente, como si todos los de aquí hemos sufrido más de lo que deberíamos soportar, pero igual lo hacemos, sobrevivimos y justo ahora gozamos.

Entraron al antro “Discoteca tiene un aire más ochentero” le había dicho Morgause. Sus amigas parecían muy interesadas en la “recuperación” (si es que así se le podía llamar a su entrada y salida de las drogas y el amor como una droga) a tal grado que le acompañaban a los antros gay en la zona. Viviana era toda una dirigente, Morgause la excelente mediadora mientras Igraine era la fabulosa incitadora, las tres heterosexuales… quizá sólo dos, pero eso poco importaba.
-Te ves fabulosa Morg.
-Igual no importa, las chicas no venimos a buscar nada- festejaba Igreine con una copa en mano y con la música en pleno volumen.
-Sólo recuerden que mañana tenemos trabajo que hacer- aleccionó Morgause.
-Oh tonterías…-apenas decía Leonard cuando un hombre rubio, alto se acercó y le ofreció un trago. Leonard sólo rió en voz alta y meneó la cabeza en forma negativa.
-¿Acabas de despreciar a un perfecto extranjero con Lady Gaga de fondo?- le reprimió Viviana mientras efectivamente la Gaga decía po-po-poker face, po-po-poker face- ve por él.
-Ya tuve suficiente con los extranjeros ¿recuerdan a Nick? Además, siempre terminan por irse, es como ponerle caducidad a la relación.
-Por el noviazgo no te preocupes, llega solo y solo se va, pero ni digas nada que el Nick no te interesaba- dijo Igraine mientras el remix de Gaga decía “mamamamama”.
-Tienes razón, no me interesa, pero por mí todos los extranjeros se pueden ir al fondo del océano- gritó Leonard a todo pulmón, sobrepasando ligeramente el sonido de la música, al menos para aquellos que estaban realmente cerca, así tomó su vodka y lo ingirió.

Se embriagó. Ya le había dicho Steve que no tomara vodka en coctel, al menos uno que tuviera dulce… y su vodka sí que tenía jugo de cualquier índole, pero era dulce. Y mientras sacudía su melena junto con su trío de amigas no pudo resistir la necesidad de ir a vomitar a los baños.
-Morg, estoy muy ebrio… muy, muy ebrio, ¿puedes llevarme al baño?
-Sí Leo, toma mi mano.
-Mejor tomo tu hombro- Leonard empezó a reír histéricamente- ¿Qué pasa conmigo? ¿Es que no puedo vivir sin recurrir a cualquier método de disociación?- decía ya en el baño aparentemente unisex.
-No pienses en eso Leo- Morgause se notaba algo preocupada.
-Estoy bien, ya deja ese tono- decía entre los intervalos del vómito- sólo que no sé qué hacer con la gente… ¿sólo escucharla?... ¿qué facilón?
-Ay, ay, eh, Leo, mejor vomita y luego hablas.
-Que estoy bien carajo- ya estaba por dar las últimas bocanas de vómito etílico- quiero hacer algo más que drogarme, tomar alcohol y salir a dar el roll… quiero hacer algo productivo- fue ahí donde empezó a llorar.
-¿Ya terminaste?- preguntó Morgause por mera cortesía, pues en ese mismo momento lo sacaba del baño para poderlo limpiar frente al espejo.
-Que estoy bien- Leonard eructó- ¿sabes? Yo era inteligente y elegante- decía mientras se acomodaba el cabello- sabía el rumbo de mi vida, y entonces vengo a meterme en esta facultad de mierda y me cambia todo el estatuto de vida, todo es subjetivo, nada es lineal.
-Si estás ebrio nada va a ser lineal Leo, ay ni ebrio dejas de pensar tanto.
-No es que piense- volvió a sollozar- pero… pero… estoy perdiendo todo de mí, yo no era así, yo era inteligente y elegante, ahora no tengo identidad, no tengo rumbo, no soy nada, no soy nada, ¡NO SOY NADA!- gritoneaba algo histérico ganándose la mirada de indiferencia de sus compañeros de baño.
-Leo, sigues siendo inteligente y elegante, sales de baño y lo primero que haces es acomodarte el cabello.
-Eso es ser algo vanidoso ¿no?
-Sí, ahora eres más vanidoso que antes, pero eso no tiene nada de malo.
-Nadie me nota. No me importa, prefiero que no noten que cambié.
-Eso sería imposible Leo.
-Pobre gente, se quedaron si casa, no tienen pareja, no tienen nada, no tendrá a su hijo, no tiene nada.
-No puedes hacer nada al respecto.
-Al menos podría no estar ebrio- volvió a sentir la necesidad de vomitar, sin embargo se sentía algo dichoso, aquella sensación no era por su exceso de nerviosismo o ansiedad, tampoco porque estuviera deprimido, si vomitaba era por una cuestión orgánica, mucho alcohol que pedía salir sin más, las emociones eran un aderezo de la situación, no el evento en sí.
-Pero entonces si sigo siendo inteligente y elegante ¿por qué me engañó Orlando?, ¿por qué se fue con Edgard? Es porque Edgard es más inteligente y elegante ¿verdad?
-Es porque Orlando no cree en la monogamia y Edgard tampoco, eso y que seguro Orlando sintió no estar a tu nivel y por eso se fue con Edgard, quién a pesar de toda su elegancia e inteligencia no es tan… tan… tan…- balbuceaba Morgause.
-No digas más, Edgard es inteligente y elegante, mucho más que yo, Orlando nunca me amó y por eso fue infiel y yo estoy aquí queriendo olvidar que mucha más gente tiene problemas más grandes que los míos, cuestiones más difíciles que superar mientras me bamboleo como un flâneur por la ciudad de noche, de día, en la tarde, de un lado, del otro, arriba y abajo… Morg… ahora regreso, tengo que vomitar.

Después de eso la noche le fue enteramente borrosa a Leonard.

lunes, 15 de marzo de 2010

Madame Du Barry, mi reino por un poco de educación

Presenciando la obra de Jane Plaidy (esa escritora que tenía los mil y un seudónimos) Leonard entendió que la mujer no perdía el tiempo en lalaleos insufribles, ella iba al punto, delineaba sus personajes con formas un poco esquemáticas pero plausibles. Justo ahora estaba con una de sus cortesanas favoritas, de las amantes de punta y prostitutas de corazón: Madame Du Barry.

Ocasionalmente así se sentía Leonard, como una vil puta que ha conseguido una posición “respetable” por mera prostitución. No era como otros alumnos de la facultad cuyo intelecto era innato, que eran brillantes o guardaban silencio porque el conocimiento era suyo, se les veía en los ojos, se pavoneaban por los pasillos engalanados con un gusto exquisito al vestir; cuando hablaban (si es que lo hacían) pronunciaban las palabras correctas al momento indicado, posteriormente continuaban con sus actividades diarias, ya fuera escribir, leer, pintar, dibujar, esculpir, tocar algún instrumento o quedarse a contemplar el vacío, ellos eran como Madame de Pompadour: toda elegancia remitida en un estuche corporal bien acompasado; mecenas del arte, patrocinadores de grandes emociones así como cuidadosos de sus expresiones, en una palabra eran sublimes, mientras Leonard caía en el abismo de la puta, una bonita puta ornamentada, la diferencia entre una Pompadour y una Du Barry era el mundo.

¿Pero por qué Luis XV tenía tanto placer en una mujer como Du Barry? –La respuesta es sencilla- pensaba Leonard, quién se pavoneaba de su salón de clases al prado para poder leer un poco- Pompadour era elegante y tenía toda la teoría, conocía mundo, claro que sí, pero por otro lado no salía de lo burgués y aristócrata, su sistema social era muy reducido, el esquema mental también podía serlo y… el sexual aún más. Todas las mujeres con las que se acostaba Luis XV eran pobres gatas cortesanas, mosquitas muertas o mujeres de gran talante, tan grande el talante como su inexperiencia, por otro lado la querida Jeanne du Barry había sido educada desde muy joven para ser una prostituta, sabía el arte de la seducción y satisfacción, ese arte tan griego que proviene del “bien hacer”, lo “bien hecho”, y algo tan bien bordado no puede ser despechado aún por la realeza. En efecto Jeanne daba placer a Luis en cantidades que otras mujeres jamás podían siquiera haber imaginado- Leonard se detuvo, empezó a reír un poco y después se recostó en el pasto.

-La idea de ser como ella me llena tanto de alegría como decepción. Aunque siempre tachada de pérfida, impía y malvada, ella sólo pensaba en sobrevivir, y al final todo se reducía al amor que le tenía a Luis. No por mero azar le cuidó aún sabiendo que él moriría, no por mero compromiso profirió “¿Por qué no todos podemos ser amigos?” y con el decoro apropiado logró doblegar a la gran delfina de Francia, María Antonieta, cuando la muchachilla le dijo: “Hoy tenemos mucha gente en Versalles”. No cabe duda que tenía poder... pero ¿educación? – al unísono del pensamiento escuchó unos metros atrás a un joven con un violín, francamente ataviado con buen “gusto”, dedicado pero no con ferviente entusiasmo, su música denotaba alguna fuerza entrópica, desajustaba al entorno para posteriormente reacomodarlo a su disposición. Leonard se sintió atrapado ante tal encanto. Le pareció curiosa la fuerza paradójicamente implosiva que se veía reflejada en los ojos del chico, pues aunque la música moldeaba la disposición del espacio, era la cara de aquel muchacho la imagen de una expresión controlada, sabía lo que hacía, el mundo danzaba si así lo deseaba, después inclinó la cabeza y Leonard perdió los ojos del joven, tenía sombrero y lo perdió –Ahí una Montespan, ahí una Maintenon, ahí una Pompadour, aquí una Du Barry, lejos, muy lejos del intelecto y la verdadera habilidad, aquí una puta sin saber, allá la belleza con habilidad e intelecto. Si todo es contextual no me queda más que envidiar su posición, su vida, su formación, yo aquí debo luchar con argucia para obtener un poco de reconocimiento, mientras allá es inherente, allá el genio les pertenece, aquí ni la dedicación me favorece, puedo seguir engañándome con tantas lecturas, con tantos sermones, puedo creer que llegaré lejos, pero nada queda, nada más que el mismo final. Mientras María Antonieta alzaba el cuello alto, muy en alto para ser decapitada, Jeanne berreaba y chillaba por su vida, se negaba a morir sin el mayor decoro; la vida puede ser poco agraciada y al momento de su partida debe darse con cadencia y algo de orgullo, no como una acción de defensa inicua sustentada en el temor. Yo soy Jeanne du Barry que no sabe nada más allá de una breve observación mundana sobre el entorno, él que bien toca y se controla es el ápice de la realeza, la educación y lo inalcanzable, eso le fue dado por ¿el destino?

Se odió un poco. No realmente por carecer de una buena posición social, sino por carecer de esa chispa que tenía el entorno de aquella facultad de artes. Todas esas personas tan similares al chico violinista que parecían tenerlo todo bien controlado, meciéndose pacíficamente al compás del instrumento, trotando en el aire con notas armoniosas… ¿y él? ¡Pero ni sabía escribir bien!, ¡ni una publicación seria!, nada más allá de un producto post prostitución de mamelucos intelectuales. Él era Madame du Barry, esa mujer con el mono y el mal gusto, carente de educación pero con mucho carisma, pidiendo ser amigos pero sin ser respetado por su intelecto, carente de todo lo inherente, torpe por dentro, aceptable por fuera, apenas sustentable entre tanta “educación”, dentro de una cultura, era un mundano por conocer ciertos tipos de mundos, desde lo alto hasta lo bajo, podía tener más experiencias que la Pompadour, la Maintenon y la Montespan juntas, pero eso no se refería a ser experiencias agradables o de las cuales tendría que enorgullecerse, recordó a los hombres que conocía, hombres de su edad (o ligeramente más grandes), los que sus abuelos eran fundadores del teatro en el país, de los que habían tenido una relación con tal o cual director de cine, los que escribían guiones con la mano en la cintura, los que viajaban sin problema, dirigían museos, tocaban en conciertos, organizaban fiestas, escribían libros, poemas, ensayistas de pluma punzante, programadores de web dedicados e intelectuales, todo eso que él deseaba y no podía, que quería y no alcanzaría.

-Eh Leo. Otra vez tan pensativo, por eso no avanzas en tu lectura- dijo Trish sentándose a su lado- ¿estás bien?
-Sí, gracias por preguntar. Lo cual es ligeramente milagroso.
-Ya wey, uno intenta ser educado y me bateas.
-No pido que seas educado, pero gracias por serlo delante de mí.
-Que te conste que sólo por ti. Tengo que tenerte paciencia con tus charlas letárgicas.
Leonard rió un poco –Eso fue poco educado, pero no importa.
-Y dale, no lo logro ¿verdad?, ¿ya escuchaste al tipo de allá atrás? Lo hace bien.
-Creo que sí, no puedo opinar más allá de mi oído amateur, neófito y todo eso.
-Yo estudié música pero después lo dejé.
-¿Qué tocabas?
-El piano- dijo Trish con desinterés.
-¿Por qué lo dejaste?- Leonard no pudo evitar el alterarse un poco.
-No me llenaba, tuve que dejarlo.
- Qué penoso.
-Un drama para recordar, dirías tú, no importa, mejor dime ¿en qué pensabas?
-En Madame du Barry.
-¿Por el libro?- Trish le quitó el libro de las manos a Leonard- pensé que habías dicho adiós a los dramas sobre cortes francesas, inglesas, burguesas, españolas y de señoronas- abrió el libro para leer algunos diálogos- Pero ve qué diálogos tan más sosos, la Jeanne diciendo “Eso significa que vamos a ser buenas amigas, nosotras dos”, ¡bla! –cerró el libro y se lo devolvió a su amigo.
-Pensaba que quizá soy un poco como ella, un poco soso, un poco carismático, algo puta.
-Deliciosamente cochinón, eso quiere decir que puedes dar mamadas como ninguna otra.
-No lo había visto de ese modo.
-Es que ves las cosas sanas, así que no eres tan puta, pero eso de dar mamadas nadie debe quitártelo, como dice esa escritora tuya “Una cosa es la teoría y otra más la práctica”.
Leonard sólo sonrió, le brindó a Trish esa sonrisa que sus amigos reconocían, la cual decía: “Gracias por intentarlo, pero no lo creo del todo”.
-Ya pues wey, vamos a la clase sobre lo queer, no querrás perderte las visitas inesperadas.
Leonard se sonrojó- Supongo que no.
-Aún te sonrojas por nada, lo que significa que no eres una verdadera puta, así que tranquilícese señor.
-Me gustaría tener más decoro, más clase y elegancia.
-¡Ser más snob!- Trish sacó una carcajada- no te vendría bien, por el momento vamos por buen camino, guarda tu libro, sacaremos la puta que llevas dentro.

Trish se levantó y ayudó a Leonard en el acto, después los amigos caminaron hacia su salón.

viernes, 5 de marzo de 2010

Papá Freud, mamá locura, ¡soy adicto!

-Por querer abarcar todo nos quedamos en la nada- pensaba Leonard estando en su habitación rentada. “Es la última semana que estás en ella, tendrás que estar de vuelta” le habían dicho sus padres “No estuviste bien, bajaste de peso, te metiste cosas ¿en qué pensabas?”

Justo después se encontraba en un grupo de adictos a muchas cosas, entre ellas al trabajo y los ansiolíticos, al estrés y sentirse mal. Con inscribirlo en tal grupo de ayuda “anónima” sus padres demostraban su creciente interés en él, sin embargo era un interés que poco le interesaba a Leonard, ¿qué sacaría de todo eso? Justo en ese momento una mujer voluntaria se ponía a explicarles el problema de ingerir ciertas drogas aún cuando fueran legales, aquellas que activan el deseo por el suicidio en personas que son proclives a la idea de llevarlo a cabo, o cómo sencillamente inhiben los deseos de vivir.
-Es como la marihuana- decía la mujer que caminaba de un lado a otro dentro de la amplia habitación con varios integrantes- las drogas pueden hacer que una persona se suicide.
- Como Alexandre McQueen- dijo Leonard sin realmente pensarlo.
-¿Disculpa?-dijo ella sin alterarse y con un tono tiernísimo, cual si tuviera miedo de espantar a su discípulo.
-McQueen, el diseñador de moda- guardó silencio esperando respuesta dentro de su gran grupo de anónimos, sin embargo no la recibió… claro, ¿qué esperaba? La mayoría eran un cliché, un poco como él, sólo que los demás eran clichés de provincia que jamás habían siquiera ansiado salir de aquella ciudad, y él que lo había logrado ahora pasaba sus fines de semana en reuniones patéticas con temas de “No te suicides por favor” –Bueno, McQueen, un gran diseñador, pueden ver su ropa en el último video de Lady Gaga- entonces cuando dijo eso todos pusieron cara de saber, al menos, de quién se hablaba, en especial una jotona algo gorda que dijo “Ay, es divina”- En fin, el hombre tenía la vida del ensueño, una buena posición, fama, su pareja estable, que debo acotar que en el mundo homosexual es bastante difícil, y además imponía tendencias cada vez que sacaba algo, sencillamente adorable, y un día como si nada amanece muerto, colgado en su casa. Una amiga me dijo que probablemente se drogaba.
-¿Y qué piensas al respecto?
-Que es posible, pero se me hace una cuestión muy gratuita eso de si te drogas te mueres ¿no? Los que nos metemos… nos metíamos cosas- recapacitó como si en verdad hubiera dejado de hacerlo- lo hacíamos porque daba placer.
-Leonard ¿verdad?
-Ese soy yo.
-Bien Leonard. Nadie está diciendo nada sobre aquello que les trajo aquí, muchos están porque son histéricos o su neurosis ha superado sus mecanismos de defensa, de sublimar las cosas. Seguro no quieres exponerte.
-Bueno, no es que se quiera o no exponerse, pero las cosas como son ¿no?- bufó Leonard algo cansado, estaba un poco más allá del mes y medio de clases donde dormía un promedio de cuatro horas diarias, escribía menos que poco y producía cualquier cosa. Le gustaba salir con los amigos, cacarear por los pasillos y dejar que el mundo rodara, de repente le sorprendía la soltura de su vida, pero pretendía tener un rumbo: el de la liberación.
-Eso está bien, para eso son las terapias de grupo.
-Claro, es de dar y recibir. Somos adictos a algo si es que estamos aquí, y no sé cómo demonios me voy yo a vincular con alguien de cuarenta y cinco años o con una ama de casa frustrada, no sé lo que les llevó a drogarse pero en lo personal lo tengo bien claro, tuve una crisis y las drogas legales desde los antigripales y los ansiolíticos, hasta las aparentemente ilegales como fumarte un gallito, un churro, un porro, un pitillo, como diablos gustes, los brownies nunca me jalaron- sacudió su mano izquierda haciendo un ademán para que la mujer se tranquilizara- a lo que voy es que ¿realmente crees que voy a terminar por matarme sólo porque meto algo más a mi cuerpo? Digo, antes de eso no podía comer ni una estúpida uva sin vomitar, después de mis medicamentos me empecé a sentir bien.
-Creaste una adicción a ellos, por eso estás aquí. No es malo medicarse, no lo es sobre todo en tu caso que tenías prescripción pero abusaste.
-Bueno- Leonard entornó los ojos y volvió a dar una especie de manotazo al aire con su mano izquierda- eso que me dices de que tenía o no prescripción demuestra que sabes más de lo que aparentas, sin embargo no estoy aquí porque sea un adicto, ni porque haya querido matarme- hizo una pausa- de forma real- volteó a ver a sus compañeros, quienes le veían con un poco de extrañeza y otros tantos con desinterés- todos tenemos esos pensamientos suicidas pero no lo llevamos a cabo, y eso que dices sobre ser proclives o no al suicidio no me convence, yo me meto… metía-volvió a reiterar- cosas que me hacían sentir mejor, no me está poniendo en un estado anímico peor al anterior.
-¿Entonces por qué estás aquí?- le dijo de modo retórico aquella voluntariosa mujer.
-Porque bajé otra vez cinco kilos y mis padres me ven muy delgado, porque no duermo a mis horas y me quedo dormido en todos lados, porque no tengo muchas energías y porque intentaron darme vitaminas pero ahora sospechan de mí, de lo que hago, de quién frecuento, y porque eché todo a perder, tenía un poco de independencia, un departamento en otra ciudad que no era esta, salidas con mis amigos a lugares que ellos no aprobarían, pero ahora tengo que volver a viajar a diario, regresar a una hora determinada y tengo las salidas restringidas, obligándome a dormir mínimo cuatro horas al día… sin café- a ésta última frase sobre el café Leonard le dio un toque irónico, mirando a todos sus acompañantes como si fuera la peor tragedia del mundo. Ni las drogas o el suicidio eran tan buenos o malos como el café –Y porque al fin acepté que al menos soy bisexual… uy ¡qué demonios!, pues que mis padres no lo saben pero se lo sospechan y espero que esto sea realmente anónimo pues todo mundo se conoce en esta ciudad de porquería.
-No conozco a tus padres, sólo cuando vinieron a dejar la solicitud para la terapia grupal, pero creo que necesitas algo más personal. Y no te preocupes tus padres te quieren tal…
-Ay no me diga eso que me jode- le interrumpió Leonard- perdón por ser tan descortés, pero puedo aguantar que me quiten las drogas y el desvelo, pero no tolero que me quiten el cigarro y el café.
-Bueno, no estamos pidiendo que nos recites tu historia si es que tú no lo deseas.
-Sí, sí, lo desea, se le nota- dijo la jotona gorda.
-¿Pues qué le puedo decir? Estoy bien, mucho mejor, vivo y desintoxicado…
-Eso ya lo sabemos, sobre que eres bi, cuéntanos sobre eso, ¡sobre eso!
La mujer volteó a ver a aquel jovencillo gordo que evidentemente era 100% gay, eso no le incomodaba a Leonard, pero al parecer si le molestaba a la moderadora de la terapia grupal.
-No está obligado a contar nada que no desee compartir.
-Bien, está bien- dijo Leonard con extrema tranquilidad- pues resulta que mi familia es muy conservadora y no puedo decirles nada, que mi familia que no es de núcleo, o sea mis padres y hermana, son unos homofóbicos y cuando sepan de mi situación seguro me van a discriminar y dejar de lado, pero ¿sabes algo?- le dijo directamente a la jotona gorda- que al final eso no me debe importar, no sólo porque es mi vida, sino que ellos no pueden ni deben controlarla, uno no escoge ser bisexual de un día a otro, no amaneces y resulta que te atraen las personas de tu mismo sexo igual o incluso un poco más que las del sexo contrario, pero es algo con lo que se vive y se sobrevive, parte de nosotros quiere creer que lo elegiste y así con la misma soltura puedes decir: “No me gustan más los hombres”. Pero esas son pendejadas, si lo dices es porque crees que puedes quitarte de tantos problemas de discriminación y malas miradas- la cara de Leonard ya no evocaba tranquilidad sino cansancio, sólo él sabía cuántas veces había repetido el discurso a sí mismo y a otras personas de confianza- así que sólo te queda aguatar, esperar a ser autónomo, autosuficiente económica y mentalmente, entonces ya podrás salir del clóset frente a tu familia, cuando ya no te puedan condicionar nada- cortó la frase y se dirigió a la mujer que moderaba la sesión- y es por eso que vas y haces lo que te digan, si ya sospechan que algo está mal, pues no hay que darles más pretextos.
-Leonard- dijo la mujer con un tono muy serio- hablas de complacer a tus padres y terminar por engañarlos, es eso lo que nos das a entender, la razón por la que estás aquí. Pero tienes que entender que de un modo u otro te estás engañando a ti mismo.
-Me habría sorprendido eso hace unos meses atrás, pero ahora es el pan nuestro de cada día.
-Dices que tu vida es una mentira.
-De un modo ¿de quién no lo es?-Leonard estaba muy risueño, no estaba fingiendo, realmente le daba un poco de gusto poder hablar con alguien de tales cuestiones, después de todo la terapia no era tan mala- terminamos siendo un poco conscientes de nuestros propios engaños, pero el revelar un secreto sólo viene a constatar la existencia de otro aún más profundo. Una verdad mental refugiada en el inconsciente no viene a ser más que la punta del iceberg. Entre más sabemos más consientes nos hacemos, más sensibles, más proclives o al dolor, o la plenitud, una plenitud que duele, una hipersensibilidad tan grande y atroz que te lleva a tomar drogas para enmascararlo y debe saber, supongo, lo bien que se siente y no sé si pueda dejarlo tan a la ligera. La verdad es que las drogas no son malas, así nos las han pintado en los medios televisivos y las películas a favor de la moral, pero de ahí en fuera…
-Bien, creo que debemos dejar la sesión por hoy, gracias por tus aportes.
Leonard volteó a ver a sus compañeros de terapia. Si su develación sobre el suicidio y la bisexualidad no les había escandalizado, el asunto del uso de drogas por placer había puesto a las personas un poco alteradas, porque en efecto, eso no era para adictos al trabajo o al estrés, estaba con una bola de drogadictos nada anónimos.